lunes, 15 de julio de 2013

Brats shouldn't play with fire

Autora: Dinosawr (@EarsOfChangmin)
Título: Brats shouldn't play with fire
Número de capítulos: one-shot
Participantes: YeBum (Yesung y Kibum de Super Junior), Heechul, slight!YeChul
Género: lemon, humor, slight!fluff
Advertencias: lemon, shota
Autorización: +16
Sinopsis:

Los vecinos de Yesung son unos mocosos molestos y ruidosos que no lo dejan tranquilo, así que éste decide darle un pequeño escarmiento a uno de ellos. ¿Qué es lo que ocurre cuando mezclas un balón de fútbol, una anaconda y un chiquillo de quince años




Brats shouldn't play with fire 

Acababa de mudarme a uno de los barrios más bonitos-y caros-de todo Seúl. Antes de hacerlo me lo había pensado mucho. Lo había reflexionado, había hecho cuentas y, por fin, me había apretado un poco el cinturón para terminar de ahorrar y comprarme la casa con la que había soñado desde que era niño. Sin duda, me lo merecía tras haber conseguido llegar a ser uno de los veterinarios más importantes de Corea.
No me arrepentía en absoluto. La casa era preciosa, la fachada decorada en un estilo típico que se suele ver en los edificios un poco más antiguos de EE.UU. Siempre había deseado vivir allí, desde niño. Y era por eso que la casa era mi sueño, porque era una de las cosas más cercanas que tenía a ese país.
El barrio era hermoso, lleno de árboles y flores y solía oler a brisa y comida casera. Los vecinos eran agradables y hubiese sido perfecto...de no ser por aquello niñatos.
Mi casa tenía un patio trasero y tras ella había un pequeño parque que por la tarde se llenaba de niños, lo normal en un parque. Resultaba bastante alegre escuchar las risas de los chavales, sus juegos infantiles...todo desde lejos y a cierto volumen.
Había un grupillo de adolescentes de no más de quince o dieciséis años que parecían haberle encontrado un gusto especial a golpear su balón de fútbol contra mi pared, creando un ruido insoportable a todas horas. Y por si eso no fuera suficiente, estaban a cada rato llamando a mi puerta porque la pelota se les había caído en mi patio.
Aparecían de dos en dos, y casi siempre eran los mismos: un chico castaño y bajito, de sonrisa tímida y voz aguda, una auténtica monada, y el otro un poco más alto, de pelo negro como el ala de un cuervo, piel morena y una sonrisa realmente preciosa.
Ellos dos eran los que más me gustaban, porque otras veces aparecían una pareja de chicos, los dos con cara de bobos que no paraban de pisarse los diálogos el uno al otro y que resultaban adorables aunque cansinos. U otros dos, uno un pequeño con cara de conejo y el otro un mocoso irrespetuoso (aquellos nunca conseguían llevarse la pelota).
Había pensado en llamar a la policía o algo así, pero sólo eran chavales jugando en la calle y eso sería demasiado. También había probado a regañarles, pero ninguno parecía tomarme en serio. Hablar con sus madres-sí, había llegado a ese punto de desesperación-había resultado tan inútil como el resto porque al parecer, todos eran "angelitos incapaces de hacer daño a una mosca".
Sin ninguna otra opción, probé a jugar mi última carta: HeeChul.
HeeChul era mi ex-novio, mi mejor amigo y el jefe de policía de la comisaría noroeste de Seúl, además de uno de los tíos más inteligentes y malvados-mala combinación-que había conocido nunca. Si alguien sabía cómo ayudarme, ese era él.

-Así que...¿necesitas mi ayuda?
-Ajá. No sé lo que hacer con esos criajos molestos.
-Bueno, yo te ayudo. Pero sabes que me deberás un favor.-canturreó.
-Eres un maldito chantajista
-Y tú un inútil que no sabe librarse de una panda de niñatos. ¿Quieres que te ayude o no?
-Síii
-Muy bien, esto es muy sencillo: asústalos, haz que te tengan miedo.
-¿Q-qué quieres decir?
-Muy sencillo, Yesunnie. Sé que no eres una persona aterradora, a menos que se pueda considerar aterrados tu obsesión con los philtrum de la gente. Pero puedes actuar como tal.
-Continúa-dije, interesado
-Verás, las madres siempre están advirtiendo a sus hijos de que no hablen con extraños. Y aunque no lo parezca, eso es algo que aterra a los niños. La próxima vez que venga alguno a pedirte la pelotita de los cojones, compórtate como un extraño escalofriante. Actúa como un psicópata, un asesino en serie, un pedófilo, Hannah Montana, ¡lo que sea!, y asusta a los chiquillos. Ya verás como no se acercan más a su casa.
-¿Y eso no puede traerme problemas? Tal vez sus madres vengan con antorchas y tridentes a ejecutarme.
-Recuerda que los adultos siempre llevan la razón. Sobre todo los adultos que tienen a la policía de su parte.-rió
-Gracias por el consejo, Heenim. Te debo una
-No, tú no me debes nada. Tu "Yeyeconda" me lo debe.-oí su escandalosa risa de hiena antes de que colgase

A pesar de que HeeChul fuese a veces un auténtico lunático, el plan no parecía mala idea, y de perdidos al río... Más por culo no podían dar esos niños, ¿no?
Pensé en qué rol ponerme. Intenté verme de psicópata, pero solo parecía un imbécil que no sabía cómo sujetar un cuchillo correctamente. Y dudaba mucho que el rubio fuese mi color, así que sólo me quedaba lo de pedófilo.
No era muy difícil. Tan solo tenía que hacer pasar a uno a mi casa y comenzar a insinuarme y sobetear al muchacho hasta que éste se asustase y huyese.
Mi oportunidad no tardó mucho en presentarse. La tarde siguiente oí como la pelota caía en mi patio-llevándose por delante una maceta-y, rápidamente, el timbre de mi casa sonó. Sonreí malvadamente y abrí la puerta.
Parecía que la suerte estaba de mi lado, porque sólo había un chiquillo delante de mí, el chico de pelo negro y sonrisa bonita.

-¿Hoy no viene tu amigo?-pregunté, curioso
-No, al parecer ha decidido que era mejor ir a darse el lote con Hae-me pregunté quién sería ese mientras él murmuraba algo como "menuda panda de truchas".
-Anda, pasa y ve a buscarla tú mismo. Tengo que dar de comer a mi serpiente.-dije, apartándome de la puerta para que entrase
-¡Hala, tío! Que diga...señor Kim...¿tiene una serpiente? ¡Cómo mola!

Sonreí. Había picado el anzuelo.

-Si quieres, puedes venir a verla.-ofrecí, señalando hacia el pasillo
-¡Me encantaría!-asintió con energía, sonriendo con entusiasmo

Lo cierto es que era un niño la mar de mono, casi me daba pena asustarlo de esa manera. Lo guié hasta mi habitación, donde estaba el terrario con la anaconda. El bicho en cuestión estaba durmiendo tan ricamente, y ni se inmutó cuando el niño pegó la cara al cristal para verlo mejor.

-¿Qué, te gusta?-pregunté sonriente
-Woao...es enorme-exclamó

Aproveché que estaba distraído para posar una mano sobre su hombro. Él no pareció darse cuenta.

-Oye, lleváis mucho tiempo viniendo por aquí y ni siquiera sé vuestros nombres. ¿Cómo te llamas?
-Soy KiBum-se presentó
-Bonito nombre-murmuré, bajando mi mano hasta colocarla en el hueco de su espalda. Me resultó extraña la manera en que mi pequeña mano encajaba perfectamente allí-¿Y cuántos años tienes?
-Acabo de cumplir los quince. Oye, ¿el bicho no se mueve? ¿está muerto?-preguntó impacientándose
-Que va...está muy viva. ¿Crees que es grande? Pues cuando se despierta lo es aún más. Es realmente gigantesca cuando se yergue en toda su extensión.

Solté aquel obvio doble sentido intentando incomodarlo, sin embargo...

-¿Y cómo se despierta?-preguntó
-Bueno, las serpientes reaccionan con los sonidos agudos. Como este-solté un pequeño gemido, probando una segunda vez a que lo pillase.

No lo hizo. Es más, de repente comenzó a imitarme, soltando pequeños soniditos pecaminosos que eran una mezcla entre maullidos de gato y algo verdaderamente erótico. Tragué saliva y, sintiendo como esos gemidos encendían algo desconocido en mí. Me sonrojé violentamente al notar algo removiéndose levemente en mi estómago, reconociéndolo como pura excitación. ¿Por qué me ponía eso?
A pesar de que me lo había inventado, la serpiente acabó por despertarse por los gemidos. Aturdida, levantó la cabeza y nos miró, cabreada.

-¡Ya se ha despertado!

Comenzó a dar saltitos y coloqué mi mano sobre su nalga derecha descaradamente. Con el movimiento tendría que haberlo notado, pero ¡no!, y continuó saltando y restregándose contra mi mano. Entonces mi mente me jugó una mala pasada. Imaginé que mi mano era lo que ahora comenzaba a erguirse entre mis piernas.

-¿Cómo se llama?-preguntó, ajeno a mis dedos palpando su culo, que ciertamente estaba bien formado y duro.
-¿Cuál de ellos?-probé por tercera vez
-¿Es que hay otra?-se giró, haciendo que mi indiscreta mano quedara sobre su cadera y muy cerca de su entrepierna.
-No-suspiré, entre exasperado por su inocencia y muy encendido por ella-Era solo una broma.
-¿Y puedo acariciarla?-sus ojos mostraban ilusión y sin embargo yo sentí mi hombría pulsar por su pregunta.

Miré a la serpiente, que parecía furiosa por haber interrumpido su sueño.

-No creo que sea buena idea-expliqué con aprensión-Está enfadada.
-Oh, vaya...en fin, señor Kim-hizo una leve reverencia-Me ha encantado su serpiente. Pero tengo que ir a por mi pelota, mis amigos me están esperando.

¡Mierda! Se quería largar y yo no había conseguido asustarlo. Él comenzó a caminar hacia la puerta, así que hice un movimiento a la desesperada. Dirigí mi mano a su trasero y apreté con fuerza, haciendo que soltara un pequeño aullido y se retorciera.

-¿P-pero qué...?-empezó a gimotear, pero no le permití continuar.

Lo agarré por atrás y pegué su espalda a mi torso. KiBum se retorcía y chillaba, pero no le permitía escapar. Tantos años sujetando a grandes animales para practicarles alguna operación o simplemente vacunarlos le daban a uno fuerzas.

-Chsst. Tranquilízate-susurré en su oído, tapándole la boca-Si te callas y te quedas quietecito te aseguro que no te va a pasar nada.

¿¡Pero qué estaba haciendo?! Mi plan era incomodar al chiquillo, asustarlo. Pero no había contado con que mi cuerpo reaccionaría de esta manera ante su inocencia y juventud. Además, al intentar huir, no había hecho otra cosa que restregarse contra mi miembro, encendiéndome aún más si cabía.
Arrastré al moreno, que me había obedecido y se había quedado inmóvil, hasta mi cama. El chiquillo me miraba muy asustado y yo me sentí extremadamente culpable, así que, intentando tranquilizarlo, me incliné sobre él y le di un casto beso en los labios.

-Señor Kim...-murmuró, completamente sorprendido.
-Eres una preciosidad, KiBum...-susurré, repartiendo pequeños besitos sobre sus tostadas mejillas que empezaban a tornarse rojas.
-P-pero... usted es un hombre... yo también...
-Chsst. Tranquilo, no haremos nada que tú no quieras, pero si me lo permites, te haré sentir muy bien.

Me sentía raro diciéndole esa clase de cosas a un niño, pero por otra parte, jamás en mi vida había estado tan caliente.

-Señor Kim, yo...quiero saber cómo se siente.-me pidió tímidamente, sonrojándose hasta la raíz del cabello.

Animado por estas palabras, me volví entusiasta. Le saqué la camiseta, revelando un torso que comenzaba a formarse. El pequeño me miraba con vergüenza, así que yo me propuse que la perdiera. Me incliné sobre sus oscuros pezones, metiéndome uno en la boca y jugueteando con mi lengua, mientras que pellizcaba el otro con una mano, haciéndole soltar pequeños gemidos. Me encargué de dejarlos bien duros y húmedos a ambos, intercalando las acciones con uno y otro, dando pequeñas mordidas, no lo suficientemente fuertes para que doliesen, pero sí para que su placer aumentara.
Me separé de su pecho para besarlo de nuevo en la boca, esta vez de forma más ruda. Él, inexperto, se dejó llevar sin corresponder realmente. Chupé y succioné sus labios hasta que abrió la boca y pude saborear el interior de ella, incitando a su lengua a unirse a aquella maquiavélica danza de placer. Jugamos un rato a acariciar la lengua del otro, a explorar la boca del compañero. KiBum sabía a caramelos de menta y manzana.
Cuando interrumpí el beso aún seguíamos unidos por un leve hilillo de saliva que no tardó en romperse en cuanto yo me lamí los labios.
En los pantalones del adolescente ya había un bulto creciente. Lo froté levemente, arrancándole un gruñido.

-Veo que esto te está gustando.-ronroneé, comenzando a quitarle las zapatillas y vaqueros.

KiBum ni siquiera intentó resistirse. Se dejó caer sobre la cama, a la espera de más caricias. El niño era hermoso, delicioso. Tenía unas piernas fuertes y bien torneadas, probablemente fruto de tanto jugar al fútbol. Su piel estaba bronceada de un uniforme color dorado. Pasé la lengua por sus muslos casi lampiños para luego morder levemente el interior de uno de ellos.
Lentamente le saqué los calzoncillos, liberando su miembro, que no era demasiado grande pero que no estaba nada mal. Lo aprisioné en mi mano derecha y comencé a bombearlo con fuerza, apretando, mientras él se retorcía bajo mi toque, gimiendo duro.

-S-señor Kim...-jadeó
-Llámame por mi nombre-le pedí-Dime Yesung
-¡Yesung!-gritó-Voy a...a...

Movió las caderas, buscando aún más fricción, y tras unos segundos balbuceando cosas sin sentido, se derramó en mi mano.
Me miró sonrojado, jadeante, hermoso al fin y al cabo. Su pelo negro estaba despeinado y su flequillo pegado a su frente por el sudor. Sus labios estaban rojos y húmedos de mis anteriores besos. Lo deseaba más que a nada. Lamí sus restos de mi mano y de su estómago, haciéndolo gimotear de nuevo.

-¿Te ha gustado?-pregunté sonriendo, y él asintió-Eso está bien, porque me gustaría que me hicieras un favor.

Me observó como esperando a que le diese alguna orden. Me senté en la cama y le pedí que se colocara de rodillas frente a mí. Me bajé los pantalones y los bóxers, descubriendo mi virilidad. KiBum la miró con ojos desorbitados.

-Es muy, muy grande.-su mirada era casi revenciadora, probablemente el chiquillo seguía influenciado por el rollo de los tamaños y tal.

Llevó uno de sus dedos a la punta, de la que ya rebasaba líquido pre-seminal y la acarició levemente. Me estremecí bajo el toque de su pequeño índice.

-Quiero que me la chupes.

KiBum miró mi pene con cierta aprensión, pero fue acercando su boquita a él. Sin embargo, a medio camino se arrepintió y se apartó, rojo como un tomate.

-Yo no sé hacer eso...
-No es difícil, KiBum. Imagínate que es una piruleta muy grande.
-Pero...¿sabe bien?

Reí y le pedí que me pasara un botecito rojo que había en mi cómoda: lubricante de fresa. Puse un poco en mis dedos y se lo acerqué.

-Prueba esto.-le pedí, y él lo hizo sin rechistar, sorprendiéndose por su sabor.
-Es fresa-murmuró
-Así es.-comencé a embadurnar toda mi extensión con el frío líquido, poniéndome aún más duro.-¿Ves? Ahora sí es como una piruleta.

Por fin, pegó un pequeño lametón en el tronco. Satisfecho al parecer, siguió paseando su boca por mi miembro. Cerré los ojos para disfrutar de la sensación de sus labios acariciándome, de su pequeña boquita estrecha cerrándose alrededor de mi glande, intentando devorarme entero pero sin ser capaz debido a mi tamaño.
Fui muy delicado. No hice nada brusco ni intenté mover las caderas, no quería dañar su garganta o asustarlo. Aunque él se había tomado muy en serio su trabajo, porque lo estaba haciendo realmente bien.
Noté como se le había vuelto a levantar. ¿Esta situación le excitaba? Sonreí y decidí que deseaba complacerlo de nuevo. Lo aparté de mí y lo hice subirse a la cama, yo tumbado bajo su cuerpo, él con una rodilla a cada lado de éste y su cara mirando hacia mi hombría. Le insté a continuar mientras me untaba el dedo índice y corazón de lubricante.
Su pequeña y virginal entrada estaba expuesta ante mi lujuriosa mirada, así que comencé a introducir los dedos en ella. KiBum se detuvo, mirándome con miedo.

-Continúa y relájate, esto es algo incómodo al principio, pero te va a gustar.

A medida que lo iba ensanchando, sus labios se fruncían alrededor, apretando, obviamente intentando no morder. Por fin, encontré su próstata. La descubrí al sentir su gemido mientras mientras mi polla estaba aún en su boca, causando una agradable vibración. Ante eso, me sentí a punto de perderme, así que metí y saqué mis dedos, simulando tener sexo y golpeando con fuerza su punto dulce.
Vi como el pequeño se llevaba la mano izquierda a su miembro y comenzaba a masturbarse, así que hundí mi mano aún más rápido. Él no paraba de gruñir y gemir, pero antes de que alcanzara mi liberación, él llegó a la suya. Se apartó de mi miembro jadeando y gimiendo, su espalda arqueada de puro placer.
Se derrumbó sobre mí, pero en seguida se apartó gentilmente intentando no molestarme, lo cuál me causó ternura.

-Ponte de rodillas, echa la cabeza hacia atrás y abre la boca-le pedí.

Me obedeci expectante, esperando a ver lo que tenía preparado. Yo me erguí levemente, también de rodillas y coloqué mi miembro a la altura de su boca. Acto seguido comencé a masturbarme con fuerza, inspirado por el erotismo de su rostro. No tardé mucho en correrme, salpicando su cara con mi esencia.
KiBum recogió un poco de mi sustancia de su mejilla y con curiosidad se lo llevó a la boca. Inmediatamente hizo una mueca y no pude evitar reírme.

-Eres adorable.-murmuré, lamiendo su rostro hasta dejarlo limpio para luego plantarle un sonoro beso.-Espero que te haya gustado, Bummie.

Me levanté y me subí los pantalones, arreglándome la ropa.

-Vístete-le dije-Ahora vuelvo.


Al minuto o así volví con su pelota en las manos. Todavía estaba a medio vestir y no pude contenerme. Acaricié su trasero y lo pegué a mí, besando su cuello. Me gustaba su actitud pasiva e inexperta, era como si se rindiese a mí para que le hiciese lo que quisiera. Es más, hubiese continuado un ratito, pero me sentía raro. Después de todo, KiBum sólo tenía quince años.

-Bueno, KiBum.-sonreí, ya en la puerta, cuando él estaba a punto de marcharse-Muchas gracias por todo.-le guiñé un ojo y él se sonrojó, pero sonrió ampliamente.

-Ha sido todo un placer-riónligeramente, avergonzado-Y, oiga, señor Kim...¿puedo pasarme otro día para ver de nuevo su...enoooormeee serpiente?

Esta vez fue mi turno de sonrojarme cuando él me guiñó un ojo también. Resulta que el chiquillo no era tan inocente, después de todo...
 

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