domingo, 14 de julio de 2013

Before the dawn

Autora: Daleth (@_anothershadow)
Título: Before the dawn
Número de capítulos: relato, one-shot
Participantes: OC Will x Cassandra, Tom x Cassandra
Género: hetero, suspense, drama, romántico, angst, supernatural, spiritual
Advertencias: secuestro, mención a síntomas de locura
Autorización: +16
Comentario de la autora: Os voy a dar un pequeño consejo, leed el relato con tranquilidad y con la mente despejada, ya que sino algunas partes pueden resultar confusas y pienso que se pierde parte de la magia de esta historia.
Sinopsis:  

"Eso no estaba bien... no... ¿Qué demonios pasaba por su cabeza? Ya se había acostumbrado a solo seguirla desde lejos, ya todo daba igual... no pasaba nada si lo intentaba una última vez aunque supiese que iba a fracasar, porque una parte de su corazón le decía que al final debería amarlo... debería..."


¡IMPORTANTE! Puede ser que alguien haya leído este mismo relato en Hato Family o KpopWriter solo que los personajes son idols (WooHyun y Yesung, concretamente). Soy la misma autora, es mío, no estoy plagiando absolutamente nada, solo que esta es la versión original.

~.~.~







Desde la otra punta de aquellos jardines que adornaban su tan aborrecida universidad, protegido bajo el amparo de un árbol, oculto de miradas indiscretas, aquel extraño muchacho observaba la odiosa escena que le mostraban dos de sus compañeros mientras sentía la rabia fluir por su cuerpo. Aquel idiota de Will le había robado al amor de su vida... ¡Por favor! ¡Solo era un cara bonita! Él podía ofrecerle muchísimas más cosas a Cassandra si esta le hubiera dado al menos una oportunidad... solo una, para intentarlo... con eso le habría bastado. Pero la chica prefirió rechazarlo sin ningún pudor, le dio de lado para marcharse con el chico más popular del lugar.


¿Dónde habían quedado aquellas promesas de amistad? ¿Los buenos ratos vividos, los malos momentos superados con la ayuda del otro? Porque sí, Cassandra y él habían sido casi como hermanos desde muy pequeños. De hecho, ella fue la única persona que le dio una oportunidad cuando se mudó a aquella pequeña ciudad, ya que todos lo veían como un niño raro.



Lo que más le dolía era que lo hubiese abandonado casi por completo, que hiciera lo que juró no hacer, que incluso se riera de él. ¿Cómo podía ser una persona tan cruel? ¿Acaso no tenía corazón, no era capaz de ver lo mal que lo pasaba por su culpa? Antes, cuando le susurraba tiernas palabras y en sus labios rosas se formaban bellas sonrisas, sentía una seguridad inmensa, se sentía protegido. Pero en aquel preciso instante, mientras observaba cómo se despedía de Will con un dulce beso, todas esas sensaciones desaparecían dando paso a la desesperación, la rabia... Ya no sabía qué hacer para conseguir que estuviese otra vez a su lado. Ya no sabía qué hacer para detener sus impulsos, estaba enloqueciendo de dolor, de amor...



Apretó los puños con fuerza y se obligó a dejar de mirar. Eso no estaba bien... no... ¿Qué demonios pasaba por su cabeza? Ya se había acostumbrado a solo seguirla desde lejos, ya todo daba igual... no pasaba nada si lo intentaba una última vez aunque supiese que iba a fracasar, porque una parte de su corazón le decía que al final debería amarlo... debería...



~.~.~



Otra vez en el mismo lugar, observó a Cassandra salir de la universidad completamente sola. Su oportunidad perfecta para intentarlo por última vez.



La siguió de forma sigilosa, procurando que no lo escuchase. Comenzó a reunir todo el valor posible y buscó las palabras adecuadas. Inspiró hondo y empezó a alargar la mano para llamarla con un suave toque, pero algo lo detuvo...



Una sombra solitaria que se acercaba le llamó la atención, no podía permitir que lo interrumpiesen, no en ese momento. Mucho menos podía permitir que fuese Will quien se acercase para robarle de nuevo a Cassandra. No, porque verlo activaba la furia dormida en su interior, porque observar impotente cómo se profesaban ese estúpido amor no estaba en sus planes. No aquel día... Así que, aprovechando que la chica no se había percatado de la presencia de su novio, le tapó la boca y la empujó hasta esconderse ambos en unos matorrales.



Ella intentaba revolverse, pero los brazos que la sujetaban eran demasiado fuertes. Quiso gritar, pero la mano en su boca ahogaba todo sonido. ¿Qué hacer? ¿Cómo librarse de lo que parecía el comienzo de una pesadilla?



– Shh... relájate, no pienso hacerte nada...



La chica se tensó aún más al escuchar la voz del que parecía su captor. ¿Por qué Ye...?



– ¡Cassandra! - Un grito que reconoció enseguida como de Will cortó el hilo de sus pensamientos.



Su novio la estaba buscando... Desesperada, hizo un nuevo intento por llamar la atención de aquella tercera persona, pero era inútil. Por mucho que lo deseara, por mucho miedo que tuviese, él era más fuerte...



Sintió sus ojos húmedos al escuchar los pasos de Will alejándose. La única persona que podría haberla rescatado se marchaba sin notar que ella estaba ahí, a su lado. Sin poder evitarlo, una primera lágrima se escurrió por su mejilla, perdiéndose en la mano ajena que seguía sobre su cara.



Poco a poco la fuerza que la tenía atrapada comenzó a disminuir. Un pequeño rayo de luz apareció para alumbrar el ensombrecido futuro de la chica. ¿La iba a dejar marchar?



Aprovechó la oportunidad que le brindaba para levantarse y salir corriendo, pero no llegó muy lejos ya que su captor la cogió demasiado pronto.



– ¿A dónde vas? No he terminado contigo...



– Por favor... por favor... - Se echó de rodillas al suelo, nuevas lágrimas corriendo veloces por su cara-. No me hagas nada...



Vio cómo él levantaba la cabeza al cielo y suspiraba sonoramente. Tiró con fuerza del brazo de Cassandra y la levantó del suelo, zarandeándola levemente en el proceso.



– No te voy a hacer nada - bufó algo molesto, pasándose su mano libre por el pelo-. Solo quería... hablar contigo.



– ¡Yo no tengo nada que hablar contigo! - Chilló ella, histérica.



Si aquello era una broma, no le hacía ninguna gracia. ¿Qué demonios quería ahora? Ya le había dejado bien claro en su momento que no quería saber nada de él ya que estropeaba la imagen de chica popular que quería vender a los demás una vez llegara a la universidad.



– ¿Ah? ¿No tienes nada que hablar conmigo? - La miró a los ojos, furioso, escondiendo tras esa rabia el dolor que le provocaban las palabras de la chica -. Pues, qué curioso... yo sí creo que tú y yo tenemos ciertos... temas pendientes.



Tiró de Cassandra una vez más, obligándola a seguirlo. Él no entendía por qué se comportaba así, no sabía de dónde nacía ese ímpetu por hacerse notar a los ojos de la asustada muchacha. Lo único que tenía claro era que estaba dispuesto a acabar con toda aquella situación de una vez por todas, estaba dispuesto a dejar sueltos sus sentimientos, a liberar su corazón obsesionado...



Con cierta dificultad, la condujo hasta su coche abandonado en el desolado aparcamiento. Ella trataba de resistirse, intentaba librarse una vez más del agarre que su secuestrador ejercía sobre su brazo, pero todo intento era en vano... Estaba asustada, en shock, los gritos de auxilio se atoraban en su garganta y su fuerza no era comparable con la de un hombre.



Una vez llegaron hasta el coche, Cassandra fue empujada sin contemplaciones al estrecho y oscuro maletero. Cuando éste se cerró, lo golpeó con fuerza para hacerse oír, pero de nuevo era inútil en un lugar casi abandonado un viernes a las nueve de la noche. Impotente, escuchó cómo el motor del vehículo rugía con fuerza y se ponía en marcha, dando inicio a un viaje cuyo final desconocía, y eso era lo que más le asustaba.



~.~.~



No sabría decir en qué momento ocurrió todo pero, cuando se quiso dar cuenta, Cassandra se encontraba en una vieja casa abandonada a las afueras de la ciudad, atada y amordazada en un oscuro y húmedo sótano.



Ya había perdido la noción del tiempo. No había ninguna ventana por la que se pudiese colar un rayo de luz que le dijese si era de día o de noche, ni siquiera le había vuelto a ver la cara a su secuestrador... Aunque Cassandra prefería que se mantuviese alejado de ella, así de momento estaría a salvo... o eso le gustaba creer...



Aún no comprendía bien lo que había pasado durante las últimas horas. Solo era consciente de haber llorado, de haber gritado en busca de auxilio, de haber pensado en si alguien se preocupaba por su desaparición... aunque todo eso se desvanecía en cuanto podía captar el más mínimo ruido que la pusiera en alerta.



Cuando un sonido era capaz de colarse hasta sus oídos, la chica dejaba su mente en blanco para concentrarse únicamente en su sentido auditivo. Esperaba escuchar la voz de Will de un momento a otro diciéndole que había ido a rescatarla. Jamás en su vida había deseado tanto volver a verlo, jamás creyó que rezaría por tenerlo a su lado. Porque la verdad era que normalmente se sentía agobiada por la presencia del chico y deseaba cortar con él, pero sus ansias por ser popular siempre lograban anteponerse a todo.



Cassandra siempre había deseado que el mundo entero la viera, que, cuando la mirasen, dijesen algo más que “qué lástima que no sea tan inteligente como su hermana mayor” o “qué pena que no sepa tocar el violín, con lo bien que lo hace su hermana”. Las comparaciones son odiosas y ella lo sabía mejor que nadie.



Siempre había estado a la sombra de Tiffany y nunca lo había soportado. Todo el mundo conocía lo perfecta y maravillosa que era su hermana, una belleza, un genio de la música, una alumna brillante... Allá donde fuese, su nombre siempre resonaba en el ambiente, y eso la sacaba de quicio. Por esa razón se prometió que triunfaría donde su hermana no consiguió nada: el ámbito social; y si para conseguirlo tenía que engañar y dejar de lado a sus antiguos amigos, lo haría sin dudar.



Y era, irónicamente, ese deseo lo que la había metido en aquella pesadilla. Sus ansias la cegaron y ahora estaba pagando el precio de dejarse dominar por la envidia y la venganza. ¿En qué momento había llegado a ser tan estúpida?



Los pasos de su secuestrador retumbando en el sótano y acercándose cortaron de raíz toda lamentación que pudiese acaparar en ese momento su mente. Se giró hacia el lugar de donde procedían, asustada, temiéndose lo peor.



El chico se paró frente a ella y pasó unos segundos mirándola antes de agacharse hasta su altura. Cassandra sentía que su mirada la quemaba lentamente, hundiéndola en la miseria que ella misma se había ocupado en formar. Los ojos de él, profundos y completamente oscuros, parecían ver en su interior, desvelando todos y cada uno de los secretos que había escondido con tanto esmero y deseaba que nadie jamás encontrase.



No lo soportó más y cortó todo contacto visual con su captor. Entonces, éste retiró la venda que llevaba en la boca para que pudiesen hablar.


– ¿Por qué me haces esto? - Preguntó amargamente Cassandra al sentirse algo más liberada, pues sus brazos y piernas seguían fuertemente atados a la silla.


– ¿Por qué me abandonaste? - Le devolvió la pregunta, sus ojos profundos centelleando en curiosidad.


– Yo... - No sabía qué contestar. ¿Decirle la verdad? Jamás la creería -. Yo... ¡Te prometo que no lo volveré a hacer! Estaré contigo para siempre, pero por favor, por favor suéltame - pidió ella entre nuevas lágrimas.


– Tu palabra ya no me vale... Hace años también me decías lo mismo y ahora tengo que ir mendigando detrás tuya para conseguir tu atención - posó su mano en el mentón de la chica, obligándola a mirarle -. Mira lo que me has obligado a hacerte - sonrió, sarcástico, frustrado, enfadado.


– Pero ¿por qué? - Insistió ella de nuevo.


– ¿Acaso necesitas que te diga todo el daño que me has hecho? ¡¿Necesitas saber de mis propios labios que lo que más me duele en el mundo es que me abandonases?! - Comenzó a subir el tono de voz, apretando gradualmente más fuerte la cara de Cassandra - ¿TAN ESTÚPIDA ERES QUE NO PUEDES NOTARLO?


– Para, por favor... me haces daño... - Lloriqueó, temblando.


Él se apartó bruscamente de la chica y se alejó un poco para evitar volver a hacerle daño. ¿Por qué Cassandra despertaba tan bajos instintos en él? Jamás había sido tan agresivo e impulsivo... Toda la culpa la tenía la muchacha morena frente a él; estúpida, estúpida chica que cerró su mente y corazón en pos de una superficialidad que desaparecería con el paso de los años. ¿De qué le serviría su amada popularidad cuando acabase la universidad? Sin embargo él podía ofrecerle un futuro, podía ayudarla a salir de su presente escondido entre secretos impuros, deplorables. Y aun así Cassandra seguía siendo hostil, no quería ver todo lo que le ofrecía...



Su cuerpecillo lleno de mentiras la consumía y solo él era capaz de notarlo porque era el único que sabía descifrar los movimientos nerviosos de su ser sucio y malogrado. ¿Qué significado tenía sentir amor por alguien que era capaz de caer tan bajo?



«Mi corazón no está obsesionado».



Trató de convencerse cuando, al mirarla de nuevo, notó que, hiciese lo que hiciese Cassandra, jamás tendría la voluntad de abandonarla. Y eso conseguía que se sintiese estúpido, usado, un peón más en su partida por ser perfecta... por ganar contra Tiffany...



El secuestrador estaba a punto de retomar la conversación cuando el sonido de un golpe seco lo hizo detenerse. ¿Alguien había conseguido seguirlo? ¿Cómo?


– Escúchame bien - se dirigió a la chica -. Cuando todo esto acabe, tú serás mía.


Y así dio la conversación por zanjada y salió a buscar al intruso. Ahora que había llegado tan lejos no podía permitir que nadie estropease su plan.



~.~.~



Will supo que algo no iba bien en el momento en que no encontró a Cassandra en la universidad y tampoco contestó a sus llamadas. La chica le juró y perjuró que estaría allí hasta las nueve y, si se hubiese marchado antes, se habría enterado de una forma u otra.



Por eso, algo desconfiado, se quedó un poco más por allí, por si su novia se había retrasado. Y entonces lo vio, un chico algo más alto que ella la arrastraba hasta el aparcamiento por la fuerza. No lo pudo reconocer porque no le vio bien la cara, pero corrió hasta su moto para seguir al coche donde se había subido el secuestrador de Cassandra.



El camino fue largo y tortuoso, salieron hasta las afueras y acabaron en una casa abandonada hacía años. Estaba claro que en su momento fue una vivienda lujosa, propiedad de gente distinguida; pero en ese entonces más bien resultaba tétrica, tenebrosa.



Will observó cómo el muchacho moreno metía a su novia casi inconsciente en el lugar y después cerraba la puerta, atrancándola posteriormente. Ante la imposibilidad de entrar por la puerta principal, decidió rodear la casa buscando otra entrada, una ventana rota... cualquier hueco le serviría.



Por suerte, dio con una ventana cuyo cristal estaba roto y las tablas que clavaron años atrás tapándola acababan destrozadas al más mínimo golpe. Se coló con dificultad, cayendo estrepitosamente sobre una vieja mesa que cedió bajo su peso. El crujir del mueble retumbó por toda la casa y Will estaba seguro de que incluso desde fuera se podría haber escuchado.



Permaneció un rato en esa posición, quejándose y sobándose el brazo izquierdo con la intención de apaciguar el dolor. Cuando por fin comenzaba a levantarse, una voz grave lo detuvo.


– ¿Qué haces tú aquí?


Will levantó la vista hacia quien le hablaba. Era imposible no reconocerlo... esos ojos lo habían atormentado durante muchos días...


– ¿No crees que soy yo el que tendría que preguntar eso... Tom?


– Eres tú el que me ha seguido - lo desafió con la mirada.


– Y tú el que ha secuestrado a mi novia - le respondió con furia, aguantando sus ganas de lanzarse contra el cuerpo de su rival.


– Todo es culpa de ella - sonrió Tom con tranquilidad, frío en sus palabras.


Will sentía que, cada vez que abría la boca, lo odiaba más. ¿Cómo podía decir semejante estupidez? ¿Que era culpa de Cassandra?


Apretó los puños con fuerza, sus nervios crispados, la ira creciendo con rapidez e inundando su pecho. Su vista se nubló, ¿qué había más allá de la venganza? Para él nada, su corazón estaba ciego, estaba embrujado por los encantos de una mujer.



Will tan contrario a Tom... porque su adversario mantenía la calma, no se dejaba dominar con tanta facilidad por sus emociones, los sentimientos eran para débiles. Una frialdad calculada al límite de todos sus movimientos, de sus palabras, un único gesto burlón en su cara porque, al final, él debía ganar.



El intruso en aquella casa no lo soportó más y se dispuso a noquear al mayor de los dos. Era el momento de medir sus fuerzas, lo haría por Cassandra...



Will se lanzó contra el otro con fiereza, tirándolo al suelo y quedando él encima. Comenzó a golpearlo repetidas veces, pero jamás esperó que Tom reaccionase tan rápido ya que, cuando se quiso dar cuenta, estaba rodando por aquel enorme salón lejos del mayor.


– ¡No intentes evitar esto! - Vociferó aquel cuya novia seguía secuestrada -. ¡Sé valiente y lucha contra mí! ¡VAMOS!


Antes de terminar de hablar, ya estaba cargando de nuevo contra Tom con todas las fuerzas que le quedaban, hasta que una patada en el estómago lo obligó a parar. Se quedó agazapado, con un brazo alrededor de la dolorida zona. ¡Maldito Tom! ¿Cómo podía tener tanta fuerza?



Will sentía cómo el sabor metálico de su sangre comenzaba a impregnar su boca, pero no pensaba detenerse, no aún. Levantó la vista hacia el otro muchacho, preparado para atacar una vez más. Sin embargo, una sombra detrás de él lo dejó paralizado.


– ¿Qué demonios...? - Murmuró intentando ver quién era.


Parecía un hombre alto, tal vez demasiado alto, vestía completamente de negro y llevaba un sombrero que impedía que le viesen la cara. Estaba totalmente tapado, incluso sus manos estaban cubiertas por unos guantes también negros.



Tom frunció el ceño. ¿Qué era lo que miraba Will? Se giró por curiosidad, encontrándose también con la oscura y estilizada figura de aquel ser que no sabía si calificar exactamente de humano.



Los tres estaban estáticos, esperando una reacción del contrario, un movimiento, una palabra, algo que los sacase de esa espera que parecía eterna, hasta que Will se cansó.


– ¡¿Quién eres?! - Le gritó a la extraña figura para que pudiese escucharlo.


Los ojos del hombre brillaron con un resplandor carmesí y una media sonrisa se expandió por su sombrío rostro.


– Vuestra perdición - contestó con simpleza; su voz ronca, casi inaudible, parecía sonar dentro de sus propias cabezas.


– ¡¿De qué coño hablas?! - El menor ya se había cansado de ese juego, solo quería sacar a su novia de allí y no volver jamás. ¿Tan difícil era?


La sonrisa de la sombra se amplió y una carcajada burlona resonó por el gran salón haciendo temblar a las majestuosas lámparas de cristal que antaño ofrecieron su luz a las más distinguidas personas. Y, como si se tratase de una orden, el polvo que cubría cada centímetro de ese lugar comenzó a revolverse, furioso, hasta esconder casi por completo al extraño.



Los dos chicos se protegían como podían tapándose o agachándose en el suelo. Cuando todo pareció parar, Tom se atrevió a abrir los ojos y lo que vio lo dejó de piedra.


– ¿C-Cassandra ...? - Murmuró casi inaudiblemente, pero con la suficiente fuerza como para que Will lo escuchara y reaccionara.


Ahí, frente a ellos, estaba la chica sonriéndoles, como si nada hubiese ocurrido nunca. Extendió una mano hacia los chicos y, como accionado por un resorte, su novio se levantó y corrió hacia ella. Sin embargo, cuando estaba a escasos centímetros de alcanzarla, sus ojos brillaron con fuerza, cegándolo. Para cuando los volvió a abrir, Cassandra estaba detrás de Tom abrazándolo posesivamente y sonriéndole burlonamente al otro muchacho.



Will se quedó paralizado. ¿En serio Cassandra prefería a ese marginado? No, eso nunca. Él tenía un orgullo y defendería lo que era suyo, no perdería contra un tipo cualquiera.



Por su parte, Tom sentía cómo lo abrazaban con fuerza. Sus ojos le decían que era Cassandra, pero realmente no parecía ella. Sentirla tan cerca no lo llenaba de una sensación cálida y abrumadora como en el pasado, sino que helaba sus sentimientos al paso de sus manos. Su corazón se oprimía, no quería estar con ella así, le hacía demasiado daño.



Sin que él lo pidiese en voz alta, su deseo de separarse de la chica se cumplió cuando Will se abalanzó otra vez contra él. El mayor no hizo nada por detenerlo, su cuerpo casi no reaccionaba, casi lo sentía... hechizado por su toque...



Ambos muchachos se enzarzaron en una nueva pelea, desesperados por acabar, buscando alejarse de allí.


– ¡Ella es mía! - Gritó Will, ciego, posesivo, sintiéndose nada sin Cassandra.


– ¡Jamás! ¡Ella tiene que amarme a mí!


Tom interpuso una mesa entre ambos para conseguir ventaja y salir de aquel salón. Corría con todas sus fuerzas, tenía que sacar a Cassandra y llevársela de allí o la perdería para siempre. Sin embargo todos las habitaciones parecían iguales, todas polvorientas, todas el fantasma de lo que una vez fue. Y en mitad de una de ellas la encontró.



Su pelo suelto, sus ropas informales sustituidas por un vestido largo que se ajustaba a su figura y de sus finas muñecas colgando diversas pulseras a cada cual más brillante.


– Te estaba esperando, Yesung...


Yesung... Cassandra era la única que lo llamaba así... Su corazón se aceleró al escucharla dirigirse a él así de nuevo, logrando una sonrisa sincera en su moreno rostro. Las mariposas revoloteando a su alrededor, haciendo girar su mundo en torno a la chica que tenía enfrente. Pero algo no andaba del todo bien...


– ¿Q-qué haces tú aquí? Es decir... ¿cómo has logrado salir y...?


– ¿Qué importancia tiene eso? - Lo interrumpió -. Yo solo quiero estar contigo, Yesung, para siempre.


Y esas palabras fueron por las que Tom luchó por tanto tiempo. Escucharlas al fin le hizo sentirse feliz de nuevo, le hizo olvidar las inseguridades, las preguntas que se agolpaban en su cabeza, todo...



Sin nada que temer, el chico comenzó a acercarse a la sonriente Cassandra que lo esperaba a tan solo unos pasos. Alargó su mano, estaba a punto de rozar su blanquecina mejilla levemente cubierta por un tierno sonrojo; pero se detuvo abruptamente, sus ojos clavados en un gran espejo. Ahí estaba él pero ella era solo una sombra sin vida.


– ¿Yesung?


– ¿Quién eres y dónde está la verdadera Cassandra? - Preguntó retrocediendo.


– ¿De qué hablas? Soy yo.


– ¡Deja de mentirme! - La miró serio, sus ojos negros buscando respuestas -. Yo quiero a la Cassandra que conocía.


La figura frente a él borró su expresión preocupada para sonreírle con una mueca burlona en su fino rostro.


– Para unas cosas tan listo y para otras tan tonto... La Cassandra que tú conocías murió a manos de su propia alma envenenada. O sino por qué crees que hace esto.


La chica chasqueó los dedos y en el espejo se comenzaron a reflejar miles de escenas. Todas de su verdadero amor junto con Will hasta llegar a una última en la que Cassandra corría desesperada hasta los brazos de su novio mientras lloraba.


– Basta - sentenció Tom, tratando de no mirar más.


Estaba seguro de que esa última escena estaba ocurriendo en ese mismo momento. Reconocía dónde se encontraban, la ropa que llevaban ambos... todo.


– Basta ya - repitió, pero los seguía viendo, tan enamorados como siempre -. ¡HE DICHO QUE PARES! - Gritó furioso tirando del espejo con todas sus fuerzas hasta que este cayó en el suelo rompiéndose en miles de trozos -. ¿Por qué me haces esto? ¿Eh? ¡RESPÓNDEME! - Insistió ante el silencio de su acompañante.


– Solo intento abrirte los ojos... ¿Acaso crees que todavía tienes una oportunidad con ella? Ni siquiera recuerda que existes, tú mismo lo has visto.


Tom bajó la mirada apenado, sabía que ella tenía razón pero todavía no estaba preparado para aceptarlo. Necesitaba tiempo, alejarse de su contaminada mente y mirar en el fondo de su corazón. Sin embargo, ese tiempo nunca llegaba, siempre era opacado por Cassandra... Él luchaba contra lo imposible para salir cada vez más herido y escuchar a su necia cabeza pedirle que lo intentara una vez más. ¿Qué sentido tenía aquello? Tom se sentía como un muñeco, el experimento de un ser más allá de su imaginación que buscaba el límite de su locura.


– Pero... - La chica interrumpió el hilo de sus pensamientos, obligándolo a mirarla -. Si quieres yo puedo ayudarte...


– ¿Ayudarme? Ni siquiera sé si eres real de verdad - bufó molesto.


– Como quieras, pero si yo estuviese en tu lugar al menos querría venganza... - Aquel ser extraño sonrió, sabía que había captado la atención del ofuscado chico que tenía delante.


– ¿Qué tengo que hacer?


Victoria...



~.~.~



Will observó frustrado como Tom salía corriendo y acababa perdiéndose entre los largos pasillos y las escaleras sin fin de la casa.


– ¡Joder! - Gritó cabreado mientras estampaba contra el suelo un viejo jarrón de porcelana que se encontraba a su lado -. Maldito Tom.


Pero pronto su mente dejó de lado aquel enfado para recordarle que debía encontrar a Cassandra y sacarla de allí. Se marchó por la misma dirección por la que había desaparecido el mayor y comenzó su desesperada búsqueda. El chico estaba completamente perdido, la jodida casa era como un laberinto de proporciones gigantescas y lujos empañados por el paso del tiempo.



Will no tardó mucho en rendirse, estaba exhausto después de la pelea y correr como un loco por todo el lugar no había ayudado mucho a su estado. Paró en una de las habitaciones y se sentó en lo que parecía un viejo sofá que casi cedió ante su peso. Echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y concentrándose en el palpitar de su corazón chocando contra sus sienes. Antes de que se diese cuenta, había caído en un profundo sueño.



Inmerso en su mundo perfecto, no notó cómo lentamente una de las raídas cortinas comenzaba a arder, haciendo que el fuego pronto se propagase por el resto de la estancia, llenándola lenta pero inexorablemente de su espeso humo que todo lo ocultaba.



Y entre el gas se alzó la figura negra y corrompida de Tom, siempre bajo el amparo del ser que lo liberaría.



El mayor observó asqueado la escena. Cassandra profundamente dormida sobre el pecho de Will mientras este la abrazaba por los hombros. Pero eso acabaría pronto, muy pronto.



Para cuando el otro chico se despertó, el fuego ya lo tenía completamente rodeado. Abrió los ojos desmesuradamente, buscando un lugar por el que escapar, pero era casi imposible.


– ¡SOCORRO! - Gritó inútilmente.


– Eso no te va a servir de nada - sonrió Tom desde el otro lado de la estancia.


– ¡Tom! Ayúdame, ayúdame por favor - le suplicó, su vida no podía acabar tan pronto.


– Jamás.


Y entonces Will entendió el por qué de aquello. Ahí, tras el mayor, se ocultaba el cuerpecillo demacrado de Cassandra. Sus ojos, lo único visible tras el hombro de él, lo miraban con miedo, como si el menor fuese su secuestrador.


– ¡Maldita sea, Tom! ¿Es que no tienes suficiente con quitarme lo más preciado que tengo? ¡¿Necesitas matarme?!


Pero en los ojos del otro había decisión y seguridad, no se iba a arrepentir de quitarle la vida a aquellos sucios amantes.


Venganza - musitó al ver la desesperación haciendo mella en Will.


¿Quién disfrutaría viendo tal dantesco espectáculo? La consumación de un joven asesinato, el golpe final para que la balanza los condenase... ¿Quién sino la sombra que atacó a sus corazones haciendo que la razón se perdiese? Porque ahí se encontraba el ser que los había corrompido, con su porte elegante y su aura sobrenatural, observando.


¿No sentía pena? Había olvidado lo que eso significaba. ¿De qué le servía hacer sufrir a los tres jóvenes? Era su castigo. Una vida construida sobre mentiras no era vida. Un corazón envenenado no era merecedor de sentir amor. Alguien cuyos sentimientos se habían diluido en el tiempo no tenía derecho a ejecutar lo que su corazón le dictaba. Porque en los cuerpos jóvenes e inmaduros no había nada por lo que mereciese la pena luchar.



No, su destino ya estaba sellado... Ambos habían llegado hasta allí movidos por la obsesión, su alma pudriéndose, y los sucios no eran bien recibidos en su limbo particular, más allá de la vida, más allá de la muerte...



~.~.~



Las alarmas comenzaron a sonar, histéricas, reclamando atención. Éstas no presagiaban nada bueno así que se apresuraron en estar listos y salir cuanto antes.



El aviso venía de un caserón abandonado a las afueras de la ciudad. No sabían cuánto tiempo llevaba ardiendo, pero si el fuego se expandía más podría llegar hasta el bosque colindante y aquello acabaría siendo una catástrofe ecológica.



Invadieron la casa por la fuerza, mojando todo lo que estuviese a su paso, luchando contra el perpetuo fuego. Para su suerte, éste acabó por extinguirse prácticamente solo.


– Registrad la casa por si hay alguien dentro - ordenó el jefe y todos corrieron a cumplir el encargo.


Por supuesto, para los bomberos no pasaron desapercibidos los gritos de auxilio que se escuchaban. Algunos corrieron a buscar de dónde venían, encontrándose con una chica maniatada. La liberaron y sacaron cuanto antes de la casa, ya fuera los médicos la atenderían.



Ella estaba en shock, decían que tenía un trauma, pero no presentaba signos de violencia salvo por las marcas de las cuerdas. Sus ojos estaban perdidos, apenas recordaba lo que había ocurrido después de que Tom la dejara sola de nuevo. Solo... pareció despertar de un largo sueño cuando escuchó las sirenas de los bomberos.


– Dentro no hay nadie más, jefe - avisó uno de los tantos hombres que allí se encontraban -. Lo hemos registrado todo y parece como si el fuego hubiese comenzado solo.


– Está bien, luego hablarán con la...


– ¡¿Qué?! - La chica parecía haber vuelto en sí -. ¡Ahí dentro tiene que estar mi novio! ¡YO LO SÉ!


– Tranquilícese, por favor - le pidió la mujer que la cuidaba -. Puede ser que escapase.


– ¿Y qué hay de Yesung? - Preguntó de nuevo.


– No se preocupe por eso ahora. Ya buscaremos a sus amigos.


Pero ella no quería irse, algo le decía que abandonar aquella casa era como abandonar las almas de los dos chicos y eso no podía hacerlo... Sin embargo, ante la insistencia de las autoridades, tuvo que ser llevada al hospital para poder recuperarse.



~.~.~


– ¿Estás seguro al cien por cien, John?


– Completamente, jefa.


El silencio se hizo presente por segunda vez desde que comenzaron aquella conversación sobre los últimos hallazgos del joven policía Smith, quien, rápidamente, había corrido a contárselo a su superiora aun sabiendo que ésta estaba en el hospital vigilando a la testigo.


– Disculpe la indiscreción, jefa, pero... ¿cómo se lo piensa decir a la chica? Los médicos dicen que todavía está muy alterada...


– Pues con mucho tacto, como todo en esta profesión. Espera fuera mientras yo hablo con ella, ¿vale? Y no permitas que entre ni salga nadie - comentó la seria mujer mientras se levantaba y se dirigía a la habitación en la que se encontraba Cassandra Poynter.


Entró tras tocar a la puerta y recibir el correspondiente permiso. La joven estaba sola, inmóvil, con los ojos perdidos en la pared de enfrente.


– ¿Cómo te encuentras, Cassandra? - Comenzó amablemente, tomando asiento al lado de su cama y buscando no asustarla.


– Déjese de tonterías y dígame ya a lo que ha venido, agente Marks.


La policía se le quedó mirando, sorprendida. Esperaba otra respuesta... algo sobre su estado de ánimo, si acaso que preguntara por su novio y su amigo. Todo menos eso.



Suspiró y se dispuso a soltarle la verdad. Estaba claro que con ella no valía ser cuidadosa.


– Voy a ser franca contigo, Cassandra. Traigo malas noticias - y por fin consiguió que le prestase un poco de atención.


– Continúe, por favor.


– Es sobre los chicos, William Jones y Thomas Fletcher.


– ¿Les ha pasado algo? - Preguntó alarmada, sentándose en el borde de la cama frente a la agente.


– No exactamente... - Helen Marks se quedó callada, pensando en las palabras que usaría. Jamás se había visto en una situación tan extraña y delicada como esa... -. Cassandra... los chicos que nos describiste... no existen.


– ¡¿CÓMO?! - La impresión se instaló en el rostro de la testigo, quien se puso en pie rápidamente -. ¡ESO ES IMPOSIBLE!


– Cálmate, Cassandra.


– ¡¿Cómo demonios pretende que me calme?! ¡ME ESTÁ DICIENDO QUE MI NOVIO NO EXISTE! ¿Está segura de que ha buscado bien?


La agente Helen asintió con la cabeza lentamente, hasta a ella le costaba asimilar semejante noticia... Habían rebuscado por todos los rincones de la ciudad, habían puesto sobre aviso a la policía de las regiones cercanas por si alguno salía de la zona, habían buscado sus datos, expedientes escolares y médicos y no habían conseguido nada sobre ellos. Cada vez que encontraban a un “William Jones” o a un “Thomas Fletcher” le enseñaban una foto de los susodichos a Cassandra y ninguno coincidía con los que la chica decía que habían desaparecido en el incendio. Llegados a esas alturas, el departamento de policía los había dado por perdidos. Parecía como si hubiesen desaparecido de la faz de la Tierra, no había ni una mísera noticia de ellos...


– No puede ser... - Murmuró la joven antes de coger la poca ropa que tenía y encerrarse en el baño de la estancia sin darle tiempo a Helen para reaccionar y detenerla.


Una vez dentro, Cassandra echó el pestillo y comenzó a cambiarse a toda velocidad.


– ¡Cassandra! ¡Abre la puerta! - Golpes fuertes resonando en la madera y un intento frustrado por abrir -. ¡MALDITA SEA, CASSANDRA! ¡No me obligues a detenerte!


Tarde, la chica había abierto la ventana y escapado por un árbol cercano. No le costó mucho trabajo ya que su habitación estaba en la primera planta y la altura era poca. Corrió tan rápido como podía, dispuesta a volver a la universidad. Allí hablaría con los amigos de Will, seguro que ellos sí lo recordaban...



Entró precipitadamente al recinto del campus y buscó con la mirada el árbol donde se solía reunir su novio con sus compañeros. Por suerte allí seguían todos. Se acercó con prisas, con el corazón en un puño, tenían que acordarse de Will, era imposible que hubiese desaparecido.


– ¿Cassandra? - Preguntó Dougie, el primero en distinguirla -. ¿Qué haces aquí? Deberías estar en el hospital recuperándote.


– Eso no importa ahora. ¿Sabéis dónde está Will?


Las miradas de sorpresa entre los chicos no se hicieron de rogar y aparecieron interrogándose mutuamente y en completo silencio.


– Cassandra, realmente creo que deberías volver al hospital, todavía no estás bien - intervino Danny.


– No hasta que me respondáis. Dónde. Está. Will - preguntó de nuevo, recalcando cada palabra de la interrogación.


Otra vez esas miradas indecisas que comenzaban a sacar de quicio a la muchacha. ¡No era tan difícil! Le estaban ocultando algo, lo sabía...


– No sabemos de quién nos hablas - le contestó Dougie, haciendo que el mundo de ella se derrumbase por completo.


– ¿Cómo que... n-no sabéis...?


– No conocemos a ningún Will... ni siquiera creo que haya alguno en nuestra clase...


– P-pero... E-eso no puede ser... ¡Él es mi novio!


– Lo siento, pero no podemos ayudarte...


Eso era lo último que necesitaba... lo que tanto trabajo le había costado ganar había desaparecido y ni siquiera sus amigos lo recordaban... ¿Cómo? ¿Por qué? ¿En qué momento? ¡Si ella lo había visto el último viernes!



Desesperada, comenzó a retroceder algunos pasos. Su mente trabajando a gran velocidad, las ideas entrando y saliendo, el pensamiento de que se estaba volviendo loca creciendo. Pero aún tenía una oportunidad más, la casa. Si encontraba algo de ellos sería allí, estaba segura.



Se alejó de la universidad todo lo que pudo y cogió el autobús. No estaba segura de hasta dónde llegaría, pero sería más rápido que tener que andar hasta las afueras. El trayecto se le hizo corto, tal vez demasiado. Bajó rápidamente del vehículo y, con paso tambaleante, decidió que era el momento de enfrentarse a sus miedos. Era ahora o nunca, la única oportunidad de descubrir lo que estaba pasando y de limpiar su nombre manchado por la locura.



Las puertas flanqueadas por el cordón policial no fueron impedimento para su curiosidad, tampoco el miedo a quedar atrapada en cuanto cruzó la puerta principal. Nada la iba a detener cuando había llegado tan lejos por sí sola.



Se adentró en el caserón con cuidado. En realidad no se acordaba de haber pasado por allí, sus últimos recuerdos lúcidos solo trataban de las horas que pasó maniatada en el sótano...



Sus ojos vagaban por la inmensidad de cada uno de los salones, tratando de vislumbrar cualquier pista que la llevase hasta su novio entre tanto polvo y oscuridad. Pero todo era inútil, lo que no estaba destrozado por el paso de los años había sucumbido en el incendio. Sus dedos se paseaban entre las reliquias del pasado, imaginando dónde podrían haber estado Tom y Will, tratando de recrear sus palabras, sus actos.


– Buscas a alguien, ¿verdad? - Esas palabras la sobresaltaron, haciendo que soltara la pequeña caja de música que sostenía con cuidado.


– ¿Quién anda ahí? - Preguntó casi en un grito desesperado por calmar sus nervios.


– La respuesta a tus dudas.


Cassandra se giró buscando la procedencia de la suave voz que resonaba por el salón y pronto la encontró.



Detrás de ella, colgado en la gran pared, la joven muchacha que decoraba uno de los grandes lienzos la miraba fijamente, sus labios rosas moviéndose con suavidad, su mano extendida saliendo de la pared y su cuerpo siguiendo la dirección de dicha extremidad hasta llegar a Cassandra.


– ¿Qué demonios...?


– Buscas a alguien muy preciado para ti, ¿no es así? Alguien que parece haberse esfumado como el fulgor que una vez rodeó tu vida... Porque alguna vez te sentiste viva, ¿verdad, pequeña niña?


– ¿Qué pretendes con eso? - Preguntó desconfiada, rehuyendo a su mirada inquisitiva.


– Me refiero a una niña de ojos vivos y corazón puro, una niña a la que le gustaba jugar y divertirse con el pequeño de su vecino... - El ser que se encontraba junto a la muchacha paró un momento con su relato, dejando que las palabras calaran en su corazón ennegrecido -. El ser humano es débil por naturaleza, Cassandra, se deja arrastrar por sus sentimientos, se relaciona con otros ambicionando poder o fama, deja que su cuerpo sea corrompido y que su alma se pudra sin remordimientos. Pero todo tiene una consecuencia...


»Las épocas de esplendor pasan y se olvidan con rapidez, pero el castigo puede ser eterno... La llama eterna que te condena, la balanza que revela la verdad, el ser juzgado al final de una vida, ¿crees que son cuentos, leyendas? El daño no pasa desapercibido a ojos de nadie, pequeña Cassandra, la obsesión no se deja pasar, y tú estás recibiendo tu castigo... Jugaste con el amor de dos personas y no te avergüenzas de ello, incluso finges preocuparte por ellos. Y ahora, Will Jones y Tom Fletcher sufren las consecuencias de luchar por un sentimiento falso, creado en su mente con el único propósito de satisfacer tus ansias. Abre los ojos y mira lo que has conseguido, Cassandra Poynter.



Aquel ser la cogió de la cara con fuerza, obligándola a mirar hacia uno de los grandes espejos del salón. De pronto, las lámparas comenzaron a temblar, siendo el preludio de algo que no habría querido ver jamás en la vida.



En aquella superficie se dibujó el contorno de una elegante estancia decorada con muebles de madera que ardían con fuerza. Las llamas escalando por las altas paredes, el humo llenando el lugar con su asfixiante cuerpo etéreo, la madera crepitando y, en medio de todo el caos, Will. Will estaba ahí, a escasos metros de ella, ardiendo, gritando de dolor, buscando una salida, salvar su vida.


– Un corazón fuerte, impetuoso... transformado en un ser candente, que prende con facilidad por tu culpa... Su cuerpo humano arderá eternamente en el fuego de su rabia por no tenerte. ¿Era eso lo que querías para un chico con tanto futuro como él, Cassandra?


Ella no podía contener sus lágrimas. Había sido una estúpida, cegada por unas ambiciones sin fundamento. Ahora hacía sufrir a alguien que no se lo merecía...



Justo por encima de la imagen del joven, dibujado en el polvo que cerraba las grietas del pasado, comenzaron a aparecer las palabras que se grabarían a fuego en la cabeza de Cassandra.



Te abrazaré fuertemente, así no podrás irte…




– ¿Crees que ha sido mucho mejor para Tom? Presta atención.


E hizo que mirara hacia el lado contrario, en el espejo gemelo que aprisionaba a su novio apareció el que una vez fue su razón de vivir. El mayor estaba sentado en un gran sillón, sus ojos cerrados, tranquilo y sereno como siempre fue, pero al abrirlos, la chica descubrió que sus pupilas habían dejado de existir. Solo unas cuencas vacías de cristal brillante se movían en el lugar que una vez ocuparon sus pequeños y vivos orbes. Se levantó con pesadez del sillón dejando entrever una poderosa flecha de hielo puro que atravesaba el centro de su pecho. Cassandra ahogó un grito de terror al ver cómo de la flecha emanaba una escarcha que recorría lenta pero inexorablemente todo su cuerpo.


– Thomas Fletcher era una voz prodigiosa, una persona inteligente y cabal. Tú, estúpida niña, lo convertiste en lo que ves, en un ser de hielo. Su corazón palpitante se ha congelado por culpa de la obsesión que tú provocaste en su alma insegura. ¿Deseabas ver así a tu amigo de la infancia?


De nuevo, las palabras llegaron al espejo contrario, clavándose con una dolorosa realidad que ella no había visto en su pecho.



Me aferraré a ti, así no lloraré…



– Escucha sus voces agónicas, Cassandra. Siente lo que has hecho y mira con atención sus rostros, este es tu castigo por necia.



No importa si me desechas o me ignoras…


– No... por favor, no... Para, por favor, ellos no se merecen esto... - La chica rompió en lágrimas por fin, liberando aquello que había guardado por tantos años.


– ¿No crees que llegas un poco tarde? William Jones, Thomas Fletcher... Sus nombres están grabados a fuego en tu cabeza, estás condenada a vivir con su recuerdo en vida mientras el mundo a tu alrededor olvida. ¿Qué vas a hacer cuando te traten de loca, Cassandra Poynter? ¿Cuando tu vida se arruine y tu propósito acabe en nada?


El agarre que aún mantenía a la chica en pie desapareció, consiguiendo que cayese al suelo de rodillas. Ese era el final, el final de su vida, de su ser, de todo... Aquella casa se había convertido en su tumba y ahora iba a pagar por sus pecados del pasado. Nunca nadie la creería, nunca nadie volvería a saber de los chicos que lo dieron todo por ella en vano, nunca nadie cometería el error de dejarse contaminar por algo indomable en su verdadera naturaleza. Porque ella había permitido que su corazón se obsesionase y por fin, a la luz del amanecer, descubría que, al final del camino, todos sus errores debían ser pagados...



Nunca te perderé...

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