lunes, 30 de diciembre de 2013

금지 된(Forbidden) - Capítulo 1

Autora: G.ell. (@Maria_BubbleTea)
Lemon no explícito, mención de maltratos e intento de violación.
Autorización: +16.
Participantes: Ahn Jiae (OC/Fan), Hongbin, Leo, Hyuk, N, Ravi y Ken (VIXX) y Eunji y Kyungri (9Muses)
Género: Long-fic, AU, romance, angustia(ligero).
Advertencias: 




 El tiempo de Londres… Ya había oído hablar de él pero nunca imaginó que fuera tan malo como la hicieron creer. Vale; sí, era normal que en pleno Octubre lloviera e incluso nevara, pero no de aquella forma. La lluvia golpeaba con fuerza el cristal del salón y aunque la chimenea estuviera encendida no podía parar de temblar. No por que tuviera frío, sino porque estaba incómoda y nerviosa ante la presencia de aquella mujer. La prometida de su padre.

 ¿Confusos? El caso es que los padres de Jiae están separados desde hace 8 años, cuando ella había cumplido los 9. Fue un duro golpe para la inocente Jiae y por eso cambió tan 
radicalmente. Pasó de ser una niña dulce y cariñosa a alguien callada y la cual tendía a construir muros para alejarse de las demás personas. Sus padres se preocuparon tanto que incluso llegaron a llevarla ante un psicólogo. Aun así pudo engañarse a sí misma y a sus padres de que todo aquello lo tenía completamente superado. Al pasar los años perdió el
contacto con su padre, hasta ahora. Hace unos meses recibió una carta de aceptación a la prestigiosa universidad de Londres. En ella podía estudiar artes; como bien quiso su padre en su momento; e idiomas; como bien quiso su madre. No la importaba que sus padres hubieran elegido sus estudios, siempre la habían gustado aquellos dos temas. Con el arte era capaz de expresarse sin palabras y dejar plasmados sus sentimientos en un lienzo o papel, mientras que con los idiomas podría explicar su dibujo a distintas personas de distintos países del mundo. Pero no todo era bueno… para poder asistir a sus clases debería mudarse a Londres junto con su padre y con lo que eso conlleva, convivir con su futura madrastra y hermanastros. Sabía muy poco sobre ellos. Lo básico. Su futura madrastra era una prestigiosa escritora de cuentos juveniles a la par que ama de casa, treinta añera, con dos hijos y; al igual que su padre; de origen sur coreano. Desconocía la mayoría sobre sus dos hermanastros. Sabía que uno era unos años mayor que ella y que el otro era menor, de unos 5 o 4 años.

  Y aquel era el motivo por el que se encontraba en aquel desconocido salón; escuchando a su padre y futura madrastra hablar sin para y escuchando la lluvia golpear la ventana. Era reconfortante, de alguna manera el sonido de la lluvia siempre conseguía llevarla a un estado de tranquilidad absoluto… pero con los dos adultos hablando sin compasión era difícil.

- Jiae es una chica muy callada por lo que puedo observar – comentó su futura madrastra removiendo el café con leche.

- Supongo… - contestó ella si ganas, recibiendo una mirada de aviso por parte de su padre.

 ¿Qué quería que hiciera? No iba a darla dos besos y un abrazo nada más verla. No conocía de nada aquella mujer y se había enterado de que iban a casarse el día que llamó para avisar que iba a tener que convivir con ellos por una temporada. Estaba molesta con su padre por no habérselo dicho antes y cansada por el viaje en avión hasta Londres; en otras palabras, no tenía humor para nada en aquellos momentos, ¿y quería que conociese a su madrastra? Lo llevaba claro, lo único que quería hacer era tomarse una buena siesta y olvidarse del mundo unas horas.

- Ante no era así – dijo su padre. Su padre era la razón por la que inventaron el término de ‘’persona alta’’. No había conocido aun a alguien tan abismal como él ni tan intimidante. Tenía los ojos de un gris tan oscuro que podía llegar a dar miedo a un crío pequeño; ademas sus rasgos eran duros y afilados, portándole de una imagen fría y calculadora… pero luego abría la boca y resultaba ser el hombre más bonachón del planeta – Era una niña muy alegre y alborotadora. Siempre intentaba llamarnos la atención o sacarnos una sonrisa -.

- Las personas cambian – contestó Jiae secamente.

 Necesitaba salir de allí cuento antes y sabía que, aunque luego se ganase una buena reprimenda, la única forma era acabar con la paciencia de su padre. Y poca le quedaba a aquellas alturas.

- Creo que se va a llevar bien con mi hijo mayor; tienen casi la misma edad y es un chico que se hace querer – dijo su futura madrastra para cambiar de tema.

- Desde luego es un chico con el que te sientes muy cómodo rápidamente – continuó su padre.

- ¿Sabes Jiae? Mi hijo es un chico muy guapo y simpático, seguro que seréis buenos amigos cuando os conozcáis. Ademas ha estudiado fotografía y le pagan por administrar un blog… -.

 Jiae rodó los ojos. Si iban a comenzar a alagar a alguien que ni si quiera tenía ganas de conocer era mejor desconectar y pensar en otra cosa. Volvió su mirada hacia las gotas de la ventana y comenzó a dibujar formas y dejar volar su imaginación. Siempre la ocurría eso. Cada vez que se aburría era capaz de desconectar y, en las cosa más simple del mundo, ver algo artístico.

- ¿Estas escuchando Jiae? – preguntó su padre haciendo notorio el enfado en su tono
.
- No mucho – contestó ella.

- Hablábamos sobre tu nueva universidad, ¿has pensado ya en qué actividades extra escolares vas a apuntarte? – Jiae miró a su futura madrastra pensativa.

 La verdad es que tan solo había pensado en las clases a las que presentarse, nada relacionado con las actividades extra escolares. Quizá fotografía era una buena elección, diseño tampoco tenía mala pinta, pero lo que sí que no iba a probar en la vida iba a ser baile. No se veía en una pista, delante de un montón de gente y un jurado bailando al ritmo de la música. Mucho menos con una pareja.

- No es algo que me preocupe mucho – contestó Jiae tras unos segundos de silencio.
- ¿Por qué no me sorprende? – comentó su padre llamando la atención de todos – Tampoco te preocupa ir por la calle con ese color horrendo de pelo, ni tampoco que la gente piense que eres una chica anti social… no te preocupa nada -.

 Jiae suspiró llevándose una mano hacia su melena. Hace unos meses decidió hacer una locura; poner un cambio en su monótona vida; y teñirse el pelo de color lila claro. No era un color feo y hacía mucho más notables sus ojos grises que su antiguo pelo castaño. A su madre no la importó mucho… pero al parecer a su padre le pareció la hecatombe de la desobediencia. Era su pelo, por lo que era su decisión ¿verdad?

- Pues no, no me preocupa lo que la gente pueda pensar sobre mí porque ellos no me importan – contestó Jiae.

- ¿Y cómo piensas hacer amigos aquí en Londres bonita? Porque tu hermano no está para ayudarte como siempre y yo estoy demasiado ocupado como para hacerlo en su lugar – insistió su padre.

- Si vas a seguir con ese tema paso de quedarme aquí sentada oyéndote quejarte por todo papá – dijo Jiae cogiendo su chaqueta y encaminándose hasta la entrada de aquella casa – Bastante tengo con el dolor de cabeza que me ha dado el viaje en avión y autobús como para aguantar tu mal humor -.

- Ahn Jiae Alice, como te atrevas a cruzar la puerta tendrás que atender a las consecuencias – oyó decir a su padre ignorando a su futura esposa.

- No me preocupa nada, ¿recuerdas? – contestó en voz alta para después cerrar la puerta con fuerza.

 Dios. En cuanto volviera a entrar en aquella casa la iba a esperar la bronca de su vida, pero se sentía demasiado bien tras haber contestado de aquella manera a su padre. Puede que la gente que la hubiera escuchado pensase que estaba siendo egoísta o cabezota… pero ellos no tenían que aguantar las consecutivas réplicas y críticas de su padre. Claro. Para Anthony Parks; psicólogo de renombre y autor de varios bestsellers sobre la psicología de los adolescentes; era muy fácil criticar a cualquiera. A cualquiera menos a su hermano mayor. Él es perfecto ante los ojos de su padre. Pero ella, haga lo que haga, nunca será lo suficiente para su padre.

 Empezó a oír ruido proveniente del interior de la casa, seguramente por culpa de su padre y su malhumor, por lo que prefirió calarse y perderse por las calles de Londres a aguantar el mal humor de su padre. Las gotas de agua caían con fiereza a cada minuto que pasaba y ella sentía que el frío la calaba los huesos. La gente que pasaban por su lado bajo los paraguas la miraban extrañados y alguno, incluso, dejaban escapar alguna que otra carcajada. Como si les hiciera gracia que estuviera a punto de coger el resfriado del siglo. Siguió caminando en busca de algún lugar cálido hasta pasar frente al escaparate de una cafetería. Casi podía oler el aroma del café desde el otro lado del cristal y el calor del local inundar su ser. Sin dudarlo ni un segundo más entró a la cafetería, siendo recibida por un sorprendido camarero que no dudó en llevarla a un sitio cerca del radiador. Por suerte la chaqueta había cumplido la misión de protegerla de la mayor parte de la lluvia, aun así su jersey estaba algo húmedo y su melena estaba totalmente mojada como si recién hubiera salido de una ducha. Antes de que uno de los camareros se acercase a ella pudo observar a dos chicas pasar por su lado y la manera en la que la miraban. Era diferente a la de la gente de la calle, ellas parecían concernidas por su estado.

- Valla… veo que fuera sigue cayendo con fuerza – comentó el camarero que se había acercado hasta ella para cogerla nota. Jiae levantó la mirada esperando a que el camarero fuera algún adulto sin estudios que no había podido encontrar otro trabajo que el de esa cafetería, pero en su lugar se encontró con un chico joven que rondaba su edad. Era bastante atractivo; pelo castaño claro y ojos oscuros con facciones asiáticas – Aunque nadie lo sabe mejor que tú… -.

- Si eso era una broma no tienes futuro como cómico – comentó Jiae de mal humor.

- Mal humor y frío ¿eh? – preguntó el joven sonriendo – Creo que tengo algo para remediarlo. ¿Te gusta el chocolate caliente? -.

- Si claro… - murmuró Jiae frotándose los brazos para intentar entrar en calor más rápido.

 Sin decir nada más el joven camarero se fue directo a la barra para preparar ese chocolate caliente. Mientras tanto Jiae no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido en casa. Quizá haberse ido de aquella forma no hubiera sido una buena idea por muy a gusto que se hubiera quedado. Suspiró y observó cómo la gente iba y venía bajo sus paraguas por las calles de Londres. Seguro que muchos de ellos tenían una vida mejor que la suya la cual envidiar.
- Un chocolate caliente para una chica bonita – comentó el camarero dejando la taza sobre la mesa y regalándola una sonrisa.

 Debía de reconocer que era mono… pero no estaba de humor como para que alguien in-tentase ligar con ella en aquellos momentos. Cogió la taza sin casi humor y dio un sorbo, notando la calidez de aquel líquido bajar por su garganta.

- Veo que sigues con mal humor – dijo el camarero - ¿Sabes? Si sigues frunciendo el ceño de esa manera los chicos creerán que eres una antipática -.

- No me importa lo que piensen los demás, a ver si os entra en la cabeza de una vez – estalló Jiae molesta.

- ¿Os? – insistió el joven sentándose frente a ella. Jiae no contestó y clavó su mirada en la taza de chocolate caliente, a veces se daría un tortazo por lo bocazas que podía ser – Oye, si hay algo que te molesta lo mejor que puedes hacer es contarlo -.

- ¿A quién? ¿A ti, un completo desconocido? – preguntó Jiae de una forma un tanto arisca.

- No veo a nadie más y no creo que se acerquen… después de ver como tratas a la gente entiendo el por qué – dijo el joven a punto de irse; Jiae suspiró.

- Espera… - murmuró pasándose la mano por la melena aun húmeda – Siento haberte contestado así -.

- No importa, y ahora… ¿qué es eso que te tiene de tan mal humor? – contestó el joven.

 Tras unos momentos de silencio por fín se decidió a abrirse, pasase lo que pasase. Al principio decidió contarle cosas irrelevantes, después de todo era un completo extraño y podría pasar cualquier cosa. Al cabo del tiempo descubrió lo fácil que era abrirse a ese chico. No parecía ser del tipo que hace que te escucha, si no que él sí que lo hacía de verdad. De vez en cuando la daba su opinión e incluso la hacía reír. Y entonces llegó el momento de contarle lo que en realidad la tenía tan molesta. Le contó todo de principio a fin, explicándole todos los motivos de por qué todo aquel asunto del matrimonio entre su padre y aquella mujer no la acababa de gustar.

- En esos casos creo que deberías dar una oportunidad a la prometida de tu padre. Puede que no tenga tan mala pinta como tú crees, incluso puede caerte bien – comentó el joven, del cual aún no sabía el nombre.

- No lo sé… supongo… pero es que se me hace raro e incómodo que mi padre haya olvidado tan pronto a mamá y se vuelva a casar con otra mujer. Encima voy a tener hermanastros, que es lo mejor de la sorpresa – contestó Jiae con gesto sarcástico.

- Yo no lo veo como algo malo. Yo voy a tener que conocer a mi hermanastra en cuanto vuelva a casa y, por muy raro que se me haga, tendré que intentar llevarme bien con ella – dijo el joven cruzándose de brazos e inclinándose hacia la mesa de cristal – Aunque debo decir que ojalá fuera tan guapa como tú, así al menos se me haría más fácil -.

- ¿No te cansas? – preguntó Jiae formando una pequeña sonrisa.

- ¿De qué? -.

- Por más que intentes ligar conmigo no pienso darte ni mi número de teléfono o mi nombre, no soy tan fácil – dijo Jiae inclinando la cabeza y arqueando.

- Me parece bien, así resultará más divertido e interesante ¿no crees? -.

 Jiae rió levemente negando con la cabeza cuando recibió un mensaje de texto a su móvil. Era de su padre y la dejaba muy claro que la quería en casa antes de que su otro hermanastro volviera del trabajo. Perfecto, justo ahora que comenzaba a estar a gusto desde que vino a Londres su padre tiene que fastidiárselo.

- Lo siento mucho pero tengo que irme, mi padre está bastante molesto por la escapada – dijo levantándose del sitio y poniéndose la chaqueta, aún estaba algo húmeda después de toda la carrera sin paraguas desde su nueva casa.

- No pasa nada – contestó el joven sonriéndola – Pero… a cambio tienes que darme tu nombre, al menos -.

 Jiae sonrió y sin decir nada se encaminó hasta la puerta de la cafetería. Había dicho que no era una chica fácil y así era, por lo que iba a tener que hacerlo mejor para que ella pudiera caer en esos jueguecitos y ligoteos.

- ¡Eh, la del pelo lila! -.

 Se dio media vuelta al ver que se dirigían a ella y gracias a que tenía buenos reflejos pudo coger aquel paraguas que le camarero la había tirado. Jiae le miró extrañado unos segundos tras comprender que se lo estaba prestando.

- Para que no te vuelvas a empapar por el camino preciosa – dijo sonriente.

- No me llamo ‘’preciosa’’ – se quejó Jiae  haciendo un pequeño puchero, estaba harta de tanto piropo.

- Si me dirías tu nombre no te llamaría preciosa – insistió el otro cruzándose de brazos. Jiae suspiró rendida rodeando los ojos.

Ahn Jiae Alice… elije qué nombre usar – contestó Jiae.

- Lee Hongbin, encantado preciosa – respondió el joven divertido.

 Suspiró frustrada ante su; al parecer; nuevo mote para Hongbin. Si hay algo que odiaba era que alguien la pusiera ese tipo de motes. No la traían buenos recuerdos y no quería volver a oírlos. Negó con la cabeza al ver que le hacía gracia su molestia y salió de allí lo más rápido posible. Al menos había sacado algo bueno de todo esto. La habían regalado un paraguas nuevo y podría volver a casa sin mojarse.

 Caminó por las frías y solitarias calles de aquella parte de Londres mientras intentaba encontrar su nueva casa. Mala idea el haber escapado de allí sin haber mirado ante la dirección. Tuvo que preguntar un par de veces en dónde se encontraba, poniendo en práctica su nivel de inglés, y aunque aún la costaba pronunciar bien las palabras la gente parecía entenderla a la perfección restando algún que otro error común para alguien de fuera. Gracias a las indicaciones de una simpática niña que esperaba a su madre fuera de una tienda pudo llegar a casa. Se estremeció al pesar en aquella casa como ‘’suya’’… pero debía de hacerse a la idea. Iba a pasar allí todos los años de universidad y si su madre se acostumbra a estar a solas con su novio, más aún.

 Al pasar frente a su casa pudo ver tres sombras tras la ventana y cortinas del salón. Dos eran sin duda su padre y su prometida, la tercera seguramente sería su supuesto hermanastro. Perfecto, iba a ser testigo de la humillación por parte de un psicólogo enfadado. Uuuhh… estos podían ser muy crueles cuando saben perfectamente por qué habías echo lo que les había enfadado y te podían analizar en unos segundos antes de atacarte. Lo sabía por propia experiencia. Cogió aire un par de veces antes de entrar y se mentalizó en algún lugar lejos de allí para no prestar demasiada atención a su furioso padre. La iba a caer el castigo del siglo pero, al menos, había conocido a alguien en Londres y por mucho que la dañase ese orgullo que tenía frente a los hombres… debía de reconocer que era bastante mono. Una última bocanada de aire y abrió la puerta. Dejó el paraguas en el paragüero y se adentró al salón.

- ¡Ya era hora señorita! – malas noticias, cuando la llamaba de ese modo sí que estaba furioso con ella - ¡Tienes suerte de que tu hermanastro hubiera venido tarde también, que si no te caía una buena! ¡Pero aun así estas castigada, y por una buena temporada! -.

- Anthony cariño… sé un poco comprensivo con tu hija. Seguramente la resultará difícil hacerse a todo este cambio – bueno… al menos se atrevía a defenderla ante su padre cuando estaba furioso. Cosa que podría causarte una muerte lenta y dolorosa.

- Dímelo a mí –.

 Sorprendida levantó la mirada al oír esa voz conocida y, al ver el propietario, abrió los ojos en desmesura. Ahora sí que se maldecía por esa boca que tenía. No podría haberse quedado callada en el café, ella tenía que abrir la boca.

- ¡Oh, sí! Lice – un nombre cariñoso que al parecer tanto su padre como ella habían empezado a usar desde su estancia en Londres. Venía de su segundo nombre, Alice. Su padre al ser británico quería ponerla un nombre extranjero y su madre al ser asiática uno de allí, asi que optaron por llamarla de las dos maneras – Este es mi hijo mayor, Hongbin -.

- De nada por el paraguas – perfecto… estaba molesto.

- Ya… -.

- ¿Os conocéis? – preguntó su padre un poco más calmado.

- Desgraciadamente sí – comentó Hongbin con gesto molesto – Y hemos charlado bastante, ¿a qué si Lice? -.

 La forma en la que siseó su nombre la produjo un escalofrío. Si alguna vez tuvo intenciones de llevarse bien con su nuevo hermanastro, perdió la oportunidad en el momento en el que abrió su gran bocaza y dejó que flirteara con ella en el café. Antes de irse derechita a su habitación sabiendo que estaba castigada lanzó una última mirada a Hongbin y la forma en la que este la miraba a ella refirmaba la frase de: ‘’Si las miradas matasen…’’

~ Bien echo Jiae, que gran impresión el primer día ~ se dijo a sí misma antes de encerrarse en su habitación totalmente avergonzada.

 Su estancia en aquella casa iba a ser una verdadera tortura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario