Autora: G.ell. (@Maria_BubbleTea)
Participantes: Samantha Hwang (OC/Fan), Lay, Tao, Luhan, Kris, Chen, Xiumin, Sehun y Chanyeol (EXO), Tiffany Hwang (SNSD)
Género: Long-fic, AU, ciencia ficción, fantasía, acción.
Advertencias: Lemon no explícito, muerte de algunos personajes.
Autorización: +12.
Participantes: Samantha Hwang (OC/Fan), Lay, Tao, Luhan, Kris, Chen, Xiumin, Sehun y Chanyeol (EXO), Tiffany Hwang (SNSD)
Género: Long-fic, AU, ciencia ficción, fantasía, acción.
Advertencias: Lemon no explícito, muerte de algunos personajes.
Autorización: +12.
Capítulo 10:
Miró al reloj
comenzando a sentirse nerviosa. Hacía media hora que tanto ella como Lay y
Chanyeol habían llegado a casa de Elisabeth y aún no había podido hablar con
Kai. Lay y Chanyeol se encontraban en una de las habitaciones del piso superior
hablando con Kris y; aunque se habían escuchado algún que otro golpe y grito;
todo se había vuelto muy silencioso, demasiado para su gusto. Pasaron los
minutos y aún no se oía nada, ademas sentía las marcas en su brazo arder. No
era doloroso, pero sí molesto.
- Hey preciosa - Samantha levantó la vista y sonrió a Lay.
- ¿Ya has acabado de hablar con Kris? - preguntó volviendo
su mirada a las marcas de sus brazos.
Lay no respondió; tan
solo se sentó a su lado y cogió el brazo de Samantha, trazando las marcas
negras con las yemas de sus dedos. Estaba tan concernido como Samantha sobre
aquellas marcas, no sabía cómo habían podido aparecer en el brazo de la joven
pero aun así le daban mala espina.
- ¿Preocupado? - preguntó Samantha, Lay rió secamente.
- ¿Tanto se nota? - Samantha se abrazó a él colocando la
cabeza bajo la barbilla de Lay para acomodarse mejor. Lay suspiró intentando
liberar todas sus preocupaciones al aire y rodeó a Samantha por los hombros
para juntarla a él con fuerza.
- Algo me dice que no solo es por mis marcas - dijo Samantha
mientras jugaba con uno de los botones de la camisa de Lay - ¿Qué ocurre? -.
- Es largo de explicar - contestó Lay enredando sus dedos en
el pelo de Samantha.
- Esta noche no tengo nada que hacer, asi que puedes
contármelo entonces - murmuró Samantha tranquilizándose con las caricias de
Lay. Este sonrió y besó a Samantha en la frente.
Se mantuvieron en la misma posición durante un
buen rato disfrutando de aquel momento tan tranquilo que rara vez podían tener.
Alguna que otra vez intercambiaron un par de palabras y miradas pero no les
hacía falta mucho más para disfrutar de aquel momento, aunque había algo raro
en Lay. Estaba más callado de lo normal y parecía tener la mente en otra parte.
- Voy a echar estos momentos de menos - suspiró Lay.
Samantha elevó el
rostro extrañada. ¿A qué había venido aquel comentario? Justo cuando iba a
preguntar, tanto Chanyeol como Kris aparecieron en el salón. No parecían
demasiado contentos, era como si alguien hubiera muerto.
- Kai acaba de llegar - dijo Kris, parecía incómodo - Y trae
compañía -.
- Puedo decirlo - comentó Lay removiéndose en el sitio.
- Yo me voy, no aguanto demasiado la esencia de dos brujos
oscuros sin descontrolarme - dijo Chanyeol.
Kris asintió y tras
despedirse le acompañó al jardín trasero, lo más lejos posible de Kai y esa
supuesta compañía. ¿Había traído a alguien para ayudarla con las marcas? Miró a
Lay confundida; aquello comenzaba a olerla a chamuscado, pero se tranquilizó un
poco en cuanto Lay la acarició la mejilla sonriente. Uno de estos días tiene
que preguntarle cuál es su secreto.
- ¿Quieres que me quede? – preguntó.
- Solo si no te importa - contestó Samantha cogiendo la mano
de Lay y entrelazando los dedos.
- Será mejor que esté presente -.
Ambos dirigieron su
mirada hacia la entrada al salón, encontrándose con Kai y un hombre demasiado
familiar para ambos. Yunho. ¿Qué diablos hacía allí? ¿Acaso Kai le había
llamado? Y si fuera así, ¿por qué motivo? Todo se estaba poniendo cada vez más
confuso.
- ¿Qué es esto? - preguntó Lay levantándose. Estaba tenso,
mala señal; la última vez murieron dos personas…o bueno, vampiros.
- Tranquilo - dijo Kai - Yunho está aquí para aclararnos un
par de cosas, podemos fiarnos de él ¿de acuerdo? -.
Samantha se levantó y
posó su mano en el hombro de Lay indicándole que podía tranquilizarse. Este la
miró no muy convencido, aun así la hizo caso e intentó tranquilizarse.
- ¿Qué le ha ocurrido a Samantha? - preguntó Yunho, parecía
realmente concernido.
- Yo... ayer tuve un sueño y cuando me desperté tenía esto,
solo que brillaban - contestó Samantha enseñándoles las marcas de su brazo.
Parecían tatuajes tribales que bajaban desde su hombro hasta el dorso de su
mano.
- ¿Y de qué color dices que brillaban? - preguntó Kai
observando las marcas más de cerca.
- Esas marcas las he visto antes - dijo Yunho llamando la
atención a todos.
- ¿Qué son? - preguntó Lay.
- Cuando un brujo o una bruja oscura ha despertado sus
poderes aparece esta marca – explicó Yunho – Contra más grande sea la marca,
más poderosa es la bruja o el brujo -.
Kai dirigió una
ojeada a la marca de Samantha y silbó asombrado; ni si quiera la suya era así
de grande. Su marca no abarcaba más que su nuca y algo de su hombro derecho, en
cambio la de Samantha todo el brazo. Desde el hombro hasta el dorso de la mano.
- Entonces no hay nada por lo que preocuparse, ¿verdad? –
preguntó Lay sin poder remediar lanzar una mirada llena de preocupación hacia
Samantha.
- Todo está bien aunque los ardores seguirán produciéndose
durante estos días, después de todo sigue siendo una herida en la piel –
contestó Yunho.
Samantha suspiró
aliviada y miró a Lay, regalándole una sonrisa tranquilizadora. Este tan solo
la agarró la mano con fuerza, entrelazando sus dedos. Por un momento creyó que
a Samantha la pasaba algo verdaderamente malo y que no podría salir de esta,
pero por suerte no era nada de lo que preocuparse. Aun así no conseguía
librarse de aquel sentimiento de angustia que se encontraba en su garganta.
Samantha estaba a salvo, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no puede deshacerse de ese
sentimiento tan incómodo?
- Entonces, ahora que sabemos que no tenemos por qué
preocuparnos, podemos irnos – dijo Samantha.
- Antes deberías tener claro una cosa – dijo Kai – Tus
poderes han despertado, asi que alguien debe ayudarte a controlarlos -.
- Pero para eso estás tú, Elisabeth te llamó – respondió la
joven sin soltar la mano de Lay.
- En realidad le llamé yo – dijo Yunho – Elisabeth tan solo
quiso que no sospecharas o te asustases -.
- ¿Me habéis engañado? – preguntó Samantha, Lay frunció el
ceño y se acercó más a esta en un gesto sobreprotector.
- Antes de que decidas irte queríamos decirte una cosa –
dijo Kai leyendo las intenciones de Lay y Samantha – Ten muy claro en quien
confiar; los que estamos presentes en este instante somos los que estaremos en
los peores momentos -.
- Pero… ¿Y Yunho? – preguntó Samantha mirándolo desconfiada
– Dijo que trabajaba para La Orden y se supone que van tras de mí -.
- Y así es, en ambos casos, pero entenderás que no puedo
hacerte daño – contestó Yunho.
- ¿Por qué? – preguntó Lay, parecía molesto por algo.
- Ya se lo dije, conocí a sus padres y prometí protegerla –
algo en el tono de voz la dijo que ni si quiera él mismo estaba muy convencido
de lo que estaba diciendo pero lo dejó estar por el momento. Quería salir de
allí lo antes posible e intentar pensar en cualquier otra cosa que no fueran
brujas, hombres lobos o esa ‘’Orden’’ que hasta hace poco no sabía de su
existencia pero que al parecer, van a por ella por alguna razón que ella
desconocía.
Siguieron intentando
aclarar más aquel tema de las marcas para cuando llegaron Elisabeth y LuHan.
Fue el momento en el que decidieron irse para no estorbar, avisando a Chanyeol
de su ida. Tas despedirse y agradecer toda la información recibida los tres se
montaron en el todoterreno negro de Chanyeol y tomaron camino a casa de Samantha.
Hacia demasiado que pasaba la noche fuera y añoraba su cómoda y suave cama de
sábanas blancas.
Durante el camino se
mantuvo en completo silencio, apoyando la frente contra la ventanilla del coche
pensando en todo lo que se había dicho aquella mañana. Nunca en su vida se
había sentido tan fatigada mentalmente. Demasiada información en un solo día.
- ¿Cansada preciosa? – preguntó Lay desde el asiento
delantero del coche, mirándola desde el retrovisor.
- Un poco, tanta información me ha dejado saturada –
contestó Samantha pasándose una mano por el pelo en un gesto cansado.
- Tranquila pequeña, en nada estaremos frente tu casa y
podrás descansar – dijo Chanyeol pisando el acelerador.
Aunque la velocidad
no fuera de su gusto no podía reprocharle nada en aquellos momentos. Estaba
demasiado cansada como para hacerlo. El viaje se la hizo corto y para cuando se
quiso dar cuenta Lay estaba abriéndola la puerta como un caballero. Tras reírse
divertida salió del coche y, junto a Lay, se encaminó a la entrada de su casa.
- No sé cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí –
dijo Samantha metiendo la copia de las llaves en la cerradura.
- A mí se me ocurre una forma – contestó Lay mordiéndose el
labio.
Samantha arqueó una
ceja pero pronto leyó las intenciones de
este cuando la cogió de la mano y abrió por ella la puerta, acercándose con
aquella sonrisa en el rostro. Ambos pasaron al interior del edificio fundidos
en un beso lento pero apasionado, cerrando la puerta de una patada.
- Creo que cojo la idea – dijo Samantha cuando se separaron.
Lay sonrió pero pronto se le borró aquella mueca, extrañando a Samantha -
¿Ocurre algo? -.
- Alguien ha estado
aquí – comentó Lay.
- ¿Tiffany? – Lay negó.
- No… el olor es completamente diferente – de repente se
tensó – Proviene de arriba, de tu cuarto -.
- ¿Cómo lo sabes? – preguntó Samantha, Lay dirigió su mirada
hacia ella mientras subía las escaleras dándose un toquecillo en la nariz.
Ambos subieron las
escaleras con sigilo hasta llegar a la entrada de su cuarto. La idea de que
alguien pudiera haber entrado en su casa en su ausencia, sin ni si quiera
forzar la cerradura o romper alguna ventana, la ponían los pelos de punta.
Aquello dejaba claro que quien había entrado no era un simple ladrón. Pasaron
al interior de su cuarto y a excepción de su armario, todo está como lo había
dejado el otro día.
- Mi armario… con lo que me cuesta colocar toda la ropa – se
quejó Samantha mientras recogía las camisas tiradas por el suelo y volvía a
doblarlas y colocarlas en su sitio.
- ¿Está todo? – preguntó Lay preocupado.
Samantha le observó
por unos minutos y comenzó a contar sus camisas, sus pantalones… todas las
piezas de ropa que había guardado cuando se cambió de cuarto. Los cajones
estaban cerrados, por lo que no debería preocuparse por su ropa interior. Sus
pantalones estaban todos, pero faltaba el jersey negro que tanto la gustaba.
- Me falta un jersey – contestó Samantha.
- ¿Estas segura? – preguntó Lay acercándose a ella; Samantha
rodó los ojos.
- Sé que ropa tengo por lo que, sí, estoy segura… ¿por qué
te preocupas tanto? Es solo un jersey – contestó la chica mientras cerraba el
armario y caminaba hacia su escritorio, cogiendo el blog de dibujo. Recordó
entonces cómo fue capaz de sacar de él la taza de chocolate caliente y la
mariposa… ¿y si se lo enseñaba a Lay?
- Tu ropa tiene tu olor y si quienes han entrado son
conocidos de los dos vampiros que matamos cuando te intentaron morder, será más
fácil que te encuentren y te harán daño – dijo Lay abrazándola por detrás,
rodeándola la cintura y escondiendo su rostro en el cuello de Samantha. Esta
sonrió al sentir el aliento de su novio sobre la piel de su cuello y cómo el
pelo la hacía cosquillas en su mejilla. Pero la sonrisa desapareció en el
momento en el que recordó aquella noche y pensó en la posibilidad de que, lo
que había dicho Lay, fuese verdad. Entonces estaría en peligro.
- Pero no pasará… tu siempre me proteges, asi que no tengo
de qué preocuparme – comentó Samantha acariciando el dorso de una de las manos
de Lay.
Entonces el agarre
disminuyó y notó a Lay alejarse de ella. Había algo raro en aquel gesto que no
la acababa de gustar. Se giró extrañada y miró a Lay interrogante. ¿Qué
demonios le pasaba últimamente? Cuando le miró hizo una mueca la ver el modo en
el que él la observaba. Parecía indeciso y nervioso por algo.
- ¿Qué ocurre Lay? – preguntó extrañada.
- Dentro de dos días me voy de Lickey Hills – contestó tras
un momento de silencio.
-… ¿Qué? –.
Y ¡BUM! La burbuja de
felicidad estalla. Lay desvió la mirada y comenzó a caminar nervioso por la
habitación, pasándose la mano por el cabello. Le había vuelto a crecer y,
aunque no lo tuviera tan largo como antes, le quedaba mucho mejor que nunca.
- ¿Nunca te has preguntado a qué manada pertenezco? –
preguntó Lay mirándola indeciso.
- S-si... pero me acabas de decir que te vas y ahora esto;
no entiendo qué tiene que ver – contestó Samantha.
- Tú… Tan solo escúchame y lo entenderás – dijo Lay
acercándose a ella de nuevo y apresando sus manos en las suyas – Por favor -.
Samantha suspiró y tras ver el modo en el que Lay la estaba
suplicando con la mirada no pudo hacer otra cosa que asentir. Estaba molesta
con él en cierto modo por avisarla con tan poca antelación, aunque ni ella
misma supiera si Lay lo sabía de antes o no, tan solo el pensamiento de que Lay
se iba y ella no podría verle… esa idea en cierto modo la hacía enfadar. Lay
suspiró y se sentó en la silla del escritorio, indicando a Samantha que se
sentase en su regazo. Aunque estuviera molesta no le rechistó y se sentó sobre
él, dejando que Lay la abrazara y entrelazase una de sus manos con la suya
propia.
- Mi padre es como yo; un lobo, un pura sangre; y siempre ha
sido el líder de la manda en la que yo formaba parte. Mi madre y él me
inculcaron desde pequeño todo lo que tenía que saber para poder ser el próximo
líder de la manada, por lo que fueron estrictos conmigo y no me trataban como a
un niño normal – comenzó a explicar Lay – Todo iba bien hasta que sufrimos el
ataque de alguien. En ese momento yo estaba fuera y no pude hacer nada por
ayudar a mi manada. Mi madre murió en el ataque y desde entonces mi padre ya no
es el mismo -.
- Lo siento – dijo Samantha acariciándole la mejilla; Lay la
sonrió débilmente y la beso el dorso de la mano.
- Tranquila, conseguí superar el golpe… pero mi padre no.
Desde la muerte de mamá se convirtió en alguien muy rencoroso y odioso. La
gente comenzó a temerle y a hablar de ´le a sus espaldas. Se enteró de la
identidad del supuesto culpable de la muerte de mamá y sin dudarlo nos envió a
por ellos… En ese entonces no sabía lo que hacía, creía que mi padre tenía la
razón y que lo sabía todo. Cuando llegamos al lugar resultó ser un adolescente,
alguien conocido – continuó Lay, aunque comenzaba a notarse que la costaba
mucho seguir hablando.
- ¿Y qué ocurrió? – preguntó Samantha.
- Intentamos tomarnos la venganza por nuestra mano… pero yo
no pude. Mi padre se enfureció conmigo y tras discutir entre los dos frente a
toda la manada, fui expulsado por mi propio padre. Me vi obligado a mudarme,
yendo de país en país. Un lobo expulsado es un peligro para la manada y muchas
veces me las he tenido que ver con cazadores enviados por mi padre para matarme
– contestó Lay haciendo una mueca. Samantha sintió una punzada de dolor en su
corazón. ¿Cómo era capaz de decir todo aquello sin soltar ni una sola lágrima?
Como sí que tu padre enviase a alguien para matarte le ocurriera a cualquiera –
En ese momento me di cuenta que mi padre había enloquecido; estaba ciego de ira
y tristeza -.
- ¿Y por qué tienes que irte? – preguntó Samantha.
- Chanyeol vino a avisarme de que mi padre ya estaba
demasiado viejo como para seguir liderando la manada y, puesto que soy el único
heredero, debo coger el liderazgo de esta. Para ello debo ir a Canadá por una
temporada y arreglar todo lo que mi padre hizo – contestó Lay mirándola
directamente a los ojos - Quiero volver
y limpiar el nombre de mi manada y el de mi familia -.
Samantha suspiró y se
apoyó en el hombro de Lay. De repente todo el cansancio acumulado durante la
mañana la golpeaba de golpe, a la vez, y las ganas de llorar aumentaban. No
quería que Lay se fuera tan pronto; o incluso no quería que se fuera a secas;
pero tenías razones comprensibles para hacerlo y si le retenía aquí no iba a
perdonárselo nunca.
- ¿Por cuánto tiempo estarías fuera? – preguntó Samantha,
aunque no quería saber la respuesta porque sabía que iba a ser doloroso. Tanto
como si la clavaran 100 cuchillas en el corazón.
- Por un año completo…
- contestó bajando la mirada, mordiéndose el labio nervioso por cualquier
reacción que pudiera tener Samantha.
Este no supo qué
decir o cómo reaccionar. Tan solo se mantuvo quieta, inmóvil, en silencio
durante lo que a ambos les pareció una eternidad. Lay la miraba expectante,
esperando que le gritase o que llorase… que hiciera algo y no quedarse quieta.
- Un año entero… - suspiró Samantha – Y supongo que
tendremos que hablar sobre nosotros -.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Lay.
- En los libros y películas siempre cortan cuando pasa esto…-
contestó Samantha bajando la vista.
- Pero esto ni es un libro ni una película, es la vida real –
dijo Lay elevándola el rostro por el mentón – No volvería a perderte en un
millón de años Samantha. Ninguno de los dos tendrá que volver a pasar por ese
dolor nunca más -.
- ¿Y cómo podremos seguir adelante con esto? – preguntó
mientras sentía una lágrimas caer por su mejilla. Lay sonrió con dulzura y la
besó en la mejilla, borrando cualquier rastro de lágrimas.
- Tenemos móviles y ordenadores; vivimos en la era de la
tecnología… siempre podremos hablar sin perder contacto – contestó Lay.
- Aun así…- suspiró Samantha.
De repente todas las
inseguridades que alguna vez tuvo y guardó en el interior de sus ser
renacieron. ¿Y si mientras está en Canadá conoce a alguien mucho mejor que
ella? ¿Y si la olvida? O peor, que ocurriera al revés. ¿Y si alguien aparece en
su vida y se olvida de Lay? No quiere que nada de eso ocurra y tiene miedo a
que se valla. Pero, a pesar de su miedo, una parte de ella entiende la
situación en la que se encuentra. Está totalmente confundida.
- Esto no tiene nada que ver con cómo comunicarnos, ¿a qué
no? – preguntó Lay comenzando a acariciar el antebrazo de Samantha,
produciéndola ligeras cosquillas.
No eran el tipo de cosquillas
que te hacían reír como una loca; si no el tipo de cosquillas que te producen
mariposas en el estómago y te relajan hasta el punto de cerrar los ojos para
disfrutar del sentimiento.
- ¿Y sí encuentras a alguien mejor? – preguntó insegura.
- Eso no pasará nunca – contestó Lay dándola un pequeño beso
en la punta de la nariz – Tu eres perfecta: Eres divertida, dulce, adorable y
preciosa además de valiente y testaruda… por nada del mundo encontraría a
alguien mejor -.
- Eso lo dices solo por decir – dijo Samantha avergonzada
ante tanto cumplido.
- No – respondió Lay mordiéndose el labio inferior – Lo digo
porque es así como te veo. No hay nadie más perfecta ante mis ojos que tú, y
eso no va a cambiar nunca -.
- ¿Cómo sé que es verdad? – preguntó Samantha – Quizá lo que
dice tu libro tiene razón y un lobo y una bruja no deberían estar juntos… -.
- Samantha no digas eso –.
Perfecto, ahora había
ofendido a Lay por haber dicho aquello. Pero es que no sabía qué hacer. Estaba
molesta, triste y confusa a la vez. Lo único que quería hacer era llorar o
gritarle, intentar que se quedase. Pero no podía ser tan egoísta, ni ella ni
Lay la perdonaría.
- Escúchame con atención porque no pienso repetir esto bajo
ningún concepto – dijo Lay obligándola a mirarle directo a los ojos. Esos ojos
llenos de amor y preocupación pero también de miedo e inseguridad – Eres irremplazable
para mí Samantha. Una vez que un lobo encuentra a su pareja no podrá olvidarla
jamás y por muchas mujeres que se crucen en mi camino mi corazón latirá
solamente por y para ti… Por mucho que me odies, que me grites o que me engañes
te seguiré amando. Es la maldición que tenemos los lobos. Amar a solo una sola
persona y lidiar con lo que ocurra. Por eso estoy tan seguro de que nada me hará
olvidarte: ni si quiera que tú lo hagas y me dejes por otro -.
- Yo no te dejaría por nadie – dijo Samantha en un tono
firme, dejando claro que lo decía desde lo más profundo de su ser.
- Ni yo a ti, por eso no debes preocuparte. Pase lo que pase
siempre seré tu lobo feroz y tú mi Caperucita – respondió Lay haciendo que
Samantha sonriera como una idiota.
- ¿Cómo lo haces? – preguntó esta sin dejar de sonreír –
Siempre sabes qué decir o hacer para tranquilizarme y hacerme sentir mejor… Es
como si te inspirase algo para tener todas esas frases preparadas para decirlas
en el momento adecuado -.
- Tú eres suficiente inspiración para mi Caperucita… tan
solo expreso todo lo que me haces sentir en palabras y lo expreso sin miedo – contestó
Lay.
Samantha se quedó
pensando en lo que acababa de decir unos instantes. Ella no sabía cómo expresar
todo lo que Lay la hacía sentir. Aquellas mariposas, el calor que la inunda
cuando está cerca de él o que cada día no deje de añorar sus labios y sus
caricias. Entonces se la ocurrió una idea, desmesuradamente alocada para lo que
es ella, pero iba a necesitar toda esta tarde para prepararla y un poco de
ayuda femenina.
- Para ser un lobo…eres muy cursi – dijo Samantha divertida.
Lay fingió una
expresión de sorpresa y luego se hizo el ofendido, inflado las mejillas como un
niño pequeño. Iba a echar de menos aquellos gestos idiotas de ese… de ese
idiota al que tanto quería. Se levantó de su regazo tras desinflarle las mejillas
con los dedos y besarle en los labios, sonriente.
- Tendrás que darle la noticia a Helen, ¿o ella también se va?
– preguntó Samantha esperanzada de que no fuera así.
- Es verdad… ¿no puedo quedarme el resto del día aquí y
decírselo mañana? – Samantha rió divertida.
- No… vete y cuando se lo digas y la expliques todo como a
mí vuelves – entonces se mordió el labio – Habrá una sorpresa para cuando lo
hagas -.
- ¿Ah sí? - preguntó Lay sonriente mientras ambos comenzaban
a bajar las escaleras - ¿Qué tipo de sorpresa? -.
- Si te lo digo ya no será sorpresa – contestó Samantha.
Antes de salir Lay se
paró frente a la puerta y cogió a Samantha por la cintura, acercándolo a él en
un gesto tan delicado que casi sorprende a Samantha. Lay juntó su frente con la
de Samantha, haciendo más notable aún la diferencia de estatura entre los dos,
y se mantuvo de aquella forma durante unos minutos en completo silencio.
Después la besó en la frente soltando un leve suspiro.
- Sabes que no quiero irme pero que no tengo elección,
¿verdad? – preguntó preocupado.
- Claro que sí Lay, entiendo que tengas que irte y aunque no
me guste demasiado la idea… es algo que tienes que hacer y no quiero
interponerme – contestó Samantha poniéndose de puntillas para darle otro beso
en los labios – Ahora vete, luego nos vemos ¿vale? Vente sobre las 22:30 -.
- ¿Tengo que esperar tanto para volver a verte? – preguntó Lay
mordiéndose el labio inferior. De repente lo había mucho, demasiado para la
salud de Samantha, pero era irresistible.
- Si – contestó Samantha comenzando a empujarle hasta la
salida.
- ¿Y cómo voy a poder vivir sin ti todo el tiempo restante? –
preguntó Lay haciendo un puchero.
- Sobrevivirás – dijo Samantha dándole un pequeño golpe en
el pecho y señalando la salida – Ahora vete a hablar con Helen o no hay
sorpresa -.
Le costó unos cuantos
minutos más convencer a Lay de que se fuera, pero tanto esfuerzo valdría la
pena si su plan sale como espera. Tras perder de vista a Lay por completo y
asegurarse de que no estaba escondido por los alrededor llamó a Bea y a
Elisabeth para tener consejo. Necesitaba a su mejor amiga para apoyarla y a
alguien que tuviera experiencia en aquel tema tan desconocido para ella. La
primera en llegar fue Bea y al contarla lo que tenía planeado su cara se
convirtió en un tomate pero rápidamente la apoyó e incluso comenzó a sugerir
ideas que no se alejaban a lo que ella tenía pensado. Pocos minutos después
llegó Elisabeth y tras las presentaciones la contó el plan.
- Entonces… ¿para esto quieres mi ayuda? – preguntó Elisabeth.
- Ya sé que es algo raro o violento, pero Lay se va y quiero
demostrarle todo lo que siento por él. Siempre me he sentido mal cuando él lo
hace sin ningún esfuerzo y lo único que hago yo es avergonzarme como una niña
pequeña. Por una vez quiero ser yo la que se lo demuestre – contestó Samantha
algo nerviosa.
- Bueno, entonces no hay tiempo que perder ¿no? – dijo Elisabeth.
Ambas tres se
levantaron del sillón y entraron al coche de Elisabeth, camino al centro
comercial. Por el camino no podía reprimir todos aquellos nervios que afloraban
en su interior. Nunca se habría imaginado haciendo este tipo de cosas, pero
desde que Lay apareció en su vida se ve capaz de hacer cualquier cosa. Miles de
dudas la venían a la cabeza, pero ya había dado el primer paso y no podía, ni
quería, echarse atrás con todo aquello. Nada más llegar al centro comercial
Elisabeth cogió el mando y las guio hacia las tiendas donde encontrarían todo
lo necesario. Mientras ella se preocuparía por los minúsculos detalles dejó a
Bea y a Samantha a la entrada de la tienda que buscaban. Ambas miraron al
cartel de esta, comenzando a arrepentirse.
- ¿Estas segura de querer hacer todo esto? – Preguntó Bea –
Siempre podéis hacerlo cuando vuelva, no tienes por qué hacerlo obligada -.
- No es obligado… quiero hacerlo por él – contestó Samantha
- ¿Acaso tu no sientes lo mismo con Sehun? -.
- Si… pero él siempre me dice que no quiere meterme prisa –
dijo Bea.
Ambas suspiraron. Que
difícil era entender a los hombres en este tema. Entraron a la tienda un tanto
incómodas y tan pronto como metieron un pie en esta una chica se acercó para
atenderlas. Samantha le explicó la idea que tenía en mente y, tras un guiño de
ojos y un comentario algo provocativo, las cogió de las manos y las llevó al
probador.
- ¡No, espere! – Exclamó Bea cuando la metió en uno de los
cambiadores - ¡Que la que quiere conjuntos es ella no yo! -.
- No importa, así aprovechamos y le regalamos algo a tu
novio cariño – dijo la chica que las atendería.
Y bien que las
atendió. Ninguna sabía cuánto tiempo llevaban en el cambiador, lo que si sabían
era que no podían ser menos de 2 horas. La chica no dejaba de llevarlas pares y
pares de conjuntos, cada cual más descarado que el anterior, y por desgracia ninguno
era del gusto de Samantha. Ella buscaba algo sencillo sin llamar demasiado la
atención, tampoco quería verse como en una peli XXX.
- ¡Samantha! – exclamó Bea desde el cambiador de al lado –
Creo que me acaba de dar lo que querías, pruébatelo y me lo enseñas. Yo ya
estoy harta de tanto sujetador y bragas -.
Tras cambiarse y
convencer a la chica de que a ella ya no tenía que atenderla más la pasó el
conjunto a Samantha, quien sonrió al verlo. Rápidamente se quitó el anterior
que la había dado y se puso el nuevo. Se miró al espejó y por fín la gustó lo que
veía. Era un conjunto muy simple de color crema y negro. El sujetador era de
color crema con tela negra transparente y un lazo en el comienzo de los
tirantes mientras que la parte de abajo la tira era negra y lo demás de color
crema con líneas negras verticales. No era demasiado sexy ni demasiado inocente.
Era lo que estaba buscando.
- ¡Es este! – dijo Samantha sin dejar de mirarse en el
espejo. Nunca en su vida se había visto tan bien en ropa interior.
- Podemos dejártelo puesto y pagarlo en la caja, así será más
fácil – dijo la dependienta feliz de que su clienta encontrase lo que buscaba.
Tras volver a ponerse
la ropa y pagar aquel conjunto salieron de la tienda y avisaron por mensaje de
texto a Elisabeth. Esta a su vez también había encontrado lo que estaba
buscando para Samantha y las esperaba en el coche. Una vez en el interior de
este volvieron a casa de Samantha y la ayudaron a prepararlo todo.
- Gracias por ayudarme con todo – dijo Samantha comenzando a
sentirse nerviosa, ya casi era hora de que Lay volviera y no sabía cuál iba a
ser su reacción.
- Para eso están las amigas, para ayudarse mutuamente…
además, seguramente te pediré ayuda cuando yo y Sehun estemos a punto de dar
este paso – contestó Bea y tras despedirse se marchó hacia su casa.
- ¿Te encuentras bien? – preguntó Elisabeth llamando la
atención de Samantha.
- Estoy un poco nerviosa – contestó sin poder dejar de jugar
con las manos.
- Es normal, yo también lo estuve la primera vez que lo
hice. Tan solo déjate llevar y disfruta de este momento tan íntimo y especial
con Lay – dijo Elisabeth – Yo me voy yendo, hoy LuHan quería darme una
sorpresa. ¿No es una casualidad? -.
- Vale, adiós – dijo Samantha.
- Recuerda cerrar el salón hasta terminar con la cena y
taparle los ojos cuando valláis a entrar en este, buena suerte – dijo Elisabeth
antes de meterse en su coche y desaparecer en la noche.
Perfecto. Por ahora
todo iba a la perfección. Gracias a Bea y a Elisabeth tenía preparada una cena
romántica con Lay más una sorpresa extra. Estaba tan nerviosa… Su corazón latía
tan rápido que iba a salírsele del pecho. Las manos comenzaban a sudarlas y no
dejaba de suspirar y morderse el labio intentando tranquilizarse. Miró a su
alrededor para ver si podía hacer algo mientras la espera, pero todo estaba hecho.
Asomó la cabeza al salón y observó el ambiente. Las velas estaban en su sitio,
todo espaciado para lo que tenía pensado, pero fallaba algo. Comodidad. Miró el
reloj y comenzó a subir las escaleras a toda prisa. Faltaban unos pocos minutos
para ser y media y que Lay llegase. Desde que vuelve a tener su moto llega
demasiado puntual. Abrió su armario y cogió una de las sábanas nórdicas y un
buen cojín. Bajó con ello comiendo un par de escaleras e intentando no
estropear nada colocó la sábana en el suelo junto con el cojín. Ahora sí que
estaba todo a la perfección, solo faltaba algo, Lay. Y como si la hubieran
leído la mente el motor de la moto se oyó llegar y con él los nervios aflorar.
Apagó las luces del salón, dejando que la tenue luz de las velas inundara la
habitación, y cerró el salón para prever que Lay echara un vistazo antes de
tiempo. En ese momento Lay llamó a la puerta y los nervios de multiplicaron por
10. Suspiró y tras la segunda llamada abrió la puerta sonriendo ante la vista
que la ofrecía su novio. Vestía una camisa blanca con manchas negras a los
costados en V, unos pantalones vaqueros negros y una chaqueta negra. Además
olía desde allí la colonia que se había puesto. Era dulce y masculina a la vez;
la encantaba.
- Creí conveniente arreglarme, después de todo tienes una
sorpresa para mí – dijo Lay, como si hubiera adivinado lo que pensaba Samantha
en aquel momento.
- Estás perfecto – comentó Samantha cogiéndole de la mano y
llevándole hasta la cocina - ¿Tienes hambre? He hecho algo de cenar -.
- Valla… ahora me arrepiento de haber dejado a Helen hacerme
la cena, lo siento – contestó Lay haciendo una mueca.
- No importa, tampoco hice mucho – valla… la cena un
fracaso, bueno no exactamente pero tenía la esperanza de poder cenar juntos.
Los dos pasaron a la
cocina y, aunque Lay ya había cenado, no quiso hacer un feo a todo el esfuerzo
de Samantha asi que comió junto a ella hasta que vió que ya no tenía más
hambre. Durante toda la cena observó cómo Samantha comía, lanzándole tímidas
miradas de vez en cuando y sonrojándose con sus cumplidos y comentarios. Desde
luego si Samantha era algo, ese algo era preciosa. Aquellas mechas
californianas ya casi habían desaparecido dejando paso al pelo castaño oscuro
de ella. Además sus ojos grises brillaban siempre que sonreía y le arrancaba a
él una sonrisa tonta.
- ¿Cómo se ha tomado Helen lo de tu vuelta a Canadá? –
preguntó Samantha intentando mantener una pequeña conversación antes de
soltarle la bomba.
- Igual que tú; intentó no llorar pero se la escaparon
algunas lágrimas. Quiso venir y me costó bastante convencerla de que se quedase…
Tienes algo en la comisura de los labios preciosa – contestó Lay. Samantha se
relamió los labios y de repente a Lay le entraron unas ganas locas de besarla,
pero tenía que controlarse. Era la última noche que pasarían juntos y no quería
arruinar nada.
- Es difícil despedirse de alguien por tanto tiempo, sobre todo
si le quieres tanto – comentó Samantha comenzando a jugar con los restos de la
pasta.
Lay arrastró la silla
hasta quedar al lado de Samantha y la cogió del mentón con dulzura, acariciando
el labio inferior con su dedo para quitarla un poco del tomate de la pasta. Sin
decir nada se llevó el dedo a la boca degustando aquel sabor tan dulce del
tomate, haciendo sonrojar a Samantha. Aquello ayudaba un poco a lo que tenía
pensado hacer luego… pero aun así no podía remediar todos aquellos miedos e
inseguridades que sentía.
- ¿Has terminado de cenar preciosa? – preguntó Lay divertida
ante la reacción de la chica.
- Sí… ahora ven, te voy a enseñar la sorpresa – contestó Samantha,
aquel era el momento de la verdad.
Cogió a Lay de la
mano y lo condujo frente a la puerta del salón. Tras ordenarle que cerrara los
ojos y hacerle prometer no hacer trampa, abrió el salón y le hizo caminar hasta
el interior de este. Antes de indicar a Lay que podía abrir los ojos suspiró un
par de veces para intentar calmar su corazón acelerado.
- ¿Recuerdas lo que dijiste antes? No tienes miedo de
expresar lo que sientes por mí y siempre sabes qué decir o cómo acariciarme para
que yo lo sepa… - dijo Samantha – Yo no soy muy buena con las palabras o acciones…asi que esta es la única forma en la
que te puedo mostrar todo lo que siento por ti. Abre los ojos y promete no
reírte -.
Lay sonrió e hizo lo
ordenado. Cuando abrió los ojos observó extrañado a Samantha, hasta que
entendió lo que todo aquello significaba. Las velas alumbrando levemente el
salón, las sábanas y cojines en el suelo, los pétalos de rosa… De repente un sentimiento
cálido se apoderó de él.
- ¿Estas segura de esto? – preguntó Lay cogiéndola de las
dos manos y entrelazando los dedos con fuerza.
- Si… aunque admito que estoy muy nerviosa – contestó Samantha
mordiéndose el labio por los nervios.
Lay la juntó a él
cogiendo dos de las hebillas del pantalón de Samantha. Hasta que esta no rodeó
el cuello de Lay con sus brazos no la abrazó por la cintura, pegándola a él lo
máximo posible. Para ser francos desde hacía un tiempo que él se sentía
preparado para dar este paso con Samantha, pero quería esperar a que ella también
lo estuviera.
- Samantha, es tu virginidad y no quiero que lo hagas solo
porque te sientes obligada o por miedo a que te olvide – murmuró Lay juntado su
frente con la de Samantha.
- Lo sé, y lo hago porque quiero – contestó, y no supo de
dónde sacó las fuerzas para decir lo siguiente… pero lo hizo – Hazme el amor -.
Lay sonrió ante
aquella frase. No creía capaz a Samantha de decir algo de ese estilo, pero ahí
estaban… apunto de tener relaciones sexuales por primera vez. Al menos ella. Él
ya lo había experimentado y se aseguraría de que su pequeña y pronto ya no tan
inocente Samantha disfrutase lo máximo posible.
- Iré despacio, tu marcas los límites… si en algún momento
decides echarte atrás no importa, no sigas porque te sientas obligada – murmuró
Lay contra su cuello, depositando pequeños besos a lo largo de este.
Samantha suspiró
nerviosa y dejó que Lay diera los primeros pasos. No tenía ni idea de lo que
hacer o decir; tenía la mente totalmente en blanco. Dio un pequeño bote cuando
notó las manos de Lay colarse por debajo de su jersey, elevándolo lentamente.
De una manera casi tortuosa. Cuando por fín se deshizo de aquella prensa de lana
Lay observó detenidamente el sujetador de Samantha y sonrió, comenzando a besar
sus clavículas.
- Veo que lo tenías planeado – dijo entre beso y beso.
Samantha no
respondió, tan solo decidió hacer algo ella también. No iba a dejar que Lay
hiciera todo el trabajo. Tímidamente bajó las manos de la nuca de Lay hasta el
final de su camisa, pasando por sus pectorales y tripa. Dejó escapar un pequeño
jadeo cuando Lay la mordió en el cuello, dejando una pequeña marca. Este
adivinó las intenciones de Samantha y se separó para dejarla libertad de
movimiento y facilitándola el quitarle la chaqueta y la camisa. Igual de
despacio que él se la quitó a ella. Una vez desnudos por la parte superior Lay
elevó a samantha, cogiéndola por la cintura, y comenzó a besar en los labios
con toda la pasión posible mientras caminaba hacia las sábanas. Sin separarse
en ningún momento la tumbó con cuidado y, apoyándose con un antebrazo en el
costado de Samantha, dejó caer parte de su peso sobre este.
- Lay… - jadeó Samantha cuando este se dispuso a desabrochar
el sujetador.
- Tranquila – susurró en su oreja – Tú tan solo relájate y
disfruta, déjame todo el trabajo a mí -.
Samantha asintió y
suspiró nerviosa cuando sintió como Lay la arrebataba el sujetador. De repente
se sintió más avergonzada que nunca. En su vida había estado desnuda ante un
hombre, ni ante su médico. La daba muchísima vergüenza que alguien pudiera
verla de aquella manera, pero algo en la forma en que Lay la miraba la hacía
sentirse tranquila. Tras unos minutos de caricias y besos en los que Lay se
aseguró de no olvidarse de ni un solo milímetro de la piel de Samantha, comenzó
a depositar pequeños besos en su vientre, bajando poco a poco dibujando un
pequeño camino hasta su pantalón. Lay elevó la mirada, pidiendo permiso a
Samantha con esta. Samantha, acalorada y sonrojada a más no poder, asintió y
Lay procedió a deshacerse del pantalón de Samantha, como del suyo. Siguió con todo
tipo de caricias y besos, los cuales arrancabas jadeos y pequeños gemidos de la
boca de una avergonzada Samantha. Entonces llegó el momento. Había que
deshacerse de la última prenda de tela que les separaba. Por alguna razón Lay también
estaba nervioso. El hecho de que fuera Samantha con quien estaba a punto de
hacer el amor le ponía nervioso y las mariposas en el estómago venían a él. Con
lentitud y delicadeza retiró la última prensa que les separaba el uno del otro.
En ese momento Samantha no pudo aguantar más y se tapó avergonzada.
- No tengas miedo preciosa – dijo Lay besándola en la frente
y acariciándola la mejilla – No te tapes, déjame ver lo hermosa que eres por
favor -.
Asintió y tras
convencerse así misma que no había nada de lo que preocuparse se destapó. Lay
se separó un momento para observar cada curva del cuerpo de Samantha. Nunca, en
toda su vida, había visto a alguien tan perfecta. Eran esas pequeñas
imperfecciones lo que la hacían perfecta. Sobre todo ese lunar en la cadera
derecha, le estaba volviendo loco.
- ¿Estas lista? – preguntó colocándose sobre ella, alzando
una de las piernas de la adolescente.
- Creo… tengo muchos nerviosa ahora mismo – admitió la chica
colocando sus manos en los hombros de Lay, este sonrió y la besó repetidamente
en los labios.
- Es normal pequeña… Admito que yo también estoy nervioso –
dijo entre beso.
- ¿Por qué? Tú ya lo has hecho antes, ¿no? -.
- Si, pero contigo es diferente… Después de esto estaremos
completamente unidos, tanto nuestros cuerpos como nuestras almas. Y hacerlo
contigo significa muchísimo más que con cualquiera – Samantha sonrió con todo
el cariño del mundo y besó a Lay en los labios con pasión pero lentitud -
¿Lista? –.
Samantha asintió. Entonces
cualquier distancia existente entre los dos cuerpos desapareció y comenzaron a
aparecer todo tipo de sensaciones en Samantha. Aunque al principio hubiera
dolor sentir la piel de Lay sobre la suya era una sensación totalmente
placentera que abarcaba casi todo su ser. ¿Miedo al sexo? ¿Qué era eso con Lay?
Nunca en su vida se había sentido tan querida ni tan bien tratada. No era
solamente aquel sentimiento en su vientre que comenzaba a aumentar lo que la
estaba haciendo disfrutar como nunca si no también los besos que Lay no dejaba
de esparcir por todo su cuerpo y rostro, sin olvidar por supuesto los labios.
Jamás se había sentido tan entera o tan completa como en aquel momento. Tenía la impresión de estar hecha
única y exclusivamente para él, única y exclusivamente para aquello. Lay la
besó en la boca, en los hombros, en el cuello, en cualquier parte de su cuerpo
que quedara su alcance, y gimió de
placer.
- Te amo pequeña – dijo Lay, casi sin aliento, retirando el
cabello empapado de sudor de la frente de Samantha y besándola con fuerza.
Entonces el placer
explotó entre ambos. Haciendo esfuerzos por respirar, Lay se relajó y se
incorporó un poco para no caer con todo su peso sobre Samantha. Descansó su
frente sobre el hombro de esta hasta recobrar la compostura. Tembló bajo los
labios de Lay cuando este depositó un delicado beso sobre sus clavículas. Nunca en su vida se había sentido así. Su cuerpo
aún temblaba de vez en cuando y se sentía cansada y mareada, pero aun así no
podía dejar de sonreír.
- ¿Cómo te encuentras? – preguntó Lay mirándola directamente
a los ojos.
- Estoy en el cielo… ha sido increíble Lay – contestó acariciándole
una mejilla.
Lay sonrió y tras
besarla en la palma de la mano se tumbó a su lado, tapándolo con la manta, y
abrazó a Samantha contra su pecho besándola en la cabellera. El cansancio hacía
que ambos comenzasen a sentirse exhaustos. Poco a poco su visión comenzó a
volverse borrosa y de repente notó una pequeña punzada de dolor en su tripa,
pero estaba tan cansada que ni siquiera le prestó atención.
Acababa de
adormilarse cuando el teléfono comenzó a sonar. En aquel momento era demasiado
ruidoso que se costumbre pero aun así lo ignoró. Dejó de sonar y se acomodó
mejor entre los brazos de Lay, quien no parecía estar demasiado cansado y no
dejaba de enredar sus dedos en la melena de Samantha. Cuando un segundo después
comenzó a sonar de nuevo refunfuñó.
- ¿Quieres que lo coja? – preguntó Lay.
- Déjalo que suene, es un mundo libre – contestó Samantha
abrazándolo con más fuerza, aun así el teléfono paraba y volvía a sonar como
loco por lo que tuvo que resignarse y levantarse para contestar.
- ¿Diga? – preguntó de una forma algo arisca.
- ¿Samantha? ¡Oh dios, menos mal que por fín contestas! –
dijo Sehun aliviado, aunque tenía la voz temblorosa - ¿Está Bea contigo? -.
- No… volvió a casa hace unas horas – contestó extrañada,
Lay se unió a ella también con expresión extrañada - ¿Qué ocurre? Es como si
estuvieras llorando -.
- Bea a desaparecido -.
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