domingo, 27 de octubre de 2013

Wolf's Tears (Capitulo 8)

Autora: G.ell. (@Maria_BubbleTea)
Participantes: Samantha Hwang (OC/Fan), Lay, Tao, Luhan, Kris, Chen, Xiumin, Sehun y Chanyeol (EXO), Tiffany Hwang (SNSD)
Género: Long-fic, AU, ciencia ficción, fantasía, acción.
Advertencias: Lemon no explícito, muerte de algunos personajes.
Autorización: +12.




 Capitulo 8:
 Las cosas estaban mejorando por momentos. Lay y ella por fín habían arreglado su relación y, aunque Tiffany seguiría fuera de casa por una temporada, no la importaba. Podría disfrutar como cualquier otra adolescente de aquella ventaja para pasar más tiempo aún con Bea tras las clases. Aquello era otro tema. El instituto ya no la parecía tan terrorífico como antes. Lay y ella ya no se sientan tanto tiempo juntos; Bea y ella se sentaban en algunas clases juntas y Tao había comenzado el nuevo curso estudiando en el instituto, aunque iba un curso por delante de ellos gracias a los intensivos estudios en casa.
 Aquel día era especial; era el 20 cumpleaños de Lay y quería hacerle el regalo perfecto. Por la mañana ya había traído uno de los pocos regalos que iba a recibir (ademas de ella y Helen, solo Bea era otra de las posibles personas que fuera a hacerle un regalo por su cumpleaños). Al parecer Helen la había regalado un casco de moto nuevo y Lay no se había podido resistir a estrenarlo. 

  Por fín última hora. Lay y Bea se sientan juntos en esta clase en la última fila, mientras que ella y Sehun lo hacen en la primera fila. Clase de francés, una de las asignaturas que peor llevaba. Es cierto que ayudaba muchísimo que su profesora resultase ser francesa, podía ayudarla con cualquier cosa que se la dificultase; pero también la resultaba más difícil aprobar la compresión oral.
- Entonces, como dije el otro día, hoy trabajaréis por parejas tal y como estáis sentados - anunció la profesora mientras se ajustaba las gafas de pasta color rosa que llevaba siempre puestas - Haréis una interpretación con diálogo con vuestro compañero. Hoy la escribiréis en un papel en sucio y me lo entregareis, el próximo día os lo devolveré y la semana que viene lo interpretaréis -.
 En cuanto la profesora calló todo el mundo comenzó aquel trabajo. Samantha por su parte esperaba a que Sehun acabase lo que estaba escribiendo a Bea por WhatsApp para poder empezar con el trabajo.
-Señorito Oh, si no quiere suspender francés este año le aconsejo guardar su móvil -.
   Samantha aguantó la risa que amenazaba por salir cuando vió la cara de Sehun al ser pillado con el móvil. No fue hasta que la profesora se aseguró de que lo guardaba que se fue, dejándoles a solas. Samantha y él se intercambiaron miradas y comenzaron con el trabajo. Como era de esperar Bea y Lay fueron los primeros en acabarlo, por lo que pudieron tener el resto de la hora libre, mientras que ellos dos tardaron lo suyo en poder acabar aquel papel en sucio. Cada uno tenía una idea diferente y tanto Sehun como ella eran demasiado cabezotas como para dar al otro la razón. Tuvo que intervenir la profesora para poder acabar el trabajo antes de que el timbre anunciase el final de la clase. Fuera, Lay la esperaba en la entrada del centro como casi siempre.
- Feliz cumpleaños - dijo Samantha tendiendo una pequeña cajita con las dos manos.
- No lo digas muy alto, no quiero que todo el mundo me lo recuerde - contestó Lay haciendo una mueca.
 Samantha ignoró aquel comentario y le entregó aquel pequeño regalo que le había conseguido días atrás. Nunca había conocido a alguien que odiase tanto su cumpleaños, Lay era el primero que lo hacía y no entendía el por qué. La gente celebra el simple hecho de que has nacido, lo que demuestra que están felices por tu mera existencia… pero a Lay no parece hacerle mucha gracia.
Lay observó la cajita no muy convencido de aquello. Por temas personales que no le gusta contar a nadie, odia su cumpleaños con toda su alma; como también odia que le hagan regalos. El tema de los regalos no lo odia por nada personal, tan solo siente que cuando recibe un regalo se ve obligado a devolvérselo de alguna otra forma. Y con Samantha no es diferente.
- Oye Samantha, no es nada personal pero esto de los regalos no me convence - comentó mientras sujetaba la cajita.
- Al menos ábrelo - dijo Samantha haciendo un ligero puchero - seguro que te gusta, además... no te estoy pidiendo que más tarde me devuelvas el favor -.
 Tras suspirar y mirar unos segundos a Samantha se decidió a hacerla caso. Se notaba que lo había hecho pensando en él y debía de reconocer que, si alguna vez decidiera aceptar algún regalo, sería de ella en estos momentos. Desenvolvió la cajita sin romper el lazo o el papel de regalo de color marrón, y abrió la cajita. Dentro había una púe de guitarra de color blanco con las iniciales Z.Y grabadas en color oro. 
- ¿Te gusta? - preguntó Samantha algo expectativa, Lay sonrió y le besó en la frente agradecido.
- Me encanta. Ojalá pudiera devolvértelo de alguna forma - contestó haciendo una mueca.
- No hace falta, tan solo quería tener un detalle contigo - insistió Samantha mientras observaba como Lay se ponía el casco de la moto y se montaba en ella tras guardar el regalo.
 Tras despedirse con un simple movimiento de manos Samantha se encaminó con paso tranquilo hasta su casa. Aquellos días los lobos no habían dado señales de vida. Según Sehun la contaba de vez en cuando, Kris había comenzado a hacer pequeñas guardias asegurándose de que ningún lobo; o cualquier otra cosa; volviera a adentrarse hasta la civilización. La manada también le ayudaba, por eso que a veces Sehun acabase dormido en mitad de clase o al salir de clase viera a Chen en patio echando una cabezada. La manada. Samantha nunca se habría imaginado haciendo migas con alguien que perteneciese a un grupo de aquel tipo. Es decir, a cualquier grupo. Nunca la había gustado estar rodeada de mucha gente y, de pronto, se veía con 8 personas al rededor. Aunque la mayoría de ellas solo las veía alguna que otra vez por semana, a unas pocas las veía siempre que podía. Tao y ella habían hecho buenas migas y de vez en cuando iban al centro comercial, y Chen se ocupaba de hacer que las tardes aburridas se convirtieran en tardes llena de risas gastando bromas a Sehun o Bea. Estos dos normalmente la iban a visitar por las tardes a casa como buenos amigos que eran... aunque no aguantaba sus comentarios cursis ni las miradas ñoñas que se enviaban cuando creían que no prestaba atención. Lo malo de que tus dos mejores amigos estén tonteando o saliendo son los momentos de ''aguanta velas'' que tenía que aguantar.
 Al llegar a casa y ser recibida por la ausencia de su hermana Tiffany dejó la mochila sobre el sillón, sintiendo como la espalda se lo agradecía dejando de doler, y se encaminó hasta la cocina a por algo para que su hambriento estómago se calmase. Cogió las sobras del día anterior, haciendo una nota mental para ir de compras la próxima semana, y se fué hasta el salón para comer junto con la compañía de Finn y Jake de Horas de Aventuras. Era infantil y tonto decirlo, pero se había enganchado a aquella serie tan rara y extraña. Mismamente por eso la encantaba tanto. Era tan rara y extraña como lo era ella, o al menos así se sentía. Después de todo, no todos los días te enteras de que eres bruja y que tu novio y amigos son licántropos. Si es todo lo contrario... bienvenido al club de los raritos.
 Tras una buena sesión de televisión y acabar los deberes decidió dedicarle un tiempo a su cuaderno de dibujo. Hacía demasiado tiempo que no se paraba a dibujar como lo hacía antes, desde que apareció Lay y comenzaron todos aquellos líos de la manada, rupturas, descubrimientos y reconciliaciones no la había dado tiempo a dedicarse a su verdadera vocación: el dibujo.
 Dibujaba todo tipo de estilos. La encantaba poder retarse con nuevos desafíos y poder ver hasta dónde podía llegar con las pinturas o el carboncillo. Desde pequeña se había visto atraída por el arte cuando las otras niñas de su edad solo podían pensar en la nueva Barbie que había salido con coche a juego. Ella prefería pasarse las tardes en su cuarto o en el jardín dibujando cualquier pájaro, nube o flor que viera mientras las demás jugaban a las casitas o a las princesas. Era por eso por lo que de pequeña no tenían tantas amigas como las demás chicas.
Una vez en su cuarto; el único sitio donde de verdad se sentía segura y libre; se sentó en la silla de cuero negra y se acercó de un empujón hasta el escritorio de caoba blanco. Sacó de uno de los cajones un par de lápices de mina blanda, una goma y su preciado cuaderno de dibujo. Se mantuvo en silencio, mirando a la hoja en blanco, durante unos minutos pensando en qué podría dibujar aquella vez. Podría intentar dibujar lo que veía por la ventana frene a ella o alguna cosa de su cuarto, pero no tendría ninguna gracia. Suspiró y comenzó a golpear el folio en blanco con el borde del lápiz, como si de aquella forma las ideas vinieran a ella por arte de magia.
 Decidió no forzar nada y bajar a por un chocolate caliente. Una buena forma para relajarse en un frío día de invierno. El jersey de lana azul y la camisa blanca que llevaba debajo no parecían ser suficiente como para protegerla del frío y un buen chocolate caliente siempre ayuda a mantenerte calentita, además, debía de reconocer que era una adicta al chocolate caliente desde pequeña. Su madre siempre se lo preparaba, fuese invierno o verano, y cuando esta murió su hermana se ocupó de prepararla aquella bebida tan suave y deliciosa. Extrañamente nunca tenía que pedirlo para que se lo preparasen. A veces estaba haciendo los deberes cuando su hermana venía y se lo daba con aquella sonrisa tan peculiarmente suya o incluso tras enseñarla algún que otro dibujo y ella entraba a la cocina y volvía con una taza de chocolate caliente. Pero, siempre la ocurría algo. Cuando salían y tomaba chocolate caliente en cualquier café, bar o puesto callejero no le sabía igual. Eran más amargos que los que su madre o hermana la preparaban y tenían una textura diferente.
 Con taza en mano y pastas en la otra volvió hasta su cuarto, sentándose en el escritorio, y comenzó a pensar de nuevo en el posible boceto de su dibujo. ¿Qué dibujar? Ya estaba harta de dibujar elementos de su cuarto o cualquier pájaro o rama de árbol que asomase por su ventana. Quizá podría dibujar a alguien. Pensó en algún momento divertido que hubiera ocurrido aquella semana en el instituto y, tras decidirse por fin en lo que dibujar, cogió el lápiz y comenzó con el boceto. Había decidido dibujar la vez en la que Tao y ella hablaron por primera vez, sentados en los columpios del parque mientras observaban jugar a los niños. Nunca se había hecho ningún autorretrato, mucho menos dibujarse de cuerpo entero, pero siempre hay una primera vez para todo. Comenzó dibujando los columpios, intentando detallarlo lo máximo posible, y continuó dibujándose a sí misma. No recordaba con exactitud la ropa que cada uno usaba, pero aún así hizo un esfuerzo por dibujarse a sí misma y a Tao lo mejor posible. Recordó la altura de este y comenzó a trazar sus rasgos. Mientras lo dibujaba no pudo remediar comenzar a fijarse en lo atractivo que podía llegar a ser. No era el tipo de atractivo que Lay tenía. La diferencia entre los dos era que Tao tenía los rasgos más finos y curvos que Lay, mientras que este los tenía más duros. Además los ojos de Tao la recordaban a los de un gato. Quizá era su mirada felina la que le hacía ver atrayente, sumado a esas facciones. Separó la mirada del cuaderno y cogió la taza para dar un buen sorbo al chocolate caliente, posándolo de nuevo sobre la otra página del cuaderno y volcando de nuevo su atención al dibujo.
 Era extraño, pero toda la manada tenía en si su propio tipo de atracción y rasgo específico si se paraba a pensar en ello. Kris transmitía tanta seguridad en sí mismo que podría echar atrás a cualquier persona, por mucha seguridad que tuviera sobre él; Xiumin tenía la apariencia de un niño, parecía ser más joven de lo que en realidad era y eso resultaba adorable; LuHan era algo parecido a Xiumin, aunque tenía una gran facilidad de hacerte sentir bien contigo misma. Desde luego Elisabeth tiene suerte de tenerlo a su lado como pareja; Chen era, desde luego, un caradura. Tenía ocurrencias que ni la persona más loca podría tener y era ese aspecto de madurez lo que hacía a algunas de sus compañeras morir por él; Tao tenía sus ojos felinos y su forma de comportarse para hacer enloquecer a cualquier chica; y Sehun tenía la personalidad de alguien al que no le importaba nadie más que él mismo y para algunas chicas era irresistible. Por último Lay. ¿Qué podía decir de Lay? En sus ojos era perfecto, pero si había algo de él que le encantaba eran sus hoyuelos. Cada vez que sonreía aquellos hoyuelos tan irresistibles aparecían y la arruinaban la vida. Simplemente no podía resistirse a él cuando sonreía y enseñaba sus hoyuelos.
 Sonrió tontamente y dejó el lápiz a un lado. El dibujo estaba casi hecho, completo cuando terminase de detallar el fondo  del parque. Se estiró en el sitio y estiró la mano hacia la taza de chocolate caliente sin dejar de mirar el dibujo, pensando en qué poder añadir para hacerlo perfecto. Frunció el ceño extrañada cuando no alcanzaba a palpar la taza y cuando elevó la mirada se congeló en el sitio. ¿Dónde había ido a parar la taza? Simplemente había desaparecido. Miró  a los lados por si lo había dejado en otra parte del escritorio… pero nada, simplemente se había esfumado. No fue hasta que se levantó cuando por fin la vió, pero era tan irreal que no podía creérselo.
- ¿Qué demonios...? - susurró incrédula mientras pasaba la mano sobre el papel donde descansaba la taza de chocolate.
 No estaba sobre ella, ni tampoco al lado o en frente… estaba dentro del folio. Literalmente. Palpó el papel extrañada y arqueó una ceja. Si tocaba la parte en blanco, estaba fría, pero si tocaba la parte donde supuestamente estaba su taza… estaba cálida. Arrancó la hoja del cuaderno no muy segura de lo que iba a hacer. Cogió el folio con las dos manos y sin pensarlo mucho más lo sacudió con fuerza, viendo cómo la taza se estrellaba contra el suelo esparciendo el chocolate caliente por él. Vale… aquello era muy raro. No entendía lo que acababa de ocurrir. ¿Cómo había sido capaz de hacer aquello?
 Miró con curiosidad el cuaderno mientras una idea la rondaba por la cabeza. No tenía ni mínima idea de cómo había sido capaz de hacer aquello, pero si la salía una vez podría salirle una segunda. Se acercó hasta el cuaderno y buscó un dibujo que podría resultar perfecto para la ocasión. Tras encontrar el dibujo perfecto para lo que estaba pensando comenzó a sentirse nerviosa de repente. Aquella situación que estaba viviendo la producía un sentimiento de miedo y emoción mezclados. Era la situación más irreal que había vivido hasta ahora, y había vivido muchas en lo que llevaba de mes.  Miró el dibujo por última vez, repasando cada línea, cada trazado, hasta convencerse así misma que ocurriera lo que ocurriera no iba a ser nada que no hubiera visto antes. Puso el cuaderno en posición, lista para volver a sacudirlo, cuando de pronto vio cómo una piedra se estrellaba contra el cristal de la ventana. Se acercó hasta ella, pasando por encima del escritorio; mala idea ponerlo justo debajo de la ventana, pero no cabía en otro sitio; y dio un pequeño bote al ver que otra piedra se estrellaba en el cristal. Abrió la ventana extrañada cuando de pronto vio que volvían a lanzar una piedra, esta vez directa a ella. La esquivó con velocidad, dándose en la frente con el manillar de la ventana.
- ¡Serás burro! – oyó gritar desde abajo reconociendo aquella voz - ¿¡No ves que casi al das con la piedra!? -.
- No seas exagerado, ¿la ha esquivado no es así? Nadie ha resultado herido -.
 Samantha se asomó frotándose la zona dolorida de la frente y frunció el ceño. Xiumin y Chen estaban bajo su ventana, el último con un par de piedras en la mano. Así que era él el graciosillo de las piedras.
- ¿Qué se supone que hacéis aquí? – preguntó Samantha malhumorada - ¿Abrirme la cabeza o romperme los cristales? -.
- Hemos venido a buscarte, Elisabeth quiere hablar contigo – contestó Xiumin, entonces fulminó a Chen con la mirada mientras este se encogía de hombros y jugaba con las piedras lanzándolas al aire y volviéndolas a coger.
- ¿Qué pasa? – preguntó Chen – Yo solo quería hacerlo más divertido, no me dirás que ir y llamar a la puerta no es un cliché… es más original hacerlo como en las películas y tirar piedras a la ventana -.
- Siempre y cuando no hieras a nadie – recalcó Samantha señalándose la frente.
- Que tú seas torpe no es más que tu culpa -.
 Samantha rodó los ojos y en seguida bajó para reunirse con Xiumin y el loco de las piedras. Este último estuvo todo el viaje hasta la casa de Elisabeth recalcando su ‘’torpeza’’. ¿Qué culpa tenía ella? Si no hubiera tirado las piedras y hubiera llamado a la puerta como una persona normal y corriente no hubiera pasado nada y no se hubiera dado en la frente. Pero claro, no le pidas a Chen normalidad cuando  por aburrimiento, en clase de química, casi hace explotar todo el instituto mezclando lo que no debía mezclar.
- Sois unos aburridos – se quejó Chen cuando Xiumin dio la razón a Samantha – Unos simples mortales como vosotros no podéis entender mi humor -.
 Samantha y Xiumin rodaron los ojos y agradecieron a dios cuando Chen por fin pudo mantenerse en silencio durante el resto del viaje. Nunca, en su vida, un viaje de media hora se la hizo tan largo. Cuando por fin llegaron hasta la casa en la que Elisabeth y LuHan vivían juntos clavó la mirada en el coche que había en la entrada. Era un Lamborghini aventador de color negro.
- Veo que ha llegado antes que nosotros - comentó Xiumin observando con cautela aquel coche de tan alta gama.
 ¿Elisabeth esperaba a alguien más que a ella? No sabía por qué, pero aquello la resultaba de muy mala espina. Salieron del coche y se dirigieron directamente hasta el interior de la casa. No les tuvo que abrir nadie, la puerta estaba abierta. Cuando entró al interior de la casa pudo captar un ligero olor a incienso proveniente del salón. Se dio media vuelta, apunto de preguntar qué estaba pasando, cuando vió que tanto Chen como Xiumin estaban en la entrada y parecían incómodos.
- ¿No entráis? - preguntó extrañada.
- Preferimos quedarnos aquí, el aire no huele tan a podrido - comentó Chen con algo de desdén en el tono de voz.
- ¿Eso a qué viene? -.
- No le hagas caso - dijo Xiumin sonriéndola, o eso intentaba - Nosotros nos quedamos aquí, será más seguro para Elisabeth y su invitado -.
 No insistió con más preguntas y cerró la puerta tras de sí. Con paso lento se dirigió hasta el salón, sintiendo cómo aquel olor a incienso se intensificaba a cada paso dado. Extrañamente aquel olor a incienso la resultaba familiar. De alguna manera era reconfortante y extraño a la vez. Antes de entrar al salón repasó mentalmente algún momento en el que sus padres y ella hubieran estado relacionados con el incienso pero no podía recordar nada en aquel momento por el fuerte olor a incienso.
- Samantha – llamó Elisabeth – Sé que estás ahí, no tengas miedo a entrar -.
 Samantha, avergonzada por haber estado como un pasmarote en el pasillo, pasó lentamente hasta el salón. Elisabeth se encontraba sentada en el sillón, con una taza de té en la mano, al lado de un joven más o menos de su edad totalmente desconocido.  También tenía una taza de té en la mano, aunque no parecía haber dado ni un sorbo en comparación con Elisabeth. Miró alrededor buscando un asiento, sintiendo como las miradas la seguían. Una vez sentada Elisabeth dejó la taza de té en la mesita y clavó su mirada en ella una vez más.
- Samantha, quiero presentarte a un amigo – dijo elevando la mano hacia el desconocido – Su nombre es Kai y, al igual que tú, es un brujo oscuro -.
 Entonces Samantha entendió por qué la incomodidad de Chen y Xiumin en la entrada y de por qué no había ni rastro de Lu Han por la casa. Aún no entendía muy bien cómo podían… ‘’oler’’ la esencia de alguien. Es decir, ¿acaso los brujos huelen de una forma distinta a los humanos?
- Debo decir que, por lo que me has contado, me esperaba a alguien más joven – comentó Kai apartando la taza de té a un lado.
- Pues no sé qué decir, como mucho me sacras dos años – dijo Samantha sin saber muy bien cómo reaccionar.
- Aun que es joven es un prodigio con la magia, él te ayudará a controlar tus poderes hasta que cumplas la mayoría de edad - comentó Elisabeth tiñendo con seriedad el tono de su voz.
- ¿Por qué hasta entonces? - preguntó curiosa.
 Entendía, por el tono de voz de ambos, que lo que estaban hablando era algo serio pero su curiosidad siempre la vencía. Se suponía que su madre era una bruja y que provenía de dos estirpes de dicha criatura, por lo que la hacía especial y diferente a las demás… pero si aquello era cierto, y lo era, ¿por qué su madre o su hermana no la dijeron nada? Bueno, su madre poco la hubiera podido decir ya que era pequeña cuando aún estaba viva… pero su hermana si hubiera podido decirla algo.
- Que curiosa eres, creo que nos llevaremos bastante bien - comentó Kai sonriente.
- Pero… -.
 Samantha comenzó a hablar cuando vió como Kai se levantaba de su sitio y se acercaba hasta ella, cogiéndola de las manos y apretándolas con firmeza y decisión. Miró confusa a Elisabeth, quien la dedicó una sonrisa y un asentimiento. De nuevo dirigió la mirada a Kai, quien había cerrado los ojos como si se estuviera concentrando en algo. No supo cuánto tiempo estuvieron los tres en silencio, pero en un momento dado comenzó a sentir una débil vibración en las palmas de las manos. Aquella vibración se vió acompañada con un sentimiento cálido recorriéndola todo su cuerpo. No era una sensación demasiado agradable por lo que intentó soltarse del agarre de Kai, pero era demasiado fuerte. Miró con pavor a Elisabeth y esta la indicó que mantuviera la calma. Claro, no era a ella a la que la estaban haciendo todo eso asi que era fácil decirlo. Hizo una muesca de desagrado cuando ese sentimiento tan poco desagradable aumentó. Era lo mismo que sentía cuando veía películas de miedo y un asesinato muy bien detallado entraba en escena. Siempre apartaba la mirada cuando el cuchillo se hundía en el abdomen de la víctima por la repulsión y nauseas que la causaban. Pues aquella sensación que estaba viviendo ahora era la misma. Era como si la estuvieran revolviendo todo su interior sin dejarse ni un solo mínimo detalle. Justo cuando pensaba que iba a vomitar o desmayarse Kai la soltó las manos y aquel desagradable sentimiento abandonó su cuerpo de golpe, mareándose meramente cuando esto ocurrió. De repente se sentía más cansada que nunca y no pudo evitar dejar caer todo su peso sobre aquel sofá mientras esperaba a que todo a su alrededor dejase de moverse.
- La has dejado exhausta - oyó decir a Elisabeth, aunque para ella era como un susurro a lo lejos. Sentía como, poco a poco, empezaba a caer inconsciente. ¿Qué la habían hecho?
- No he podido evitarlo - aquella vez fue Kai el que habló - Había demasiado que limpiar, incluso han llegado a alterar sus recuerdos; no creerás que… -.
- Aún es pronto para decir eso, por ahora llevémosla hasta su casa y que descanse - oyó suspirar a alguien y notó cómo la apartaban un mecho de pelo tras la oreja con tanta dulzura que podría haberla sorprendido si no estuviera medio inconsciente.
- Has crecido tanto Sammy… -.
 Tras la última frase pronunciada por Kai no pudo resistir mucho más y cayó rendida en un profundo sueño. Aquella noche soñó con sus padres y ella, pero había alguien más. Un niño pequeño jugando con ella que le resultaba extrañamente familiar. Su madre se acercó a ella y le dio una taza de chocolate caliente y entonces el sueño desapareció y todo se volvió negro. ¿Podría significar algo todo aquello?

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