domingo, 15 de diciembre de 2013

Wolf's Tears - Capitulo 10

Autora: G.ell. (@Maria_BubbleTea)
Participantes: Samantha Hwang (OC/Fan), Lay, Tao, Luhan, Kris, Chen, Xiumin, Sehun y Chanyeol (EXO), Tiffany Hwang (SNSD)
Género: Long-fic, AU, ciencia ficción, fantasía, acción.
Advertencias: Lemon no explícito, muerte de algunos personajes.
Autorización: +12.



Capítulo 10:

 Miró al reloj comenzando a sentirse nerviosa. Hacía media hora que tanto ella como Lay y Chanyeol habían llegado a casa de Elisabeth y aún no había podido hablar con Kai. Lay y Chanyeol se encontraban en una de las habitaciones del piso superior hablando con Kris y; aunque se habían escuchado algún que otro golpe y grito; todo se había vuelto muy silencioso, demasiado para su gusto. Pasaron los minutos y aún no se oía nada, ademas sentía las marcas en su brazo arder. No era doloroso, pero sí molesto.
- Hey preciosa - Samantha levantó la vista y sonrió a Lay.
- ¿Ya has acabado de hablar con Kris? - preguntó volviendo su mirada a las marcas de sus brazos.
 Lay no respondió; tan solo se sentó a su lado y cogió el brazo de Samantha, trazando las marcas negras con las yemas de sus dedos. Estaba tan concernido como Samantha sobre aquellas marcas, no sabía cómo habían podido aparecer en el brazo de la joven pero aun así le daban mala espina.
- ¿Preocupado? - preguntó Samantha, Lay rió secamente.
- ¿Tanto se nota? - Samantha se abrazó a él colocando la cabeza bajo la barbilla de Lay para acomodarse mejor. Lay suspiró intentando liberar todas sus preocupaciones al aire y rodeó a Samantha por los hombros para juntarla a él con fuerza.
- Algo me dice que no solo es por mis marcas - dijo Samantha mientras jugaba con uno de los botones de la camisa de Lay - ¿Qué ocurre? -.
- Es largo de explicar - contestó Lay enredando sus dedos en el pelo de Samantha.
- Esta noche no tengo nada que hacer, asi que puedes contármelo entonces - murmuró Samantha tranquilizándose con las caricias de Lay. Este sonrió y besó a Samantha en la frente.
  Se mantuvieron en la misma posición durante un buen rato disfrutando de aquel momento tan tranquilo que rara vez podían tener. Alguna que otra vez intercambiaron un par de palabras y miradas pero no les hacía falta mucho más para disfrutar de aquel momento, aunque había algo raro en Lay. Estaba más callado de lo normal y parecía tener la mente en otra parte.
- Voy a echar estos momentos de menos - suspiró Lay.
 Samantha elevó el rostro extrañada. ¿A qué había venido aquel comentario? Justo cuando iba a preguntar, tanto Chanyeol como Kris aparecieron en el salón. No parecían demasiado contentos, era como si alguien hubiera muerto.
- Kai acaba de llegar - dijo Kris, parecía incómodo - Y trae compañía -.
- Puedo decirlo - comentó Lay removiéndose en el sitio.
- Yo me voy, no aguanto demasiado la esencia de dos brujos oscuros sin descontrolarme - dijo Chanyeol.
 Kris asintió y tras despedirse le acompañó al jardín trasero, lo más lejos posible de Kai y esa supuesta compañía. ¿Había traído a alguien para ayudarla con las marcas? Miró a Lay confundida; aquello comenzaba a olerla a chamuscado, pero se tranquilizó un poco en cuanto Lay la acarició la mejilla sonriente. Uno de estos días tiene que preguntarle cuál es su secreto.
- ¿Quieres que me quede? – preguntó.
- Solo si no te importa - contestó Samantha cogiendo la mano de Lay y entrelazando los dedos.
- Será mejor que esté presente -.
 Ambos dirigieron su mirada hacia la entrada al salón, encontrándose con Kai y un hombre demasiado familiar para ambos. Yunho. ¿Qué diablos hacía allí? ¿Acaso Kai le había llamado? Y si fuera así, ¿por qué motivo? Todo se estaba poniendo cada vez más confuso.
- ¿Qué es esto? - preguntó Lay levantándose. Estaba tenso, mala señal; la última vez murieron dos personas…o bueno, vampiros.
- Tranquilo - dijo Kai - Yunho está aquí para aclararnos un par de cosas, podemos fiarnos de él ¿de acuerdo? -.
 Samantha se levantó y posó su mano en el hombro de Lay indicándole que podía tranquilizarse. Este la miró no muy convencido, aun así la hizo caso e intentó tranquilizarse.
- ¿Qué le ha ocurrido a Samantha? - preguntó Yunho, parecía realmente concernido.
- Yo... ayer tuve un sueño y cuando me desperté tenía esto, solo que brillaban - contestó Samantha enseñándoles las marcas de su brazo. Parecían tatuajes tribales que bajaban desde su hombro hasta el dorso de su mano.
- ¿Y de qué color dices que brillaban? - preguntó Kai observando las marcas más de cerca.
- Esas marcas las he visto antes - dijo Yunho llamando la atención a todos.
- ¿Qué son? - preguntó Lay.
- Cuando un brujo o una bruja oscura ha despertado sus poderes aparece esta marca – explicó Yunho – Contra más grande sea la marca, más poderosa es la bruja o el brujo -.
 Kai dirigió una ojeada a la marca de Samantha y silbó asombrado; ni si quiera la suya era así de grande. Su marca no abarcaba más que su nuca y algo de su hombro derecho, en cambio la de Samantha todo el brazo. Desde el hombro hasta el dorso de la mano.
- Entonces no hay nada por lo que preocuparse, ¿verdad? – preguntó Lay sin poder remediar lanzar una mirada llena de preocupación hacia Samantha.
- Todo está bien aunque los ardores seguirán produciéndose durante estos días, después de todo sigue siendo una herida en la piel – contestó Yunho.
 Samantha suspiró aliviada y miró a Lay, regalándole una sonrisa tranquilizadora. Este tan solo la agarró la mano con fuerza, entrelazando sus dedos. Por un momento creyó que a Samantha la pasaba algo verdaderamente malo y que no podría salir de esta, pero por suerte no era nada de lo que preocuparse. Aun así no conseguía librarse de aquel sentimiento de angustia que se encontraba en su garganta. Samantha estaba a salvo, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no puede deshacerse de ese sentimiento tan incómodo?
- Entonces, ahora que sabemos que no tenemos por qué preocuparnos, podemos irnos – dijo Samantha.
- Antes deberías tener claro una cosa – dijo Kai – Tus poderes han despertado, asi que alguien debe ayudarte a controlarlos -.
- Pero para eso estás tú, Elisabeth te llamó – respondió la joven sin soltar la mano de Lay.
- En realidad le llamé yo – dijo Yunho – Elisabeth tan solo quiso que no sospecharas o te asustases -.
- ¿Me habéis engañado? – preguntó Samantha, Lay frunció el ceño y se acercó más a esta en un gesto sobreprotector.
- Antes de que decidas irte queríamos decirte una cosa – dijo Kai leyendo las intenciones de Lay y Samantha – Ten muy claro en quien confiar; los que estamos presentes en este instante somos los que estaremos en los peores momentos -.
- Pero… ¿Y Yunho? – preguntó Samantha mirándolo desconfiada – Dijo que trabajaba para La Orden y se supone que van tras de mí -.
- Y así es, en ambos casos, pero entenderás que no puedo hacerte daño – contestó Yunho.
- ¿Por qué? – preguntó Lay, parecía molesto por algo.
- Ya se lo dije, conocí a sus padres y prometí protegerla – algo en el tono de voz la dijo que ni si quiera él mismo estaba muy convencido de lo que estaba diciendo pero lo dejó estar por el momento. Quería salir de allí lo antes posible e intentar pensar en cualquier otra cosa que no fueran brujas, hombres lobos o esa ‘’Orden’’ que hasta hace poco no sabía de su existencia pero que al parecer, van a por ella por alguna razón que ella desconocía.
 Siguieron intentando aclarar más aquel tema de las marcas para cuando llegaron Elisabeth y LuHan. Fue el momento en el que decidieron irse para no estorbar, avisando a Chanyeol de su ida. Tas despedirse y agradecer toda la información recibida los tres se montaron en el todoterreno negro de Chanyeol y tomaron camino a casa de Samantha. Hacia demasiado que pasaba la noche fuera y añoraba su cómoda y suave cama de sábanas blancas.  
 Durante el camino se mantuvo en completo silencio, apoyando la frente contra la ventanilla del coche pensando en todo lo que se había dicho aquella mañana. Nunca en su vida se había sentido tan fatigada mentalmente. Demasiada información en un solo día.
- ¿Cansada preciosa? – preguntó Lay desde el asiento delantero del coche, mirándola desde el retrovisor.
- Un poco, tanta información me ha dejado saturada – contestó Samantha pasándose una mano por el pelo en un gesto cansado.
- Tranquila pequeña, en nada estaremos frente tu casa y podrás descansar – dijo Chanyeol pisando el acelerador.
 Aunque la velocidad no fuera de su gusto no podía reprocharle nada en aquellos momentos. Estaba demasiado cansada como para hacerlo. El viaje se la hizo corto y para cuando se quiso dar cuenta Lay estaba abriéndola la puerta como un caballero. Tras reírse divertida salió del coche y, junto a Lay, se encaminó a la entrada de su casa.
- No sé cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí – dijo Samantha metiendo la copia de las llaves en la cerradura.
- A mí se me ocurre una forma – contestó Lay mordiéndose el labio.
 Samantha arqueó una ceja  pero pronto leyó las intenciones de este cuando la cogió de la mano y abrió por ella la puerta, acercándose con aquella sonrisa en el rostro. Ambos pasaron al interior del edificio fundidos en un beso lento pero apasionado, cerrando la puerta de una patada.
- Creo que cojo la idea – dijo Samantha cuando se separaron. Lay sonrió pero pronto se le borró aquella mueca, extrañando a Samantha - ¿Ocurre algo? -.
- Alguien  ha estado aquí – comentó Lay.
- ¿Tiffany? – Lay negó.
- No… el olor es completamente diferente – de repente se tensó – Proviene de arriba, de tu cuarto -.
- ¿Cómo lo sabes? – preguntó Samantha, Lay dirigió su mirada hacia ella mientras subía las escaleras dándose un toquecillo en la nariz.
 Ambos subieron las escaleras con sigilo hasta llegar a la entrada de su cuarto. La idea de que alguien pudiera haber entrado en su casa en su ausencia, sin ni si quiera forzar la cerradura o romper alguna ventana, la ponían los pelos de punta. Aquello dejaba claro que quien había entrado no era un simple ladrón. Pasaron al interior de su cuarto y a excepción de su armario, todo está como lo había dejado el otro día.
- Mi armario… con lo que me cuesta colocar toda la ropa – se quejó Samantha mientras recogía las camisas tiradas por el suelo y volvía a doblarlas y colocarlas en su sitio.
- ¿Está todo? – preguntó Lay preocupado.
 Samantha le observó por unos minutos y comenzó a contar sus camisas, sus pantalones… todas las piezas de ropa que había guardado cuando se cambió de cuarto. Los cajones estaban cerrados, por lo que no debería preocuparse por su ropa interior. Sus pantalones estaban todos, pero faltaba el jersey negro que tanto la gustaba.
- Me falta un jersey – contestó Samantha.
- ¿Estas segura? – preguntó Lay acercándose a ella; Samantha rodó los ojos.
- Sé que ropa tengo por lo que, sí, estoy segura… ¿por qué te preocupas tanto? Es solo un jersey – contestó la chica mientras cerraba el armario y caminaba hacia su escritorio, cogiendo el blog de dibujo. Recordó entonces cómo fue capaz de sacar de él la taza de chocolate caliente y la mariposa… ¿y si se lo enseñaba a Lay?
- Tu ropa tiene tu olor y si quienes han entrado son conocidos de los dos vampiros que matamos cuando te intentaron morder, será más fácil que te encuentren y te harán daño – dijo Lay abrazándola por detrás, rodeándola la cintura y escondiendo su rostro en el cuello de Samantha. Esta sonrió al sentir el aliento de su novio sobre la piel de su cuello y cómo el pelo la hacía cosquillas en su mejilla. Pero la sonrisa desapareció en el momento en el que recordó aquella noche y pensó en la posibilidad de que, lo que había dicho Lay, fuese verdad. Entonces estaría en peligro.
- Pero no pasará… tu siempre me proteges, asi que no tengo de qué preocuparme – comentó Samantha acariciando el dorso de una de las manos de Lay.
 Entonces el agarre disminuyó y notó a Lay alejarse de ella. Había algo raro en aquel gesto que no la acababa de gustar. Se giró extrañada y miró a Lay interrogante. ¿Qué demonios le pasaba últimamente? Cuando le miró hizo una mueca la ver el modo en el que él la observaba. Parecía indeciso y nervioso por algo.
- ¿Qué ocurre Lay? – preguntó extrañada.
- Dentro de dos días me voy de Lickey Hills – contestó tras un momento de silencio.
-… ¿Qué? –.
 Y ¡BUM! La burbuja de felicidad estalla. Lay desvió la mirada y comenzó a caminar nervioso por la habitación, pasándose la mano por el cabello. Le había vuelto a crecer y, aunque no lo tuviera tan largo como antes, le quedaba mucho mejor que nunca.
- ¿Nunca te has preguntado a qué manada pertenezco? – preguntó Lay mirándola indeciso.
- S-si... pero me acabas de decir que te vas y ahora esto; no entiendo qué tiene que ver – contestó Samantha.
- Tú… Tan solo escúchame y lo entenderás – dijo Lay acercándose a ella de nuevo y apresando sus manos en las suyas – Por favor -.
Samantha suspiró y tras ver el modo en el que Lay la estaba suplicando con la mirada no pudo hacer otra cosa que asentir. Estaba molesta con él en cierto modo por avisarla con tan poca antelación, aunque ni ella misma supiera si Lay lo sabía de antes o no, tan solo el pensamiento de que Lay se iba y ella no podría verle… esa idea en cierto modo la hacía enfadar. Lay suspiró y se sentó en la silla del escritorio, indicando a Samantha que se sentase en su regazo. Aunque estuviera molesta no le rechistó y se sentó sobre él, dejando que Lay la abrazara y entrelazase una de sus manos con la suya propia.
- Mi padre es como yo; un lobo, un pura sangre; y siempre ha sido el líder de la manda en la que yo formaba parte. Mi madre y él me inculcaron desde pequeño todo lo que tenía que saber para poder ser el próximo líder de la manada, por lo que fueron estrictos conmigo y no me trataban como a un niño normal – comenzó a explicar Lay – Todo iba bien hasta que sufrimos el ataque de alguien. En ese momento yo estaba fuera y no pude hacer nada por ayudar a mi manada. Mi madre murió en el ataque y desde entonces mi padre ya no es el mismo -.
- Lo siento – dijo Samantha acariciándole la mejilla; Lay la sonrió débilmente y la beso el dorso de la mano.
- Tranquila, conseguí superar el golpe… pero mi padre no. Desde la muerte de mamá se convirtió en alguien muy rencoroso y odioso. La gente comenzó a temerle y a hablar de ´le a sus espaldas. Se enteró de la identidad del supuesto culpable de la muerte de mamá y sin dudarlo nos envió a por ellos… En ese entonces no sabía lo que hacía, creía que mi padre tenía la razón y que lo sabía todo. Cuando llegamos al lugar resultó ser un adolescente, alguien conocido – continuó Lay, aunque comenzaba a notarse que la costaba mucho seguir hablando.
- ¿Y qué ocurrió? – preguntó Samantha.
- Intentamos tomarnos la venganza por nuestra mano… pero yo no pude. Mi padre se enfureció conmigo y tras discutir entre los dos frente a toda la manada, fui expulsado por mi propio padre. Me vi obligado a mudarme, yendo de país en país. Un lobo expulsado es un peligro para la manada y muchas veces me las he tenido que ver con cazadores enviados por mi padre para matarme – contestó Lay haciendo una mueca. Samantha sintió una punzada de dolor en su corazón. ¿Cómo era capaz de decir todo aquello sin soltar ni una sola lágrima? Como sí que tu padre enviase a alguien para matarte le ocurriera a cualquiera – En ese momento me di cuenta que mi padre había enloquecido; estaba ciego de ira y tristeza -.
- ¿Y por qué tienes que irte? – preguntó Samantha.
- Chanyeol vino a avisarme de que mi padre ya estaba demasiado viejo como para seguir liderando la manada y, puesto que soy el único heredero, debo coger el liderazgo de esta. Para ello debo ir a Canadá por una temporada y arreglar todo lo que mi padre hizo – contestó Lay mirándola directamente a los ojos -  Quiero volver y limpiar el nombre de mi manada y el de mi familia -.
 Samantha suspiró y se apoyó en el hombro de Lay. De repente todo el cansancio acumulado durante la mañana la golpeaba de golpe, a la vez, y las ganas de llorar aumentaban. No quería que Lay se fuera tan pronto; o incluso no quería que se fuera a secas; pero tenías razones comprensibles para hacerlo y si le retenía aquí no iba a perdonárselo nunca.
- ¿Por cuánto tiempo estarías fuera? – preguntó Samantha, aunque no quería saber la respuesta porque sabía que iba a ser doloroso. Tanto como si la clavaran 100 cuchillas en el corazón.
- Por un año  completo… - contestó bajando la mirada, mordiéndose el labio nervioso por cualquier reacción que pudiera tener Samantha.
 Este no supo qué decir o cómo reaccionar. Tan solo se mantuvo quieta, inmóvil, en silencio durante lo que a ambos les pareció una eternidad. Lay la miraba expectante, esperando que le gritase o que llorase… que hiciera algo y no quedarse quieta.
- Un año entero… - suspiró Samantha – Y supongo que tendremos que hablar sobre nosotros -.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Lay.
- En los libros y películas siempre cortan cuando pasa esto…- contestó Samantha bajando la vista.
- Pero esto ni es un libro ni una película, es la vida real – dijo Lay elevándola el rostro por el mentón – No volvería a perderte en un millón de años Samantha. Ninguno de los dos tendrá que volver a pasar por ese dolor nunca más -.
- ¿Y cómo podremos seguir adelante con esto? – preguntó mientras sentía una lágrimas caer por su mejilla. Lay sonrió con dulzura y la besó en la mejilla, borrando cualquier rastro de lágrimas.
- Tenemos móviles y ordenadores; vivimos en la era de la tecnología… siempre podremos hablar sin perder contacto – contestó Lay.
- Aun así…- suspiró Samantha.
 De repente todas las inseguridades que alguna vez tuvo y guardó en el interior de sus ser renacieron. ¿Y si mientras está en Canadá conoce a alguien mucho mejor que ella? ¿Y si la olvida? O peor, que ocurriera al revés. ¿Y si alguien aparece en su vida y se olvida de Lay? No quiere que nada de eso ocurra y tiene miedo a que se valla. Pero, a pesar de su miedo, una parte de ella entiende la situación en la que se encuentra. Está totalmente confundida.
- Esto no tiene nada que ver con cómo comunicarnos, ¿a qué no? – preguntó Lay comenzando a acariciar el antebrazo de Samantha, produciéndola ligeras cosquillas.
 No eran el tipo de cosquillas que te hacían reír como una loca; si no el tipo de cosquillas que te producen mariposas en el estómago y te relajan hasta el punto de cerrar los ojos para disfrutar del sentimiento.
- ¿Y sí encuentras a alguien mejor? – preguntó insegura.
- Eso no pasará nunca – contestó Lay dándola un pequeño beso en la punta de la nariz – Tu eres perfecta: Eres divertida, dulce, adorable y preciosa además de valiente y testaruda… por nada del mundo encontraría a alguien mejor -.
- Eso lo dices solo por decir – dijo Samantha avergonzada ante tanto cumplido.
- No – respondió Lay mordiéndose el labio inferior – Lo digo porque es así como te veo. No hay nadie más perfecta ante mis ojos que tú, y eso no va a cambiar nunca -.
- ¿Cómo sé que es verdad? – preguntó Samantha – Quizá lo que dice tu libro tiene razón y un lobo y una bruja no deberían estar juntos… -.
- Samantha no digas eso –.
 Perfecto, ahora había ofendido a Lay por haber dicho aquello. Pero es que no sabía qué hacer. Estaba molesta, triste y confusa a la vez. Lo único que quería hacer era llorar o gritarle, intentar que se quedase. Pero no podía ser tan egoísta, ni ella ni Lay la perdonaría.
- Escúchame con atención porque no pienso repetir esto bajo ningún concepto – dijo Lay obligándola a mirarle directo a los ojos. Esos ojos llenos de amor y preocupación pero también de miedo e inseguridad – Eres irremplazable para mí Samantha. Una vez que un lobo encuentra a su pareja no podrá olvidarla jamás y por muchas mujeres que se crucen en mi camino mi corazón latirá solamente por y para ti… Por mucho que me odies, que me grites o que me engañes te seguiré amando. Es la maldición que tenemos los lobos. Amar a solo una sola persona y lidiar con lo que ocurra. Por eso estoy tan seguro de que nada me hará olvidarte: ni si quiera que tú lo hagas y me dejes por otro -.
- Yo no te dejaría por nadie – dijo Samantha en un tono firme, dejando claro que lo decía desde lo más profundo de su ser.
- Ni yo a ti, por eso no debes preocuparte. Pase lo que pase siempre seré tu lobo feroz y tú mi Caperucita – respondió Lay haciendo que Samantha sonriera como una idiota.
- ¿Cómo lo haces? – preguntó esta sin dejar de sonreír – Siempre sabes qué decir o hacer para tranquilizarme y hacerme sentir mejor… Es como si te inspirase algo para tener todas esas frases preparadas para decirlas en el momento adecuado -.
- Tú eres suficiente inspiración para mi Caperucita… tan solo expreso todo lo que me haces sentir en palabras y lo expreso sin miedo – contestó Lay.
 Samantha se quedó pensando en lo que acababa de decir unos instantes. Ella no sabía cómo expresar todo lo que Lay la hacía sentir. Aquellas mariposas, el calor que la inunda cuando está cerca de él o que cada día no deje de añorar sus labios y sus caricias. Entonces se la ocurrió una idea, desmesuradamente alocada para lo que es ella, pero iba a necesitar toda esta tarde para prepararla y un poco de ayuda femenina.
- Para ser un lobo…eres muy cursi – dijo Samantha divertida.
 Lay fingió una expresión de sorpresa y luego se hizo el ofendido, inflado las mejillas como un niño pequeño. Iba a echar de menos aquellos gestos idiotas de ese… de ese idiota al que tanto quería. Se levantó de su regazo tras desinflarle las mejillas con los dedos y besarle en los labios, sonriente.
- Tendrás que darle la noticia a Helen, ¿o ella también se va? – preguntó Samantha esperanzada de que no fuera así.
- Es verdad… ¿no puedo quedarme el resto del día aquí y decírselo mañana? – Samantha rió divertida.
- No… vete y cuando se lo digas y la expliques todo como a mí vuelves – entonces se mordió el labio – Habrá una sorpresa para cuando lo hagas -.
- ¿Ah sí? - preguntó Lay sonriente mientras ambos comenzaban a bajar las escaleras - ¿Qué tipo de sorpresa? -.
- Si te lo digo ya no será sorpresa – contestó Samantha.
 Antes de salir Lay se paró frente a la puerta y cogió a Samantha por la cintura, acercándolo a él en un gesto tan delicado que casi sorprende a Samantha. Lay juntó su frente con la de Samantha, haciendo más notable aún la diferencia de estatura entre los dos, y se mantuvo de aquella forma durante unos minutos en completo silencio. Después la besó en la frente soltando un leve suspiro.
- Sabes que no quiero irme pero que no tengo elección, ¿verdad? – preguntó preocupado.
- Claro que sí Lay, entiendo que tengas que irte y aunque no me guste demasiado la idea… es algo que tienes que hacer y no quiero interponerme – contestó Samantha poniéndose de puntillas para darle otro beso en los labios – Ahora vete, luego nos vemos ¿vale? Vente sobre las 22:30 -.
- ¿Tengo que esperar tanto para volver a verte? – preguntó Lay mordiéndose el labio inferior. De repente lo había mucho, demasiado para la salud de Samantha, pero era irresistible.
- Si – contestó Samantha comenzando a empujarle hasta la salida.
- ¿Y cómo voy a poder vivir sin ti todo el tiempo restante? – preguntó Lay haciendo un puchero.
- Sobrevivirás – dijo Samantha dándole un pequeño golpe en el pecho y señalando la salida – Ahora vete a hablar con Helen o no hay sorpresa -.
 Le costó unos cuantos minutos más convencer a Lay de que se fuera, pero tanto esfuerzo valdría la pena si su plan sale como espera. Tras perder de vista a Lay por completo y asegurarse de que no estaba escondido por los alrededor llamó a Bea y a Elisabeth para tener consejo. Necesitaba a su mejor amiga para apoyarla y a alguien que tuviera experiencia en aquel tema tan desconocido para ella. La primera en llegar fue Bea y al contarla lo que tenía planeado su cara se convirtió en un tomate pero rápidamente la apoyó e incluso comenzó a sugerir ideas que no se alejaban a lo que ella tenía pensado. Pocos minutos después llegó Elisabeth y tras las presentaciones la contó el plan.
- Entonces… ¿para esto quieres mi ayuda? – preguntó Elisabeth.
- Ya sé que es algo raro o violento, pero Lay se va y quiero demostrarle todo lo que siento por él. Siempre me he sentido mal cuando él lo hace sin ningún esfuerzo y lo único que hago yo es avergonzarme como una niña pequeña. Por una vez quiero ser yo la que se lo demuestre – contestó Samantha algo nerviosa.
- Bueno, entonces no hay tiempo que perder ¿no? – dijo Elisabeth.
 Ambas tres se levantaron del sillón y entraron al coche de Elisabeth, camino al centro comercial. Por el camino no podía reprimir todos aquellos nervios que afloraban en su interior. Nunca se habría imaginado haciendo este tipo de cosas, pero desde que Lay apareció en su vida se ve capaz de hacer cualquier cosa. Miles de dudas la venían a la cabeza, pero ya había dado el primer paso y no podía, ni quería, echarse atrás con todo aquello. Nada más llegar al centro comercial Elisabeth cogió el mando y las guio hacia las tiendas donde encontrarían todo lo necesario. Mientras ella se preocuparía por los minúsculos detalles dejó a Bea y a Samantha a la entrada de la tienda que buscaban. Ambas miraron al cartel de esta, comenzando a arrepentirse.
- ¿Estas segura de querer hacer todo esto? – Preguntó Bea – Siempre podéis hacerlo cuando vuelva, no tienes por qué hacerlo obligada -.
- No es obligado… quiero hacerlo por él – contestó Samantha - ¿Acaso tu no sientes lo mismo con Sehun? -.
- Si… pero él siempre me dice que no quiere meterme prisa – dijo Bea.
 Ambas suspiraron. Que difícil era entender a los hombres en este tema. Entraron a la tienda un tanto incómodas y tan pronto como metieron un pie en esta una chica se acercó para atenderlas. Samantha le explicó la idea que tenía en mente y, tras un guiño de ojos y un comentario algo provocativo, las cogió de las manos y las llevó al probador.
- ¡No, espere! – Exclamó Bea cuando la metió en uno de los cambiadores - ¡Que la que quiere conjuntos es ella no yo! -.
- No importa, así aprovechamos y le regalamos algo a tu novio cariño – dijo la chica que las atendería.
 Y bien que las atendió. Ninguna sabía cuánto tiempo llevaban en el cambiador, lo que si sabían era que no podían ser menos de 2 horas. La chica no dejaba de llevarlas pares y pares de conjuntos, cada cual más descarado que el anterior, y por desgracia ninguno era del gusto de Samantha. Ella buscaba algo sencillo sin llamar demasiado la atención, tampoco quería verse como en una peli XXX.
- ¡Samantha! – exclamó Bea desde el cambiador de al lado – Creo que me acaba de dar lo que querías, pruébatelo y me lo enseñas. Yo ya estoy harta de tanto sujetador y bragas -.
 Tras cambiarse y convencer a la chica de que a ella ya no tenía que atenderla más la pasó el conjunto a Samantha, quien sonrió al verlo. Rápidamente se quitó el anterior que la había dado y se puso el nuevo. Se miró al espejó y por fín la gustó lo que veía. Era un conjunto muy simple de color crema y negro. El sujetador era de color crema con tela negra transparente y un lazo en el comienzo de los tirantes mientras que la parte de abajo la tira era negra y lo demás de color crema con líneas negras verticales. No era demasiado sexy ni demasiado inocente. Era lo que estaba buscando.
- ¡Es este! – dijo Samantha sin dejar de mirarse en el espejo. Nunca en su vida se había visto tan bien en ropa interior.
- Podemos dejártelo puesto y pagarlo en la caja, así será más fácil – dijo la dependienta feliz de que su clienta encontrase lo que buscaba.
 Tras volver a ponerse la ropa y pagar aquel conjunto salieron de la tienda y avisaron por mensaje de texto a Elisabeth. Esta a su vez también había encontrado lo que estaba buscando para Samantha y las esperaba en el coche. Una vez en el interior de este volvieron a casa de Samantha y la ayudaron a prepararlo todo.
- Gracias por ayudarme con todo – dijo Samantha comenzando a sentirse nerviosa, ya casi era hora de que Lay volviera y no sabía cuál iba a ser su reacción.
- Para eso están las amigas, para ayudarse mutuamente… además, seguramente te pediré ayuda cuando yo y Sehun estemos a punto de dar este paso – contestó Bea y tras despedirse se marchó hacia su casa.
- ¿Te encuentras bien? – preguntó Elisabeth llamando la atención de Samantha.
- Estoy un poco nerviosa – contestó sin poder dejar de jugar con las manos.
- Es normal, yo también lo estuve la primera vez que lo hice. Tan solo déjate llevar y disfruta de este momento tan íntimo y especial con Lay – dijo Elisabeth – Yo me voy yendo, hoy LuHan quería darme una sorpresa. ¿No es una casualidad? -.
- Vale, adiós – dijo Samantha.
- Recuerda cerrar el salón hasta terminar con la cena y taparle los ojos cuando valláis a entrar en este, buena suerte – dijo Elisabeth antes de meterse en su coche y desaparecer en la noche.
 Perfecto. Por ahora todo iba a la perfección. Gracias a Bea y a Elisabeth tenía preparada una cena romántica con Lay más una sorpresa extra. Estaba tan nerviosa… Su corazón latía tan rápido que iba a salírsele del pecho. Las manos comenzaban a sudarlas y no dejaba de suspirar y morderse el labio intentando tranquilizarse. Miró a su alrededor para ver si podía hacer algo mientras la espera, pero todo estaba hecho. Asomó la cabeza al salón y observó el ambiente. Las velas estaban en su sitio, todo espaciado para lo que tenía pensado, pero fallaba algo. Comodidad. Miró el reloj y comenzó a subir las escaleras a toda prisa. Faltaban unos pocos minutos para ser y media y que Lay llegase. Desde que vuelve a tener su moto llega demasiado puntual. Abrió su armario y cogió una de las sábanas nórdicas y un buen cojín. Bajó con ello comiendo un par de escaleras e intentando no estropear nada colocó la sábana en el suelo junto con el cojín. Ahora sí que estaba todo a la perfección, solo faltaba algo, Lay. Y como si la hubieran leído la mente el motor de la moto se oyó llegar y con él los nervios aflorar. Apagó las luces del salón, dejando que la tenue luz de las velas inundara la habitación, y cerró el salón para prever que Lay echara un vistazo antes de tiempo. En ese momento Lay llamó a la puerta y los nervios de multiplicaron por 10. Suspiró y tras la segunda llamada abrió la puerta sonriendo ante la vista que la ofrecía su novio. Vestía una camisa blanca con manchas negras a los costados en V, unos pantalones vaqueros negros y una chaqueta negra. Además olía desde allí la colonia que se había puesto. Era dulce y masculina a la vez; la encantaba.
- Creí conveniente arreglarme, después de todo tienes una sorpresa para mí – dijo Lay, como si hubiera adivinado lo que pensaba Samantha en aquel momento.
- Estás perfecto – comentó Samantha cogiéndole de la mano y llevándole hasta la cocina - ¿Tienes hambre? He hecho algo de cenar -.
- Valla… ahora me arrepiento de haber dejado a Helen hacerme la cena, lo siento – contestó Lay haciendo una mueca.
- No importa, tampoco hice mucho – valla… la cena un fracaso, bueno no exactamente pero tenía la esperanza de poder cenar juntos.
 Los dos pasaron a la cocina y, aunque Lay ya había cenado, no quiso hacer un feo a todo el esfuerzo de Samantha asi que comió junto a ella hasta que vió que ya no tenía más hambre. Durante toda la cena observó cómo Samantha comía, lanzándole tímidas miradas de vez en cuando y sonrojándose con sus cumplidos y comentarios. Desde luego si Samantha era algo, ese algo era preciosa. Aquellas mechas californianas ya casi habían desaparecido dejando paso al pelo castaño oscuro de ella. Además sus ojos grises brillaban siempre que sonreía y le arrancaba a él una sonrisa tonta.
- ¿Cómo se ha tomado Helen lo de tu vuelta a Canadá? – preguntó Samantha intentando mantener una pequeña conversación antes de soltarle la bomba.
- Igual que tú; intentó no llorar pero se la escaparon algunas lágrimas. Quiso venir y me costó bastante convencerla de que se quedase… Tienes algo en la comisura de los labios preciosa – contestó Lay. Samantha se relamió los labios y de repente a Lay le entraron unas ganas locas de besarla, pero tenía que controlarse. Era la última noche que pasarían juntos y no quería arruinar nada.
- Es difícil despedirse de alguien por tanto tiempo, sobre todo si le quieres tanto – comentó Samantha comenzando a jugar con los restos de la pasta.
 Lay arrastró la silla hasta quedar al lado de Samantha y la cogió del mentón con dulzura, acariciando el labio inferior con su dedo para quitarla un poco del tomate de la pasta. Sin decir nada se llevó el dedo a la boca degustando aquel sabor tan dulce del tomate, haciendo sonrojar a Samantha. Aquello ayudaba un poco a lo que tenía pensado hacer luego… pero aun así no podía remediar todos aquellos miedos e inseguridades que sentía.
- ¿Has terminado de cenar preciosa? – preguntó Lay divertida ante la reacción de la chica.
- Sí… ahora ven, te voy a enseñar la sorpresa – contestó Samantha, aquel era el momento de la verdad.
 Cogió a Lay de la mano y lo condujo frente a la puerta del salón. Tras ordenarle que cerrara los ojos y hacerle prometer no hacer trampa, abrió el salón y le hizo caminar hasta el interior de este. Antes de indicar a Lay que podía abrir los ojos suspiró un par de veces para intentar calmar su corazón acelerado.
- ¿Recuerdas lo que dijiste antes? No tienes miedo de expresar lo que sientes por mí y siempre sabes qué decir o cómo acariciarme para que yo lo sepa… - dijo Samantha – Yo no soy muy buena con las palabras o  acciones…asi que esta es la única forma en la que te puedo mostrar todo lo que siento por ti. Abre los ojos y promete no reírte -.
 Lay sonrió e hizo lo ordenado. Cuando abrió los ojos observó extrañado a Samantha, hasta que entendió lo que todo aquello significaba. Las velas alumbrando levemente el salón, las sábanas y cojines en el suelo, los pétalos de rosa… De repente un sentimiento cálido se apoderó de él.
- ¿Estas segura de esto? – preguntó Lay cogiéndola de las dos manos y entrelazando los dedos con fuerza.
- Si… aunque admito que estoy muy nerviosa – contestó Samantha mordiéndose el labio por los nervios.
 Lay la juntó a él cogiendo dos de las hebillas del pantalón de Samantha. Hasta que esta no rodeó el cuello de Lay con sus brazos no la abrazó por la cintura, pegándola a él lo máximo posible. Para ser francos desde hacía un tiempo que él se sentía preparado para dar este paso con Samantha, pero quería esperar a que ella también lo estuviera.
- Samantha, es tu virginidad y no quiero que lo hagas solo porque te sientes obligada o por miedo a que te olvide – murmuró Lay juntado su frente con la de Samantha.
- Lo sé, y lo hago porque quiero – contestó, y no supo de dónde sacó las fuerzas para decir lo siguiente… pero lo hizo – Hazme el amor -.
 Lay sonrió ante aquella frase. No creía capaz a Samantha de decir algo de ese estilo, pero ahí estaban… apunto de tener relaciones sexuales por primera vez. Al menos ella. Él ya lo había experimentado y se aseguraría de que su pequeña y pronto ya no tan inocente Samantha disfrutase lo máximo posible.
- Iré despacio, tu marcas los límites… si en algún momento decides echarte atrás no importa, no sigas porque te sientas obligada – murmuró Lay contra su cuello, depositando pequeños besos a lo largo de este.
 Samantha suspiró nerviosa y dejó que Lay diera los primeros pasos. No tenía ni idea de lo que hacer o decir; tenía la mente totalmente en blanco. Dio un pequeño bote cuando notó las manos de Lay colarse por debajo de su jersey, elevándolo lentamente. De una manera casi tortuosa. Cuando por fín se deshizo de aquella prensa de lana Lay observó detenidamente el sujetador de Samantha y sonrió, comenzando a besar sus clavículas.
- Veo que lo tenías planeado – dijo entre beso y beso.
 Samantha no respondió, tan solo decidió hacer algo ella también. No iba a dejar que Lay hiciera todo el trabajo. Tímidamente bajó las manos de la nuca de Lay hasta el final de su camisa, pasando por sus pectorales y tripa. Dejó escapar un pequeño jadeo cuando Lay la mordió en el cuello, dejando una pequeña marca. Este adivinó las intenciones de Samantha y se separó para dejarla libertad de movimiento y facilitándola el quitarle la chaqueta y la camisa. Igual de despacio que él se la quitó a ella. Una vez desnudos por la parte superior Lay elevó a samantha, cogiéndola por la cintura, y comenzó a besar en los labios con toda la pasión posible mientras caminaba hacia las sábanas. Sin separarse en ningún momento la tumbó con cuidado y, apoyándose con un antebrazo en el costado de Samantha, dejó caer parte de su peso sobre este.
- Lay… - jadeó Samantha cuando este se dispuso a desabrochar el sujetador.
- Tranquila – susurró en su oreja – Tú tan solo relájate y disfruta, déjame todo el trabajo a mí -.
 Samantha asintió y suspiró nerviosa cuando sintió como Lay la arrebataba el sujetador. De repente se sintió más avergonzada que nunca. En su vida había estado desnuda ante un hombre, ni ante su médico. La daba muchísima vergüenza que alguien pudiera verla de aquella manera, pero algo en la forma en que Lay la miraba la hacía sentirse tranquila. Tras unos minutos de caricias y besos en los que Lay se aseguró de no olvidarse de ni un solo milímetro de la piel de Samantha, comenzó a depositar pequeños besos en su vientre, bajando poco a poco dibujando un pequeño camino hasta su pantalón. Lay elevó la mirada, pidiendo permiso a Samantha con esta. Samantha, acalorada y sonrojada a más no poder, asintió y Lay procedió a deshacerse del pantalón de Samantha, como del suyo. Siguió con todo tipo de caricias y besos, los cuales arrancabas jadeos y pequeños gemidos de la boca de una avergonzada Samantha. Entonces llegó el momento. Había que deshacerse de la última prenda de tela que les separaba. Por alguna razón Lay también estaba nervioso. El hecho de que fuera Samantha con quien estaba a punto de hacer el amor le ponía nervioso y las mariposas en el estómago venían a él. Con lentitud y delicadeza retiró la última prensa que les separaba el uno del otro. En ese momento Samantha no pudo aguantar más y se tapó avergonzada.
- No tengas miedo preciosa – dijo Lay besándola en la frente y acariciándola la mejilla – No te tapes, déjame ver lo hermosa que eres por favor -.
 Asintió y tras convencerse así misma que no había nada de lo que preocuparse se destapó. Lay se separó un momento para observar cada curva del cuerpo de Samantha. Nunca, en toda su vida, había visto a alguien tan perfecta. Eran esas pequeñas imperfecciones lo que la hacían perfecta. Sobre todo ese lunar en la cadera derecha, le estaba volviendo loco.
- ¿Estas lista? – preguntó colocándose sobre ella, alzando una de las piernas de la adolescente.
- Creo… tengo muchos nerviosa ahora mismo – admitió la chica colocando sus manos en los hombros de Lay, este sonrió y la besó repetidamente en los labios.
- Es normal pequeña… Admito que yo también estoy nervioso – dijo entre beso.
- ¿Por qué? Tú ya lo has hecho antes, ¿no? -.
- Si, pero contigo es diferente… Después de esto estaremos completamente unidos, tanto nuestros cuerpos como nuestras almas. Y hacerlo contigo significa muchísimo más que con cualquiera – Samantha sonrió con todo el cariño del mundo y besó a Lay en los labios con pasión pero lentitud - ¿Lista? –.
 Samantha asintió. Entonces cualquier distancia existente entre los dos cuerpos desapareció y comenzaron a aparecer todo tipo de sensaciones en Samantha. Aunque al principio hubiera dolor sentir la piel de Lay sobre la suya era una sensación totalmente placentera que abarcaba casi todo su ser. ¿Miedo al sexo? ¿Qué era eso con Lay? Nunca en su vida se había sentido tan querida ni tan bien tratada. No era solamente aquel sentimiento en su vientre que comenzaba a aumentar lo que la estaba haciendo disfrutar como nunca si no también los besos que Lay no dejaba de esparcir por todo su cuerpo y rostro, sin olvidar por supuesto los labios. Jamás se había sentido tan entera o tan completa como en aquel  momento. Tenía la impresión de estar hecha única y exclusivamente para él, única y exclusivamente para aquello. Lay la besó en la boca, en los hombros, en el cuello, en cualquier parte de su cuerpo que quedara  su alcance, y gimió de placer.
- Te amo pequeña – dijo Lay, casi sin aliento, retirando el cabello empapado de sudor de la frente de Samantha y besándola con fuerza.
 Entonces el placer explotó entre ambos. Haciendo esfuerzos por respirar, Lay se relajó y se incorporó un poco para no caer con todo su peso sobre Samantha. Descansó su frente sobre el hombro de esta hasta recobrar la compostura. Tembló bajo los labios de Lay cuando este depositó un delicado beso sobre sus clavículas.  Nunca en su vida se había sentido así. Su cuerpo aún temblaba de vez en cuando y se sentía cansada y mareada, pero aun así no podía dejar de sonreír.
- ¿Cómo te encuentras? – preguntó Lay mirándola directamente a los ojos.
- Estoy en el cielo… ha sido increíble Lay – contestó acariciándole una mejilla.
 Lay sonrió y tras besarla en la palma de la mano se tumbó a su lado, tapándolo con la manta, y abrazó a Samantha contra su pecho besándola en la cabellera. El cansancio hacía que ambos comenzasen a sentirse exhaustos. Poco a poco su visión comenzó a volverse borrosa y de repente notó una pequeña punzada de dolor en su tripa, pero estaba tan cansada que ni siquiera le prestó atención.
 Acababa de adormilarse cuando el teléfono comenzó a sonar. En aquel momento era demasiado ruidoso que se costumbre pero aun así lo ignoró. Dejó de sonar y se acomodó mejor entre los brazos de Lay, quien no parecía estar demasiado cansado y no dejaba de enredar sus dedos en la melena de Samantha. Cuando un segundo después comenzó a sonar de nuevo refunfuñó.
- ¿Quieres que lo coja? – preguntó Lay.
- Déjalo que suene, es un mundo libre – contestó Samantha abrazándolo con más fuerza, aun así el teléfono paraba y volvía a sonar como loco por lo que tuvo que resignarse y levantarse para contestar.
- ¿Diga? – preguntó de una forma algo arisca.
- ¿Samantha? ¡Oh dios, menos mal que por fín contestas! – dijo Sehun aliviado, aunque tenía la voz temblorosa - ¿Está Bea contigo? -.
- No… volvió a casa hace unas horas – contestó extrañada, Lay se unió a ella también con expresión extrañada - ¿Qué ocurre? Es como si estuvieras llorando -.

- Bea a desaparecido -.

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