You only hace one chance... (Capítulo 16)

Autora: Daleth (@_anothershadow)
Participantes: Kai, Lay, ChanYeol, Kris (EXO), MinAh (Girl's Day), Joon (MBLAQ), JunHyung (B2ST), HeeChul (Super Junior), MinHo, TaeMin (SHINee)
Género: angst, crime, drama, mystery, general
Advertencias: muerte de un personaje, violación NO explícita, tortura, lemon, lenguaje soez
Autorización: +18
Sinopsis:
"SeoWon era un lugar complicado, él lo sabía mejor que nadie... Se conocía sus calles como la palma de su mano, había jugado con fuego en sus rincones más oscuros y más de una vez se había quemado. Pero estaba vivo, más vivo que nunca en su maldita vida. Había escapado de ese agujero que lo consumía lentamente y ahora era libre, libre para hacer todo aquello que las eternas palizas le habían impedido, libre de limpiar sus manos de los restos de sangre seca, libre para contar su historia... Tal vez no es bonita, tal vez es demasiado dura, tal vez no hay un amor verdadero escondido entre sus líneas, pero es su historia. ¿Estás dispuesto a escucharla...?"

(¿Serías el salvador de los rotos, los vencidos y los malditos?)

«Capítulo 15

Capítulo 16

 El vaivén brusco y rápido al que su cuerpo estaba siendo sometido hacía que poco a poco recobrara la consciencia perdida en un momento de su pasado que no lograba ubicar en el tiempo.

Sus párpados pesaban demasiado, pero tenía que abrir los ojos, ver dónde estaba, a dónde se lo llevaban. Las primeras imágenes que pudo procesar estaban demasiado borrosas como para distinguir algo, así que parpadeó varias veces seguidas en un intento vano por enfocar la vista.

La escena que se presentaba ante él era caótica, pero aun así parecía ordenada, coordinada al milímetro para que nada fallase. El hombre y la mujer que se disputaban el escaso espacio dentro de la ambulancia conocían a la perfección qué debían hacer y en qué momento, haciendo uso de un instrumental que jamás antes había visto, aunque lo cierto era que Lay nunca había pisado un hospital antes.

Una débil sonrisa se dibujó en sus labios secos y agrietados. De repente se sentía como un niño que iba al zoo por primera vez, pero estaba seguro de que el hospital no sería tan divertido como ir al zoológico con los amigos.

Recordaba haber tenido la oportunidad de ir con su clase del colegio cuando tenía siete años. Yixing estaba realmente contento de poder ir, tanto que no podía contener su emoción. El pequeño niño corría de un lado a otro del apartamento, metiendo en su mochila todo lo que iba a necesitar: una gorra para el sol, pañuelos, algunas chucherías...

En un momento dado, Yixing paró, haciendo repaso mental de aquello que la seño les había dicho que llevaran a la excursión.

– ¡Agua! –recordó.

Rápidamente se dirigió hacia la cocina, donde estaba su padrastro tomando un café. El niño se puso de puntillas para abrir el frigorífico, sin dar mucha importancia al hecho de que su corta camiseta se le subía, dejando al aire su espalda blanquecina. Alargó el brazo, tratando de llegar al tercer estante del electrodoméstico, siempre bajo la atenta mirada del hombre. Cuando Yixing ya casi rozaba con los dedos la botella, se escurrió, llevándose por delante los alimentos que descansaban en los estantes inferiores.

El niño dejó escapar un gemido de dolor, sobándose uno de sus codos. Mientras, su padrastro, con infinita paciencia, dejó su taza ya vacía sobre la mesa para dirigirse hacia el pequeño. Lo miró desde arriba con una expresión reprobatoria.

– ¿Cuántas veces te he dicho que no tires cosas, Yixing? Tienes que aprender a ser más cuidadoso.

– Pero... ha sido sin querer, appa...

El hombre negó con la cabeza, impasible.

– Ahora tendré que castigarte.

– No, por favor –suplicó–, que mañana quiero ir a la excursión.

– Me da igual, esta es la única forma de que aprendas.

Tiró del pequeño Yixing hasta el dormitorio que se situaba al final del angosto pasillo, echando el pestillo de la puerta como cada vez que lo castigaba. Cualquier súplica o petición era inútil, aquel hombre siempre hacía lo que quería con el pequeño y manejable cuerpo del niño.

Al día siguiente Yixing no fue a la excursión, prefirió quedarse en su cama, llorando en silencio como cada vez que su padre lo castigaba. Sin embargo, a los dos días no volvió a ir al colegio tal y como acostumbraba.

Yixing era un niño demasiado patoso y desobediente, él tenía la culpa de todo, su padrastro solo lo intentaba educar aunque fallara miserablemente siempre, por eso el hombre decidió educarlo personalmente.

Yixing no volvió a salir a la calle, no volvió a jugar con sus amigos, no volvió a sonreír y, cuando el sol brilló de nuevo en su vida, era demasiado tarde... Zhang Yixing ya no podía dejar de ser lo que era, un monstruo.

* * *

ChangSeon jamás imaginó que meter su vida en una maleta fuera a ser tan complicado. No es que tuviera demasiadas cosas que guardar, simplemente era demasiado doloroso, más de lo que había creído en un principio.

Después de las terribles acusaciones que había tenido que oír de labios de su hyung, después de que hirieran su orgullo, de que lo trataran con desprecio, ya no tenía fuerzas para continuar dentro de aquella casa. Aunque él también muriera en el intento, Lee ChangSeon estaba decidido a escaparse.

Miró su reloj de pulsera, comprobando que marcaba cerca de las once de la noche, y cerró su maleta sin dificultad. Se dirigió a su escritorio, rebuscando entre el montón de papeles inútiles sin cuidado hasta que encontró la única foto que conservaba con HeeChul, TaeMin y JongIn el día del séptimo cumpleaños de los mellizos. Sonrió inconscientemente al verla, apretándola contra su pecho después. Se la guardó en uno de los bolsillos interiores de su chaqueta negra y cogió su maleta, dispuesto a poner fin a aquello que empezó TaeMin.

Joon se dirigió a la puerta de su dormitorio, echando un último vistazo al lugar que había sido su fortaleza durante los últimos años. Dejó escapar un suspiro mezcla de la nostalgia que lo invadía y el alivio de dejarlo atrás. Apagó las luces y cerró la puerta cuidadosamente, ya había dado el primer paso.

Enfiló el pasillo con diligencia a sabiendas de que, hiciera lo que hiciera, nadie se atrevería a detenerlo, a menos que quisieran volver a casa con un brazo roto, por supuesto.

ChangSeon notaba como lo miraban, algunos incrédulos, otros con la curiosidad centelleando en sus pupilas. Escuchaba sus cuchicheos aunque no llegaba a entenderlos, pero no permitía que eso lo amedrentara. Había tomado una decisión y pensaba llegar hasta el final, por una vez él tenía las riendas de su vida, se acabó el subordinarse a otros.

Cuando por fin puso un pie en los jardines de la casa, sintió que se había quitado un gran peso de encima. No había salido aún, pero ya estaba más cerca de ser libre.

Decidió no coger su coche, de otra forma podrían buscarlo y dar con él y ese era un riesgo que no estaba dispuesto a correr. Simplemente recorrió el extenso jardín delantero, siguiendo el camino empedrado y serpenteante destinado a las personas. Le resultaba extraño no cruzarlo montado en su coche negro como siempre hacía, pero al menos así se llevaría un recuerdo distinto al usual.

Joon rió ante la cara de sorpresa del guarda postrado en la verja de entrada, ¿tan raro era verlo caminar? Se despidió de él con un gesto de mano, casi como un saludo militar, regalándole un bonita sonrisa, y salió de los terrenos de la mansión Kim por última vez.

Se alejó de la entrada para observar la imponente casa, aunque su vista no era capaz de abarcarlo todo. Suspiró al sentir algunas lágrimas acumulándose al borde de sus ojos y se preguntó si así era como se sentían los hijos al independizarse, al volar por primera vez solos lejos de su nido. Joon les debía la vida a los Kim, pero consideraba que ya había pagado con creces su deuda pendiente, era el momento de volver a ser Lee ChangSeon. El último paso hacia la libertad era salir de aquel barrio para siempre.

Recorrer aquellas calles de noche nunca le había hecho gracia, pero aquel día, en aquel momento, tan cerca de estar fuera, le gustaba menos que nunca. Si no estaba lo suficientemente alerta y lo atacaban, podría acabar muy mal...

Un escalofrío le recorrió la espalda al pensar en lo que ocurriría si lo devolviesen a la casa Kim, lo mejor era intentar centrarse en su camino y alejar los malos pensamientos. Joon tragó saliva, realmente no quería darle vueltas a eso, pero si lo atacaban por sorpresa y con la suficiente fuerza podría no salir de allí...

ChangSeon notaba como sus nervios se disparaban y comenzaba a acelerar el paso, se sentía extremadamente vulnerable con todas aquellas ideas rondándole la cabeza. Pero tenía que mantenerse sereno aunque fuese lo último que hiciese. Sin embargo todo ocurrió demasiado rápido.

Un chasquido, unos pasos apresurados, rápido, fuertes, y una sombra abalanzándose sobre él. Como acto reflejo, Joon dejó caer su maleta para huir, pero la otra persona fue más rápida.

– ¡Tienes que ayudarme!

Joon empujó al otro, asustado por la forma tan brusca en la que había hecho sonar su grave voz.

– ¡¿De qué vas, tío?!

– Necesito ayuda, ¡ayúdame! –repitió.

En cualquier otra circunstancia Joon habría pasado de aquel crío con cara de loco y habría continuado con su camino, pero ChangSeon no era así.

– Solo tú puedes ayudarme –suplicó el muchacho.

– ¿Qué? ¿Por qué yo?

– Tú eres fuerte, ¡lo sé de primera mano! A mí me has pegado.

El hombre frunció el ceño, ¿lo había visto antes?

De forma brusca lo cogió del brazo y lo puso debajo de una de las pocas farolas que aún funcionaban para poder verlo mejor. Por supuesto... ¿cómo no se había dado cuenta antes? Aquellos rizos, el cuerpo alto y desgarbado... era el chico que había atacado a HeeChul.

– ¿Me vas a ayudar? –preguntó, algo temeroso de la reacción del mayor.

Joon asintió con la cabeza, instándolo para que lo guiase mientras recogía su maleta del suelo.

En apenas unos segundos aquel chico lo había dejado frente a una casucha de una sola planta, pequeña y a simple vista bastante deteriorada.

– Noona no contesta y no hay forma de abrir la puerta –explicó algo impaciente.

– ¿Esta es tu casa? –el otro negó con la cabeza– ¿Entonces para qué quieres entrar?

– Por mi mejor amiga... Ella está rara últimamente, ¡yo sé que le pasa algo! Quería visitarla, pero no puedo entrar y no contesta cuando llamo al timbre.

– ¿Y si no está?

– Imposible, noona nunca sale de casa por la noche.

– ¿Cómo puedes estar tan seguro?

– ¡Porque lo estoy!

Joon chasqueó la lengua, aquello no le servía de nada. Aunque si lo pensaba más fríamente, aún seguía inmunizado por los Kim, no le podía ocurrir nada malo.

Suspiró y le tiró su maleta al otro para que se la sujetara, dirigiéndose diligentemente a la entrada. Palpó con suavidad la superficie de la puerta, la madera parecía podrida o en su defecto comida por el moho, no sería difícil forzarla.

Sacó sus guantes de cuero negro del bolsillo trasero de su pantalón, era su estúpida manía usarlos cuando iba a hacer algo ilegal. Se los ajustó convenientemente y buscó en uno de los bolsillos de su maleta la ganzúa y la llave que siempre levaba encima.

Con ayuda de la llave comprobó que la cerradura giraba hacia el lado derecho y así pudo comenzar con su trabajo. Sin dejar de ejercer presión en la cerradura, introdujo la fina ganzúa, moviéndola con suavidad en el poco espacio que había. Joon se agachó, pegando la oreja a la puerta, pendiente de aquel débil click que le indicaría que había hecho bien su trabajo.

Cuando logró captar el sonido que había estado buscando sonrió, girando tanto como podía la llave para poder abrir la puerta. Aun así, se ayudó de su propia fuerza empujando con el hombro hasta que la cerradura cedió y la casa se abrió a ellos. Joon acarició el marco de la puerta, notando que en su esfuerzo se había llevado parte de la madera por delante. Sin embargo, no le dio mayor importancia y entró, escuchando los pasos del chico tras él.

– Si está aquí no será muy difícil encontrarla –murmuró Joon, más consciente que nunca de que la casa era realmente pequeña.

– Yo miro por ese lado –el chico señaló a la izquierda– y tú por el otro.

ChangSeon asintió y, sin perder más tiempo, hizo lo que el otro le había dicho. El golpe seco de su maleta cayendo al suelo lo acompañó en la inspección de la primera habitación. En otra situación, el hombre se habría girado para comprobar que todo estaba bien, pero lo que había encontrado acababa de absorber toda su atención.

Con cuidado de que el otro no se diera cuenta, entró a aquella sala, cerrando la puerta tras de sí. Rozó con la yema de sus dedos algunas de las fotos que ocupaban absolutamente cada trozo de pared. La repulsión y la repugnancia se mezclaban en su estómago bañado por el matiz de la lástima hacia la chica protagonista de las fotos. Su vista viajó por toda la habitación, encontrándose con armas y un espejo atravesado por una bala, pero nada de eso le importó, solo había un objeto que había captado su atención: aquella carta. La recogió del suelo con cuidado, confirmando sus sospechas; era igual que la que había encontrado en el dormitorio de JongIn. Joon estaba dispuesto a leerla cuando escuchó a su acompañante gritar.

– ¡Noona!

Rápidamente, ChangSeon dejó la carta donde la había encontrado y salió de aquella sala en busca de donde provenía la voz grave del otro chico.

– Márchate, ChanYeol –la voz débil y agotada de la chica fue determinante para descubrir dónde estaban.

Aquel cuarto de baño era demasiado pequeño para los tres, así que a ChangSeon le costó vislumbrar a la dueña de la casa, vestida pero hundida en agua dentro de la bañera. En su mano derecha bailaba un cuchillo pequeño pero bastante afilado peligrosamente cerca de su muñeca contraria.

– ¿Q-qué vas a hacer con eso, noona?

– Te quiero, ChanYeol –ella obvió la pregunta del chico–. Eres la única persona que merece la pena en este sitio de mierda.

– No digas tonterías...

– No lo son, Channie. Escúchame, tienes que prometerme que te olvidarás de mí –su débil hilo de voz se perdía entre el ruido del agua que aún corría sin descanso.

Los ojos de ella estaban rojos y sus párpados parecían pesar toneladas, el tono de su piel era de un blanco enfermizo a pesar de la alta temperatura del baño y del gran calor que desprendía el agua.

– No puedo hacer eso, noona –ChanYeol estaba ya al borde de las lágrimas, sintiendo la impotencia adueñarse de sí mismo.

– No tienes por qué hacer esto –ChangSeon se sorprendió a sí mismo interrumpiendo en la conversación de los dos amigos–. Es decir –se hizo hueco hasta poder arrodillarse junto a la chica–, hay otra salida, siempre la hay... –cogió la mano en la que tenía el cuchillo fuertemente agarrado y la miró a los ojos.

Joon no estaba seguro de qué era lo que debía decirle para que ella decidiera vivir, pero tenía muy claro que no pensaba dejar morir a nadie más siempre que pudiera evitarlo.

– No te voy a engañar diciéndote que todo saldrá bien, porque no sé qué será de ti o de mí mañana, pero... esto es así –dejó escapar una sonrisa resignada–. Yo también he pensado muchas veces que el suicidio era lo único que me quedaba, pero nunca fui capaz de hacerlo, tal vez porque soy demasiado cobarde, tal vez porque amo demasiado la vida, no lo sé... Lo único que sé es que siempre, siempre, hasta en el peor de los momentos, encontraba algo por lo que luchar.

Paró unos segundos para tragar saliva, observando como MinAh reaccionaba poco a poco a sus palabras, sorprendida por la cercanía y el cariño con el que le hablaba.

– Tú tienes a ChanYeol –el aludido asintió con la cabeza.

– Sabes que no te voy a dejar nunca, noona.

– ¿D-de verdad? –las lágrimas ya empapaban las mejillas blancas de la chica.

ChangSeon no pudo hacer otra cosa que asentir, sintiendo como la tensión en la mano de la chica desaparecía y el cuchillo caía al fondo de la bañera. En cuando vio eso, ChanYeol corrió a abrazarla mientras el mayor cerraba el grifo del agua y buscaba unas toallas.

Ambos hombres le concedieron unos minutos de intimidad a MinAh para que se secara y se cambiara de ropa. Cuando salió, Joon le pidió a los chicos que hicieran sus maletas.

– Os voy a sacar de aquí, ¿vale? No voy a permitir que os pudráis en este agujero...

Continuará...

Capítulo 17 (final)»