You only have one chance... (Capítulo 7)

Autora: Daleth (@_anothershadow)
Participantes: Kai, Lay, ChanYeol, Kris (EXO), MinAh (Girl's Day), Joon (MBLAQ), JunHyung (B2ST), HeeChul (Super Junior), MinHo (SHINee)
Género: angst, crime, drama, mystery, general
Advertencias: muerte de un personaje, violación NO explícita, tortura, lemon, lenguaje soez
Autorización: +18
Sinopsis:
"SeoWon era un lugar complicado, él lo sabía mejor que nadie... Se conocía sus calles como la palma de su mano, había jugado con fuego en sus rincones más oscuros y más de una vez se había quemado. Pero estaba vivo, más vivo que nunca en su maldita vida. Había escapado de ese agujero que lo consumía lentamente y ahora era libre, libre para hacer todo aquello que las eternas palizas le habían impedido, libre de limpiar sus manos de los restos de sangre seca, libre para contar su historia... Tal vez no es bonita, tal vez es demasiado dura, tal vez no hay un amor verdadero escondido entre sus líneas, pero es su historia. ¿Estás dispuesto a escucharla...?"

«Capítulo 6

Capítulo 7 

Las fotos eran pasadas una a una cuidadosamente y colocadas en un montón perfectamente ordenado. Las manos cubiertas por guantes negros se deslizaban con suavidad sobre aquellos pequeños pedazos de su propia historia.

No eran recuerdos felices, bonitos o memorables, pero sabía que aquellas tres figuras se habían grabado a fuego en su retina y en el cuerpo frágil de la joven y desgraciada protagonista de aquellas escenas.

Suspiró cuando terminó de ver todas y cada una de esas fotografías y las guardó en un sobre que, posteriormente, encerró en uno de los cajones del escritorio de madera. Negó con la cabeza, aquello había sido necesario, se recordó.

Salió y cerró la sala finamente decorada con llave. Nada más girarse se encontró con unos ojos fieros y acusadores pertenecientes al león que se revolvía violento dentro del marco de su cuadro.

– No me mires así, no ha sido mi culpa y no me voy a arrepentir.

* * *

ChanYeol tocó el timbre de la casa tantas veces como pudo antes de que el gran portón se abriera y apareciera un mayordomo mayor y de porte elegante.

– ¿Desea algo?

– Vengo a ver a Kai –la enorme sonrisa del alto no tardó en aparecer, iluminando su rostro infantil.

– Pase –el hombre se hizo a un lado, permitiéndole la entrada–. KyungSoo –llamó–, acompaña a este joven a la habitación del señorito.

El criado nombrado asintió. ChanYeol ya lo conocía de antes, era el encargado del servicio privado de Kai.

– Sígame, por favor.

El castaño de rizos alocados asintió y obedeció al pequeño mayordomo. Una vez pasaron al cuarto de JongIn, ChanYeol se tiró sobre el moreno, estrechándolo entre sus brazos con fuerza.

– Channie... Channie... ¡ya!

– Ups... perdón, Kai.

El menor de los dos por unos meses le hizo un gesto de mano, quitándole importancia, e invitó al otro a sentarse.

– KyungSoo, puedes marcharte.

El aludido se inclinó y salió del dormitorio para darles intimidad a los dos amigos.

– ¿Y qué te cuentas, Channie? ¿Ha pasado algo interesante?

– Más bien poco, la verdad –se encogió de hombros, poniendo cara de aburrimiento–. ¿Y tú qué tal?

– Pues nada nuevo... HeeChul me ha mandado que investigue a otro tipo, pero me da flojera hacerlo –JongIn se dejó caer sobre su enorme cama, cerrando los ojos.

– ¡¿De verdad?! –el colchón se hundió suavemente bajo el peso de ChanYeol, que se había acomodado al lado de su amigo– ¿Y quién es esta vez?

– No sé... no lo conozco –el menor hizo una mueca de desagrado, no estaba muy seguro de si contarle al otro sus sospechas, aunque si lo hacía con cuidado...–. Channie... ¿puedo preguntarte algo? –lo miró a los ojos.

– Dispara –sonrió.

– ¿Tú conoces a un tal Kris?

De repente el corazón de ChanYeol pareció latir demasiado fuerte. Kris... había dicho el nombre que su cuerpo escondía, pero... ¿por qué? ¿Por qué conocía a Kris? Si sus amigos lo conocían a él también, ¿qué le quedaba a ChanYeol?

Una carcajada comenzó a resonar con fuerza en sus oídos. Él... Channie... el chico inocente y feliz acabaría por desaparecer. Si ya no tenía un lugar donde pudiese ser él mismo, Kris acabaría por matar la poca razón que le quedaba.

– ¿C-ChanYeol...? ¿Estás bien? –la voz de Kai sonaba tal vez demasiado lejana.

– T-tengo que... ir... al baño. Ahora vuelvo...

El mayor se levantó con cierta dificultad de la cama y salió de la habitación. Al cerrar la puerta, se apoyó en ella y se dejó caer hasta el suelo, cogiendo su cabeza entre sus manos. Lo cierto era que tenía ganas de llorar, de encerrarse en algún lado y no volver a salir nunca.

La risa de Kris apuñalaba sus tímpanos y hacía su derrota un poco más amarga. Otra vez... lo había vencido otra vez.

Se levantó, tambaleante, pensando que solo quería alejarse. La cabeza comenzaba a dolerle demasiado y la cercanía de Kris le oprimía el pecho, debilitándolo, casi humillándolo.

Se llevó las manos a la cabeza, tratando de reprimir sus impulsos más bajos, acallando un grito desgarrador que nacía en sus cuerdas vocales. ChanYeol chocó contra la pared, quería llorar y gritar de dolor, quería escapar, quería asesinar a Kris, quería desaparecer...

Dejó escapar un alarido casi agonizante, como si le doliera que el aire escapara de sus pulmones. Sentía que poco a poco y sin remedio se rendía a la fuerza galopante de Kris.

– No... no, por favor...

Sabía que llorar o suplicar nunca servía de nada, ¿pero qué más podía hacer? ¿Rendirse? Tal vez eso era lo único que le quedaba...

Una risilla casi divertida salió de sus labios como una exhalación antes de que una fuerte carcajada llenase el aire del pasillo.

ChanYeol se alejó de la pared, acercándose a la contraria, donde, sobre un pie de mármol, se alzaba un bonito jarrón con pinta de caro. Se pasó la lengua por los labios, acariciando la suave superficie antes de tirar de una manotazo la frágil pieza de porcelana.

Volvió a reír al ver los pequeños trozos esparcidos por el suelo y continuó con su pequeño recorrido violento. Quizás solo eran cosas materiales, pero, cada vez que el ruido de algo rompiéndose rasgaba el aire, Kris se regocijaba.

Un cuadro rajado por ahí, dos jarrones más hechos añicos, un tapiz roto, una escultura sin brazos y la risa histérica que impregnaba el aire.

– ¿ChanYeol?

– ¿Quién? –el aludido pronunció la palabra con suavidad, alargando la última sílaba con exasperante dulzura.

La figura de JongIn acercándose no lo amedrentó, tampoco su expresión sorprendida, bañada con un poco de horror. ¿Le iba a regañar? Que lo intentara.

– ¿Qué demonios...?

ChanYeol lo cortó con el ruido de la cortina que tenía entre manos rasgándose.

– ¿Decías?

– ¿Qué demonios te pasa? –terminó cogiéndolo del brazo, pero el alto se soltó de su agarre rápidamente.

– No me toques.

– ¿Por qué?

– ¡No lo hagas y punto! –el cambio fue demasiado brusco, tanto que ya no sabía ni quién era.

– Pero... Channie...

– ¡No me llames así! –se llevó las manos a las orejas, tapándoselas. Que no lo llamara, no podía.

– Channie.

– ¡NO! –cerró los ojos con fuerza, sintiendo de nuevo la presión de las manos de Kai sobre sus hombros.

– Cálmate.

– ¡No puedo!

– ¡Inténtalo! –lo obligó a mirarlo a los ojos, cogiéndolo de los brazos– Mírame, Channie –y ChanYeol se retorció casi con dolor–. Respira, Channie –y era como si el fuego lo consumiera por dentro–. Relájate, Channie –sus ojos ya derramaban lágrimas de angustia, dolía, pero también era reconfortante escuchar su nombre–. Sé que me escuchas, Channie.

– Y-yo... lo intento... de verdad.

«Lo intento...»

* * *

Pestañeó un par de veces, tratando de enfocar alguna imagen lúcida. Le dolía la cabeza y no sabía dónde estaba ni qué había pasado. Se levantó perezosamente, notando que estaba tumbado en una cama, pero no era la suya.

– Por fin te has despertado.

ChanYeol buscó el origen de la voz. Frente a él, sentado en un escritorio, estaba Kai con un cigarrillo encendido en la mano. Le dio una larga calada antes de apagarlo y levantarse para sentarse en la cama al lado del alto. Dejó caer una pequeña bolsita con unas hierbas verdes entre ambos y lo miró a los ojos.

– ¿Qué es? –preguntó con la inocencia que solía caracterizar su voz.

– Opio –contestó JongIn con simpleza, como si fuera lo más obvio del mundo.

– ¿Perdona?

– Para que lo fumes, o te hagas una infusión, o lo que prefieras –ChanYeol lo miró sin entender a qué se refería, haciéndolo suspirar–. El opio es relajante, Channie. Cuando … te vuelvas a poner nervioso de nuevo, fúmate un cigarro de esto y verás como te calmas.

– Pero... –Kai le hizo una señal para que callara.

– Simplemente hazlo, Channie. Ahí tienes uno preparado por si quieres hacerlo ahora... Y por cierto –sacó de su bolsillo un papelito y se lo tendió–, cuando se te acabe llámalo, él te dará más. Y di que vas de mi parte.

El anfitrión se levantó y se dirigió a la puerta.

– Por hoy te puedes quedar aquí a dormir. Descansa, y si quieres algo, toca el timbre que hay junto a la cama. Vendrán inmediatamente a servirte –ChanYeol asintió con la cabeza–. Descansa –repitió.

JongIn salió de la habitación, apagando las luces. Parecía que ya conocía al tal Kris por el que le había preguntado HeeChul.

* * *

MinAh cogió la bolsa que la joven cajera le ofrecía junto con el cambio de su compra. La pegó a su pecho, casi abrazándola con excesiva fuerza, sin ser realmente consciente de sus actos. Aunque le daba igual si al llegar a casa alguno de los huevos que había comprado estaba roto.

Emprendió el camino a su casa, lento, angustiante, eterno. Una semana, había pasado una semana entera desde aquella noche y aún dolía. Algunos cortes, demasiado profundos, no habían terminado de cicatrizar, las pesadillas se sucedían y se sucederían para el resto de su vida, y MinAh... MinAh había muerto.

¿Estaba allí? Sí. Andaba, respiraba, veía, escuchaba, su corazón latía y ella vivía, pero por dentro sentía que ya no existía... Y casi prefería que fuera así. Cualquier cosa mejor que ser consciente de su realidad, que saber que en cualquier momento ellos... ellos podrían volver, que la usarían de nuevo, que abusarían de su cuerpo otra vez y que, nuevamente, no podría detenerlos.

MinAh reprimió un sollozo y miró hacia arriba, queriendo evitar que las lágrimas fluyesen de nuevo. Al menos, aunque le costase la vida, no se derrumbaría delante de ellos, no les daría el inmenso placer de mostrarse derrotada, no mientras pudiese evitarlo.

Negó con la cabeza, se había prometido a sí misma no pensar en eso. Sin embargo, como siempre, no era capaz de cumplirlo. No era capaz de nada, ni siquiera sabía cuidar de sí misma.

Llegó a la puerta de su casa y suspiró. ¿Era necesario que entrase? ¿Debía encerrarse de nuevo en su pequeña cárcel, en el lugar de sus pesadillas...? Sí, porque ella era fuerte, y las personas fuertes no dudaban ni se lamentaban. ¿De verdad era fuerte?

Acercó la mano al pomo, intentando con todas sus fuerzas no temblar. Cuando sus dedos se cerraron en torno al frío metal, la primera imagen que recordaba se cruzó por su mente.

MinHo estuvo ahí mismo, y se coló en mi casa. Pero no estaba solo... Lay... Lay entró con él y me impidieron huir, me encerraron en mi propio hogar, me tendieron una trampa.

Agitó la cabeza de nuevo y se susurró un suave “no”, se negaba a rendirse justo ahora. Miró hacia el pomo y giró la mano, abriendo la puerta de una vez. No iba a rendirse.

Un fuerte olor a ambientador mezclado con el de los productos químicos usados en la limpieza fue lo que le dio la bienvenida. Se había pasado los últimos seis días limpiando la casa de arriba a abajo, y no pensaba parar hasta que la más mínima mancha de sangre hubiese desaparecido. A pesar de que ya estaba todo limpio, MinAh se empeñaba en seguir todos los días con su labor, viendo a cada minuto más manchas y señales que le recordaban lo inevitable.

Fue a la cocina y soltó la bolsa sobre una de las encimeras. Poco a poco fue sacando todo lo que había comprado, guardándolo y comprobando satisfecha que no se había roto nada.

Cuando terminó, buscó un cubo y lo llenó de agua, mezclando diversos líquidos en su interior. Se recogió un moño y se puso unos guantes de fregar, iba a comenzar a limpiar de nuevo.

MinAh se dirigió a la pequeña sala de estar donde todo había comenzado, pero no le dio tiempo a hacer nada.

El cubo rebosante de agua se escapó entre sus dedos, cayendo al suelo con un estrepitoso ruido. Eso no podía estar ocurriendo... Mirara a donde mirara, MinAh solo los veía a ellos...

Las paredes de la pequeña habitación, cubiertas con miles de fotografías, parecían cernirse sobre ella. Por todas partes, no podía evitar verlo, solo había fotos y más fotos de aquella noche, recordándole el sufrimiento vivido, avivando el dolor en su pecho.

Se dejó caer de rodillas al suelo, encogiéndose sobre sí misma, no quería ver más... Habría preferido arrancarse los ojos a seguir viendo todo eso. Y así, a esa altura, algo distinto se cruzó en su mirada.

En el centro de la sala, sobre una mesa baja, un sobre acompañado de varias armas y munición llamó su atención. «Venganza» tenía escrito en tinta roja.

Continuará...

Capítulo 8»