Título: Before the dawn
Número de capítulos: relato, one-shot
Participantes: OC Will x Cassandra, Tom x Cassandra
Género: hetero, suspense, drama, romántico, angst, supernatural, spiritual
Advertencias: secuestro, mención a síntomas de locura
Autorización: +16
Comentario de la autora: Os voy a dar un pequeño consejo, leed el relato con tranquilidad y con la mente despejada, ya que sino algunas partes pueden resultar confusas y pienso que se pierde parte de la magia de esta historia.
Sinopsis:
"Eso no estaba bien... no... ¿Qué demonios pasaba por su cabeza? Ya se había acostumbrado a solo seguirla desde lejos, ya todo daba igual... no pasaba nada si lo intentaba una última vez aunque supiese que iba a fracasar, porque una parte de su corazón le decía que al final debería amarlo... debería..."
¡IMPORTANTE! Puede ser que alguien haya leído este mismo relato en Hato Family o KpopWriter solo que los personajes son idols (WooHyun y Yesung, concretamente). Soy la misma autora, es mío, no estoy plagiando absolutamente nada, solo que esta es la versión original.
~.~.~
Desde
la otra punta de aquellos jardines que adornaban su tan aborrecida
universidad, protegido bajo el amparo de un árbol, oculto de miradas
indiscretas, aquel extraño muchacho observaba la odiosa escena que
le mostraban dos de sus compañeros mientras sentía la rabia fluir
por su cuerpo. Aquel idiota de Will le había robado al amor de su
vida... ¡Por favor! ¡Solo era un cara bonita! Él podía ofrecerle
muchísimas más cosas a Cassandra si esta le hubiera dado al menos
una oportunidad... solo una, para intentarlo... con eso le habría
bastado. Pero la chica prefirió rechazarlo sin ningún pudor, le dio
de lado para marcharse con el chico más popular del lugar.
¿Dónde
habían quedado aquellas promesas de amistad? ¿Los buenos ratos
vividos, los malos momentos superados con la ayuda del otro? Porque
sí, Cassandra y él habían sido casi como hermanos desde muy
pequeños. De hecho, ella fue la única persona que le dio una
oportunidad cuando se mudó a aquella pequeña ciudad, ya que todos
lo veían como un niño raro.
Lo
que más le dolía era que lo hubiese abandonado casi por completo,
que hiciera lo que juró no hacer, que incluso se riera de él. ¿Cómo
podía ser una persona tan cruel? ¿Acaso no tenía corazón, no era
capaz de ver lo mal que lo pasaba por su culpa? Antes, cuando le
susurraba tiernas palabras y en sus labios rosas se formaban bellas
sonrisas, sentía una seguridad inmensa, se sentía protegido. Pero
en aquel preciso instante, mientras observaba cómo se despedía de
Will con un dulce beso, todas esas sensaciones desaparecían dando
paso a la desesperación, la rabia... Ya no sabía qué hacer para
conseguir que estuviese otra vez a su lado. Ya no sabía qué hacer
para detener sus impulsos, estaba enloqueciendo de dolor, de amor...
Apretó
los puños con fuerza y se obligó a dejar de mirar. Eso no estaba
bien... no... ¿Qué demonios pasaba por su cabeza? Ya se había
acostumbrado a solo seguirla desde lejos, ya todo daba igual... no
pasaba nada si lo intentaba una última vez aunque supiese que iba a
fracasar, porque una parte de su corazón le decía que al final
debería amarlo... debería...
~.~.~
Otra
vez en el mismo lugar, observó a Cassandra salir de la universidad
completamente sola. Su oportunidad perfecta para intentarlo por
última vez.
La
siguió de forma sigilosa, procurando que no lo escuchase. Comenzó a
reunir todo el valor posible y buscó las palabras adecuadas. Inspiró
hondo y empezó a alargar la mano para llamarla con un suave toque,
pero algo lo detuvo...
Una
sombra solitaria que se acercaba le llamó la atención, no podía
permitir que lo interrumpiesen, no en ese momento. Mucho menos podía
permitir que fuese Will quien se acercase para robarle de nuevo a
Cassandra. No, porque verlo activaba la furia dormida en su interior,
porque observar impotente cómo se profesaban ese estúpido amor
no estaba en sus planes. No aquel día... Así que, aprovechando que
la chica no se había percatado de la presencia de su novio, le tapó
la boca y la empujó hasta esconderse ambos en unos matorrales.
Ella
intentaba revolverse, pero los brazos que la sujetaban eran demasiado
fuertes. Quiso gritar, pero la mano en su boca ahogaba todo sonido.
¿Qué hacer? ¿Cómo librarse de lo que parecía el comienzo de una
pesadilla?
–
Shh... relájate, no pienso hacerte nada...
La
chica se tensó aún más al escuchar la voz del que parecía su
captor. ¿Por qué Ye...?
–
¡Cassandra! - Un grito que reconoció enseguida como de Will cortó
el hilo de sus pensamientos.
Su
novio la estaba buscando... Desesperada, hizo un nuevo intento por
llamar la atención de aquella tercera persona, pero era inútil. Por
mucho que lo deseara, por mucho miedo que tuviese, él era más
fuerte...
Sintió
sus ojos húmedos al escuchar los pasos de Will alejándose. La única
persona que podría haberla rescatado se marchaba sin notar que ella
estaba ahí, a su lado. Sin poder evitarlo, una primera lágrima se
escurrió por su mejilla, perdiéndose en la mano ajena que seguía
sobre su cara.
Poco
a poco la fuerza que la tenía atrapada comenzó a disminuir. Un
pequeño rayo de luz apareció para alumbrar el ensombrecido futuro
de la chica. ¿La iba a dejar marchar?
Aprovechó
la oportunidad que le brindaba para levantarse y salir corriendo,
pero no llegó muy lejos ya que su captor la cogió demasiado pronto.
–
¿A dónde vas? No he terminado contigo...
–
Por favor... por favor... - Se echó de rodillas al suelo, nuevas
lágrimas corriendo veloces por su cara-. No me hagas nada...
Vio
cómo él levantaba la cabeza al cielo y suspiraba sonoramente. Tiró
con fuerza del brazo de Cassandra y la levantó del suelo,
zarandeándola levemente en el proceso.
–
No te voy a hacer nada - bufó algo molesto, pasándose su mano libre
por el pelo-. Solo quería... hablar contigo.
–
¡Yo no tengo nada que hablar contigo! - Chilló ella, histérica.
Si
aquello era una broma, no le hacía ninguna gracia. ¿Qué demonios
quería ahora? Ya le había dejado bien claro en su momento que no
quería saber nada de él ya que estropeaba la imagen de chica
popular que quería vender a los demás una vez llegara a la
universidad.
–
¿Ah? ¿No tienes nada que hablar conmigo? - La miró a los ojos,
furioso, escondiendo tras esa rabia el dolor que le provocaban las
palabras de la chica -. Pues, qué curioso... yo sí creo que tú y
yo tenemos ciertos... temas
pendientes.
Tiró
de Cassandra una vez más, obligándola a seguirlo. Él no entendía
por qué se comportaba así, no sabía de dónde nacía ese ímpetu
por hacerse notar a los ojos de la asustada muchacha. Lo único que
tenía claro era que estaba dispuesto a acabar con toda aquella
situación de una vez por todas, estaba dispuesto a dejar sueltos sus
sentimientos, a
liberar su corazón obsesionado...
Con
cierta dificultad, la condujo hasta su coche abandonado en el
desolado aparcamiento. Ella trataba de resistirse, intentaba librarse
una vez más del agarre que su secuestrador ejercía sobre su brazo,
pero todo intento era en vano... Estaba asustada, en shock, los
gritos de auxilio se atoraban en su garganta y su fuerza no era
comparable con la de un hombre.
Una
vez llegaron hasta el coche, Cassandra fue empujada sin
contemplaciones al estrecho y oscuro maletero. Cuando éste se cerró,
lo golpeó con fuerza para hacerse oír, pero de nuevo era inútil en
un lugar casi abandonado un viernes a las nueve de la noche.
Impotente, escuchó cómo el motor del vehículo rugía con fuerza y
se ponía en marcha, dando inicio a un viaje cuyo final desconocía,
y eso era lo que más le asustaba.
~.~.~
No
sabría decir en qué momento ocurrió todo pero, cuando se quiso dar
cuenta, Cassandra se encontraba en una vieja casa abandonada a las
afueras de la ciudad, atada y amordazada en un oscuro y húmedo
sótano.
Ya
había perdido la noción del tiempo. No había ninguna ventana por
la que se pudiese colar un rayo de luz que le dijese si era de día o
de noche, ni siquiera le había vuelto a ver la cara a su
secuestrador... Aunque Cassandra prefería que se mantuviese alejado
de ella, así de momento estaría a salvo... o eso le gustaba
creer...
Aún
no comprendía bien lo que había pasado durante las últimas horas.
Solo era consciente de haber llorado, de haber gritado en busca de
auxilio, de haber pensado en si alguien se preocupaba por su
desaparición... aunque todo eso se desvanecía en cuanto podía
captar el más mínimo ruido que la pusiera en alerta.
Cuando
un sonido era capaz de colarse hasta sus oídos, la chica dejaba su
mente en blanco para concentrarse únicamente en su sentido auditivo.
Esperaba escuchar la voz de Will de un momento a otro diciéndole que
había ido a rescatarla. Jamás en su vida había deseado tanto
volver a verlo, jamás creyó que rezaría por tenerlo a su lado.
Porque la verdad era que normalmente se sentía agobiada por la
presencia del chico y deseaba cortar con él, pero sus ansias por ser
popular siempre lograban anteponerse a todo.
Cassandra
siempre había deseado que el mundo entero la viera, que, cuando la
mirasen, dijesen algo más que “qué
lástima que no sea tan inteligente como su hermana mayor”
o “qué
pena que no sepa tocar el violín, con lo bien que lo hace su
hermana”.
Las comparaciones son odiosas y ella lo sabía mejor que nadie.
Siempre
había estado a la sombra de Tiffany y nunca lo había soportado.
Todo el mundo conocía lo perfecta y maravillosa que era su hermana,
una belleza, un genio de la música, una alumna brillante... Allá
donde fuese, su nombre siempre resonaba en el ambiente, y eso la
sacaba de quicio. Por esa razón se prometió que triunfaría donde
su hermana no consiguió nada: el ámbito social; y si para
conseguirlo tenía que engañar y dejar de lado a sus antiguos
amigos, lo haría sin dudar.
Y
era, irónicamente, ese deseo lo que la había metido en aquella
pesadilla. Sus ansias la cegaron y ahora estaba pagando el precio de
dejarse dominar por la envidia y la venganza. ¿En qué momento había
llegado a ser tan estúpida?
Los
pasos de su secuestrador retumbando en el sótano y acercándose
cortaron de raíz toda lamentación que pudiese acaparar en ese
momento su mente. Se giró hacia el lugar de donde procedían,
asustada, temiéndose lo peor.
El
chico se paró frente a ella y pasó unos segundos mirándola antes
de agacharse hasta su altura. Cassandra sentía que su mirada la
quemaba lentamente, hundiéndola en la miseria que ella misma se
había ocupado en formar. Los ojos de él, profundos y completamente
oscuros, parecían ver en su interior, desvelando todos y cada uno de
los secretos que había escondido con tanto esmero y deseaba que
nadie jamás encontrase.
No
lo soportó más y cortó todo contacto visual con su captor.
Entonces, éste retiró la venda que llevaba en la boca para que
pudiesen hablar.
–
¿Por qué me haces esto? - Preguntó amargamente Cassandra al
sentirse algo más liberada, pues sus brazos y piernas seguían
fuertemente atados a la silla.
–
¿Por qué me abandonaste? - Le devolvió la pregunta, sus ojos
profundos centelleando en curiosidad.
–
Yo... - No sabía qué contestar. ¿Decirle la verdad? Jamás la
creería -. Yo... ¡Te prometo que no lo volveré a hacer! Estaré
contigo para siempre, pero por favor, por favor suéltame - pidió
ella entre nuevas lágrimas.
–
Tu palabra ya no me vale... Hace años también me decías lo mismo
y ahora tengo que ir mendigando detrás tuya para conseguir tu
atención - posó su mano en el mentón de la chica, obligándola a
mirarle -. Mira lo que me has obligado a hacerte - sonrió,
sarcástico, frustrado, enfadado.
–
Pero ¿por qué? - Insistió ella de nuevo.
–
¿Acaso necesitas que te diga todo el daño que me has hecho?
¡¿Necesitas saber de mis propios labios que lo que más me duele en
el mundo es que me abandonases?! - Comenzó a subir el tono de voz,
apretando gradualmente más fuerte la cara de Cassandra - ¿TAN
ESTÚPIDA ERES QUE NO PUEDES NOTARLO?
–
Para, por favor... me haces daño... - Lloriqueó, temblando.
Él
se apartó bruscamente de la chica y se alejó un poco para evitar
volver a hacerle daño. ¿Por qué Cassandra despertaba tan bajos
instintos en él? Jamás había sido tan agresivo e impulsivo... Toda
la culpa la tenía la muchacha morena frente a él; estúpida,
estúpida chica que cerró su mente y corazón en pos de una
superficialidad que desaparecería con el paso de los años. ¿De qué
le serviría su amada popularidad cuando acabase la universidad? Sin
embargo él podía ofrecerle un futuro, podía ayudarla a salir de su
presente escondido entre secretos impuros, deplorables. Y aun así
Cassandra seguía siendo hostil, no quería ver todo lo que le
ofrecía...
Su
cuerpecillo lleno de mentiras la consumía y solo él era capaz de
notarlo porque era el único que sabía descifrar los movimientos
nerviosos de su ser sucio y malogrado. ¿Qué significado tenía
sentir amor
por alguien que era capaz de caer tan bajo?
«Mi
corazón no está obsesionado».
Trató
de convencerse cuando, al mirarla de nuevo, notó que, hiciese lo que
hiciese Cassandra, jamás tendría la voluntad de abandonarla. Y eso
conseguía que se sintiese estúpido, usado, un peón más en su
partida por ser perfecta... por
ganar contra Tiffany...
El
secuestrador estaba a punto de retomar la conversación cuando el
sonido de un golpe seco lo hizo detenerse. ¿Alguien había
conseguido seguirlo? ¿Cómo?
–
Escúchame bien - se dirigió a la chica -. Cuando todo esto acabe,
tú
serás mía.
Y
así dio la conversación por zanjada y salió a buscar al intruso.
Ahora que había llegado tan lejos no podía permitir que nadie
estropease su plan.
~.~.~
Will
supo que algo no iba bien en el momento en que no encontró a
Cassandra en la universidad y tampoco contestó a sus llamadas. La
chica le juró y perjuró que estaría allí hasta las nueve y, si se
hubiese marchado antes, se habría enterado de una forma u otra.
Por
eso, algo desconfiado, se quedó un poco más por allí, por si su
novia se había retrasado. Y entonces lo vio, un chico algo más alto
que ella la arrastraba hasta el aparcamiento por la fuerza. No lo
pudo reconocer porque no le vio bien la cara, pero corrió hasta su
moto para seguir al coche donde se había subido el secuestrador de
Cassandra.
El
camino fue largo y tortuoso, salieron hasta las afueras y acabaron en
una casa abandonada hacía años. Estaba claro que en su momento fue
una vivienda lujosa, propiedad de gente distinguida; pero en ese
entonces más bien resultaba tétrica, tenebrosa.
Will
observó cómo el muchacho moreno metía a su novia casi inconsciente
en el lugar y después cerraba la puerta, atrancándola
posteriormente. Ante la imposibilidad de entrar por la puerta
principal, decidió rodear la casa buscando otra entrada, una ventana
rota... cualquier hueco le serviría.
Por
suerte, dio con una ventana cuyo cristal estaba roto y las tablas que
clavaron años atrás tapándola acababan destrozadas al más mínimo
golpe. Se coló con dificultad, cayendo estrepitosamente sobre una
vieja mesa que cedió bajo su peso. El crujir del mueble retumbó por
toda la casa y Will estaba seguro de que incluso desde fuera se
podría haber escuchado.
Permaneció
un rato en esa posición, quejándose y sobándose el brazo izquierdo
con la intención de apaciguar el dolor. Cuando por fin comenzaba a
levantarse, una voz grave lo detuvo.
–
¿Qué haces tú aquí?
Will
levantó la vista hacia quien le hablaba. Era imposible no
reconocerlo... esos ojos lo habían atormentado durante muchos
días...
–
¿No crees que soy yo el que tendría que preguntar eso... Tom?
–
Eres tú el que me ha seguido - lo desafió con la mirada.
–
Y tú el que ha secuestrado a mi novia - le respondió con furia,
aguantando sus ganas de lanzarse contra el cuerpo de su rival.
–
Todo es culpa de ella - sonrió Tom con tranquilidad, frío en sus
palabras.
Will
sentía que, cada vez que abría la boca, lo odiaba más. ¿Cómo
podía decir semejante estupidez? ¿Que era culpa de Cassandra?
Apretó
los puños con fuerza, sus nervios crispados, la ira creciendo con
rapidez e inundando su pecho. Su vista se nubló, ¿qué había más
allá de la venganza? Para él nada, su
corazón estaba ciego, estaba embrujado por los encantos de una
mujer.
Will
tan contrario a Tom... porque su adversario mantenía la calma, no se
dejaba dominar con tanta facilidad por sus emociones, los
sentimientos eran para débiles.
Una frialdad calculada al límite de todos sus movimientos, de sus
palabras, un único gesto burlón en su cara porque, al final, él
debía ganar.
El
intruso en aquella casa no lo soportó más y se dispuso a noquear al
mayor de los dos. Era el momento de medir sus fuerzas, lo
haría por Cassandra...
Will
se lanzó contra el otro con fiereza, tirándolo al suelo y quedando
él encima. Comenzó a golpearlo repetidas veces, pero jamás esperó
que Tom reaccionase tan rápido ya que, cuando se quiso dar cuenta,
estaba rodando por aquel enorme salón lejos del mayor.
–
¡No intentes evitar esto! - Vociferó aquel cuya novia seguía
secuestrada -. ¡Sé valiente y lucha contra mí! ¡VAMOS!
Antes
de terminar de hablar, ya estaba cargando de nuevo contra Tom con
todas las fuerzas que le quedaban, hasta que una patada en el
estómago lo obligó a parar. Se quedó agazapado, con un brazo
alrededor de la dolorida zona. ¡Maldito Tom! ¿Cómo podía tener
tanta fuerza?
Will
sentía cómo el sabor metálico de su sangre comenzaba a impregnar
su boca, pero no pensaba detenerse, no aún. Levantó la vista hacia
el otro muchacho, preparado para atacar una vez más. Sin embargo,
una sombra detrás de él lo dejó paralizado.
–
¿Qué demonios...? - Murmuró intentando ver quién era.
Parecía
un hombre alto, tal vez demasiado alto, vestía completamente de
negro y llevaba un sombrero que impedía que le viesen la cara.
Estaba totalmente tapado, incluso sus manos estaban cubiertas por
unos guantes también negros.
Tom
frunció el ceño. ¿Qué era lo que miraba Will? Se giró por
curiosidad, encontrándose también con la oscura y estilizada figura
de aquel ser que no sabía si calificar exactamente de humano.
Los
tres estaban estáticos, esperando una reacción del contrario, un
movimiento, una palabra, algo que los sacase de esa espera que
parecía eterna, hasta que Will se cansó.
–
¡¿Quién eres?! - Le gritó a la extraña figura para que pudiese
escucharlo.
Los
ojos del hombre brillaron con un resplandor carmesí y una media
sonrisa se expandió por su sombrío rostro.
–
Vuestra perdición - contestó con simpleza; su voz ronca, casi
inaudible, parecía sonar dentro de sus propias cabezas.
–
¡¿De qué coño hablas?! - El menor ya se había cansado de ese
juego, solo quería sacar a su novia de allí y no volver jamás.
¿Tan difícil era?
La
sonrisa de la sombra se amplió y una carcajada burlona resonó por
el gran salón haciendo temblar a las majestuosas lámparas de
cristal que antaño ofrecieron su luz a las más distinguidas
personas. Y, como si se tratase de una orden, el polvo que cubría
cada centímetro de ese lugar comenzó a revolverse, furioso, hasta
esconder casi por completo al extraño.
Los
dos chicos se protegían como podían tapándose o agachándose en el
suelo. Cuando todo pareció parar, Tom se atrevió a abrir los ojos y
lo que vio lo dejó de piedra.
–
¿C-Cassandra ...? - Murmuró casi inaudiblemente, pero con la
suficiente fuerza como para que Will lo escuchara y reaccionara.
Ahí,
frente a ellos, estaba la chica sonriéndoles, como si nada hubiese
ocurrido nunca. Extendió una mano hacia los chicos y, como accionado
por un resorte, su novio se levantó y corrió hacia ella. Sin
embargo, cuando estaba a escasos centímetros de alcanzarla, sus
ojos brillaron con fuerza, cegándolo. Para cuando los volvió a
abrir, Cassandra estaba detrás de Tom abrazándolo posesivamente y
sonriéndole burlonamente al otro muchacho.
Will
se quedó paralizado. ¿En serio Cassandra prefería a ese marginado?
No, eso nunca. Él tenía un orgullo y defendería lo que era suyo,
no perdería contra un tipo cualquiera.
Por
su parte, Tom sentía cómo lo abrazaban con fuerza. Sus ojos le
decían que era Cassandra, pero realmente no parecía ella. Sentirla
tan cerca no lo llenaba de una sensación cálida y abrumadora como
en el pasado, sino que helaba sus sentimientos al paso de sus manos.
Su corazón se oprimía, no quería estar con ella así, le hacía
demasiado daño.
Sin
que él lo pidiese en voz alta, su deseo de separarse de la chica se
cumplió cuando Will se abalanzó otra vez contra él. El mayor no
hizo nada por detenerlo, su cuerpo casi no reaccionaba, casi lo
sentía... hechizado
por su toque...
Ambos
muchachos se enzarzaron en una nueva pelea, desesperados por acabar,
buscando alejarse de allí.
–
¡Ella es mía! - Gritó Will, ciego, posesivo, sintiéndose nada sin
Cassandra.
–
¡Jamás! ¡Ella tiene que amarme a mí!
Tom
interpuso una mesa entre ambos para conseguir ventaja y salir de
aquel salón. Corría con todas sus fuerzas, tenía que sacar a
Cassandra y llevársela de allí o la perdería para siempre. Sin
embargo todos las habitaciones parecían iguales, todas polvorientas,
todas el fantasma de lo que una vez fue. Y en mitad de una de ellas
la encontró.
Su
pelo suelto, sus ropas informales sustituidas por un vestido largo
que se ajustaba a su figura y de sus finas muñecas colgando diversas
pulseras a cada cual más brillante.
–
Te estaba esperando, Yesung...
Yesung...
Cassandra era la única que lo llamaba así... Su corazón se aceleró
al escucharla dirigirse a él así de nuevo, logrando una sonrisa
sincera en su moreno rostro. Las mariposas revoloteando a su
alrededor, haciendo girar su mundo en torno a la chica que tenía
enfrente. Pero algo no andaba del todo bien...
–
¿Q-qué haces tú aquí? Es decir... ¿cómo has logrado salir y...?
–
¿Qué importancia tiene eso? - Lo interrumpió -. Yo solo quiero
estar contigo, Yesung, para siempre.
Y
esas palabras fueron por las que Tom luchó por tanto tiempo.
Escucharlas al fin le hizo sentirse feliz de nuevo, le hizo olvidar
las inseguridades, las preguntas que se agolpaban en su cabeza,
todo...
Sin
nada que temer, el chico comenzó a acercarse a la sonriente
Cassandra que lo esperaba a tan solo unos pasos. Alargó su mano,
estaba a punto de rozar su blanquecina mejilla levemente cubierta por
un tierno sonrojo; pero se detuvo abruptamente, sus ojos clavados en
un gran espejo. Ahí estaba él pero ella era solo una sombra sin
vida.
–
¿Yesung?
–
¿Quién eres y dónde está la verdadera Cassandra? - Preguntó
retrocediendo.
–
¿De qué hablas? Soy yo.
–
¡Deja de mentirme! - La miró serio, sus ojos negros buscando
respuestas -. Yo quiero a la Cassandra que conocía.
La
figura frente a él borró su expresión preocupada para sonreírle
con una mueca burlona en su fino rostro.
–
Para unas cosas tan listo y para otras tan tonto... La Cassandra que
tú conocías murió a manos de su propia alma envenenada. O sino por
qué crees que hace esto.
La
chica chasqueó los dedos y en el espejo se comenzaron a reflejar
miles de escenas. Todas de su verdadero amor junto con Will hasta
llegar a una última en la que Cassandra corría desesperada hasta
los brazos de su novio mientras lloraba.
–
Basta - sentenció Tom, tratando de no mirar más.
Estaba
seguro de que esa última escena estaba ocurriendo en ese mismo
momento. Reconocía dónde se encontraban, la ropa que llevaban
ambos... todo.
–
Basta ya - repitió, pero los seguía viendo, tan enamorados como
siempre -. ¡HE DICHO QUE PARES! - Gritó furioso tirando del espejo
con todas sus fuerzas hasta que este cayó en el suelo rompiéndose
en miles de trozos -. ¿Por qué me haces esto? ¿Eh? ¡RESPÓNDEME!
- Insistió ante el silencio de su acompañante.
–
Solo intento abrirte los ojos... ¿Acaso crees que todavía tienes
una oportunidad con ella? Ni siquiera recuerda que existes, tú mismo
lo has visto.
Tom
bajó la mirada apenado, sabía que ella tenía razón pero todavía
no estaba preparado para aceptarlo. Necesitaba tiempo, alejarse de su
contaminada mente y mirar en el fondo de su corazón. Sin embargo,
ese tiempo nunca llegaba, siempre era opacado por Cassandra... Él
luchaba contra lo imposible para salir cada vez más herido y
escuchar a su necia cabeza pedirle que lo intentara una vez más.
¿Qué sentido tenía aquello? Tom se sentía como un muñeco, el
experimento de un ser más allá de su imaginación que buscaba el
límite de su locura.
–
Pero... - La chica interrumpió el hilo de sus pensamientos,
obligándolo a mirarla -. Si quieres yo puedo ayudarte...
–
¿Ayudarme? Ni siquiera sé si eres real de verdad - bufó molesto.
–
Como quieras, pero si yo estuviese en tu lugar al menos querría
venganza... - Aquel ser extraño sonrió, sabía que había captado
la atención del ofuscado chico que tenía delante.
–
¿Qué tengo que hacer?
Victoria...
~.~.~
Will
observó frustrado como Tom salía corriendo y acababa perdiéndose
entre los largos pasillos y las escaleras sin fin de la casa.
–
¡Joder! - Gritó cabreado mientras estampaba contra el suelo un
viejo jarrón de porcelana que se encontraba a su lado -. Maldito
Tom.
Pero
pronto su mente dejó de lado aquel enfado para recordarle que debía
encontrar a Cassandra y sacarla de allí. Se marchó por la misma
dirección por la que había desaparecido el mayor y comenzó su
desesperada búsqueda. El chico estaba completamente perdido, la
jodida casa era como un laberinto de proporciones gigantescas y lujos
empañados por el paso del tiempo.
Will
no tardó mucho en rendirse, estaba exhausto después de la pelea y
correr como un loco por todo el lugar no había ayudado mucho a su
estado. Paró en una de las habitaciones y se sentó en lo que
parecía un viejo sofá que casi cedió ante su peso. Echó la cabeza
hacia atrás, cerrando los ojos y concentrándose en el palpitar de
su corazón chocando contra sus sienes. Antes de que se diese cuenta,
había caído en un profundo sueño.
Inmerso
en su mundo perfecto, no notó cómo lentamente una de las raídas
cortinas comenzaba a arder, haciendo que el fuego pronto se propagase
por el resto de la estancia, llenándola lenta pero inexorablemente
de su espeso humo que todo lo ocultaba.
Y
entre el gas se alzó la figura negra y corrompida de Tom, siempre
bajo el amparo del ser que lo liberaría.
El
mayor observó asqueado la escena. Cassandra profundamente dormida
sobre el pecho de Will mientras este la abrazaba por los hombros.
Pero eso acabaría pronto, muy pronto.
Para
cuando el otro chico se despertó, el fuego ya lo tenía
completamente rodeado. Abrió los ojos desmesuradamente, buscando un
lugar por el que escapar, pero era casi imposible.
–
¡SOCORRO! - Gritó inútilmente.
–
Eso no te va a servir de nada - sonrió Tom desde el otro lado de la
estancia.
–
¡Tom! Ayúdame, ayúdame por favor - le suplicó, su vida no podía
acabar tan pronto.
–
Jamás.
Y
entonces Will entendió el por qué de aquello. Ahí, tras el mayor,
se ocultaba el cuerpecillo demacrado de Cassandra. Sus ojos, lo único
visible tras el hombro de él, lo miraban con miedo, como si el menor
fuese su secuestrador.
–
¡Maldita sea, Tom! ¿Es que no tienes suficiente con quitarme lo más
preciado que tengo? ¡¿Necesitas matarme?!
Pero
en los ojos del otro había decisión y seguridad, no se iba a
arrepentir de quitarle la vida a aquellos sucios amantes.
–
Venganza
- musitó al ver la desesperación haciendo mella en Will.
¿Quién
disfrutaría viendo tal dantesco espectáculo? La consumación de un
joven asesinato, el golpe final para que la balanza los condenase...
¿Quién sino la sombra que atacó a sus corazones haciendo que la
razón se perdiese? Porque ahí se encontraba el ser que los había
corrompido, con su porte elegante y su aura sobrenatural, observando.
¿No
sentía pena? Había olvidado lo que eso significaba. ¿De qué le
servía hacer sufrir a los tres jóvenes? Era su castigo. Una vida
construida sobre mentiras no era vida. Un corazón envenenado no era
merecedor de sentir amor. Alguien cuyos sentimientos se habían
diluido en el tiempo no tenía derecho a ejecutar lo que su corazón
le dictaba. Porque en los cuerpos jóvenes e inmaduros no había nada
por lo que mereciese la pena luchar.
No,
su destino ya estaba sellado... Ambos habían llegado hasta allí
movidos por la obsesión, su alma pudriéndose, y los
sucios
no eran bien recibidos en su limbo particular, más allá de la vida,
más allá de la muerte...
~.~.~
Las
alarmas comenzaron a sonar, histéricas, reclamando atención. Éstas
no presagiaban nada bueno así que se apresuraron en estar listos y
salir cuanto antes.
El
aviso venía de un caserón abandonado a las afueras de la ciudad. No
sabían cuánto tiempo llevaba ardiendo, pero si el fuego se expandía
más podría llegar hasta el bosque colindante y aquello acabaría
siendo una catástrofe ecológica.
Invadieron
la casa por la fuerza, mojando todo lo que estuviese a su paso,
luchando contra el perpetuo fuego. Para su suerte, éste acabó por
extinguirse prácticamente solo.
–
Registrad la casa por si hay alguien dentro - ordenó el jefe y todos
corrieron a cumplir el encargo.
Por
supuesto, para los bomberos no pasaron desapercibidos los gritos de
auxilio que se escuchaban. Algunos corrieron a buscar de dónde
venían, encontrándose con una chica maniatada. La liberaron y
sacaron cuanto antes de la casa, ya fuera los médicos la atenderían.
Ella
estaba en shock, decían que tenía un trauma, pero no presentaba
signos de violencia salvo por las marcas de las cuerdas. Sus ojos
estaban perdidos, apenas recordaba lo que había ocurrido después de
que Tom la dejara sola de nuevo. Solo... pareció despertar de un
largo sueño cuando escuchó las sirenas de los bomberos.
–
Dentro no hay nadie más, jefe - avisó uno de los tantos hombres que
allí se encontraban -. Lo hemos registrado todo y parece como si el
fuego hubiese comenzado solo.
–
Está bien, luego hablarán con la...
–
¡¿Qué?! - La chica parecía haber vuelto en sí -. ¡Ahí dentro
tiene que estar mi novio! ¡YO LO SÉ!
–
Tranquilícese, por favor - le pidió la mujer que la cuidaba -.
Puede ser que escapase.
–
¿Y qué hay de Yesung? - Preguntó de nuevo.
–
No se preocupe por eso ahora. Ya buscaremos a sus amigos.
Pero
ella no quería irse, algo le decía que abandonar aquella casa era
como abandonar las almas de los dos chicos y eso no podía hacerlo...
Sin embargo, ante la insistencia de las autoridades, tuvo que ser
llevada al hospital para poder recuperarse.
~.~.~
–
¿Estás seguro al cien por cien, John?
–
Completamente, jefa.
El
silencio se hizo presente por segunda vez desde que comenzaron
aquella conversación sobre los últimos hallazgos del joven policía
Smith, quien, rápidamente, había corrido a contárselo a su
superiora aun sabiendo que ésta estaba en el hospital vigilando a la
testigo.
–
Disculpe la indiscreción, jefa, pero... ¿cómo se lo piensa decir a
la chica? Los médicos dicen que todavía está muy alterada...
–
Pues con mucho tacto, como todo en esta profesión. Espera fuera
mientras yo hablo con ella, ¿vale? Y no permitas que entre ni salga
nadie - comentó la seria mujer mientras se levantaba y se dirigía a
la habitación en la que se encontraba Cassandra Poynter.
Entró
tras tocar a la puerta y recibir el correspondiente permiso. La joven
estaba sola, inmóvil, con los ojos perdidos en la pared de enfrente.
–
¿Cómo te encuentras, Cassandra? - Comenzó amablemente, tomando
asiento al lado de su cama y buscando no asustarla.
–
Déjese de tonterías y dígame ya a lo que ha venido, agente Marks.
La
policía se le quedó mirando, sorprendida. Esperaba otra
respuesta... algo sobre su estado de ánimo, si acaso que preguntara
por su novio
y su
amigo.
Todo menos eso.
Suspiró
y se dispuso a soltarle la verdad. Estaba claro que con ella no valía
ser cuidadosa.
–
Voy a ser franca contigo, Cassandra. Traigo malas noticias - y por
fin consiguió que le prestase un poco de atención.
–
Continúe, por favor.
–
Es sobre los chicos, William Jones y Thomas Fletcher.
–
¿Les ha pasado algo? - Preguntó alarmada, sentándose en el borde
de la cama frente a la agente.
–
No exactamente... - Helen Marks se quedó callada, pensando en las
palabras que usaría. Jamás se había visto en una situación tan
extraña y delicada como esa... -. Cassandra... los chicos que nos
describiste... no existen.
–
¡¿CÓMO?! - La impresión se instaló en el rostro de la testigo,
quien se puso en pie rápidamente -. ¡ESO ES IMPOSIBLE!
–
Cálmate, Cassandra.
–
¡¿Cómo demonios pretende que me calme?! ¡ME ESTÁ DICIENDO QUE MI
NOVIO NO EXISTE! ¿Está segura de que ha buscado bien?
La
agente Helen asintió con la cabeza lentamente, hasta a ella le
costaba asimilar semejante noticia... Habían rebuscado por todos los
rincones de la ciudad, habían puesto sobre aviso a la policía de
las regiones cercanas por si alguno salía de la zona, habían
buscado sus datos, expedientes escolares y médicos y no habían
conseguido nada sobre ellos. Cada vez que encontraban a un “William
Jones” o a un “Thomas Fletcher” le enseñaban una foto de los
susodichos a Cassandra y ninguno coincidía con los que la chica
decía que habían desaparecido en el incendio. Llegados a esas
alturas, el departamento de policía los había dado por perdidos.
Parecía como si hubiesen desaparecido de la faz de la Tierra, no
había ni una mísera noticia de ellos...
–
No puede ser... - Murmuró la joven antes de coger la poca ropa que
tenía y encerrarse en el baño de la estancia sin darle tiempo a
Helen para reaccionar y detenerla.
Una
vez dentro, Cassandra echó el pestillo y comenzó a cambiarse a toda
velocidad.
–
¡Cassandra! ¡Abre la puerta! - Golpes fuertes resonando en la
madera y un intento frustrado por abrir -. ¡MALDITA SEA, CASSANDRA!
¡No me obligues a detenerte!
Tarde,
la chica había abierto la ventana y escapado por un árbol cercano.
No le costó mucho trabajo ya que su habitación estaba en la primera
planta y la altura era poca. Corrió tan rápido como podía,
dispuesta a volver a la universidad. Allí hablaría con los amigos
de Will, seguro que ellos sí lo recordaban...
Entró
precipitadamente al recinto del campus y buscó con la mirada el
árbol donde se solía reunir su novio con sus compañeros. Por
suerte allí seguían todos. Se acercó con prisas, con el corazón
en un puño, tenían que acordarse de Will, era imposible que hubiese
desaparecido.
–
¿Cassandra? - Preguntó Dougie, el primero en distinguirla -. ¿Qué
haces aquí? Deberías estar en el hospital recuperándote.
–
Eso no importa ahora. ¿Sabéis dónde está Will?
Las
miradas de sorpresa entre los chicos no se hicieron de rogar y
aparecieron interrogándose mutuamente y en completo silencio.
–
Cassandra, realmente creo que deberías volver al hospital, todavía
no estás bien - intervino Danny.
–
No hasta que me respondáis. Dónde. Está. Will - preguntó de
nuevo, recalcando cada palabra de la interrogación.
Otra
vez esas miradas indecisas que comenzaban a sacar de quicio a la
muchacha. ¡No era tan difícil! Le estaban ocultando algo, lo
sabía...
–
No sabemos de quién nos hablas - le contestó Dougie, haciendo que
el mundo de ella se derrumbase por completo.
–
¿Cómo que... n-no sabéis...?
–
No conocemos a ningún Will... ni siquiera creo que haya alguno en
nuestra clase...
–
P-pero... E-eso no puede ser... ¡Él es mi novio!
–
Lo siento, pero no podemos ayudarte...
Eso
era lo último que necesitaba... lo que tanto trabajo le había
costado ganar había desaparecido y ni siquiera sus amigos lo
recordaban... ¿Cómo? ¿Por qué? ¿En qué momento? ¡Si ella lo
había visto el último viernes!
Desesperada,
comenzó a retroceder algunos pasos. Su mente trabajando a gran
velocidad, las ideas entrando y saliendo, el pensamiento de que se
estaba volviendo loca creciendo. Pero aún tenía una oportunidad
más, la casa. Si encontraba algo de ellos sería allí, estaba
segura.
Se
alejó de la universidad todo lo que pudo y cogió el autobús. No
estaba segura de hasta dónde llegaría, pero sería más rápido que
tener que andar hasta las afueras. El trayecto se le hizo corto, tal
vez demasiado. Bajó rápidamente del vehículo y, con paso
tambaleante, decidió que era el momento de enfrentarse a sus miedos.
Era ahora o nunca, la única oportunidad de descubrir lo que estaba
pasando y de limpiar su nombre manchado por la locura.
Las
puertas flanqueadas por el cordón policial no fueron impedimento
para su curiosidad, tampoco el miedo a quedar atrapada en cuanto
cruzó la puerta principal. Nada la iba a detener cuando había
llegado tan lejos por sí sola.
Se
adentró en el caserón con cuidado. En realidad no se acordaba de
haber pasado por allí, sus últimos recuerdos lúcidos solo trataban
de las horas que pasó maniatada en el sótano...
Sus
ojos vagaban por la inmensidad de cada uno de los salones, tratando
de vislumbrar cualquier pista que la llevase hasta su novio entre
tanto polvo y oscuridad. Pero todo era inútil, lo que no estaba
destrozado por el paso de los años había sucumbido en el incendio.
Sus dedos se paseaban entre las reliquias del pasado, imaginando
dónde podrían haber estado Tom y Will, tratando de recrear sus
palabras, sus actos.
–
Buscas a alguien, ¿verdad? - Esas palabras la sobresaltaron,
haciendo que soltara la pequeña caja de música que sostenía con
cuidado.
–
¿Quién anda ahí? - Preguntó casi en un grito desesperado por
calmar sus nervios.
–
La respuesta a tus dudas.
Cassandra
se giró buscando la procedencia de la suave voz que resonaba por el
salón y pronto la encontró.
Detrás
de ella, colgado en la gran pared, la joven muchacha que decoraba uno
de los grandes lienzos la miraba fijamente, sus labios rosas
moviéndose con suavidad, su mano extendida saliendo de la pared y su
cuerpo siguiendo la dirección de dicha extremidad hasta llegar a
Cassandra.
–
¿Qué demonios...?
–
Buscas a alguien
muy preciado para
ti, ¿no es así? Alguien que parece haberse esfumado como el fulgor
que una vez rodeó tu vida... Porque alguna vez te sentiste viva,
¿verdad, pequeña niña?
–
¿Qué pretendes con eso? - Preguntó desconfiada, rehuyendo a su
mirada inquisitiva.
–
Me refiero a una niña de ojos vivos y corazón puro, una niña a la
que le gustaba jugar y divertirse con el pequeño de su vecino... -
El ser
que se encontraba junto a la muchacha paró un momento con su relato,
dejando que las palabras calaran en su corazón ennegrecido -. El ser
humano es débil por naturaleza, Cassandra, se deja arrastrar por sus
sentimientos, se relaciona con otros ambicionando poder o fama, deja
que su cuerpo sea corrompido y que su alma se pudra sin
remordimientos. Pero todo tiene una consecuencia...
»Las
épocas de esplendor pasan y se olvidan con rapidez, pero el castigo
puede ser eterno... La llama eterna que te condena, la balanza que
revela la verdad, el ser juzgado al final de una vida, ¿crees que
son cuentos, leyendas? El daño no pasa desapercibido a ojos de
nadie, pequeña Cassandra, la obsesión no se deja pasar, y tú estás
recibiendo tu castigo... Jugaste con el amor de dos personas y no te
avergüenzas de ello, incluso finges preocuparte por ellos. Y ahora,
Will Jones y Tom Fletcher sufren las consecuencias de luchar por un
sentimiento falso, creado en su mente con el único propósito de
satisfacer tus ansias. Abre los ojos y mira lo que has conseguido,
Cassandra Poynter.
Aquel
ser la cogió de la cara con fuerza, obligándola a mirar hacia uno
de los grandes espejos del salón. De pronto, las lámparas
comenzaron a temblar, siendo el preludio de algo que no habría
querido ver jamás en la vida.
En
aquella superficie se dibujó el contorno de una elegante estancia
decorada con muebles de madera que ardían con fuerza. Las llamas
escalando por las altas paredes, el humo llenando el lugar con su
asfixiante cuerpo etéreo, la madera crepitando y, en medio de todo
el caos, Will. Will estaba ahí, a escasos metros de ella, ardiendo,
gritando de dolor, buscando una salida, salvar su vida.
–
Un corazón fuerte, impetuoso... transformado en un ser candente, que
prende con facilidad por tu culpa... Su cuerpo humano arderá
eternamente en el fuego de su rabia por no tenerte. ¿Era eso lo que
querías para un chico con tanto futuro como él, Cassandra?
Ella
no podía contener sus lágrimas. Había sido una estúpida, cegada
por unas ambiciones sin fundamento. Ahora hacía sufrir a alguien que
no se lo merecía...
Justo
por encima de la imagen del joven, dibujado en el polvo que cerraba
las grietas del pasado, comenzaron a aparecer las palabras que se
grabarían a fuego en la cabeza de Cassandra.
Te
abrazaré fuertemente, así no podrás irte…
–
¿Crees que ha sido mucho mejor para Tom? Presta atención.
E
hizo que mirara hacia el lado contrario, en el espejo gemelo que
aprisionaba a su novio apareció el que una vez fue su razón de
vivir. El mayor estaba sentado en un gran sillón, sus ojos cerrados,
tranquilo y sereno como siempre fue, pero al abrirlos, la chica
descubrió que sus pupilas habían dejado de existir. Solo unas
cuencas vacías de cristal brillante se movían en el lugar que una
vez ocuparon sus pequeños y vivos orbes. Se levantó con pesadez del
sillón dejando entrever una poderosa flecha de hielo puro que
atravesaba el centro de su pecho. Cassandra ahogó un grito de terror
al ver cómo de la flecha emanaba una escarcha que recorría lenta
pero inexorablemente todo su cuerpo.
–
Thomas Fletcher era una voz prodigiosa, una persona inteligente y
cabal. Tú, estúpida niña, lo convertiste en lo que ves, en un ser
de hielo. Su corazón palpitante se ha congelado por culpa de la
obsesión que tú provocaste en su alma insegura. ¿Deseabas ver así
a tu amigo de la infancia?
De
nuevo, las palabras llegaron al espejo contrario, clavándose con una
dolorosa realidad que ella no había visto en su pecho.
Me
aferraré a ti, así no lloraré…
–
Escucha sus voces agónicas, Cassandra. Siente lo que has hecho y
mira con atención sus rostros, este es tu castigo por necia.
No
importa si me desechas o me ignoras…
–
No... por favor, no... Para, por favor, ellos no se merecen esto... -
La chica rompió en lágrimas por fin, liberando aquello que había
guardado por tantos años.
–
¿No crees que llegas un poco tarde? William Jones, Thomas
Fletcher... Sus nombres están grabados a fuego en tu cabeza, estás
condenada a vivir con su recuerdo en vida mientras el mundo a tu
alrededor olvida. ¿Qué vas a hacer cuando te traten de loca,
Cassandra Poynter? ¿Cuando tu vida se arruine y tu propósito acabe
en nada?
El
agarre que aún mantenía a la chica en pie desapareció,
consiguiendo que cayese al suelo de rodillas. Ese era el final, el
final de su vida, de su ser, de todo... Aquella casa se había
convertido en su tumba y ahora iba a pagar por sus pecados del
pasado. Nunca nadie la creería, nunca nadie volvería a saber de los
chicos que lo dieron todo por ella en vano, nunca nadie cometería el
error de dejarse contaminar por algo indomable en su verdadera
naturaleza. Porque ella había permitido que su corazón se
obsesionase y por fin, a la luz del amanecer, descubría que, al
final del camino, todos sus errores debían ser pagados...
Nunca
te perderé...
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