Título: Haru Haru
Número de capítulos: Short-fic, tres capítulos (1, 2 y epílogo)
Participantes: BaekTao (BaekHyun y Tao de EXO)
Género: yaoi, AU, angst, tragedia, drama
Advertencias: muerte de un personaje
Autorización: +16
Sinopsis:
"Día a día BaekHyun trata de seguir viviendo, día a día Tao procura recuperar su vida, día a día se buscan aunque no lo sepan, día a día desean poder escribir el final de su historia, día a día desean poder seguir siendo niños..."
~.~.~
Capítulo 1
–
BaekHyun, cariño,
tenemos que irnos ya.
–
¿Yaaa? -el pequeño frente a la ventana se giró para mirar a
su madre con un
puchero
adornando su carita redonda y levemente sonrojada, después de todo
no dejaba de ser un niño-. Yo no quiero irme todavía,
umma...
–
BaekHyunnie... -suspiró la mujer, colgándose la bolsa deportiva
donde llevaba la ropa de su hijo al hombro- Cielo, no podemos
quedarnos en el hospital para siempre. ¿Es que no estás contento de
volver a casa? -se acercó a él, acariciándole el pelo con cariño
y dejando un beso en su frente.
–
No es eso, umma... ¡Es que todavía no ha llegado mi amigo! Y si no
viene... -se mordió el interior de las mejillas, pensativo- Él no
sabe dónde vivimos...
La
mujer rió suavemente, agachándose para mirar a los ojos a su hijo.
–
¿Qué te parece si appa se queda aquí y, si lo ve, lo trae a casa?
En
ese momento, los ojos almendrados del pequeño se abrieron
enormemente, brillantes.
–
¡¿De verdad?! ¿Appa haría eso por mí?
–
Por supuesto que sí, cielo -lo abrazó dulcemente, feliz de poder
volver a tener a su pequeño de seis años de nuevo en casa-. Venga,
abrígate que hace frío.
–
¡Sí!
El
pequeño fue hasta la cama de hospital que había ocupado durante
tres meses, donde tenía su abrigo y demás cosas. Se colocó el
chaquetón beige y los guantes de diferentes colores. Después, su
umma le colocó la larga bufanda igualmente beige alrededor de su
cuello, tapándole parte de la cara. Por último, cubrió sus
cabellos castaños rebeldes con el gorro que su amigo le había
regalado meses atrás, cuando se conocieron. Un pequeño gorro blanco
y negro de panda con orejitas y ojos.
En
cuanto estuvo listo, BaekHyun corrió fuera de la habitación,
atravesando el largo pasillo feliz de que por una vez las enfermeras
no lo regañaran. Llegó al ascensor, pero, como tardaba mucho,
decidió bajar por las escaleras a toda velocidad. Una vez en
recepción, corrió hasta su padre, quien lo elevó en el aire y lo
tuvo en brazos, esperando a que su madre se reuniera con ellos. El
matrimonio se despidió y ella cogió de la mano a su hijo para salir
por fin del hospital.
Cuando
BaekHyun pisó otra vez la acera de la calle, no pudo evitar que una
gran sonrisa se reflejara en su rostro. Había olvidado lo que se
sentía al salir a la calle, los árboles, las calles cubiertas de
nieve debido al invierno, el ruido de otros niños como él que
jugaban en el parque...
–
¡Umma! -llamó feliz- Cuando appa llegue a casa con mi amigo,
¿podremos ir al parque?
–
Claro que sí, BaekHyunnie.
Pero
él nunca llegó...
~.~.~
–
¡Deberíamos llamarnos de alguna forma!
–
¿Cómo que llamarnos?
–
Ya sabes, somos un grupo, ¡una banda! ¡Algo como los gatos
atómicos!
–
Dios mío...
–
¡Me vas a decir que no mola! ¿A ti qué te parece, BaekHyun? -...-
¿BaekHyun? ¡BAEKHYUN!
El
más alto de los tres amigos empujó suavemente al muchacho castaño
que parecía perdido, consiguiendo que saliera de su ensoñación.
–
¿Eh? ¿Qué... qué ha pasado? -miró a sus amigos algo
desorientado; Do KyungSoo estaba frente a él, visiblemente
preocupado, y a su derecha estaba Park ChanYeol, con el ceño
levemente fruncido.
–
¿Estás bien, BaekHyun? -KyungSoo, moreno y con cara de niño
pequeño, lo miraba con sus grandes y redondos ojos fijamente,
expresando más con esa mirada que con sus palabras.
–
S-sí... por supuesto. Solo me he distraído un poco -el chico sonrió
tímidamente, sonrojándose por el error cometido al distraerse.
–
¿Seguro? -esa vez fue el turno de ChanYeol de preguntar, rodeando
los hombros del más bajo con su brazo, envolviéndolo con su voz
grave impropia de alguien tan infantil como él- Estás muy pálido
-señaló-. ¿Quieres ir a beber agua?
BaekHyun
asintió aún algo perdido.
–
Será lo mejor -susurró poniéndose en pie.
–
¿Quieres que te acompañe? -KyungSoo se levantó también con él;
eran amigos desde hacía años y lo sabían todo el uno del otro,
notaba que algo le pasaba. Pero BaekHyun declinó la propuesta,
necesitaba estar consigo mismo.
Se
dirigió al baño más cercano con pasos lentos, pesados. Pasó
frente a los cubículos vacíos y se acercó a los lavabos, apoyando
ambas manos en uno de ellos. Se quedó ahí quieto, pensando. Desde
hacía algunos días no paraba de pensar en él
–como lo llamaba para evitar recordar su nombre y darle aún más
vueltas–.
Él
había desaparecido de su vida doce años atrás, después de que le
dieran el alta por segunda vez en su corta vida de apenas seis años.
Se habían conocido en el propio hospital porque la madre del chico
era enfermera y se llevaba a su hijo con ella para no dejarlo solo.
En
uno de esos tantos días, los dos pequeños se habían encontrado en
mitad de uno de los pasillos del pabellón de pediatría. BaekHyun
huía de la enfermera que quería ponerle un supositorio porque tenía
algo de fiebre; el otro niño, menudo y moreno, con sus ojos rasgados
llenos de vida, huía de su madre, quien pretendía retenerlo en la
guardería con todas aquellas mujeres viejas que le tiraban de las
mejillas hasta dejárselas rojas. Los dos pequeños chocaron, cayendo
al suelo.
–
¡Byun BaekHyun!
–
¡Hwang ZiTao!
Se
escucharon ambos gritos a la vez, increpando a los menores, quienes
se miraron sorprendidos antes de señalar al contrario y gritar un:
–
¡Ha sido él! -pero no coló.
A
partir de entonces, se encontraron miles de veces más. Hasta el
punto en que BaekHyun se escapaba de su habitación para rescatar al
pequeño Tao –un año menor que él– de la guardería. Se
hicieron prácticamente inseparables y, aunque años después jamás
lo admitiría, aquel chiquillo chino le hizo sentirse como un niño
de verdad, como si pudiese abandonar el hospital cuando quisiera e ir
al parque a jugar... y la verdad es que echaba de menos esa sensación
de seguridad y cariño.
Hwang
ZiTao se convirtió en su razón para sonreír cada vez que el médico
entraba a su habitación, en su razón para tener esperanzas en una
pronta recuperación aunque esta no llegara nunca. Aquella enfermedad
no desaparecería nunca, se dio cuenta el día que lo ingresaron por
segunda vez y su madre se echó a llorar tras hablar con los médicos
que trataban al pequeño BaekHyun. Pero ese peso se aliviaba con la
visita de Tao... Era como un pequeño huracán de vida, ilusión y
diversión, tan contrario a BaekHyun que sentía que se
complementaban, supliendo las faltas del contrario pues ZiTao no
sabía nada de su padre y su madre no tenía todo el tiempo que
quisiera para él.
Lo
cierto es que el pequeño Byun se sentía dividido: quería volver a
casa, pero se negaba a abandonar al menor. Sin embargo, sus padres
hablaron con la señora Hwang y ella, encantada, dio su permiso para
que su hijo pasara la noche en la casa de BaekHyun cuando le dieran
el alta. Pero Tao jamás llegó a ir a su casa...
El
señor Byun volvió a su hogar bastante tarde después de haber
estado arreglando todo el papeleo con relación a su hijo y de haber
estado esperando al pequeño ZiTao. Lo había ido a buscar a la
guardería –donde supuso que estaría– pero le dijeron que no lo
habían visto en todo el día. Entonces, decidió buscar a su madre,
pero no había aparecido a pesar de que su turno ya había comenzado.
Cansado,
el señor Byun desistió y volvió a su casa. Para entonces, BaekHyun
ya se había quedado dormido y no se enteró de esto. A la mañana
siguiente, su madre se lo contó y el chiquillo asintió, serio,
antes de correr a su cuarto. Le había prometido a su umma que sería
un hombrecito fuerte y, por eso, no debía verlo llorar.
A
partir de aquel día no volvió a mencionarlo jamás. Procuró
retomar la vida que tenía antes, volviendo a quedar así con Do
KyungSoo, su mejor amigo, y, por consecuencia, con Park ChanYeol, su
vecino.
Los
tres pasaban los días enteros en casa de alguno de ellos jugando,
riendo o ayudando a BaekHyun a ponerse al día con las tareas del
colegio. Y así fueron creciendo juntos, algunos más que otros cabe
destacar, porque el [i]pequeño[/i] ChanYeollie les sacaba dos
cabezas a cada uno. Pasaron al instituto y a la preparatoria y tenían
planes de mudarse juntos cuando llegara el momento de ir a la
universidad.
Para
BaekHyun era agradable saber que podía contar con ellos para todo y
que estarían a su lado en todo momento, incluso cuando lo tuvieran
que ingresar de nuevo, pero jamás le harían sentir como el pequeño
ZiTao...
Byun
BaekHyun agitó la cabeza, tratando de volver a la realidad. Abrió
el grifo del lavabo y se echó agua en la cara para despejarse. Dio
un golpe contra la cerámica de la pieza, cabreado. ¡Era tan
frustrante! Quería saber lo que le había ocurrido a Tao, por qué
jamás fue a su casa, quería verlo y que lo abrazara de nuevo
diciéndole por error “oppa” en lugar de “hyung”... No lo
quería en su vida, lo necesitaba. Fue una persona tan importante
para él que, doce años después, seguía añorando su presencia.
Por
supuesto nadie sabía de esto. No se lo había contado a KyungSoo en
alguna tarde tranquila de estudio a pesar de tener plena confianza en
él; ni siquiera se le había escapado delante de ChanYeol en una de
esas tantas noches de borrachera con aquel ser irracional y alocado
de rizos castaños –KyungSoo se negaba a salir con ellos de fiesta
porque decía que Channie lo agotaba tanto mental como físicamente–,
y si alguna vez lo había dicho, irían tan borrachos que ni se
acordarían a la mañana siguiente.
Pero
lo prefería así... Aunque le doliese, le gustaba guardar el
recuerdo de Tao para sí mismo, como si solo pudiera existir en su
corazón...
Sacudió
las manos para secárselas un poco antes de salir. Se miró al
espejo, recolocándose la camiseta, y le sonrió a su reflejo. Si
había llegado hasta ahí, podría continuar con su vida... ¿no?
Se
encaminó a la salida con tranquilidad, aún algo perdido en los
retazos de su memoria, algo que le costó chocarse de frente con
alguien.
BaekHyun
retrocedió con un quejido de dolor, acariciándose la frente.
–
Lo siento -escuchó murmurar.
–
¿Lo sientes? ¡¿Lo sientes?! -alzó la mirada, pero solo vio el
pecho del otro chico cubierto por una camiseta negra de manga corta.
Encima había dado con un cachas sin cerebro-. ¡Yo sí que lo
siento, imb...!
Se
quedó en blanco al mirarlo por fin a los ojos, las palabras se le
atragantaron en la garganta y se le secó levemente la boca.
–
¿Decías? -habló de nuevo, con cierto aire de inocencia rodeándole,
pero solo se le escapó un sollozo estrangulado. ¡Era él! Había
esperado ese momento día tras día, hasta había vuelto al hospital
para buscarlo. Y era entonces, cuando había decidido que no habría
más lamentaciones, cuando volvía.
Su
pecho se oprimía con cada latido desaforado, de esos que resuenan en
sus tímpanos haciéndolo sentir aislado del mundo. No había
cambiado nada... aún tenía esa actitud inocente que le daba un
aspecto infantil, sus ojos negros seguían siendo tan expresivos como
siempre y, aunque ahora fuera alto y fuerte, BaekHyun solo podía ver
al niño moreno con un panda de peluche bajo el brazo que merodeaba
por el hospital hasta entrar a su habitación.
–
¿Te encuentras bien?
–
T-Tao... -susurró aún en shock, dejando escapar por fin una
lágrima.
–
¿Nos conocemos?
Pero
aquello fue un golpe que no esperaba. ZiTao no se acordaba de él...
¡¿cómo no podía hacerlo?! ¡Habían pasado tantas cosas juntos,
tanto tiempo! ¿Y ahora no sabía quién era?
BaekHyun
bajó la cabeza, apretando los puños para evitar llorar más.
–
Disculpa -murmuró pasando por su lado para salir del baño.
Ese
encuentro le había dolido más de lo que jamás creyó, incluso más
que haberlo perdido. Él creía que Tao lo reconocería y lo volvería
a abrazar, le contaría qué había sido de su vida y le preguntaría
qué había hecho durante esos años, pero no... nada de eso había
ocurrido... no sabía quién era BaekHyun... Tal vez jamás debería
haber salido de su mente...
*
* *
–
Disculpa...
Hwang
ZiTao observó como el muchacho bajito y castaño salía del baño
sin mirarle a la cara. Se quedó de pie, pensativo, viendo como huía
a gran velocidad por el patio del instituto. Había sido un encuentro
extraño, casi tan extraño como esa sensación de que había algo
relacionado con ese chico que no lograba recordar... Tenía la
sensación de que lo había visto antes, su tono de voz bajo le
resultó familiar y estaba casi seguro de que la mirada de esos ojos
marrones se habían clavado en él tiempo atrás, podía ser que
años, pero... ¿quién era? ¿De qué se conocían? Porque lo había
llamado por su nombre y aún no conocía a nadie en ese instituto,
acababa de llegar a Seúl.
¿Se
habrían visto en China? No, no recordaba a ninguna familia coreana
en el pueblo de sus abuelos... Aunque a lo mejor se lo presentó
LuHan gege cuando lo arrastró hasta Beijing y no se acordaba, pero
eso no explicaba por qué había salido huyendo. Habría sido más
fácil decirle algo como: “oye, nos conocimos en Beijing,
¿recuerdas?”, no huir como había hecho.
Tao
negó lentamente con la cabeza, saliendo del baño ya que había
olvidado a qué había ido. Sin embargo, no se podía quitar de
encima la sensación de que había algo que se le estaba olvidando,
algún detalle que había obviado, pero ¿qué? ¿Qué podría ser?
Eso le hacía sentir estúpido, frustrado... Si su madre estuviera
allí con él le habría dicho qué hacer, cómo comportarse... casi
seguro le habría pedido calma...
ZiTao
sonrió, triste pero sereno. Sabía que, aunque volviera a China, su
madre no lo esperaría, solo sus abuelos. Y su padre... nunca supo
nada de él y su abuela se negaba a hablarle del hombre gracias al
cual tenía vida. Sin embargo prefirió desistir y no sacar el tema
pues sentía que a su abuela le dolía el simple hecho de nombrarlo.
Así que, después de descubrir que de pequeño había vivido en
Seúl, decidió que allí podría saber más de su antigua vida.
Según
sus abuelos, sus padres habían muerto en un accidente de tráfico y
que él había sobrevivido de milagro. Sentía que aquellos que tenía
cerca culpaban de todo a su padre y eso era algo que Tao no lograba
entender. ¿Qué culpa tuvo? ¡Nadie podía controlar algo así! Por
eso supo que jamás le dirían la verdad y creyó que la única
solución era buscarla por sí mismo. Sin embargo... ese chico... lo
había trastocado todo... Había sido como rozar con la punta de los
dedos su pasado...
Se
removió el pelo, frustrado, así no iba a llegar a ninguna parte...
Tal vez podría averiguar el nombre del muchacho y preguntar a su
abuela ya que había olvidado parte de su pasado... y eso había sido
más fácil de lo que jamás creyó...
–
¡Byun BaekHyun! ¡¿Se puede saber dónde estabas?! -escuchó
vociferar a un tipo alto a la vez que el chico de antes se acercaba
rápidamente a él.
–
¡Cierra la boca, tarado!
–
Byun BaekHyun... -susurró Tao, memorizando el nombre.
¿Has
estado en mivida, BaekHyun?
*
* *
ZiTao
daba vueltas por el salón del pequeño apartamento que compartía
con YiFan, Yixing y LuHan gege. Había decidido llamar a su abuela
cuando estaba en el instituto, pero ya no lo veía tan claro... ¿Y
si ofendía a su abuela?
–
¿Vas a llamarla al final, pequeño panda? -LuHan se había puesto de
puntillas tras él, mirando por encima de su hombro la pantalla del
móvil con el número marcado.
–
No lo sé, gege -suspiró, girándose para mirarlo-. ¿Tú qué
harías?
–
Pues llamar -contestó como si fuera la cosa más obvia del mundo.
–
¡Pero no es tan fácil!
–
Sí lo es.
–
No, ¡claro que no!
–
¿De qué hablamos? -entró Yixing, limpiándose las manos después
de haber estado haciendo a saber qué en el baño.
–
De que Tao no sabe si llamar a su abuela o no para preguntarle por el
chico de esta mañana.
–
¡Ah! Que lo haga.
–
¡¿Has visto?!
–
¡Que no es tan fácil! -bufó ZiTao, tirándose en el sofá al lado
de Yixing.
–
¿Pero por qué dices eso? -Lay (como lo llamaban los coreanos) le
acarició el pelo, tranquilizándolo.
–
Porque no quiero que se enfade y no me vuelva a hablar de mi vida...
–
Aish, pequeño Tao... -castaño lo abrazó-. No sé lo que es no
recordar nada y que para colmo no tengas a tus padres para saber cómo
era tu vida, pero solo de verte, de haber escuchado tus
preocupaciones, sé que es algo a lo que nadie jamás debería
enfrentarse... ¡Pero mírate! -Yixing se separó de él para mirarlo
a los ojos- ¡Llevas más de doce años luchando contra el olvido y
rescatando recuerdos de cada mínimo detalle! Eres una persona
admirable y, tanto el bocazas de LuHan como yo, vamos a estar a tu
lado y te vamos a dar todo nuestro apoyo. Así que... coge ese
teléfono, marca el número y lucha por aquello que has venido a
buscar.
Lay
le sonrió, tranquilo, con aquella sonrisa decorada con hoyuelos que
calmaba.
–
Gracias, gege... -Tao volvió a coger su móvil, mirando la pantalla
fijamente.
–
¡Ánimo, panda! -se sentó a su otro lado LuHan, poniendo una de sus
manos en el hombro del menor.
Respiró
hondo y presionó la tecla verde de llamada, llevando el aparato a su
oído. Un tono, dos tonos y al tercero ya escuchaba la voz dulce de
su abuela materna.
–
¿Sí? ¿Quién es?
–
Abuela... zoy ZiTao.
–
¡Tao, pequeño mío! ¿Cómo te va? Espero que Yixing esté cuidando
de ti, como me prometió.
–
Sí, gege siempre está pendiente de lo que hago -rió suavemente.
–
¿El lindo LuHan está contigo? Dale un beso de mi parte, es un
muchacho encantador.
–
Yo se lo daré, yaya.
–
¿Y cómo se llamaba tu nuevo amigo...? ¡Ah! YiFan, ¿cierto?
–
Así es.
–
Espero que él también se encuentre bien...
–
Todos estamos bien, yaya. Seúl es una ciudad preciosa y nos hemos
adaptado a la perfección.
–
Dime qué te preocupa, ZiTao.
–…
¿perdona? Yo solo quería...
–
No me trates como a un tonta, Hwang ZiTao. Puedo ser vieja, pero te
conozco como si fuera tu madre y sé que hay algo que te preocupa.
–
A decir verdad sí... Yaya... -cogió aire, reuniendo valor- ¿alguna
vez tuve un amigo que se llamara BaekHyun? Byun BaekHyun -se apresuró
a completar.
– ...
–
¿Yaya? ¿Te encuentras bi...?
–
¿Dónde has escuchado ese nombre? -la voz de la mujer se volvió
dura, fría.
–
Es... un compañero del instituto...
El
silencio volvió a inundar el otro lado de la línea hasta que pudo
escuchar como su abuela suspiraba.
–
Con lo grande que es Seúl y tuviste que dar con él...
–
Pero ¡¿quién fue?!
–
Era tu amigo, ZiTao. No durante mucho tiempo, pero lo querías mucho.
No sé gran cosa de él, la verdad... Tu madre me comentó alguna vez
que era uno de los niños hospitalizados que estaban a su cargo y que
os encontrasteis por casualidad. Ya sabes que te llevaba con ella al
hospital.
–
Ya... ¿No sabes nada más?
–
Me temo que no, mi niño... -la mujer volvió a suspirar, algo
dubitativa-. ZiTao, ya sabes que yo he procurado siempre protegerte,
cuidar de ti... pero ahora que estás lejos de mí, que de verdad has
salido en busca de la verdad... yo... te voy a ayudar aunque sea lo
último que haga.
–
Abue...
–
No, por favor, déjame terminar... Escucha atentamente, Tao, pase lo
que pase, prométeme que no buscarás a tu padre.
–
¡Pero!
–
Prométemelo, ZiTao
–
Pff... te lo prometo -acabó aceptando a regañadientes.
–
Ya entenderás por qué te digo esto... Y ahora, te doy permiso para
que busques noticias, pregunta en el hospital donde trabajaba y... un
consejo de tu abuela, ve al centro de la mujer de Seúl.
–
¿El centro de la mujer?
–
Así es, tal vez allí encuentres respuesta a las preguntas que yo
preferí no escuchar.
–
Gracias, yaya.
–
No me las des, Tao, estoy haciendo lo justo. Sé fuerte, mi niño,
muy fuerte -y colgó.
Tao
soltó el teléfono, colgando, pensando en aquella conversación.
–
¿Qué tal, panda?
–
Supongo que... bien... Sí, me ha ayudado -sonrió a sus amigos,
decidiendo el siguiente paso.
*
* *
Le
había costado decidirse por qué hacer primero, pero, tras hablarlo
con Yixing y Luhan, se había dado cuenta de que seguir el consejo de
su abuela era lo más acertado. Después de todo, parecía que solo
ella sabía lo que había ocurrido en realidad.
Ambos
chicos se ofrecieron a acompañarlo, incluso YiFan, nada más llegar
de su trabajo, le dijo que no le importaría ir con él. Sin embargo,
Tao se negó amablemente, eso era algo a lo que debía enfrentarse
solo.
Buscó
la dirección del centro de la mujer, comprobó las líneas de metro
para ver cuál era la más adecuada y salió abrigado con su chaqueta
de cuero y con su mochila al hombro. Llevaba su móvil, sus llaves,
dinero y el diario en el que durante años había apuntado cada
ínfimo detalle que descubría, pistas, fotos...
Fuera
hacía frío ya que se acercaba la navidad con las primeras nevadas
y, con ellas, el aniversario del accidente. Era la primera vez que no
iría al cementerio a honrar a su madre y eso le hacía sentir raro,
vacío... pero todo sacrificio era poco con tal de descubrir la
verdad...
Las
calles estaban prácticamente desiertas. Normal, a nadie le gustaba
que las nevadas les pillaran fuera de sus hogares. Pero aún había
gente que se aventuraba y corría para entrar al metro o a alguna
cafetería. ZiTao no tardó en apresurarse en busca de una bajada
para el primero porque él no era la excepción, pero no llegó a
entrar.
Se
quedó parado en mitad de la calle sin saber bien por qué,
simplemente aquellas dos personas que veía de lejos le habían
llamado la atención. No eran especiales o diferentes a los demás,
pero había algo que lo llamaba a seguirlos... como lo que sintió al
cruzarse con BaekHyun por primera vez después de haberlo olvidado.
Las
dos personas giraron en una esquina cercana y Tao corrió tras ellos
con cuidado de no ser descubierto. Entrecerró los ojos, fijándose
en el muchacho... iba con una mujer y... parecía BaekHyun... Aquello
solo hizo más que incrementar las razones del chino para seguirlos.
–
Umma... -definitivamente eres él-. Tengo que contarte algo...
–
¿Te ha pasado algo, BaekHyunnie? -el tono de la mujer que parecía
cálido y cariñoso se bañó de un matiz de preocupación- ¿Te
sientes mal? Porque si es así, te pido cita para el médico y que te
haga un nuevo análisis.
El
chico castaño se apresuró a negar con la cabeza, casi como un niño.
–
No es eso, umma... -se quedó en silencio, pensativo- ¿Tú...? ¿Tú
recuerdas al niño que conocí en el hospital? Ya sabes... Tao...
-Ah...
Tao... sí, a-algo recuerdo... Pero creía que no te gustaba hablar
de él... -la mujer parecía algo apenada y... casi se podía decir
que nerviosa.
–
Ya... pero ha ocurrido algo... Umma, creo que lo he vuelto a ver.
–
¡¿Qué?! -ella paró de golpe, alarmada, haciendo que ZiTao
retrocediera para protegerse en el hueco de una puerta y no ser
visto-. ¡E-eso es imposible!
–
Pero...
–
BaekHyun, -trató de calmarse- Tao está muerto.
–...
¿m-muerto...? -la voz del chico apenas era un murmullo inentendible.
–
Aquel día, cuando te dieron el alta... su madre tuvo un accidente de
coche camino al hospital... Ella murió atropellada y el pequeño
cayó en coma... BaekHyun, mírame, nunca supimos nada de él ni de
si se recuperó. Appa fue al hospital y le dijeron que lo daban por
perdido...
ZiTao
se tapó la boca, nervioso, para evitar que se el escapara algún
sollozo, aunque uno sí salió de labios de BaekHyun. Se sentía al
borde de las lágrimas. ¿Atropello? ¿Cuándo? Su abuela le dijo que
chocaron contra otro coche...
–
No te quisimos decir la verdad porque eras un niño... Acababas de
salir del hospital y el pequeño Tao había sido tu único amigo, el
uno para el otro -la primera lágrima se escurrió por su mejilla,
perdiéndose en su mano-. Siento tanto que te hayas tenido que...
–
¡Basta! Déjalo ya, por favor -la voz del él parecía afectada por
las lágrimas-. ¡¿Por qué has tardado tanto?! ¡Hace mucho que
dejé de ser un niño!
–
Baek...
–
¡¿POR QUÉ?! -volvió a gritar- ¡Estoy harto de esto! ¡Si no
tuviese sida esto nunca habría ocurrido!
Antes
de que se diera cuenta, Tao vio al castaño pasar corriendo por su
lado con la cabeza baja. Aún no estaba seguro de lo que había
escuchado, pero, antes de procesar lo que iba a hacer, salió
corriendo tras BaekHyun.
El
chico ni siquiera notaba que lo seguía, estaba demasiado ensimismado
en su carrera, con la cabeza agachada, chocando con las pocas
personas que se encontraba por la calle. Un completo error el
distraerse...
BaekHyun,
ahogado en sus pensamientos y lágrimas, no se paró a mirar antes
de cruzar, no viendo el coche que se acercaba a gran velocidad hacia
él, coche que Tao sí vio.
El
moreno se quedó paralizado, viendo a cámara lenta cómo el vehículo
casi podía acariciar el cuerpo de BaekHyun, dándole al conductor el
privilegio de tener su vida en sus manos. Sus latidos se ralentizaron
pero a la vez retumbaban con demasiada fuerza en su pecho y...
«¡Mamá!»
Alguna
vez gritó eso, lo sabía. Su voz, pequeña, aguda, la del niño que
fue, resonó en su cabeza con aquel tinte de miedo.
«¡Mamá!»
Otra
vez, una y otra vez. Buscaba auxilio. Alguien... un hombre... lo
tenía cogio en brazos, lo apretaba con fuerza, demasiada para tratar
a un niño.
«¡Tao!
¡Aguanta!»
Le
metieron en un coche, más bien lo tiraron dentro. Se sentó bien,
mirando por la luna delantera, ahí estaba su madre... ¡había ido a
por él! Por primera vez en aquel rato que llevaba con ese hombre,
sintió que se aliviaba, que lloraba de felicidad... felicidad que se
rompió demasiado rápido...
El
motor del coche rugió, furioso, y comenzó a moverse con violencia,
demasiado rápido. Aquella persona gritó con rabia contenida,
pisando aún más el acelerador, hasta dar contra el cuerpo frágil y
demacrado de su madre... Ella rodó por encima del vehículo,
quedando tirada en el asfalto de la calle cada vez más manchado con
su sangre.
«¡Mam...!»
Ni
siquiera consiguió procesar lo que acababa de ver cuando un frenazo
demasiado brusco golpeó a su cuerpo, manejándolo a placer y
haciendo que saliera disparado por el cristal de delante.
ZiTao
había perdido la consciencia antes de rozar el suelo con su piel
fina y blanca, consciencia que no sabían si algún día volvería...
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