domingo, 22 de junio de 2014

Wolf's Tears: The Rise of the Witch - Prólogo

Autora: G.ell. (@Maria_BubbleTea)
Participantes: Samantha (OC/Fan), Lay, Tao, Luhan, Kris, Chen, Kai, D.O, Suho, Baekhyun y Chanyeol (EXO), Hyunseung (BEAST) y Yunho (TVXQ!)
Género: Long-fic, AU, ciencia ficción, fantasía, acción, angustia (ligero).
Advertencias: Lemon no explícito, muerte de algunos personajes.
Autorización: +12.



- Es mejor si los rodeamos por esta zona; así podremos detenerlos antes de que lleguen a cruzar la frontera y la manada de Seattle podría hacerse cargo de ellos -.

Lay suspiró cansado. La vida de un Alpha nunca se le había antojado tan cansada ni tan difícil como ahora. Tan solo llevaba como macho Alpha unos meses y ya se las tenía que ver con la amenaza de una familia de vampiros descontrolados. Observó unos momentos a su Beta, Suho, quien le miraba expectante. ¡Cómo odiaba tener que ser el que tomase las decisiones! Suho, Suho tenía capacidades para ser un Alpha perfecto, pero solo por la maldita cuestión de heredar el puesto tenía que serlo él. Suspiró indeciso y comenzó a darle vueltas una y otra vez las opciones:


Opción 1

Dejar que aquella pequeña familia de vampiros pasaran la frontera y mandar a un Omega como Baekhyun junto con los demás para que fueran a cazarlos, arriesgándose a que no los encontraran a tiempo y los vampiros llegaran a atacar a los ciudadanos. Entonces La Orden tomaría cartas en el asunto.

Opción 2

Hacer caso a Suho y acorralarlos en los límites de la frontera con Seattle para impedir su paso y que la manada de allí se encargase de ellos. En ese caso la otra manada podría equivocar su intención, y tomárselo como una especie de estrategia para dejarles a ellos con el muerto, con la esperanza de que algún vampiro se cargase a uno de los suyos. Eso solo les llevaría a empeorar su relación con los de Seattle, relación que no es muy buena en aquellos momentos.

- ¿Y bien? - insistió Suho.
- Tienes razón, pero eso solo empeorará nuestra relación con Seattle - dijo Lay con pesadez.
- Lay, respeto el echo de que todo esto sea nuevo para ti - comentó Baekhyun, su Omega - Pero en estos casos tienes que tomar una decisión rápida para que yo y Chanyeol podamos actuar cuanto antes -.
- Lo sé, lo sé... ¿No hay alguna posibilidad de mejorar la relación con los de Seattle antes de actuar? - preguntó Lay - Podrías ir y mandarles un mensaje de mi parte -.
- Reconozco que no es una mala idea, después de todo soy el más rápido, pero eso solo nos dejaría con tres días para actuar - admitió Baekhyun con algo de orgullo en el tono de voz. Toda la manada reconocía su velocidad como agilidad, después de todo es un Omega y ese título no lo consigue cualquiera.
- Tres días es suficiente - dijo Chanyeol - Puede que mis chicos sean novatos, pero están lo bastante cualificados para actuar en un espacio de tiempo tan corto -.
- Si te llevas a Kyungsoo contigo incluso os sobraría tiempo - comentó Suho - Es una buena idea Lay, podemos hacer eso -.
- Entonces hagámoslo - ordenó Lay - Baekhyun, saldrás en cuanto avise a la manada de Seattle de tu llegada y les explicarás la situación; Suho, tu y yo tenemos que estar listos por si intentan algo con Baekhyun. Sé que eres rápido, pero no quiero ninguna baja; y tu Chanyeol, llévate a Kyungsoo y a dos novatos más y vigilad los alrededores... Tenemos que estar al tanto si queremos que todo salga bien -.
Ninguno discutió las ordenes de su Alpha y se encaminaron a hacer lo ordenado. Tan pronto como la respuesta de Seattle llegó, Baekhyun se transformó y se perdió entra la espesura de los bosques de Vancouver camino a las fronteras con Seattle. Suho no tardó en felicitarle por su actuación. Sabía que aún le faltaba práctica y que tenía que trabajar duro para borrar la huella que su padre dejó en la reputación de esta manada. Él le agradeció el gesto con una sonrisa y decidió tomar un poco el aire. Echaba de menos Canadá, debía de reconocerlo, pero echaba muchísimo más de menos a Samantha. Hacía días que no habían podido hablar por teléfono móvil y eso le mataba. Sobre todo más cuando, al llegar, te enteras de que tu ex novia ha sido aceptada en la manada y tienes que lidiar con ella casi todo el día. Es matador.
- Lay -.
Hablando del rey de Roma.
- ¿Qué quieres Rebeca? - preguntó sin emoción alguna en su voz. No quería darla una imagen equivocada, para él solo existía Samantha y nadie podría cambiar eso. Ni si quiera la misma Samantha podría hacerlo a estas alturas.
- Ya sabes que me puedes llamar Revy, como antes de irte... - dijo la chica - Hay alguien que quiere verte, una señora dice tener algo importante que discutir contigo -.
- Dila que no tengo tiempo, invéntate alguna excusa - ordenó Lay.
- Dice ser importante - insistió Rebeca - Es de La Orden -.
Al escuchar aquel nombre no pudo contener su preocupación. La Orden en su casa solo podía significar una cosa: habían descubierto su relación con Samantha y querían aprovecharse de ello para poder localizarla. Cosa que era gracioso, por que ni si quiera él era capaz. Decidió descubrir aquella repentina visita y pasó al interior de la casa de nuevo, no sin antes indicar a todo el mundo que no entrase bajo ningún concepto. Todos obedecieron, aunque Suho no se veía muy convencido. Una vez todo el mundo fuera pasó al salón. Allí una señora junto con dos jóvenes se encontraban de pié, frente a él. La señora debería tener unos 60 y pocos, aun así se conservaba bien. Su pelo era corto de un color blanco como la nieva y su ojos de color gris como un cielo tormentoso. Sus dos compañeras deberían rondar la edad de Samantha. Una era de pelo rojizo y ojos cobre, la otra, de más baja altura, rubia y ojos verdes. Observó a sus visitantes unos minutos, intentando saber por qué aquella mujer se le hacía tan familiar.
- ¿Puedo ayudarla en algo? - preguntó Lay rompiendo aquel silencio tan tenso.
- Hemos venido a hablar con le Alpha de esta manada por lo que, si no le importa, nos gustaría que le avisaras. Su amiga no ha parecido entenderlo - dijo una de las jóvenes, la rubia. ¿Por que le hablaba como si fuera 50 años mayor que ella?
- Yo soy el Alpha de la manada - contestó. La de ojos cobrizo arqueó una ceja, interesada.
- Desde cuándo, ni no es muy impropio preguntar -.
- Desde hace un par de meses - dijo Lay comenzando a no gustarle nada todo aquel tema - Si habéis venido a hablar, por favor, tomad asiento -.
las tres desconocidas no tardaron mucho en acomodarse en el sillón del salón, quitándose sus abrigos. Las tres vestían de una forma muy similar. La ropa, aunque sofisticada, era blanca para las tres. Cada conjunto concorde con su edad. No había otro color que el blanco, cosa que llegaba a dañarle la vista.
- Debes de ser el hijo del antiguo Alpha joven, ¿me equivoco? - aquella vez fue la mujer quién habló.
- Así es - admitió Lay sentándose frente a ellas.
Pudo observar la distintas aptitudes de cada una de ellas por la forma en la que se sentaban. La rubia parecía tener una actitud un tanto sumisa en comparación de su compañera. Ella estaba completamente recta, con las manos sobre sus rodillas, y no dejaba de removerse en el sitio de vez en cuando indicando su incomodidad. Por el contrario, la del pelo rojizo, tenía una postura mas coqueta y no dejaba de mirarle de una forma un tanto atrevida.
- Mi nombre es Minerva Bonnet y estas son mis aprendices de más confianza - dijo la mujer. Con un gesto un tanto estirado señaló a las dos chicas, indicando su turno para hablar.
- Kaethe - musitó la chica rubia con un débil hilo de voz.
- Ginger - dijo la otra chica con un tono más juguetón.
- Me han dicho que sois de La Orden, ¿puedo saber qué quiere ahora de mi manada? - preguntó Lay - Creí haber dejado claro que el lazo que hizo mi padre se había roto -.
- La maestra Minerva es la bruja blanca de La Orden - dijo Kaethe - Es una de las brujas blancas más poderosas que existen y es la encargada de la protección de La Orden, es por eso que hemos venido ha hablar contigo -.
- Sigo sin comprenderlo -.
- Siendo la bruja blanca de una organización tan grande y prestigiosa como La Orden nuestra maestra puede enterarse de muchas cosas, aun más siendo una de los tres altos mandos - prosiguió Ginger sin dejar de juguetear con un mechón de su melena.
- Joven, he oído hablar mucho sobre una bruja mestiza llamada Samantha - al mencionar su nombre Lay se tensó. Lo sabía, todo aquello era por Samantha y para poder descubrir su paradero que, incluso para él, era desconocido - He echo mis propias investigaciones sobre dicho bruja y he sido capaz de ver la tan especial unión que mantenéis -.
- No pienso decirla dónde se encuentra, y aunque quisiera, no lo sé - dijo Lay en un tono muy a al defensiva.
- No venido aquí para eso joven, ya sé donde se encuentra - lo que Minerva dijo le pilló por sorpresa. ¿Ella sabía el paradero de Samantha?
- ¿A qué ha venido entonces? - preguntó Lay, aquello comenzaba a no gustarle y la decisión de quedarse a solas con aquellas tres mujeres comenzaba a parecerle una estupidez que le podría costar la vida.
- Joven, he venido a avisarle - respondió Minerva en un tono serio.
- ¿Avisarme? -.
- Si, avisarle - repitió la mujer - Verás, tras mucha búsqueda de información he podido llegar a la conclusión de una cosa. Esa misteriosa chica, cual existencia desconocía hasta hace poco, y yo estamos unidas por un vínculo mayor por el cual está unida a ti -.
- No me diga más. No es la única que intenta separarnos - interrumpió Lay cansado de la misma historia - Si viene a recordarme el error que cometí y mi castigo, déjelo, sé muy bien que hice y qué castigo me impuso La Orden y dejé muy claro que no pienso hacer nada de lo acordado con mi difunto padre. No formaré una alianza entre mi manada y La Orden, y no entregaré a Samantha bajo ningún concepto. Haber si les entra de una jodida vez en la cabeza -.
- ¿Cómo te atreves a hablarle así? - preguntó en un tono ofendido Kaethe. ¿Qué? ¿Acaso nunca ha oído a alguien decir algún taco?
- Kaethe, todos los lobos son así. Temperamentales - la forma en la que Ginger dijo aquella palabra le produjo un escalofrío en la espalda. Para ser una aprendiz a bruja blanca, las apariencias no lo dejaba demasiado claro.
- Entiendo su postura jov... -.
- Llámeme Lay, la forma en la que se dirige a mi me hace parecer mi padre - interrumpió este cansado de tantas formalidades.
- Lay - parecía no gustarla la idea de quitar las formalidades - Entiendo su postura, pero entienda usted la mía. Aquella joven, Samantha, corre un gran peligro. La Orden se creó con el fin de proteger a los de nuestra especie: Criaturas con apariencia y sentimientos humanos, pero que en realidad esconden a un monstruo bajo su piel; pero hay alguien dentro de La Orden que tiene unos fines mas egoístas y quiere hacerse con el poder de Samantha para conseguirlo. A estas alturas todos los de La Orden conocen de vuestra relación y aquellos que se atrevieron a dar la espalda a esta institución no dudarán en usarte para llegar hasta mi preciada Samantha -.
- ¿Mi? - rió Lay - Habla de Samantha como si la apreciaran, y sé muy bien que no es verdad. Si no, en le pasado, no hubieran dejado en este estado -.
- Era preciso por aquel entonces, y tu pequeño desliz nos brindó la oportunidad que necesitábamos para poder despistar a los traidores e intentar enmascarándolos, pero fue en vano - lamentó Minerva.
Lay suspiró al recordar ese ''pequeño'' desliz. Si había algo que de verdad hubiera deseado no hacer fué aquello. Incluso ahora le dolía si pensaba en ello, pero por eso decidió guardarlo en lo más profundo de su ser, muy al fondo y con llave, para asegurarse de que nunca jamás saliera a la luz. Al menos no frente a Samantha.
- Si no le importa, valla al grano - dijo Lay en un tono apagado - No tengo humor para hablar mucho más tiempo, y no creo que la imagen de ropa y carne desgarrándose, y huesos dislocándose, le agrade mucho a usted y sus aprendices -.
- Como quiera joven - musitó Minerva - Iré sin más rodeos: Samantha es mi nieta -.
Con un movimiento rápido Lay se levantó del sillón como acto reflejo, sobresaltando a las dos jóvenes que descansaban al lado de Minerva. ¡Por eso se la hacía tan conocida! Tenían los mismo ojos y el parecido que mantenían era notable. ¡Pero qué estúpido había sido! ¡Ahora conocía a aquella mujer! Estaba presente cuando a su preciada Samantha la borraron la memoria y fue quien sustituyó sus pensamientos por los de otra chica.
- ¿Eres su abuela y permitiste que todo esto la sucediera? - preguntó enfurecido dejando escapar un gruñido que asustó a Kaethe.
- Comprendo su enfado Lay, pero en ese momento no sabía que era mi propia nieta a quien estaba suplantando la memoria; ni si quiera supe de la incineración de mi hija hasta que me entregaron sus cenizas en aquel jarrón de porcelana chino - dijo Minerva e increíblemente su voz no se quebró ni una sola vez - Y por eso es por lo que vinimos a avisarle. Tienes que alejar a Samantha de todo esto hasta que podamos solucionarlo. Si se lo dijera yo no me creería ni una sola palabra, no creería que soy su abuela y vendría a tí. Entonces los traidores aprovecharían la ocasión y la atraparía para sus fines egoístas; y no dudarán en matarla si con ello consiguen esos fines -.
Antes de que pudiera contestar alguna estupidez a causa de su enfado su móvil sonó. Cuando miró el nombre de la llamada sintió un profundo alivio; era Samantha. Antes de poder contestar a la llamada, la arrugada mano de Minerva se posó sobre la suya y clavó sus ojos suplicantes sobre los suyos propios. 
- Lay, por favor, aleja a Samantha de todo esto. En ningún momento dejarán de vigilarte con tal de descubrir su paradero - suplicó Minerva - Ya perdí a mi nieta una vez y ahora tengo una oportunidad de arreglarlo todo y recuperarla, no puedo permitir que lo que sentís acabe significando su muerte -.
- Tardé meses en encontrarla, semanas en conseguir que volviera a confiar en mí y recordase sus sentimientos hacia mí... - dijo Lay - ¿Y usted pretende que eche todo eso a perder solo por un error que usted cometió en el pasado? -.
- Todo el mundo comente errores Lay, tú lo sabes bien - contestó Minerva alejándose de él - Sé que Samantha te importa lo suficiente como para ponerla a salvo, pero también sé lo egoístas que pueden llegar a ser los lobos con su pareja. Solo te pido que pienses en su sonrisa y en lo que ocurriría si nunca más la pudieras volver a ver -.
- Me odiará -.
- Es un sacrificio que deberías estar dispuesto a correr con tal de protegerla - Lay suspiró. 
Tenía razón, pensó, debería estar dispuesto a correr este tipo de sacrificios por Samantha con tal de asegurar su seguridad y prevenir que la matasen. El teléfono sonó por segunda vez y, tras estar completamente seguro de lo que estaba a punto de hacer, miró a Minerva y asintió. Puso ver una pequeña sonrisa de agradecimiento profundizar las arrugas de su rostro y aunque quiso, no puedo devolvérsela.
- Samantha - dijo al descolgar la llamada. Tenía que intentar sonar lo más distante posible - Tenemos que hablar -.

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