Autora: G.ell. (@Maria_BubbleTea)
Lemon no explícito, mención de maltratos e intento de violación.
Autorización: +16.
Participantes: Ahn Jiae (OC/Fan), Hongbin, Leo, Hyuk, N, Ravi y Ken (VIXX) y Eunji y Kyungri (9Muses)
Género: Long-fic, AU, romance, angustia(ligero).
Advertencias:
Lemon no explícito, mención de maltratos e intento de violación.
Autorización: +16.
Participantes: Ahn Jiae (OC/Fan), Hongbin, Leo, Hyuk, N, Ravi y Ken (VIXX) y Eunji y Kyungri (9Muses)
Género: Long-fic, AU, romance, angustia(ligero).
Advertencias:
El tiempo de Londres… Ya había oído hablar de él pero nunca imaginó que fuera tan
malo como la hicieron creer. Vale; sí, era normal que en pleno Octubre lloviera
e incluso nevara, pero no de aquella forma. La lluvia golpeaba con fuerza el
cristal del salón y aunque la chimenea estuviera encendida no podía parar de
temblar. No por que tuviera frío, sino porque estaba incómoda y nerviosa ante
la presencia de aquella mujer. La prometida de su padre.
¿Confusos? El caso es
que los padres de Jiae están separados desde hace 8 años, cuando ella había
cumplido los 9. Fue un duro golpe para la inocente Jiae y por eso cambió tan
radicalmente. Pasó de ser una niña dulce y cariñosa a alguien callada y la cual tendía a construir muros para alejarse de las demás personas. Sus padres se preocuparon tanto que incluso llegaron a llevarla ante un psicólogo. Aun así pudo engañarse a sí misma y a sus padres de que todo aquello lo tenía completamente superado. Al pasar los años perdió el
contacto con su padre, hasta ahora. Hace unos meses recibió una carta de aceptación a la prestigiosa universidad de Londres. En ella podía estudiar artes; como bien quiso su padre en su momento; e idiomas; como bien quiso su madre. No la importaba que sus padres hubieran elegido sus estudios, siempre la habían gustado aquellos dos temas. Con el arte era capaz de expresarse sin palabras y dejar plasmados sus sentimientos en un lienzo o papel, mientras que con los idiomas podría explicar su dibujo a distintas personas de distintos países del mundo. Pero no todo era bueno… para poder asistir a sus clases debería mudarse a Londres junto con su padre y con lo que eso conlleva, convivir con su futura madrastra y hermanastros. Sabía muy poco sobre ellos. Lo básico. Su futura madrastra era una prestigiosa escritora de cuentos juveniles a la par que ama de casa, treinta añera, con dos hijos y; al igual que su padre; de origen sur coreano. Desconocía la mayoría sobre sus dos hermanastros. Sabía que uno era unos años mayor que ella y que el otro era menor, de unos 5 o 4 años.
radicalmente. Pasó de ser una niña dulce y cariñosa a alguien callada y la cual tendía a construir muros para alejarse de las demás personas. Sus padres se preocuparon tanto que incluso llegaron a llevarla ante un psicólogo. Aun así pudo engañarse a sí misma y a sus padres de que todo aquello lo tenía completamente superado. Al pasar los años perdió el
contacto con su padre, hasta ahora. Hace unos meses recibió una carta de aceptación a la prestigiosa universidad de Londres. En ella podía estudiar artes; como bien quiso su padre en su momento; e idiomas; como bien quiso su madre. No la importaba que sus padres hubieran elegido sus estudios, siempre la habían gustado aquellos dos temas. Con el arte era capaz de expresarse sin palabras y dejar plasmados sus sentimientos en un lienzo o papel, mientras que con los idiomas podría explicar su dibujo a distintas personas de distintos países del mundo. Pero no todo era bueno… para poder asistir a sus clases debería mudarse a Londres junto con su padre y con lo que eso conlleva, convivir con su futura madrastra y hermanastros. Sabía muy poco sobre ellos. Lo básico. Su futura madrastra era una prestigiosa escritora de cuentos juveniles a la par que ama de casa, treinta añera, con dos hijos y; al igual que su padre; de origen sur coreano. Desconocía la mayoría sobre sus dos hermanastros. Sabía que uno era unos años mayor que ella y que el otro era menor, de unos 5 o 4 años.
Y aquel era el
motivo por el que se encontraba en aquel desconocido salón; escuchando a su
padre y futura madrastra hablar sin para y escuchando la lluvia golpear la
ventana. Era reconfortante, de alguna manera el sonido de la lluvia siempre
conseguía llevarla a un estado de tranquilidad absoluto… pero con los dos
adultos hablando sin compasión era difícil.
- Jiae es una chica muy callada por lo que puedo observar –
comentó su futura madrastra removiendo el café con leche.
- Supongo… - contestó ella si ganas, recibiendo una mirada
de aviso por parte de su padre.
¿Qué quería que
hiciera? No iba a darla dos besos y un abrazo nada más verla. No conocía de
nada aquella mujer y se había enterado de que iban a casarse el día que llamó
para avisar que iba a tener que convivir con ellos por una temporada. Estaba
molesta con su padre por no habérselo dicho antes y cansada por el viaje en
avión hasta Londres; en otras palabras, no tenía humor para nada en aquellos
momentos, ¿y quería que conociese a su madrastra? Lo llevaba claro, lo único
que quería hacer era tomarse una buena siesta y olvidarse del mundo unas horas.
- Ante no era así – dijo su padre. Su padre era la razón por
la que inventaron el término de ‘’persona alta’’. No había conocido aun a
alguien tan abismal como él ni tan intimidante. Tenía los ojos de un gris tan
oscuro que podía llegar a dar miedo a un crío pequeño; ademas sus rasgos eran
duros y afilados, portándole de una imagen fría y calculadora… pero luego abría
la boca y resultaba ser el hombre más bonachón del planeta – Era una niña muy
alegre y alborotadora. Siempre intentaba llamarnos la atención o sacarnos una
sonrisa -.
- Las personas cambian – contestó Jiae secamente.
Necesitaba salir de
allí cuento antes y sabía que, aunque luego se ganase una buena reprimenda, la
única forma era acabar con la paciencia de su padre. Y poca le quedaba a
aquellas alturas.
- Creo que se va a llevar bien con mi hijo mayor; tienen
casi la misma edad y es un chico que se hace querer – dijo su futura madrastra
para cambiar de tema.
- Desde luego es un chico con el que te sientes muy cómodo
rápidamente – continuó su padre.
- ¿Sabes Jiae? Mi hijo es un chico muy guapo y simpático,
seguro que seréis buenos amigos cuando os conozcáis. Ademas ha estudiado
fotografía y le pagan por administrar un blog… -.
Jiae rodó los ojos.
Si iban a comenzar a alagar a alguien que ni si quiera tenía ganas de conocer
era mejor desconectar y pensar en otra cosa. Volvió su mirada hacia las gotas
de la ventana y comenzó a dibujar formas y dejar volar su imaginación. Siempre
la ocurría eso. Cada vez que se aburría era capaz de desconectar y, en las cosa
más simple del mundo, ver algo artístico.
- ¿Estas escuchando Jiae? – preguntó su padre haciendo
notorio el enfado en su tono
.
.
- No mucho – contestó ella.
- Hablábamos sobre tu nueva universidad, ¿has pensado ya en
qué actividades extra escolares vas a apuntarte? – Jiae miró a su futura
madrastra pensativa.
La verdad es que tan
solo había pensado en las clases a las que presentarse, nada relacionado con
las actividades extra escolares. Quizá fotografía era una buena elección, diseño
tampoco tenía mala pinta, pero lo que sí que no iba a probar en la vida iba a
ser baile. No se veía en una pista, delante de un montón de gente y un jurado
bailando al ritmo de la música. Mucho menos con una pareja.
- No es algo que me preocupe mucho – contestó Jiae tras unos
segundos de silencio.
- ¿Por qué no me sorprende? – comentó su padre llamando la
atención de todos – Tampoco te preocupa ir por la calle con ese color horrendo
de pelo, ni tampoco que la gente piense que eres una chica anti social… no te preocupa
nada -.
Jiae suspiró
llevándose una mano hacia su melena. Hace unos meses decidió hacer una locura;
poner un cambio en su monótona vida; y teñirse el pelo de color lila claro. No
era un color feo y hacía mucho más notables sus ojos grises que su antiguo pelo
castaño. A su madre no la importó mucho… pero al parecer a su padre le pareció
la hecatombe de la desobediencia. Era su pelo, por lo que era su decisión ¿verdad?
- Pues no, no me preocupa lo que la gente pueda pensar sobre
mí porque ellos no me importan – contestó Jiae.
- ¿Y cómo piensas hacer amigos aquí en Londres bonita?
Porque tu hermano no está para ayudarte como siempre y yo estoy demasiado
ocupado como para hacerlo en su lugar – insistió su padre.
- Si vas a seguir con ese tema paso de quedarme aquí sentada
oyéndote quejarte por todo papá – dijo Jiae cogiendo su chaqueta y
encaminándose hasta la entrada de aquella casa – Bastante tengo con el dolor de
cabeza que me ha dado el viaje en avión y autobús como para aguantar tu mal humor -.
- Ahn Jiae Alice, como te atrevas a cruzar la puerta tendrás
que atender a las consecuencias – oyó decir a su padre ignorando a su futura
esposa.
- No me preocupa nada, ¿recuerdas? – contestó en voz alta
para después cerrar la puerta con fuerza.
Dios. En cuanto
volviera a entrar en aquella casa la iba a esperar la bronca de su vida, pero
se sentía demasiado bien tras haber contestado de aquella manera a su padre.
Puede que la gente que la hubiera escuchado pensase que estaba siendo egoísta o
cabezota… pero ellos no tenían que aguantar las consecutivas réplicas y
críticas de su padre. Claro. Para Anthony Parks; psicólogo de renombre y autor
de varios bestsellers sobre la psicología de los adolescentes; era muy fácil
criticar a cualquiera. A cualquiera menos a su hermano mayor. Él es perfecto
ante los ojos de su padre. Pero ella, haga lo que haga, nunca será lo
suficiente para su padre.
Empezó a oír ruido
proveniente del interior de la casa, seguramente por culpa de su padre y su
malhumor, por lo que prefirió calarse y perderse por las calles de Londres a
aguantar el mal humor de su padre. Las gotas de agua caían con fiereza a cada
minuto que pasaba y ella sentía que el frío la calaba los huesos. La gente que
pasaban por su lado bajo los paraguas la miraban extrañados y alguno, incluso,
dejaban escapar alguna que otra carcajada. Como si les hiciera gracia que
estuviera a punto de coger el resfriado del siglo. Siguió caminando en busca de
algún lugar cálido hasta pasar frente al escaparate de una cafetería. Casi
podía oler el aroma del café desde el otro lado del cristal y el calor del
local inundar su ser. Sin dudarlo ni un segundo más entró a la cafetería,
siendo recibida por un sorprendido camarero que no dudó en llevarla a un sitio
cerca del radiador. Por suerte la chaqueta había cumplido la misión de
protegerla de la mayor parte de la lluvia, aun así su jersey estaba algo húmedo
y su melena estaba totalmente mojada como si recién hubiera salido de una
ducha. Antes de que uno de los camareros se acercase a ella pudo observar a dos
chicas pasar por su lado y la manera en la que la miraban. Era diferente a la
de la gente de la calle, ellas parecían concernidas por su estado.
- Valla… veo que fuera sigue cayendo con fuerza – comentó el
camarero que se había acercado hasta ella para cogerla nota. Jiae levantó la
mirada esperando a que el camarero fuera algún adulto sin estudios que no había
podido encontrar otro trabajo que el de esa cafetería, pero en su lugar se
encontró con un chico joven que rondaba su edad. Era bastante atractivo; pelo castaño
claro y ojos oscuros con facciones asiáticas – Aunque nadie lo sabe mejor que
tú… -.
- Si eso era una broma no tienes futuro como cómico – comentó
Jiae de mal humor.
- Mal humor y frío ¿eh? – preguntó el joven sonriendo – Creo
que tengo algo para remediarlo. ¿Te gusta el chocolate caliente? -.
- Si claro… - murmuró Jiae frotándose los brazos para
intentar entrar en calor más rápido.
Sin decir nada más el
joven camarero se fue directo a la barra para preparar ese chocolate caliente.
Mientras tanto Jiae no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido en casa. Quizá
haberse ido de aquella forma no hubiera sido una buena idea por muy a gusto que
se hubiera quedado. Suspiró y observó cómo la gente iba y venía bajo sus
paraguas por las calles de Londres. Seguro que muchos de ellos tenían una vida
mejor que la suya la cual envidiar.
- Un chocolate caliente para una chica bonita – comentó el
camarero dejando la taza sobre la mesa y regalándola una sonrisa.
Debía de reconocer
que era mono… pero no estaba de humor como para que alguien in-tentase ligar
con ella en aquellos momentos. Cogió la taza sin casi humor y dio un sorbo,
notando la calidez de aquel líquido bajar por su garganta.
- Veo que sigues con mal humor – dijo el camarero - ¿Sabes?
Si sigues frunciendo el ceño de esa manera los chicos creerán que eres una
antipática -.
- No me importa lo que piensen los demás, a ver si os entra
en la cabeza de una vez – estalló Jiae molesta.
- ¿Os? – insistió el joven sentándose frente a ella. Jiae no
contestó y clavó su mirada en la taza de chocolate caliente, a veces se daría
un tortazo por lo bocazas que podía ser – Oye, si hay algo que te molesta lo
mejor que puedes hacer es contarlo -.
- ¿A quién? ¿A ti, un completo desconocido? – preguntó Jiae
de una forma un tanto arisca.
- No veo a nadie más y no creo que se acerquen… después de
ver como tratas a la gente entiendo el por qué – dijo el joven a punto de irse;
Jiae suspiró.
- Espera… - murmuró pasándose la mano por la melena aun
húmeda – Siento haberte contestado así -.
- No importa, y ahora… ¿qué es eso que te tiene de tan mal
humor? – contestó el joven.
Tras unos momentos de
silencio por fín se decidió a abrirse, pasase lo que pasase. Al principio
decidió contarle cosas irrelevantes, después de todo era un completo extraño y
podría pasar cualquier cosa. Al cabo del tiempo descubrió lo fácil que era
abrirse a ese chico. No parecía ser del tipo que hace que te escucha, si no que
él sí que lo hacía de verdad. De vez en cuando la daba su opinión e incluso la
hacía reír. Y entonces llegó el momento de contarle lo que en realidad la tenía
tan molesta. Le contó todo de principio a fin, explicándole todos los motivos
de por qué todo aquel asunto del matrimonio entre su padre y aquella mujer no
la acababa de gustar.
- En esos casos creo que deberías dar una oportunidad a la
prometida de tu padre. Puede que no tenga tan mala pinta como tú crees, incluso
puede caerte bien – comentó el joven, del cual aún no sabía el nombre.
- No lo sé… supongo… pero es que se me hace raro e incómodo
que mi padre haya olvidado tan pronto a mamá y se vuelva a casar con otra
mujer. Encima voy a tener hermanastros, que es lo mejor de la sorpresa – contestó
Jiae con gesto sarcástico.
- Yo no lo veo como algo malo. Yo voy a tener que conocer a
mi hermanastra en cuanto vuelva a casa y, por muy raro que se me haga, tendré
que intentar llevarme bien con ella – dijo el joven cruzándose de brazos e
inclinándose hacia la mesa de cristal – Aunque debo decir que ojalá fuera tan
guapa como tú, así al menos se me haría más fácil -.
- ¿No te cansas? – preguntó Jiae formando una pequeña
sonrisa.
- ¿De qué? -.
- Por más que intentes ligar conmigo no pienso darte ni mi
número de teléfono o mi nombre, no soy tan fácil – dijo Jiae inclinando la
cabeza y arqueando.
- Me parece bien, así resultará más divertido e interesante
¿no crees? -.
Jiae rió levemente
negando con la cabeza cuando recibió un mensaje de texto a su móvil. Era de su
padre y la dejaba muy claro que la quería en casa antes de que su otro
hermanastro volviera del trabajo. Perfecto, justo ahora que comenzaba a estar a
gusto desde que vino a Londres su padre tiene que fastidiárselo.
- Lo siento mucho pero tengo que irme, mi padre está
bastante molesto por la escapada – dijo levantándose del sitio y poniéndose la
chaqueta, aún estaba algo húmeda después de toda la carrera sin paraguas desde
su nueva casa.
- No pasa nada – contestó el joven sonriéndola – Pero… a
cambio tienes que darme tu nombre, al menos -.
Jiae sonrió y sin
decir nada se encaminó hasta la puerta de la cafetería. Había dicho que no era
una chica fácil y así era, por lo que iba a tener que hacerlo mejor para que
ella pudiera caer en esos jueguecitos y ligoteos.
- ¡Eh, la del pelo lila! -.
Se dio media vuelta
al ver que se dirigían a ella y gracias a que tenía buenos reflejos pudo coger
aquel paraguas que le camarero la había tirado. Jiae le miró extrañado unos
segundos tras comprender que se lo estaba prestando.
- Para que no te vuelvas a empapar por el camino preciosa –
dijo sonriente.
- No me llamo ‘’preciosa’’ – se quejó Jiae haciendo un pequeño puchero, estaba harta de
tanto piropo.
- Si me dirías tu nombre no te llamaría preciosa – insistió
el otro cruzándose de brazos. Jiae suspiró rendida rodeando los ojos.
- Ahn Jiae Alice… elije qué nombre usar – contestó Jiae.
- Lee Hongbin, encantado preciosa – respondió el joven
divertido.
Suspiró frustrada
ante su; al parecer; nuevo mote para Hongbin. Si hay algo que odiaba era que
alguien la pusiera ese tipo de motes. No la traían buenos recuerdos y no quería
volver a oírlos. Negó con la cabeza al ver que le hacía gracia su molestia y
salió de allí lo más rápido posible. Al menos había sacado algo bueno de todo
esto. La habían regalado un paraguas nuevo y podría volver a casa sin mojarse.
Caminó por las frías
y solitarias calles de aquella parte de Londres mientras intentaba encontrar su
nueva casa. Mala idea el haber escapado de allí sin haber mirado ante la
dirección. Tuvo que preguntar un par de veces en dónde se encontraba, poniendo
en práctica su nivel de inglés, y aunque aún la costaba pronunciar bien las
palabras la gente parecía entenderla a la perfección restando algún que otro
error común para alguien de fuera. Gracias a las indicaciones de una simpática
niña que esperaba a su madre fuera de una tienda pudo llegar a casa. Se
estremeció al pesar en aquella casa como ‘’suya’’… pero debía de hacerse a la
idea. Iba a pasar allí todos los años de universidad y si su madre se
acostumbra a estar a solas con su novio, más aún.
Al pasar frente a su
casa pudo ver tres sombras tras la ventana y cortinas del salón. Dos eran sin
duda su padre y su prometida, la tercera seguramente sería su supuesto
hermanastro. Perfecto, iba a ser testigo de la humillación por parte de un
psicólogo enfadado. Uuuhh… estos podían ser muy crueles cuando saben
perfectamente por qué habías echo lo que les había enfadado y te podían
analizar en unos segundos antes de atacarte. Lo sabía por propia experiencia.
Cogió aire un par de veces antes de entrar y se mentalizó en algún lugar lejos
de allí para no prestar demasiada atención a su furioso padre. La iba a caer el
castigo del siglo pero, al menos, había conocido a alguien en Londres y por
mucho que la dañase ese orgullo que tenía frente a los hombres… debía de
reconocer que era bastante mono. Una última bocanada de aire y abrió la puerta.
Dejó el paraguas en el paragüero y se adentró al salón.
- ¡Ya era hora señorita! – malas noticias, cuando la llamaba
de ese modo sí que estaba furioso con ella - ¡Tienes suerte de que tu
hermanastro hubiera venido tarde también, que si no te caía una buena! ¡Pero
aun así estas castigada, y por una buena temporada! -.
- Anthony cariño… sé un poco comprensivo con tu hija.
Seguramente la resultará difícil hacerse a todo este cambio – bueno… al menos
se atrevía a defenderla ante su padre cuando estaba furioso. Cosa que podría
causarte una muerte lenta y dolorosa.
- Dímelo a mí –.
Sorprendida levantó
la mirada al oír esa voz conocida y, al ver el propietario, abrió los ojos en
desmesura. Ahora sí que se maldecía por esa boca que tenía. No podría haberse
quedado callada en el café, ella tenía que abrir la boca.
- ¡Oh, sí! Lice – un nombre cariñoso que al parecer tanto su
padre como ella habían empezado a usar desde su estancia en Londres. Venía de
su segundo nombre, Alice. Su padre al ser británico quería ponerla un nombre extranjero
y su madre al ser asiática uno de allí, asi que optaron por llamarla de las dos
maneras – Este es mi hijo mayor, Hongbin -.
- De nada por el paraguas – perfecto… estaba molesto.
- Ya… -.
- ¿Os conocéis? – preguntó su padre un poco más calmado.
- Desgraciadamente sí – comentó Hongbin con gesto molesto –
Y hemos charlado bastante, ¿a qué si Lice?
-.
La forma en la que
siseó su nombre la produjo un escalofrío. Si alguna vez tuvo intenciones de
llevarse bien con su nuevo hermanastro, perdió la oportunidad en el momento en
el que abrió su gran bocaza y dejó que flirteara con ella en el café. Antes de
irse derechita a su habitación sabiendo que estaba castigada lanzó una última
mirada a Hongbin y la forma en la que este la miraba a ella refirmaba la frase
de: ‘’Si las miradas matasen…’’
~ Bien echo Jiae, que gran
impresión el primer día ~ se dijo a sí misma antes de encerrarse en su
habitación totalmente avergonzada.
Su estancia en
aquella casa iba a ser una verdadera tortura.
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