You only have one chance... (Capítulo 5)

Autora: Daleth (@_anothershadow)
Participantes: Kai, Lay, ChanYeol, Kris (EXO), MinAh (Girl's Day), Joon (MBLAQ), JunHyung (B2ST), HeeChul (Super Junior), MinHo (SHINee)
Género: angst, crime, drama, mystery, general
Advertencias: muerte de un personaje, violación NO explícita, tortura, lemon, lenguaje soez
Autorización: +18
Sinopsis:
"SeoWon era un lugar complicado, él lo sabía mejor que nadie... Se conocía sus calles como la palma de su mano, había jugado con fuego en sus rincones más oscuros y más de una vez se había quemado. Pero estaba vivo, más vivo que nunca en su maldita vida. Había escapado de ese agujero que lo consumía lentamente y ahora era libre, libre para hacer todo aquello que las eternas palizas le habían impedido, libre de limpiar sus manos de los restos de sangre seca, libre para contar su historia... Tal vez no es bonita, tal vez es demasiado dura, tal vez no hay un amor verdadero escondido entre sus líneas, pero es su historia. ¿Estás dispuesto a escucharla...?"

 

 Recordad no identificar la mentalidad de mis personajes con la mía propia, ya que no quiero ofender a nadie.

Gracias por leer.

«Capítulo 4 

Capítulo 5

Nada más desaparecer tras la puerta, Lay se abalanzó sobre Kai, cogiéndolo por los hombros.

– Escucha atentamente –comenzó a susurrarle en la oreja–, que sea la última vez que te metes donde no te llaman.

Lo empujó sin demasiada fuerza contra la pared. Le habría encantado estamparlo contra el hormigón con todas sus ganas y rabia acumulada, pero tampoco quería tener a la mafia detrás de su culo. Bastante tenía con dar esquinazo a la policía.

Siguió andando por el pasillo sin echar cuentas del menor, tampoco es como si se fuera a perder sin su compañía.

Giró en la primera esquina a la izquierda, se sabía el camino de memoria. Las mismas paredes grises y el mismo suelo con losas levantadas y arrancadas, siempre esas lámparas fluorescentes que hacían que le doliese la cabeza, la mayoría rotas, las restantes titilando continuamente; y, por último, cada día, esa puerta con el cartelito que rezaba “A.S.A., adictos al sexo anónimos”.

Inspiró profundamente y abrió la puerta. Drogadictos, prostitutas, chulos, niñatos a los que les gustaba la fiesta... Sinceramente, ni Lay ni la mitad de aquellos tipos pintaban nada en aquel lugar. Algunas estaban obligadas a hacer lo que hacían, otros simplemente vivían la noche, como Kai, y luego estaba Lay... Para él no era adicción, era necesidad... una necesidad que le corría permanentemente por las venas y le llenaba el pecho de sensaciones indescriptibles. Era plenamente consciente de lo que hacía y de que a la sociedad no le gustaba los monstruos como él, ¿pero quién tenía derecho a juzgarlo? No era el único y tampoco sería el último...

Lay suspiró y entró. Como siempre, nadie reparó en su presencia. Si en algo estaban de acuerdo todos los que asistían a esas reuniones era que querían que acabasen cuando antes. Se sentó en la silla que solía ocupar justo enfrente de la del monitor en aquel círculo algo deforme.

Kai entró unos segundos después, imponiendo el silencio a su paso, como si cualquier ruido le pudiese molestar y por eso fuese a asesinar a alguien. Llamaba la atención allá donde iba, pero ya estaba más que acostumbrado. Ocupó el asiento libre al lado de Lay, siempre vacío y a su plena disposición. No sabía por qué, pero todos cuidaban de darle lo que quería, incluso en los más mínimos detalles.

El castaño silbó, nunca dejaba de impresionarle el respeto y la atención que le daban a un niñato como él.

– ¡Sí que impones, Keroro! –pasó su brazo por el cuello del menor de forma juguetona.

– Es Pororo –resopló el muchacho.

– Keroro, Pororo... ¡no se diferencian tanto!

Kai resopló, poniendo los ojos en blanco y aflojando un poco el agarre del chico.

– Siempre te puedo llamar... ¿cómo era...? –entrecerró un poco los ojos– ¡Kkamjong! Así te llamaba tu hermano, ¿no?

El moreno se abalanzó sobre el otro al escuchar lo que había dicho, enfurecido, mientras Lay soltaba una risilla divertida. Inmediatamente se hizo el silencio.

– ¿Cómo me has llamado?

El mayor estaba a punto de contestar cuando una voz femenina que venía de la puerta desvió su atención.

– ¡Eh! ¡Ya basta! –era una chica bajita de prominentes curvas y figura perfecta, pelo castaño recogido en una coleta alta y unos labios gruesos y rojos que parecían brillar sobre su piel levemente bronceada– Suéltalo –ordenó.

– ¿Por qué debería hacer eso?

–Porque soy vuestra monitora y ahora mando yo.

Kai miró con una mezcla de rabia y resignación a su mayor, soltándolo bruscamente.

– No me vuelvas a llamar así nunca –advirtió.

La chica sonrió satisfecha al ver que le habían hecho caso, tal vez no serían imposibles de tratar. Soltó una carpeta llena de papeles e informes en el suelo al lado de su silla y se sentó.

– Bien... Me llamo Hyuna y a partir de ahora seré la encargada de vuestra terapia –sonrió brillantemente, aunque el único que se la devolvió fue Lay, las ganas comenzaban a poderle–. ¿Qué tal si comenzáis presentándoos y diciéndome por qué estás aquí?

Uno a uno cada persona fue hablando de su propia situación hasta que llegó el turno de Lay. Se sentó correctamente en la silla y sonrió de forma dulce.

– Hola, soy Lay –ondeó una de sus manos levemente–. Soy de ChangSa, pero por razones que desconozco me dieron en adopción y acabé aquí con mi padre adoptivo.

– Muy bien... –Hyuna asintió, revisando lo que parecía su ficha–. ¿Y tu verdadero nombre es...?

– No es necesario que lo sepas –se apresuró a decir–. No lo uso nunca porque soy muy olvidadizo y de pequeño nunca lo recordaba, así que me acostumbré a mi mote.

– Pero...

– ¡Zhang Yixing! ¡Ese es su nombre!

Lay fulminó con la mirada a Kai, ¿quién coño lo mandaba a hablar? El menor le devolvió una sonrisa inocente, de esas que él mismo tanto solía imitar.

– Niñato de mierda –murmuró por lo bajo mientras la monitora apuntaba algo.

– ¿Y por qué estás aquí?

– Nada, nada... tonterías sin importancia –volvió a sonreír, pero la borró al escuchar al menor reír.

– ¡Claro! Ser un violador y un acosador sexual son tonterías sin importancia.

Kai siguió riendo como si hubiera tan siquiera una pizca de gracia en sus palabras ante la sorpresa, e incluso miedo, de los demás.

– Kim JongIn –comenzó el chino–, tienes tres putos segundos para huir –amenazó.

– Estás de coña, ¿no?

Lay negó con la cabeza y Hyuna se apresuró a levantarse para evitar el conflicto. Sin embargo, Yixing fue más rápido y la obligó a sentarse de nuevo. Después se acercó lentamente a Kai y lo levantó por la fuerza, llevándoselo fuera de la sala. En cuando se alejó un poco, lo estrelló firmemente contra una de las paredes, impidiéndole todo movimiento.

– Creía haberte dejado claro que dejaras de meterte en mis asuntos, pero se ve que necesitas un escarmiento.

La media sonrisa que comenzaba a aflorar en los labios de Lay no era una buena señal, y JongIn se había dado cuenta un poco tarde.

– E-espera... n-no puedes hacerme nada... –tragó saliva con dificultad al sentir el aliento del chino cerca de su oreja.

–Me importa una puta mierda la mafia, Kai, te lo has ganado tú solito.

– N-no... yo... –respiró hondo, tratando de calmarse– Tengo información que te puede interesar.

Yixing se alejó lo justo de él para poder mirarlo a los ojos.

– ¿Qué clase de información?

– Sobre esa chica que te gusta, MinAh...

– Vaya... parece que ahora hablamos el mismo idioma –sonrió un poco.

– ¿Conoces a Choi MinHo? Lo llaman Choi...

– El asesino.

Kai asintió con la cabeza para despejar las dudas de su compañero.

– Según tengo entendido, a él también le gusta MinAh... ¿entiendes?

Lay comenzó a aflojar el agarre que ejercía sobre el menor, el cual había estado manteniendo durante toda la conversación.

– Así que –JongIn volvió a hablar–, si la quieres para ti, más te vale darte prisa –el chico dejó que una sonrisa irónica se instalara en su rostro moreno–. ¿Quién sabe? A lo mejor ahora mismo se la está camelando...

– Hijo de perra... ¿Lo tenías todo planeado o qué?

El chico se encogió de hombros como única respuesta, agrandando cada vez más esa mueca en forma de sonrisa que parecía burlarse de él.

Yixing se pasó la lengua por los labios, calculando su próximo movimiento. Podía volver a entrar allí y disculparse con Hyuna si quería tener alguna oportunidad con ella más o menos legal; podía correr a por MinAh; o quedarse allí y jugar un rato con JongIn.

Perro ladrador pero poco mordedor –se dijo a sí mismo.

El chino recobró la compostura y se volvió a acercar al oído del menor, pasando la lengua por su lóbulo.

– ¿Y si te dijera que prefiero quedarme aquí haciéndote compañía?

Kai tragó en seco, poniéndose completamente en tensión.

– N-no jodas... ¡Aléjate de mí!

– Oblígame.

– V-venga, Lay... Somos colegas, y los colegas no hacen esto.

– Los colegas tampoco se traicionan –el castaño acarició con un dedo el cuello de Kai mientras seguía entretenido en su oreja.

– ¡Pero! Mierda... –el menor sabía que estaba perdido, parecía que nada ni nadie podía separar al chino de él– ¿Y MinAh? –trató de jugar su última mano, sacándose un as de la manga– ¿Te imaginas que ahora mismo Choi... Choi puede estar haciéndole lo mismo que me estás haciendo a mí?

Automáticamente Yixing se alejó de él, mirándolo con el ceño fruncido.

– ¿A dónde pretendes llegar?

El moreno se encogió de hombros, esbozando su sonrisa más sincera. Hiciera lo que hiciera, JongIn ya había plantado en Lay la semilla de la duda. Miles de “¿y si...?” comenzaron a acumularse en su cabeza. Él quería a MinAh para sí, y no estaba dispuesto a que un asesino de pacotilla se la quitara.

– Esta vez has ganado, Kim JongIn, pero te aseguro que volveremos a vernos –lo empujó contra la pared, soltando su agarre con brusquedad, y enfiló el pasillo con la intención de salir.

Se sorprendió al no ver a Joon fuera esperando a Kai, pero tampoco le dio demasiada importancia, tenía cosas que hacer. Comenzó a recorrer calles tan rápido como podía cuando cayó en la cuenta; no sabía dónde vivía MinAh... Se golpeó en la frente y maldijo por lo bajo, solo él podía ser tan tonto.

Se paró a pensar, tal vez Choi se la habría llevado a su casa, y Lay creía recordar dónde estaba. Se puso en marcha de nuevo, más animado, y llegó hasta la calle que guardaba en su memoria relacionada con MinHo.

Una vez estuvo allí aminoró su marcha, mirando de un lado a otro, tratando de rescatar de sus recuerdos el número exacto de la vivienda o, al menos, su aspecto. Pero aquel día parecía ser su día de suerte...

Delante de una puerta abierta, tirado en el suelo, estaba MinHo. Se acercó hasta él y sonrió al ver como se tapaba la nariz para evitar que la sangre saliera mientras soltaba quejidos varios. No parecía que la tuviera rota, pero desde luego había sido un golpe muy fuerte.

Soltó una risilla y siguió con su camino, no sin antes memorizar el número de la casa por si alguna vez tenía que ir a hacerle una visitilla. Al menos por aquel día podía estar tranquilo, MinAh seguía a salvo... por el momento... Aunque le había servido de algo todo aquello, no sabía nada de la chica salvo que le gustaba. Tendría que ponerse al día, suponía.

Siguió con tranquilidad su camino a casa. No sabía por qué, pero se sentía más optimista de lo normal, y esperaba que eso fuese una buena señal.

Llegó a su hogar, o a lo que le gustaba llamar hogar. Era un pequeño bloque de pisos de apenas tres plantas. Subió las escaleras y llegó al primero que él habitaba. Antes vivía en el segundo, pero lo abandonó después de matar a su padre adoptivo. Sonrió un poco al recordarlo, Lay le avisó de que algún día, mientras durmiese la mona, lo mataría. Si aquel tipo no le había hecho caso no era su culpa, desde luego.

Entró a su hogar y encendió las luces. Echó los dos pestillos de la puerta y soltó las llaves, entrando después a la pequeña sala de estar. Cual fue su sorpresa al encontrarse sobre la mesa una serie de fotos de MinAh perfectamente colocadas, y un papel con el horario de la chica explicado detalladamente. La sonrisa de Lay se amplió al ver todo aquello, empapándose de la lujuria que comenzaba a oscurecer sus ojos.

– Al final va a resultar que hoy es mi día de suerte.

* * *

MinHo se levantó con pesadez del suelo. Aquel bestia le había dado a base de bien y, para colmo, le había robado a MinAh. Choi se recordó que habría sido demasiado perfecto haber podido llevársela, que eso habría elevado hasta límites insospechados su arrogancia y narcisismo, y que Dios castiga a los que se creen superiores. Había recibido una lección de humildad, aunque eso no lo pararía. ¿Dios? ¿Fe? ¿Religión? Eso solo servía para atemorizar al pueblo ignorante, y él no lo era.

Se tocó la nariz con cuidado, desde luego no estaba rota, pero no quitaba que le doliese a rabiar. Buscó por sus bolsillos un pañuelo para limpiarse la sangre ahora que la hemorragia se había cortado. Sin embargo alguien fue más rápido, tendiéndole un pañuelo de tela perfectamente doblado.

MinHo lo cogió sin muchos miramientos y se limpió la nariz, sin agradecer ni prestar atención a la persona que se lo había dado.

– Esa chica... la quieres para ti, ¿verdad?

– ¿Qué coño te importa?

El otro se encogió de hombros, riendo un poco.

– Nada, nada... Yo solo iba a ayudarte.

– ¿Y cómo pretendías hacerlo?

Aquella persona sacó de su maletín un sobre abultado con un extraño símbolo en uno de los reversos, como dos cabezas de león que se oponían, y se lo tendió a MinHo, quien lo cogió con algo de reticencia.

– Sabiéndome toda la rutina de MinAh y usando en mi favor los momentos en los que se queda sola.

MinHo sonrió, ojeando toda aquella información. Dios lo había perdonado.

Continuará...

Capítulo 6»