viernes, 20 de junio de 2014

금지 된(Forbidden) - Capítulo 6

Autora: G.ell. (@Maria_BubbleTea)
Participantes: Ahn Jiae (OC/Fan), Hongbin, Leo, Hyuk, N, Ravi y Ken (VIXX) y Eunji y Kyungri (9Muses)
Género: Long-fic, AU, romance, angustia(ligero).
Advertencias: Lemon no explícito, mención de maltratos e intento de violación.
Autorización: +16.




 Releyó los mensajes una última vez antes de borrarlos. Hyuk en Londres. ¿Acaso era una broma pesada de alguno de sus antiguos amigos o qué? Si lo era, bueno, no tenían humor alguno; y si era verdad, lo último que quería era volver a ver a Hyuk. Después de todo lo ocurrido ni si quiera tenía ganas de oírle o de pensar en él.
- ¿Qué haces? – preguntó Leo sacándola de sus pensamientos.
- Tan solo miraba si papá había vuelto, Hongbin me mandará un mensaje si vuelven cuando no estoy en casa – mintió Jiae, aunque en realidad era verdad lo que acababa de decir.
 Aquella tarde había decidido ayudar a Leo a colocar un par de cosas en su nuevo departamento. Mudarse en aquel sitio le hacía estar más cerca de la universidad y eso le facilitaba cumplir con los horarios y no llegar tarde a las clases en las que él acudía como profesor en prácticas. Lo único malo, según él, era con quien debía compartirlo.
- ¿Dónde está Ken? – preguntó Jiae para cambiar de tema. Lo último que necesitaba era que Leo se enterase de la presencia de Hyuk en Londres, mucho menos que su amigo protagonizase las portadas de todos los periódicos o las noticias con el titular ‘’Asesinato sangriento’’.
- Si te digo la verdad no me importa – contestó este – Pero contra más tarde en aparecer, menos me dolerá a cabeza -.
- No digas esas cosas. Parece un buen tipo, además es bastante mono – dijo Jiae.
 Leo la miró unos segundos, como si estuviera procesando la información e intentando relacionar ‘’mono’’ y ‘’buen tipo’’ con Ken. ¿Tan difícil le parecía?
- Eso es porque no vives con él. ¿Sabes a qué hora se puso a cantar? ¡A las seis de la mañana! – dijo Leo con un tono irritado.
- Tú también cantas – añadió Jiae divertida.
- Pero no a las seis de la mañana, repito, seis de la mañana. Es molesto y no hay más que hablar – sentenció Leo metiéndose en su cuarto.

 Jiae sonrió divertida. Hacía mucho tiempo que no veía a Leo tan irritado por culpa de alguien y eso la traía buenos recuerdos de cuando se conocieron por primera vez. En ese momento Ken entró por la puerta, cargando su guitarra en su espalda. Ambos se sonrieron al cruzar la mirada y Ken apuntó a la habitación de Leo, pronunciando su nombre sin llegar a decirlo. Ella asintió y observó cómo Ken colocaba la guitarra sin hacer ruido y se dirigía hacia la habitación de Leo. Segundos después de que este entrara oyó a Leo dar un grito, asustado, y la risa de Ken siguiéndole de cerca.
- ¡Dios Ken! ¿No sabes llamar a la puerta cuando llegas? – preguntó Leo saliendo del cuarto con gesto molesto.
- ¡Es bueno saber que te alegras de verme Leo! – rió Ken.
- Solo me alegraré de verte cuando sea en tu entierro – murmuró Leo.
- Eres cruel conmigo - dijo Ken haciendo un puchero – Por cierto, ¿no crees que se te olvida algo Lice? -.
 Esta miró confusa a Ken, quien había abierto los brazos de par en par y la miraba expectante. Tras unos segundos lo entendió y se levantó para abrazarlo con fuerza, siendo rápidamente correspondida. Aquello era uno de las muchas cosas que la gustaba de Ken, lo fácil que era sentirse cómoda junto a él pese al poco tiempo que se llevaban conociendo. Siempre estaba sonriendo y te animaba a hablar con él siempre que te veía. Ken era el tipo de persona que la hubiera gustado ser, quizá si hubiera sido así las cosas hubieran salido de otra forma.
- Ken, Lice necesita respirar – dijo Leo al ver que el abrazo se tornaba más largo de lo esperado. Ken rió y soltó a Jiae.
- No es mi culpa que sea tan adorable, me recuerda a mi hermanita menor – dijo Ken pinchándola una mejilla.
- Que pena que Lice se tenga que ir ya – dijo Leo cogiendo a la más baja por los hombros y conduciéndola hasta la puerta.
- ¿Qué? ¿Tan pronto? – lloriqueaba ken mientras les seguía de cerca como un perro abandonado.
- Si, tan pronto – dijo Jiae con una pequeña sonrisa – Pero puedo pasarme otro día si quieres -.
- Por mí perfecto – sonrió Ken.
 Leo observó a ambos y rodó los ojos. Uno sin saber disimular cuando está ligando y la otra que no sabe verlo. Normal que su amiga se metiera en tantos problemas con los chicos. Tras una despedida demasiado larga para su gusto, pudo sacar a su amiga del piso y meterla en su coche para llevarla a su casa.
- Sigo sin comprender por qué odias tanto a Ken – dijo Jiae observando a Leo de reojo.
- No lo odio, solo digo que es molesto la mayor parte del tiempo – contestó Leo.
- ¿Y la otra pequeña? -.
- Está durmiendo -.
- ¡Eres incorregible! – se quejó la chica lanzando las manos al aire en un gesto desesperado.
- Lo sé – dijo Leo – Por cierto, adivina quien ha intentado contactar conmigo hace unos días -.
- ¿Tus padres? ¿Tu ex? ¿Tu hermana? -.
- Hyuk -.
 Un escalofrío y un mal presentimiento recorrieron la espalda de Jiae. Hyuk no solo había intentado contactar con ella, sino que también lo había intentado con Leo y eso no era una buena decisión. Leo fue el que peor recibió la noticia de su ruptura con Hyuk y sus motivos, bueno a parte de ella claro está. Aquella noche había visto una parte de él que no desearía volver a ver. Nunca había visto a alguien tan enfurecido ni tan a favor de matar a alguien.
- A… Q-qué raro que no haya recibido ningún mensaje o llamada por su parte yo también – dijo Jiae intentando hacerlo sonar creíble.
- ¿En serio? Porque me dijo que estuvo enviándote mensajes y que aún no has contestado a ninguno – musitó Leo arqueando una ceja.
- Ohh… -.
- Si, ‘’Ohh’’ – repitió Leo algo molesto - ¿Por qué no me lo has dicho? Admito que la última vez que lo vi casi lo mato… pero ahora es diferente -.
- No lo sé… Supongo que no quería creérmelo cuando leí los mensajes – dijo Jiae.
- ¿Qué decían? -.
- Quería que hablásemos sobre lo ocurrido, que no acabara así lo nuestro y en el último me daba su dirección – contestó Jiae.
- ¿Y qué piensas hacer? -.
 Jiae suspiró y se encogió de hombros. Hacía unos minutos que habían llegado a su casa, pero no tenía ganas de entrar por ahora. Leo no iba a dejarla ir sin intentar resolver esto de todas formas, por lo que decidió no pelear y quedarse dentro.
- No lo sé… Hongbin y yo acabamos de empezar, lo menos que necesita es vérselas con mi ex y mi pasado. Seguramente ninguno de los dos lo aguantaría y acabaríamos igual que con Hyuk: A gritos, yo llorando y él dando golpes por toda la casa. Solo que esta vez es una boda lo que está en juego y no solo mi relación – dijo Jiae mirando a Leo indecisa.
- Jiae, te lo he dicho mil veces – insistió Leo – Lo que te ocurrió no va a dictar tu vida. Otras chicas se han visto en lo mismo y han luchado contra ello, tú deberías hacer lo mismo -.
- Ya hemos tenido esta conversación y sabes perfectamente por qué no lo he denunciado Leo – contestó Jiae.
 No tenía ganas de volver a discutir con él por el mismo motivo de siempre. Raramente discutían ambos dos, pero ese tema era la excepción; y pese a todas las veces que ella le había explicado sus motivos por no haberlo denunciado ni dicho a sus padres y/o conocidos, Leo seguía insistiendo en que lo hiciese.
 Estuvieron hablando durante un par de minutos más hasta que Jiae decidió despedirse y entrar a su casa. Desde la entrada podía oír la tele del salón encendida, por lo que Ikky estaría viendo sus dibujos animados. Tras suspirar pesadamente dejó su chaqueta en el perchero y los zapatos en la entrada. Puede que aún no fuera de noche, pero ya estaba totalmente cansada.  En ese momento el teléfono la sacó de sus pensamientos.
- ¿Jiae? – era su padre.
- Hola papá, ¿qué tal os lo estáis pasando por allí? – preguntó Jiae intentando fingir su cansancio.
- Bien, el otro día Minah me obligó a ir de compras pero es lo malo de estar prometido con una obsesa de las compras – bromeó su padre - ¿Cómo estáis vosotros? ¿Alguna riña con Hongbin? -.
- No, al fin hemos podido aclarar las cosas entre los dos -.
 Como si la hubiera leído la mente Hongbin apareció atrás suyo abrazándola la cintura y dándola un beso en la mejilla. Jiae sonrió y le indicó que llamaba su padre. Este siguió hablando sobre las compras de Minah mientras Hongbin aprovechó la distracción de Jiae para darla un beso en los labios y arrancarla una sonrisa.
- ¿Por qué has tardado tanto? Ikky y yo hemos tenido que comer solos – se quejó Hongbin en su oído para evitar que Thony le oyese.
- Ayudé a Leo a colocar algo en su piso, ya te lo dije – contestó Jiae apartando un poco el teléfono
- ¿Jiae? ¿Sigues ahí? -.
- Si papá, ¿qué me decías? -.
- Te echaba de menos – insistió Hongbin besándola de nuevo en la mejilla.
 Hongbin suspiró al ver que Jiae seguía ignorándola. Tras unos minutos de total aburrimiento escuchando a Jiae hablar con Thony una idea le recorrió la cabeza y sonrió divertido. Puede que Jiae no le esté haciendo caso, pero eso no significa que él no se pueda divertir ¿verdad? El plan era sencillo, tan solo había que poner de los nervios a Jiae.
- Oye Lice, ¿qué te parece si cuelgas el teléfono y te tumbas conmigo un rato? – susurró Hongbin en el oído de Jiae, produciendo que un escalofrío la recorriera la espalda.
- U-un momento papá… - dijo Jiae apartando el teléfono - ¿Qué se supone que estás haciendo? -.
- Nada – contestó Hongbin sonriendo inocentemente.
 Acto seguido puso sus manos a los lados de la cadera de Jiae y comenzó a acariciar su cadera con los pulgares, dibujando pequeños círculos sobre su piel. Jiae suspiró y siguió hablando con su padre. Hacía mucho tiempo que los dos no hablaban de esa manera y aunque fuera mediante un teléfono era un avance, uno bien grande entre ellos dos. Pero no estaba en los planes de Hongbin que su juego terminara tan pronto. Aun así quería jugar limpio y dejó unos minutos de tregua a Jiae hasta comenzar con lo jugoso del juego.
- Pues no lo sé, si fuera yo me gustaría pasar una tarde a solas co- ¡Ah! - Jiae sintió su voz desaparecer cuando Hongbin comenzó a besarla en el cuello.
- ¿Lice? ¿Cariño? – preguntó su padre - ¿Te encuentras bien? -.
- S-sí… es que me acabo de pillar con el cajón de la entrada – contestó Jiae.
- Mentirosa – ronroneó Hongbin contra su oído dibujando una sonrisa.
- Voy a colgar cariño, Minah quiere seguir comprando – escuchó decir a su padre desde la otra línea del teléfono.
  Aunque la línea ya no importaba más. ¿Qué lo hacía cuando Hongbin la besaba en el cuello y la abrazaba de aquella manera? Sin importarla qué más la estuviera diciendo su padre por el teléfono lo colgó y decidió hacer más caso a Hongbin. No supo cuantos minutos estuvieron de aquella forma, pero la hizo olvidar toda preocupación respecto a Hyuk… ¡Qué demonios! La hacía olvidar todo a su alrededor. Las manos de Hongbin no se habían movido de su cintura en ningún momento, cosa que no sabía si agradecía y la desesperaba, y los besos en el cuello cada vez se hacían más desesperados. Jiae suspiró, inclinando la cabeza a un lado. Si aquello seguiría así, las cosas iban a escalar demasiado rápido.
- ¿Y ahora te tumbarás conmigo un rato en el sillón? – preguntó Hongbin divertido al ver el sonrojo en las mejillas de Jiae.
- Solo si sigues besándome así – contestó Jiae algo avergonzada.
- No creo que pueda negarme a eso -.
  Ambos rieron mientras se dirigieron hasta el salón y, una vez allí, sentarse uno al lado del otro en el sofá. Antes de comenzar de nuevo con su ronda de besos Hongbin se acomodó en una mejor posición, obligando a Jiae a hacerlo también. Ambos quedaron tumbados, la espalda de ella pegada al pecho de él y su rostro escondido en el hueco del cuello de Jiae, esparciendo pequeños besos por la longitud de este. Nunca en su vida se había sentido tan tranquila ni atendida después del accidente en su anterior cumpleaños, cuando la relación con Hyuk se fue para siempre. Recordar eso la hizo removerse en el sitio, llamando la atención de Hongbin.
- ¿Qué te pasa? – murmuró contra su oído. El tono de su voz y la forma en decirlo hacía que en vez de murmurarlo, pareciera que lo estuviera ronroneando.
- Acabo de recordar algo, no es nada – murmuró ella como respuesta. No entendía por qué hablaban en aquel tono tan bajo pero la gustaba, hacía ver la situación como lo que era. Su secreto.
- Puedes contarme lo que sea – dijo Hongbin abrazándola con fuerza contra su pecho y hundiendo su rostro en el cuello de la joven, aspirando un poco de su dulce aroma.
 Jiae dudó unos segundos si contarle todo lo ocurrido o no. Un sentimiento de inseguridad y miedo se apoderó de ella al si quiera pensarlo. ¿Cómo reaccionaría él si descubriera su mayor y más oscuro secreto? Lo más probable fuera que tuviera la misma reacción que su madre; seguro que la miraría con los ojos abiertos como platos, luego se quedaría en silencio y después la miraría asqueado… y no podría soportarlo, al menos no sin hacer una locura más. Y esta vez no se teñiría el pelo, estaba segura de hacer algo que la perjudicaría a ella directamente. No quería volver a pasar por la vergüenza que pasó en aquel entonces, mucho menos en la tristeza y el dolor al descubrir lo único que en verdad la importaba a su madre. Las apariencias y la opinión de los demás. Pero… Hongbin no podía ser así, ¿verdad?
- Jiae, empiezas a preocuparme – dijo Hongbin dejando que la chica se girase para estar cara a cara.
- Tengo un problema – murmuró Jiae – es sobre un chico de mi pasado -.
- Oohh… -.
- Verás… esta mañana vi que me envió tres mensajes para arreglar unos asuntos entre nosotros y no sé qué hacer – siguió Jiae.
- ¿Qué es…? – preguntó Hongbin – O bueno, ¿qué era para ti? -.
 Algo en la mirada de Hongbin la hizo echarse hacia atrás en el último segundo. No podía permitir que se alejase tan pronto de ella. No quería tener que verse en la misma situación otra vez. Sabía que era un gesto egoísta por su parte, pero necesitaba a Hongbin a su lado todo el tiempo posible… aunque para ello necesitase adornar un poco la verdad sobre su pasado.
- Mi mejor amigo… - ni ella misma se lo hubiera creído, pero Hongbin no sabía nada de su pasado y cabía la posibilidad de que nunca lo hiciera – Antes de venir aquí, casi unos días antes, hubo un malentendido entre nosotros. Alguien le hizo creer que le estaba utilizando y engañando; nos peleamos, dijo cosas muy hirientes contra mí y cortamos la relación… hasta ayer -.
 Hongbin suspiró tranquilo. Asi que, después de todo, ese tal Hyuk tan solo se trataba de un viejo amigo que quería arreglar las cosas con ella. Ahora ya no se sentía tan mal de haber leído los mensajes sin permiso de Jiae.
- Pues vé a hablar con él entonces – dijo Hongbin.
- Ojalá fuera tan fácil… ¿y si lo único que consigo es dejarlo peor? ¿Y si volvemos a pelearnos? -.
- Una amistad no se corta tan fácilmente, creo que si le explicas bien lo que en realidad ocurrió lo entenderá – insistió Hongbin al ver la inseguridad en Jiae.
 La joven tan solo suspiró y asintió. Hongbin tenía algo de razón, aunque no supiera toda la verdad. Antes de haber salido juntos fueron grandes amigos. Debía de aferrarse a la posibilidad de que algo de su amistad quedara en la memoria de Hyuk y tirar de ello. Todo fue una equivocación después de todo, quizá si se lo explicase otra vez conseguirían volver a ser amigos al menos, aunque lo dudaba.
- Ojalá fuera tan fácil – suspiró Jiae acurrucándose contra Hongbin.
- Puede que si sea tan fácil. Nunca sabes lo que ocurrirá y pidiéndole perdón; o explicándote, no sé qué pasó entre vosotros asi que no sé muy bien como aconsejarte; arregléis las cosas – insistió Hongbin imitándola, acurrucándose contra ella al mismo tiempo que ella lo hacía contra él. Cualquiera que los viera…
- ¿Qué haces? – preguntó Jiae divertida.
- Me estoy acomodando – contestó Hongbin - ¡Valla chica! Puede que seas pequeña, pero ocupas bastante -.
 Jiae abrió la boca sorprendida. Sabía que lo decía solo por buscarla las cosquillas y, de hecho, la gustaba que se tomasen la comodidad de bromear con ella sobre su tamaño o su imagen. Ella estaba orgullosa de su cuerpo aunque no fuera el mejor del mundo, y que bromeasen con ella sobre este aspecto la hacía sentirse un poco más cómoda… claro, que a veces tuvo que pararle los pies a alguno, pero por el tono de voz de Hongbin y la sonrisa que dibujaba en su rostro sabía que estaba esperando una respuesta por su parte.
- ¡Soy pequeña, pero capaz de darte una paliza si vuelves a meterte con mi aspecto! – contestó Jiae dándole un pequeño golpe en el abdomen, lo que hizo que Hongbin se doblara por mero reflejo.
- Eso me gustaría verlo tapón – Hongbin rió al ver la reacción tan divertida de Jiae. ¡Le encantaba que arrugase la nariz de aquella forma tan adorable! – Estoy seguro de que ni de puntillas podrías llegar a mi altura -.
- Vuelve a meterte con mi altura y sufrirás las consecuencias – amenazó Jiae dramatizándolo con una expresión exageradamente seria.
- No serías capaz -.
- ¿Por qué? -.
- Porque soy irresistible  -.
Jiae rodó los ojos ante la gran seguridad en sí mismo de Hongbin, aunque no tuvo mucho tiempo en responderle cuando este comenzó a besarla en los labios. Despacio, a un ritmo acompasado. Tal y como lo hizo en su cuarto cuando ella estaba enferma y la tormenta no la dejaba dormir en paz.
- ¿Te das cuenta de que en cuanto vuelvan nuestros padres tendremos menos oportunidades para tener momentos así? – murmuró Hongbin contra sus labios para seguir besándola después.
- Tu sí que sabes cómo animar a una chica Hongbin – dijo Jiae haciendo un puchero, el cual Hongbin besó divertido.
- Quiero decir – se explicó Hongbin – Es mejor aprovechar el día, ¿no crees? -.
- ¿Ikky? -.
- En un cumpleaños -.
- ¿Trabajo? -.
- Pedí el fin de semana libre para cuidarte. Estabas muy mala -.
- Eres irremediable –.
- La palabra es ‘’Irresistible’’ -.
 Sonrió antes de que Hongbin volviera a besarla. Normalmente, en todas las relaciones anteriores, si no dejaban de besarse al final acababa cansándose y hacía una excusa barata para detenerse, pero con Hongbin era tan diferente todo. Los besos no parecían forzados, eran muy naturales y se sentía cómoda. Todo con Hongbin era natural y cómodo. Las caricias, los besos, las bromas… inclusos cuando ambos se quedaban en total silencio.
 En algún momento dado de aquella sesión de besos ambos se encontraron perdidos en el otro. Las manos de Jiae se encontraban trazando figuras sin sentido en la altura de la nuca de Hongbin, mientras que una de las manos de Hongbin se encontraba jugando con el borde del pantalón vaquero de Jiae y la otra perdida entre la selva violeta de su cabeza.
- Si sigues bajando esa mano acabaré perdiendo la cabeza – jadeó Hongbin al notar la mano de Jiae sobre su abdomen.
- Lo siento – dijo Jiae mordiéndose el labio algo avergonzada.
- Oye preciosa, ¿crees que deberíamos mantener en secreto lo nuestro por mucho tiempo? – preguntó Hongbin jugando con un mechón de su pelo.
- Al menos, hasta que se celebre la boda… para estar seguros de que no estropeamos nada – contestó Jiae.
- Conozco a mi madre, es capaz de descubrirnos en dos días – suspiró Hongbin – Vamos a tener que ser muy buenos en aparentar, y visto lo de ahora no sé si podré resistir mucho tiempo sin robarte un beso -.
- Tendremos que ingeniárnoslas, sobre todo con mi padre alrededor -.
- A veces haces ver a Thony como un monstruo come niños, no creo que sea tan malo. En todo el tiempo que llevo viviendo con él no le he visto comportarse como tu sueles decir – dijo Hongbin arqueando una ceja.
- A mi antiguo novio, cuando se enteró de quien se había llevado la ‘’inocencia’’ de su hija, casi lo diagnosticó traumas tan grabes que a un loco le haría sonrojar de vergüenza para que me dejase… No sé qué podría hacerte a ti siendo prácticamente familia – dijo Jiae en un tono serio, aunque no pudo fingir mucho tiempo al ver la cara de susto de Hongbin – Es broma, tan solo intentó dispararle con la escopeta de caza -.
- Pues no es que lo hallas mejorado demasiado – lloriqueó este comenzando a temer por su vida.
 - Sobrevivirás – dijo Jiae dándole un beso en los labios.
- Tenemos que poner unas reglas para cuando vuelvan nuestros padres -.
 No sabía por qué pero aquello no la gustaba demasiado. Bueno, si sabía por qué aunque no quería admitirlo. No quería admitir lo rápidamente que se había hecho adicta a los besos de Hongbin al igual que a sus caricias y los pequeños mordiscos que la daba en broma en las mejillas cuando no le hacía caso.
- ¿Es necesario? – preguntó ella haciendo un puchero.
- Solo si quieres que nuestros padres no descubran lo nuestro – contestó Hongbin comenzando a acariciarla de nuevo.
- Primera regla – dijo Jiae – Solo podrás besarme cuando estemos a solas, completamente a solas -.
- Eso es mucho tiempo sin besarte – se quejó Hongbin. Jiae rió levemente cuando Hongbin rozó su costado desnudo con la yema de sus dedos – Segunda regla: Prohibido, terminantemente, reírte. Esa risa tan adorable tiene que desaparecer -.
- ¡Oh! Entonces, ¿cómo me río? – preguntó Jiae.
- Busca una risa más desagradable – ordenó Hongbin.
- ¿Cómo? ¿Así? –. Jiae rió como una bruja. Intentó reír de la manera más desagradable que hubiera imaginado, haciendo reír a Hongbin.
- Ahora una tercera… - murmuró la chica una vez tranquilizados. De repente notó su voz temblar cuando Hongbin clavó sus ojos en ella. Tan profundos y tan oscuros – Prohibido mirarnos como ahora -.
- ¿Por qué? – preguntó Hongbin sin dejar de mirar los ojos de Jiae. Tan grises y enigmáticos.
- Me pierdo en ellos -.
- ¿Crees que yo no? -.
 Todo a su alrededor pareció detenerse en el tiempo. No oía nada más que los latidos de su corazón y el sonido de los cojines moverse cuando Hongbin se posicionó sobre ella; no sin antes acomodarla primero. Aquello la encantaba de Hongbin. Siempre buscando su comodidad ante la suya propia, cuando normalmente los demás buscaban primero la suya que la de las otras personas.
 No supo cuando tiempo estuvo perdida en los ojos de Hongbin, más no despertó de aquel mágico trance hasta que la besó. Un pequeño beso, casi efímero, pero capaz de enviarla masivas ondas de electricidad por su columna vertebral y robarla el aliento. Aquel beso, sumado con la atrevida mano que viajaba por su cuello hasta el final de su camisa, elevándola, la hacía erizarse la piel de una forma casi sorprendente.
- Podría estar horas, incluso días enteros, perdido en ellos – murmuró contra su oído - ¿Sabes? Dicen que los ojos son la puerta del alma, que reflejan los más puros y primitivos deseos de uno mismo -.
- ¿Qué te dicen mis ojos? -.
 Un escalofrío la recorrió la espalda a una velocidad vertiginosa en el momento en el que sus miradas se encuentran. Normalmente los ojos de Hongbin brillaban joviales y con dulzura, en aquella ocasión brillaban con lujuria. No. No solo había eso. Había algo más que lujuria; había decisión, nerviosismo y había algo que no había visto en mucho tiempo. Amor.
- Me deseas -.
 Aquello no era una pregunta, era una afirmación y aunque en palabras de Hongbin sonaba de manera diferente no le faltaba razón. Y aquello la abrumaba. En ninguna anterior relación había estado tan segura de sus sentimientos tan rápido, aunque con Hongbin todo parecía ir más rápido y menos… menos forzado.
 Durante unos minutos eternos ninguno de los dos dijo o hizo nada. Ni si quiera pestañeaban, tan solo se dejaban perder en los ojos del otro. Se armó de valor y elevó su mano hasta rozar la mejilla de Hongbin con la yema de sus dedos. Su piel era cálida bajo su tacto de pronto a ella también le entró el calor pese al mal tiempo de fuera.
- Bésame – se oyó decir, aunque no reconoció ni su propia voz.
- ¿Dónde? -.
- Sorpréndeme -.
 Sonrió divertido y un tanto interesado por la nueva actitud de Jiae, la apartó la melena y se acercó con lentitud hasta su largo cuello. Posó sus labios sobre la piel y la obsequió con el tan deseado beso, deleitándose los oídos con un pequeño jadeo que se escapó de entre los labios de Jiae. Labios que en aquellos momentos se moría por desgastar con los suyos propios.
 Se mordió el labio inferior y dejó caer su peso sobre el cuerpo de la joven con cuidado de no aplastarla. Aquella situación era de locos, y aunque ambos sabían cómo iba a acabar, no querían que llegara a su fin. Subió sus labios hacia el mentón de la joven sin dejar de repartir besos por el recorrido mientras se atrevía a elevar más su mano. Siente como el pecho de la joven sube y baja a causa de la excitación que ambos sentían y eso le hizo perder el poco autocontrol que hacía mella en él. La besó. La besó con todo lo que tenía guardado en su corazón en aquel momento y sintió un alivio inmenso el notar que Jiae le correspondía con la misma fuerza. Al separarse vuelven a mirarse a los ojos y, con la respiración aun agitada por el beso, Jiae se atreve a entrelazar sus dedos con el final de la camiseta de Hongbin y elevarla lentamente. La camisa se perdió entre los muebles del salón al igual que su mirada en el cuerpo de Hongbin. Este se da cuenta y no puede esconder la sonrisa de autosatisfacción. Tras besarla en medio de las clavículas formula una pregunta a Jiae. No era justo ser el único sin camiseta encima. Esta se incorpora ligeramente para facilitarle el trabajo y observa caer su camiseta al suelo, al lado de la de él.
 Entonces una sensación de calor se apoderó de ella por segunda vez. Ese calor capaz de sumirla en la más pasional locura que hubiera sentido antes. El deseo que la hacía atreverse a rozar sus labios contra la nuez de Hongbin, quien gruñó como gesto de aprobación.
- Nunca habría imaginado que fuéramos a hacerlo por primera vez en el salón – susurró Hongbin mientras sentía los labios y manos de Jiae sobre su cuello y espalda respectivamente.
- Tienes razón – dijo este – Mejor en tu cama -.
 El chico no tuvo otra opción que reír ante la prisa de Jiae y, sin previo aviso, la obligó a rodearle la cintura con las piernas y la elevó de un tirón, juntándola contra él y sujetándola con fuerza para cargarla hasta su cuarto.
- Esto, definitivamente, tenemos que añadirlo a las prohibiciones – jadeó Jiae una vez en la cama del joven.

- Créeme, después de esto no querrás añadirlo en esa lista -.

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