You only have one chance... (Capítulo 4)

Autora: Daleth (@_anothershadow)
Participantes: Kai, Lay, ChanYeol (EXO), MinAh (Girl's Day), Joon (MBLAQ), JunHyung (B2ST)... 
Género: angst, crime, drama, mystery, general
Advertencias: muerte de un personaje, violación NO explícita, tortura, lemon, lenguaje soez
Autorización: +18
Sinopsis:
"SeoWon era un lugar complicado, él lo sabía mejor que nadie... Se conocía sus calles como la palma de su mano, había jugado con fuego en sus rincones más oscuros y más de una vez se había quemado. Pero estaba vivo, más vivo que nunca en su maldita vida. Había escapado de ese agujero que lo consumía lentamente y ahora era libre, libre para hacer todo aquello que las eternas palizas le habían impedido, libre de limpiar sus manos de los restos de sangre seca, libre para contar su historia... Tal vez no es bonita, tal vez es demasiado dura, tal vez no hay un amor verdadero escondido entre sus líneas, pero es su historia. ¿Estás dispuesto a escucharla...?"

***IMPORTANTE***

Llevo un tiempo pensando en hacer esto y creo que lo mejor es que avise. Si bien a mí no me gusta ser explícita en muchas escenas, quiero que mis lectores sepan que la historia en sí es dura, no está clasificada como +18 por gusto.

Otra cosa que quiero dejar bien clara es que nada de lo que escribo coincide con mi forma de pensar o ser. Por favor, no identifiquéis la mentalidad de mis personajes con la mía propia. Ya entenderéis por qué digo esto.

Muchas gracias a todos los que me leen y mucho muchos besos y corazones a las que me comentan <3

«Capítulo 3 

Capítulo 4

JunHyung salió de la casa Kim en cuanto hubo terminado la reunión con su hyung. Su intención principal era quedarse un rato y estar con ChangSeon y con Heechul, como en los viejos tiempos, pero el mayor lo echó alegando que tenían trabajo pendiente.

Sin nada que hacer, decidió pasar por algunos puntos importantes para vigilar el trabajo de sus hombres. No es que desconfiara, solo quería asegurarse.

Llegó a uno de los puntos donde más gente se juntaba, una casa maltrecha escondida en un callejón al lado de uno de los bares que aún no había sucumbido y seguía abierto.

Entró a la casa e, inmediatamente, los dos chicos que estaban a su cargo se pusieron de pie. Él sonrió, restándole importancia a su presencia.

– ¿Qué tal? –se sentó al lado de KiKwang, el encargado de despachar a la gente.

El muchacho moreno se encogió de hombros.

– Nada, aquí... Hoy no hay mucha gente.

– Bueno, así descansáis un poco. Sobre todo por DooJoon –señaló al chico encargado de la seguridad de aquel local–, que tiene que estar harto.

El aludido sonrió, agradecido de que lo tuvieran en cuenta, y dejó su puesto al lado de la entrada para acercarse a los otros dos hombres.

– Siéntate, DooDoo –lo animó el muchacho a cargo del establecimiento, amable, ocultando sus ojos tras su radiante sonrisa.

Iba a declinar la propuesta, pero una sonrisa igual en JunHyung le hizo pensárselo mejor y sentarse junto a los otros dos.

– ¿Y vosotros cómo estáis? Me refiero personalmente, claro.

Los dos empleados se miraron, extrañados. Jamás los habían tratado de una forma tan abierta y amable, mucho menos viniendo de un capo de la droga.

– Supongo que bien –DooJoon rió, algo nervioso–. Todo lo bien que se puede estar en este sitio, por supuesto.

KiKwang asintió a sus palabras, conforme con la respuesta de su compañero, mientras JunHyung meditaba lo que había escuchado.

– Si no os sentís bien aquí podéis marcharos cuando queráis, lo sabéis, ¿no? Sin represiones ni nada por el estilo –Jun negó con las manos, enfatizando sus palabras–. Yo no quiero teneros aquí obligados...

– JunHyung –KiKwang dudó un poco al usar su nombre, pero se recompuso rápidamente–. Si estamos aquí es porque lo necesitamos... Estoy seguro de que incluso a ti te gustaría tener una vida fuera de este barrio, pero esto es lo que nos ha tocado vivir.

– ¿Y simplemente os conformáis? Es decir, ¿no queréis tener una vida mejor?

– ¡Por supuesto que queremos! Pero tenemos familia aquí y para salir de este barrio tendríamos que renuncia a todo... No podemos sacar a nuestras madres o a nuestras abuelas, ¿comprendes?

– Ya... –el jefe bajó la mirada, apenado de escuchar aquella realidad que a él no le gustaba ver.

– De todas formas –comenzó DooJoon–, mientras estemos bien y nadie les haga daño a nuestras familias, podemos darnos por contentos –sonrió tranquilamente, tratando de quitarle hierro al asunto.

Sabían que su vida no era precisamente envidiable, más bien al contrario, eran ellos los que anhelaban vivir de otra manera. Eran ellos los que se quedaban mirando a los coches que pasaban, los que observaban desde lejos a las familias felices que paseaban por los parques o miraban los escaparates de las miles de tiendas deseando poder conseguir esto o aquello.

Eran ellos los despojos de la sociedad, parias, marcados, marginados, recluidos en un barrio de mala muerte donde las peores personas se daban encuentro. Miraras a donde miraras, todos eran despreciables, todos habían hecho daño; lo único que los diferenciaba eran los motivos que los movían a seguir viviendo día a día.

– Eso es difícil en un sitio como este –murmuró JunHyung.

– Bueno... –DooJoon se encogió de hombros– Me gusta pensar que puedo protegerlos, aunque en el fondo sepa que cualquier loco podría entrar ahora mismo en mi casa y hacer Dios sabe qué...

– Nadie está a salvo –coincidió KiKwang–. Yo me pongo malo solo de pensar que ese hijo de puta aún anda suelto por aquí –el chico apretó los puños, furioso.

– ¿Te refieres a Choi?

– ¿Quién? –interrumpió JunHyung, algo perdido.

– El asesino del tarot –contestó el chico encargado de la seguridad.

– ¿El asesino en serie que aún no han pillado?

– El mismo –asintió.

– El mismo que mató a mi hermana –KiKwang golpeó la mesa con rabia–. Hijo de la gran puta...

– KiKwang... tranquilízate –JunHyung acarició con cuidado su brazo.

– Déjalo, jefe. Es mejor que lo dejemos a solas para que se calme –el otro muchacho se levantó, tirando del castaño hacia fuera–. Cuando se pone así nada puede calmarlo –explicó.

– Supongo que tuvo que ser complicado...

– No lo sabes tú bien... Ese pirado es un asesino brutal y despiadado –escupió las palabras con asco–. SoHyun solo tenía diecisiete años cuando ocurrió... El hijo de la gran puta se la llevó cuando ella iba al instituto y la tuvo secuestrada una semana antes de que la matara... Te puedes imaginar todo lo que le hizo a la pobre muchacha– DooJoon negó con la cabeza mirando al cielo, apenado–. Y encima la marcó como si fuera un animal –dejó salir una risa seca, irónica–. El tío le quita una pequeña parte de piel a sus víctimas con una forma extraña, como una “N” estilizada... y luego deja una carta del tarot que, según él, representa a la víctima.

– ¿Cuál le dejó a SoHyun?

DooJoon lo miró seria y duramente. Aquel recuerdo también le dolía a pesar de que ya había pasado un año entero de aquel suceso. Sabía que su jefe no tenía la culpa, pero aún era doloroso... Suspiró pesadamente.

– La Rueda de la Fortuna... Representa el destino, tanto favorable como negativo –explicó ante la cara de duda de JunHyung– SoHyun solía tener buena suerte... aunque ella insistía en que solo veía las cosas de otra manera, que veía el vaso medio lleno –sonrió tristemente al recordarla–. Fuera como fuese, siempre contagiaba de su buen humor y su optimismo a todo el que estuviese a su lado... Te puedes imaginar que su fortuna cambió drásticamente cuando se cruzó con el cabrón de Choi.

– ¿Sabéis quién fue? –el alto se limitó a asentir– Entonces, ¿por qué no lo denunciáis?

– Lo denunciamos, pero nunca encontraron pruebas que lo culparan directamente –se revolvió el pelo, frustrado–. Él sí que tiene suerte, el hijo de perra.

– Y no... ¿no hicisteis nada? Es decir, yo lo habría matado con mis propias manos.

– KiKwang lo intentó y casi muere él también. Parecía como si lo estuviera esperando...

DooJoon se dejó caer en el suelo, derrotado. Dolía tanto... Él fue el apoyo de KiKwang y su familia cuando el cuerpo de SoHyun apareció en mitad de la calle, desnudo y maltratado; pero DooJoon también lo sufrió... El muchacho intercedía por la familia Lee ante la policía y buscaba lo que era adecuado comentar, su amigo nunca se enteró de todo lo que sufrió la pobre SoHyun antes de morir de dolor, demasiado para poder soportarlo...

Sin embargo, mientras él se hundía en demasiados recuerdos del ayer, alguien se regocijaba ante las palabras escuchadas de forma furtiva.

El hombre, alto y de musculatura notable, sonrió antes de apoyar su cigarro entre sus labios gruesos y encenderlo. Aspiró y dejó que el humo lo llenara por dentro.

Se sentía halagado, aunque la sociedad lo tachaba de monstruo. ¿Qué era lo que hacía mal? El ser humano se movía por la vida buscando aquello que le hacía feliz, que le hacía sentir bien, que le daba placer... y eso era exactamente lo que hacía.

¿Y qué si para ello hacía daño a otros? A él le daba igual lo que sintiera su víctima, si estaba entre sus manos era su culpa. Él no secuestraba, seducía, si eran tan tontos de seguirlo no era su responsabilidad.

¿Y qué si no era normal? Tampoco lo había pretendido ser nunca, estaba perfectamente bien así. Era atractivo, guapo, encantador, locuaz; no necesitaba nada ni nadie más.

¿Y qué si no sentía? ¿Acaso lo necesitaba? ¿De qué servía sentir? Si sientes, sufres, y a nadie le gusta sufrir. ¿Alegría? ¿Enfado? ¿Celos? ¿Envidia? ¿Euforia? ¿Amor? ¿Engaño? ¿Placer...? Solo el placer era válido, solo eso lo hacía sentir... y de qué manera...

Continuado, brutal e insaciable, necesitaba sentir placer a cada momento, porque lo hacía sentir vivo, y él quería estar vivo. Le daba igual ser señalado o insultado por la sociedad, ellos tenían la culpa de todo.

Cuando sus ojos se posaban en su víctima, sentía que desafiaba al mundo. Cuando ella lo seguía, creía estar traicionándolo. Cuando la veía indefensa y atada, suplicando por su vida, sabía que la sociedad se arrepentía. Cuando preparaba lenta y cuidadosamente sus herramientas, notaba el sabor de la venganza a punto de consumarse. Y cuando el primer grito de dolor era arrancado del fondo de la garganta de su víctima, Choi sentía el inmenso placer de pensar que era toda una sociedad la que gritaba y era castigada... Porque esas personas que años atrás lo tacharon de anormal y cuchichearon a su espalda se merecían todo el dolor del mundo, se merecían sufrir, gritar de dolor y hundirse en su miseria; y Choi MinHo se estaba encargando de castigarlos.

Tiró su cigarrillo al suelo y rió suavemente, procurando no hacer ruido para no ser delatado. Se separó de la pared en la que estaba apoyado y comenzó a alejarse lentamente. Se sentía de buen humor, se sentía más poderoso, más fuerte, y eso le encantaba.

Se recogió su melena castaña en una pequeña coleta mientras caminaba por las sucias y estrechas calles. Aquel sitio era un nido de ratas y sabandijas, un lugar donde a nadie le importaba si desaparecías, por eso sus víctimas rara vez pertenecían a su pequeño y maltrecho mundo, porque ahí no castigaba a nadie y MinHo quería ver sufrir a la sociedad. Pero había una excepción... una excepción que respondía al nombre de MinAh...

El chico murmuró su nombre, acariciando cada letra, y sonrió. MinAh era normal, era querida, una pobre chica que no se merecía su destino, el mundo se consternaría ante su desaparición y se horrorizaría al descubrir su cuerpo y la causa de su muerte. Y eso, inevitablemente, hacía que MinHo se excitara y deseara con más fuerza tenerla con él y poder jugar con su cuerpo

Y casi como si el destino estuviese de su parte, vio como MinAh cruzaba la calle por la que él estaba paseando. Se pasó la lengua por sus labios, relamiéndose al ver a su presa. Era su momento...

Comenzó a seguirla con sigilo, cuidando de que ella no se diera cuenta. Aunque parecía bastante perdida en su mundo interior, lo cual era un alivio para Choi, no tendría que andarse con muchos miramientos...

Estaba a punto de alcanzarla, solo tenía que alargar el brazo y llamar su atención, lo demás sería pan comido. Él le hablaría y sonreiría, y MinAh acabaría rendida a sus pies, como todas las demás.

– Disculpa –MinHo tocó suavemente su hombro y la chica se giró bruscamente, con el ceño fruncido y examinándolo de arriba a abajo–. Me he perdido y no sé cómo salir de aquí –sonrió encantadoramente, como siempre, y ella pareció relajarse.

– Ah... pues... ¿a dónde ibas?

– Iba a casa de un amigo que se acaba de mudar y... espera, tengo la dirección apuntada por aquí –comenzó a rebuscarse en los bolsillos, buscando un papel que nunca había existido. Frunció los labios y puso una mueca de molestia, rindiéndose–. No lo encuentro –suspiró, cansado.

– Bueno... –MinAh se removió un poco– Si era por aquí tal vez puedo acompañarte un poco a ver si te encuentras.

MinHo sonrió, saboreando su victoria y, por un momento, permitió que en su impecable sonrisa se reflejara el sadismo mezclado con lujuria que comenzaba a correrle por las venas, salpicado por la adrenalina que subía

– Sí... me harías un gran favor, de verdad –se pasó la lengua por los labios casi imperceptiblemente–. Muchas gracias –se inclinó educadamente–. Era por ahí –señaló a la calle por la que sabía que llegarían a su propia casa.

MinAh asintió y le sonrió. Aunque estaba nerviosa y algo en el fondo de su mente le gritaba que se alejara de ese tipo, una sensación aún más poderosa le impedía alejarse de él, era una especie de atracción imposible de esquivar.

El chico le hizo un gesto con el brazo para que ella pasara antes y se permitió unos segundos para contemplar su pequeño cuerpo. Unos minutos más... solo un poco más y serás completamente mía...

* * *

ChanYeol se quedó ahí tirado, en el suelo. Aquellos insignificantes golpes para Kris eran solo una advertencia. Estaba seguro de que no tardaría en recibir una visita de la mafia… pero ChanYeol no era capaz de enfrentarse a la mafia…

Porque ChanYeol no era Kris y Kris no era ChanYeol. Y aunque a Kris le interesaba la idea de una pelea, ChanYeol se negaba. Además… ¿quién le garantizaba que sería Kris es que estaría cuando fueran a por él?

Se levantó con pesadez del suelo, dejando salir un quejido lastimero; no le gustaban los golpes. Una vez se pie, se limpió el polvo y se arregló la ropa, aunque fuese más bien inútil.

Suspiró, acariciándose la nuca. Se sentía mal, como siempre que pasaba eso. Lo había vuelto a usar, lo había traicionado y mentido, pero aún peor, había perdido de nuevo… Había permitido que lo dominase y que llenase su pecho de rencor, odio y soberbia, que le revolviese las ideas y pusiera su mundo al revés… pero él nunca desaparecía… Su brillo de orgullo no se iba sus ojos, tal vez se atenuaba; sus impulsos seguían teniendo fuerza y sus ideas aún se abrían paso por su mente; los sentimientos que contraían a su corazón se instalaban en el pecho de ChanYeol. Sin embargo, los remordimientos del último jamás atemorizaban a Kris ni le afectaban, porque él era dueño y señor del cuerpo de ChanYeol.

Park hundió su cara entre sus manos, que él se desmoronara enorgullecía al otro, y eso le hacía sentirse peor. Miró al cielo y suspiró de nuevo, ¿cuándo acabaría aquello? ChanYeol negó con la cabeza y arrastró los pies hasta salir de aquella callejuela, lo mejor sería volver a casa y tratar de descansar un poco. Tal vez cuando se despertase Kris se habría ido, aunque su risa seca y fría gritaba un claro no.

Giró el cuello, acariciándose la zona posterior de este. Sabía que la guerra aún no había acabado, y eso lo agotaba mentalmente. Sus ojos humedecidos, inseguros y miedosos deseaban descansar del mundo que se había creado en la cabeza de ChanYeol, derramar todas sus penas en forma de pequeñas lágrimas saladas, pero no podía… Nunca podría y lo sabía, ¿pero qué podía hacer? Simplemente trataba de lidiar con Kris y afectar al menor número de personas posible.

Giró la última esquina antes de llegar a su calle, pero algo lo dejó paralizado en el sitio. Vio a MinAh, pero ella no estaba cómoda, lo sentía, algo no iba del todo bien… Y aquel chico… no le gustaba, estaba demasiado cerca de la muchacha…

El cuerpo de ChanYeol se tensó automáticamente, y un sudor frío comenzó a cubrir su frente. MinAh lidiaba con aquel tipo, pero él la sujetaba con fuerza, tratando de empujarla dentro de una casa.

– No… –murmuró, sus manos comenzando a temblar– Detente… detente…

Antes de que Park se diera cuenta, Kris estalló en su pecho con una risa sádica como preludio de lo que serían unos minutos eternos. Sus ojos brillaban con fuerza, casi centelleando en furia con una pizca de diversión. Las zancadas largas y rápidas le permitieron llegar fácilmente hasta ellos.

Lo último que MinHo vio antes de caer al suelo fue la sonrisa divertida de un ChanYeol dominado por sus instintos más básicos.

Continuará...

Capítulo 5»