viernes, 19 de septiembre de 2014

Shatter Me

Título: Shatter Me

Autora: Daleth (@_anothershadow)

Pareja: Kai x OC (EXO)

Clasificación: R

Género: ballet!AU, fantasía, romance, hetero.

Número de palabras: 11.216 palabras

Resumen: 
Bailar te permite encontrarte a ti mismo...
y perderte a ti mismo a la vez.

Comentario de la autora: para Mamen <3 He intentado hacerlo para que te den muchos feels con Jongin porque a fin de cuentas de eso se trata (?) De todas formas, si cuando termines quieres tirarme una piedra, lo aceptaré (???)

Notas: ¿basado en esto? No tengo ni idea de ballet, he hecho lo que he podido con algunas páginas de internet para que al menos tenga coherencia, así que cualquier corrección es bienvenida. Esto para que os den los feels a las Jongin biased <3






«And those who were seen dancing were thought to be insane by those who could not hear the music»
Friedrich Nietzsche (1844-1900), filósofo, poeta, músico y filólogo alemán.

Las tintineantes notas chocaban entre sí en el aire, elevándose lentamente desde la pequeña caja de música plateada decorada con esmero y minuciosidad. Dentro de la cajita una esbelta bailarina de tutú azul y pelo dorado recogido giraba grácilmente sobre su pie derecho bajo la atenta mirada de unos ojos vivos.

Jongin podía pasarse toda su vida mirándola sin cansarse ni aburrirse durante un solo instante. Había algo en su movimiento mecánico y en su figura esculpida por manos piadosas que estaba tan lleno de vida que podía jurar que alguna vez había sido real.

Tal vez fue en una de esas muchas tardes en casa de su abuela frente a la cajita de música cuando su pasión por el ballet comenzó a florecer, y tal vez su abuela había tenido algo que ver, pero Jongin jamás lo admitiría en voz alta. Mucho menos después de que la vergüenza se lo comiera el primer día en la academia de ballet, cuando descubrió con bastante disgusto que era el único chico de la clase.

Sin embargo, Jongin no permitió que eso hiciera que sus fuerzas flaquearan. Las mallas se le pegaban vergonzosamente, sí, y las niñas a veces se reían de él, también, pero solo necesitaba abrazar a su abuela y escuchar esas notas metálicas tan conocidas para que las chispas que saltaban en su pecho prendieran, creando un fuego que iluminaba sus ojos cada vez que se colocaba cuidadosamente frente al espejo y la música inundaba la sala.

Un fuego que no se iba a apagar nunca.

***

«People have asked me why I chose to be a dancer. I did not choose. I was chosen to be a dancer, and with that, you live all your life»
Martha Graham (1894-1991), bailarina y coreógrafa estadounidense de danza moderna.

Con los talones y las piernas completamente juntos y los brazos en primera posición, Jongin cogió aire profundamente y cerró los ojos. Su cuerpo estaba en el punto exacto de tensión cuando comenzó con un pas couru en medias puntas. Demi-plié en la cuarta posición, cambiando el peso al pie derecho antes de elevar el izquierdo en croisé, con los brazos en attitude. Realizó un arabesque perfecto que le valió algunas exclamaciones. Se movía con ligereza pero con fuerza a la vez, preparándose para hacer el grand-jeté que había estado perfeccionando los últimos días. Fouetté en tournant,  y después sissone, brisé en avant rápido y ligero, piroutte, battement en raccourci. Terminó bajando la pierna suavemente, con los brazos en tercera posición, e inclinó suavemente la cabeza, haciendo una reverencia a su reflejo en el espejo.

El pianista dejó que la música muriese bajo sus dedos mientras el profesor y la clase le dedicaban unos aplausos quedos. Jongin no pudo evitar pensar que algún día sería un teatro completo el que le aplaudiría.

El profesor le dijo algo, pero entre su marcado acento francés y la sangre corriendo furiosamente bajo su piel, no fue capaz de entender exactamente sus palabras. Cuando sus labios dejaron de moverse, asintió y volvió con los demás para sentarse en el suelo en una esquina, apartado de los comentarios poco discretos de sus compañeras, porque sí, seguía siendo el único hombre —en realidad estaba Taemin, que era un año mayor que él, pero aquel día había faltado a los ensayos.

Jongin estiró los pies y las piernas con cuidado, masajeándose suavemente los empeines después. Por un momento, por un glorioso y fugaz momento, ahí, frente al espejo, se sintió tan etéreo como el aire, se había imaginado que volaba y que el compás de cuatro por cuatro allegro lo perseguía, adaptándose a su cuerpo con maestría y empapando sus músculos en tensión con la lluvia de rosas que recibían los grandes bailarines sobre el escenario.

Durante ese momento, la llama en su pecho ardió con más fuerza que nunca.

***

Jongin tenía una rutina que cumplía cada día sin excepción con el fin de ser cada vez más disciplinado. A veces le resultaba horriblemente aburrido porque seguía siendo joven, y los jóvenes eran de mente inquieta y un tanto rebeldes.

Era muy probable que en más de una ocasión se hubiese saltado su cita con el podólogo para ir al cine o que hubiese abandonado un ensayo a mitad para ver la tele un rato. Si tenía que ser sincero, no dedicaba tanto tiempo al cuidado de sus zapatillas de punta como debería porque le daba tanta pereza…

Aun así procuraba cumplirla, porque la disciplina era indispensable para desarrollar una técnica impecable. Sin embargo eso no evitó que se enfundase unos vaqueros sobre las mallas y se cambiase de camiseta en el momento en que Sehun le mandó un mensaje para quedar.

Sehun era su mejor y único amigo, y no es porque Jongin fuese una completa patata a la hora de entablar relaciones —que también—, sino porque sencillamente era difícil que no se riesen de ti cuando tu sueño era ser bailarín de ballet. Pero Sehun no era así, él comprendía su pasión y lo animaba cuando los demás pretendían hundirle. Sinceramente, Jongin no se imaginaba una vida sin Sehun.

Jongin salió rápidamente de casa de su abuela, donde ensayaba los fines de semana aprovechando el estudio que su propia abuela adaptó cuando era una joven promesa del ballet, y corrió hacia la boca de metro más cercana. Había quedado con Sehun en su restaurante de pollo frito favorito en Jonno-3, y Sehun, hambre y  pollo frito era una combinación demasiado tentadora como para dejarla escapar.

Al llegar a su destino, no dudó ni un segundo en salir corriendo del metro, por suerte el restaurante no quedaba muy lejos. Jongin dejó de correr cuando visualizó a Sehun y trató de fingir que no estaba desesperado por comer con su mejor amigo.

Sehun le daba la espalda, así que Jongin decidió acercarse lentamente para darle un susto. Apenas podía reprimir la risa que le subía por la garganta al imaginar el grito que iba a soltar. Pero, a un par de pasos de él, Jongin se quedó paralizado. No había visto a la chica. La sonrisa desapareció de su cara sin que apenas se diese cuenta.

Cuando Sehun se percató de su presencia, se obligó a recomponerse y, en unos minutos, los tres estaban sentados y el pedido ya hecho. Sehun había dejado caer casualmente un brazo alrededor de los hombros de ella y de vez en cuando se acercaba más de lo necesario para susurrarle tonterías a las que ella respondía con sonrisas tímidas. Su amigo solo tenía ojos para ella y Jongin se sentía bastante violento.

—Sehun —llamó—, ¿no nos vas a presentar?

—Sí, por supuesto. Lo siento, se me había pasado —carraspeó un poco antes de volver a hablar—. Jongin, esta es Ahra, mi… bueno… —rió tímidamente y Jongin ya se podía imaginar lo que iba a decir—. Mi novia.

—Encantada —ella sonrió y sus mejillas se encendieron por la vergüenza. Jongin se obligó a sonreír de nuevo y responder.

Después de cenar casi en completo silencio, Jongin decidió volver a casa de su abuela a pesar de que ya era tarde para ensayar un poco más. Sin embargo, le costaba respirar y hasta los pasos más básicos se volvieron imposibles.

Esa fue la primera vez que sintió que no podía conseguirlo.

***

A la semana siguiente, Jongin no era capaz de concentrarse. Llevaba tantos años junto a Sehun que había perdido la cuenta y que, de repente, se hubiese esfumado era un golpe que le costaba asimilar. Sehun le había visitado el día siguiente de la cena y le había jurado y perjurado que ante todo eran amigos, pero Jongin no era tonto y sabía que no era bienvenido en su luna de miel particular.

Ese día, el profesor le pidió que ejecutase la misma pieza que la semana anterior, pero Jongin tropezó incluso antes de comenzar y se sintió tan avergonzado que apenas fue capaz de farfullar una disculpa y salir corriendo de la sala. Algo mareado, llegó a los vestuarios masculinos y, con manos temblorosas, se echó agua en la cara.

Jongin siempre había dependido más de lo que le gustaría admitir de las opiniones de los demás, y en un lugar donde solo sabían burlarse de él, Sehun siempre había sido un soplo de esperanza y fuerza. Era difícil fingir que no los escuchabas cuando no tenías a nadie que te contase algún chiste malo para desviar tu atención. Jongin intentaba que no doliese, pero la teoría siempre fue más fácil que la práctica.

El crujido de la puerta al abrirse interrumpió sus pensamientos, llevándose momentáneamente el dolor. Taemin asomó la cabeza por el hueco que había dejado, seguramente buscándolo.

—Jongin, ¿estás bien?

Lo miró fijamente, sin saber muy bien qué contestar. No estaba bien, pero tampoco quería ir contándolo por ahí.

—No lo sé —casi sollozó al final, abatido.

Taemin cerró la puerta tras de sí y se acercó, dándole un abrazo, invitándolo a desahogarse. Antes de que fuera consciente de lo que hacía, se vio a sí mismo llorando todo lo que había sufrido los últimos años, en los que Sehun solo era una mancha más. Taemin escuchó en silencio todo lo que Jongin había ocultado bajo capas de sudor, esfuerzo e ilusión.

—A veces las personas cambiamos, Jongin —murmuró cuando terminó—. Es ley de vida. No puedes dejar que eso te afecte ahora porque tienes un gran futuro por delante —Taemin lo miró con ojos centelleantes—. Llevo muchos años dentro de esta compañía, así que hazme caso cuando te digo que tienen grandes planes para ti, Jongin.

La forma en que Taemin lo miró le recordó a su reflejo en el espejo la semana anterior, y algo dentro de su pecho estalló de nuevo con fuerza.

No, no se iba a rendir ahora.

***

Durante toda la semana los ensayos se le hicieron eternos. Había recuperado parte de su confianza después de hablar con Taemin, pero todavía le resultaba extraño no poder charlar tranquilamente con Sehun o que a veces fuera a recogerlo a los ensayos para aprovechar y dar una vuelta.

Aquel viernes era uno de esos días que echaba en falta un bubble tea con Sehun.

Al menos, el ensayo ya había terminado y podía volver a casa para descansar. Jongin estaba guardando sus zapatillas con cuidado, doblándolas y atando los cordones alrededor antes de meterlas en la bolsa de tela que su madre y su abuela le obligaron a coser a mano. Metió la bolsa junto con su ropa dentro de su mochila y se la colgó al hombro, dispuesto a marcharse de una vez de aquel sitio que últimamente no hacía más que agobiarle. Sin embargo, antes de que pudiera dar un solo paso, el profesor llamó su atención.

Con un suspiró resignado, se giró hacia el hombre y fue hasta él.

—No te voy a robar mucho tiempo, no te preocupes —sonrió abiertamente—. Verás, Jongin, dentro de poco comienza la temporada de ballet y nos gustaría incluir caras nuevas, ya sabes, renovar el elenco. Había pensado que tal vez podría hablarle de ti al director, pero solo si estás interesado.

A Jongin  le faltó tiempo para asentir con la cabeza y agradecérselo al menos unas cien veces a su profesor.

De vuelta a casa, Jongin sentía que todo había valido la pena.

***

Durante las siguientes semanas, el móvil de Jongin no dejó de sonar, pero el joven bailarín no tenía tiempo para atender a nadie. Sus días se resumían en más y más horas de ensayo, hasta que el cuerpo entero le dolía y los dedos de los pies le sangraban. Los pocos minutos que dedicaba a descansar los pasaba a la vera de la cajita de música, perdiéndose como cuando era niño en aquel mecanismo perfectamente engrasado que todavía captaba completamente su atención.

Estaba tan cerca de cumplir su sueño que todavía no se lo podía creer. Después de que el profesor lo recomendara para formar parte del elenco principal, el director había accedido a hacerle unas pruebas. Jongin no había estado más nervioso en su vida, pero al final, cuando la música comenzó a sonar, se perdió entre escalas y su cuerpo se movió solo, como si Dios lo manejara a través de hilos invisibles. A pesar de ser joven, el director había decidido darle la oportunidad de estrenarse como actor principal, y a Jongin aún se le cortaba la respiración cuando pensaba en su gran momento.

No sería la primera vez que actuase, en más de una ocasión había salido como bailarín secundario, pero aquel era su primer gran papel, y el nerviosismo se le enredaba en la garganta un poco más conforme pasaban los días.

Cuando la fecha señalada en rojo en el calendario llegó, Jongin sentía que el fuego se extendía por sus venas y las chispas hormigueaban entre sus dedos. Desde donde estaba podía ver cómo el gran teatro se llenaba lentamente con algunas caras conocidas aquí y allá, como su familia o la señorita Song, su primera profesora de ballet. Justo antes de que las luces se apagaran, le pareció ver a Sehun entrar por una de las puertas laterales.

Para cuando la voz mecánica anunció el comienzo del espectáculo, Jongin ya estaba en su sitio sobre el escenario. Podía escuchar su corazón retumbando por encima del decreciente murmullo del público, con la adrenalina pulsando en sus venas.

Cerró los ojos y sus sentidos se intensificaron al sentir la luz de los focos cayendo sobre él y los suaves golpes de la batuta del director sobre su atril, listo para dirigir a la orquesta.

Jongin solo necesitó escuchar la primera nota para que su cuerpo se desinhibiera y su ajetreada maraña de pensamientos se rindiera ante la majestuosidad de la música reverberando al compás de sus pies ágiles y sus manos gráciles.

Hacia el final del primer acto, con la frente perlada de sudor y una sonrisa cansada pintada en los labios, Jongin supo que podía pasarse el resto de su vida bailando.

***

Las pálidas flores acariciaban sutilmente su piel morena como en un sueño, uno que no quería que acabase nunca. Allí, inclinado ante el público entregado y deshecho en aplausos, Jongin se sentía demasiado grande para su propia piel.

La ronda de aplausos se extendió durante varios minutos más, en los que Jongin se debatía entre si quería que acabasen ya para poder abrazar a su familia o no.

Cuando el telón cayó definitivamente y se internó en los pasillos tras el escenario entre felicitaciones de sus compañeros y miradas de admiración de los más jóvenes, solo podía pensar en ver a su abuela.

Corrió por los pasillos y escaleras, sin preocuparse por cambiarse, hasta que por fin salió al vestíbulo principal y los vio. Sus hermanas fueron las primeras que se acercaron, revolviéndole el pelo como cuando eran niños.

—A un lado, señoritas, ¡soy la madre del protagonista!

—¡Mamá! —Jongin sintió el calor arremolinándose en sus mejillas mientras su madre lo miraba desde un poco más abajo con orgullo.

—Tres kilos seiscientos —oyó a su padre decir y, hasta ese momento, no fue consciente de que su madre intentaba no llorar.

—Y ahora es todo un hombre —murmuró en respuesta antes de besarle en la mejilla con infinito cariño.

La última en acercarse fue su abuela, que miraba la escena desde fuera con una sonrisa. Cuando estuvo frente a él, le hizo una seña para que se agachara.

—Me siento muy orgullosa de ti, Nini. Hoy no has bailado, nos has hablado con el alma, y pocas personas saben hacer eso —le cogió de la mano, apretándosela suavemente—. Quiero darte esto —con la mano que tenía libre le enseñó la cajita de música que a Jongin siempre le había gustado.

—Abuela, no puedo aceptarlo…

—Claro que puedes. La música está hecha para que tú bailes, Nini, por eso la música tiene que ir siempre contigo —con manos temblorosas, le dejó la cajita entre los dedos—. Cuídala bien.

Jongin asintió con la cabeza, tratando de deshacer con saliva el nudo que se le había hecho en la garganta, aunque no tenía mucho tiempo para sentimentalismos.

—¡Vamos a hacernos una foto, Nini!

Antes de que pudiera reaccionar, sus hermanas se pusieron cada una a un lado con la cámara justo delante. Jongin rió al sentir el beso que le dio cada una justo cuando el obturador se cerraba. No le dio tiempo a reponerse cuando el flash saltó de nuevo, y así hasta que perdió la cuenta. Estaba tan feliz que ni siquiera le importaba el reportaje fotográfico que le estaban haciendo.

Se giró al escuchar una conocida voz carraspear cerca de su oído. Parecía que su mente no le había jugado una mala pasada y Sehun sí que estaba allí.

—Enhorabuena —sonrió y le extendió un ramo de flores, aunque su decisión pareció flaquear al ver la vergüenza colarse por las pupilas de Jongin—. Yo… estuve dudando si comprarlas, pero como siempre decías que algún día te tirarían flores al terminar de actuar, bueno… pensé que…

—Gracias, Hun-ah —farfulló como pudo antes de cogerlas y abrazarlas con fuerza. Sehun aún se acordaba de todas las tonterías que le soltaba.

—Siento mucho no haber estado contigo estas semanas, y te prometo que no va a volver a pasar. ¡No pienso ser como esos idiotas que dejan a sus amigos de lado cuando tienen novia!

—Está bien, no tienes que disculparte —rió—. No importa, en serio.

Y no importaba, porque Jongin sabía muy en el fondo de su corazón que, si quería continuar con su sueño, Sehun desaparecería de nuevo de su vida.

Tarde o temprano todos lo harían.

***

«Dance enables you to find yourself and lose yourself at the same time»
Peter Townsend (años 50 – actualidad) profesor e instructor de baile.

Uno, dos, tres pitidos.

El número al que llama está apagado o fuera de cobertura. Por favor, deje un mensaje después de la señal.

Con un suspiro cansado, pulsó el botón rojo en la pantalla de su móvil y lo tiró a la cama solo para dejarse caer justo después él. El colchón era duro, la almohada demasiado baja y olía tanto a suavizante y limpio que no podía ser normal. Jamás se acostumbraría a los hoteles.

Estaba agotado y aun así sabía que no descansaría bien y que necesitaría más de un café para rendir en los últimos ensayos antes del estreno. Lo único que quería en esos momentos era hablar con su familia, escuchar el “es Nini” despreocupado de su hermana al descolgar ella —porque muy muy muy posiblemente estaría enganchada al teléfono hablando con su último novio—, y que su madre le interrogara sobre si comía bien y si se ponía una chaqueta al salir porque allí en París refresca por la noche y no quiero que cojas un resfriado, Nini. Pero parecía que esa noche no había nadie en casa y Jongin necesitaba tan desesperadamente escuchar algunas palabras de apoyo ahora que estaba a punto de estrenarse en otro país que no era el suyo y comenzar una gira que no sabía qué hacer.

Había probado suerte con Sehun, pero, si la memoria no le fallaba, por esas fechas hacía un año que le presentó a Ahra y suponía que tenía otros planes, y Taemin definitivamente no entraba en el grupo de “gente que puede pegarme una patada en el culo y decirme que deje de hacer el estúpido con inseguridades”, porque estaba casi —solo casi— peor que él.

Mentiría si dijese que no se sentía solo.

Rodó un poco por las dos camas pegadas aprovechando que estaba solo y Taemin estaría gritando y corriendo por los jardines del hotel ya que bah, nadie me conoce aquí, pero el miedo seguía dándole vueltas en el estómago. No era tanto como cuando se estrenó en Seúl porque ya tenía algo de experiencia, pero seguía siendo extraño. Creía que jamás se acostumbraría a esas mariposas, a sentir la boca seca y las palmas de las manos sudorosas.

Se levantó de un salto, harto, y fue directamente a su maleta, rebuscando entre el montón de ropa desordenado hasta que dio con una bolsita de terciopelo que tenía escondida en el fondo. Se sentó de nuevo en la cama y la abrió con dedos ansiosos. Cuando la luz de la habitación se reflejó en la superficie pulida de la cajita de música, Jongin sintió que la respiración se le cortaba en un punto incierto entre el estómago y la garganta.

Durante noches como esa en las que no podía dormir, la cajita de música seguía siendo su gran consuelo. Le dio cuerda con la pequeña y gastada llave que tenía en la parte posterior y se preparó para dejar que la música acariciara su piel entera. Echado en la cama tan largo era y con los ojos cerrados, Jongin dejó que las notas lo arrullaran en su camino a los brazos de Morfeo.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que volvió a abrirlos por culpa de una luz que bailaba directamente sobre sus párpados. Venga, era demasiado pronto como para que hubiese amanecido ya.

Se pasó una mano por la cara mientras intentaba adaptarse al cambio tan brusco y, no sin esfuerzo, comenzó a vislumbrar algo. Personas. Muchas, por todas partes, y todas vestidas con lujo y elegancia. Telas vaporosas por doquier, rociadas aquí y allá, brillos y joyas a cada cual más extravagante moviéndose en un mar de sonrisas corteses, inclinaciones y copas. Tampoco le pasó desapercibido el hecho de que tanto doncellas como caballeros tapaban sus rasgos bajo máscaras.

¿Un baile de máscaras?

Jongin se sintió de repente terriblemente fuera de lugar, así que decidió buscar un lugar en el que esconderse, porque todos lo miraban y lo señalaban y cuchicheaban.

“¡Esto es carnaval! ¿Qué haces con tu cara al descubierto, chiquillo?”

Las mejillas le ardían por la vergüenza y sentía la garganta seca. Estaba acostumbrado a que sus movimientos fuesen monitorizados por cientos de pares de ojos, pero nunca habían sido tan duros y despiadados como en ese momento.

Alguien murmuró algo y unas carcajadas cortaron el aire hasta él. Más dedos se seguían levantando y las risas crecían hasta ser ensordecedoras.

Cuando sentía que no podía más, todas las miradas se disiparon y el silencio se expandió por todo el lugar. En el centro, abriéndose paso entre todos, había un punto de tonos blancos y azules danzarines que brillaba tanto como para cegarlo durante un instante. El vestido parecía flotar sobre el suelo, acercándose lentamente hasta donde estaba, hasta que estuvo tan cerca que pudo distinguir todas y cada una de las suaves pinceladas de azul de aquella máscara que lo separaba de sus ojos cálidos como una noche de verano. Sus labios se curvaron con suavidad hacia arriba y el corazón de Jongin dio un vuelco dentro de su pecho.

Brillaba en absolutamente todos los sentidos.

Y él se estaba quedando ciego por ella.

Cuando la tuvo justo enfrente, el aire se escapó de sus pulmones en forma de suspiro y su cuerpo entero tembló sin remedio. La sonrisa de ella se amplió un poco más antes de inclinarse sobre su oído. Jongin cerró los ojos instintivamente para disfrutar de su aliento como una caricia etérea sobre su cuello.

“Libérame”

Solo fue una palabra, pero su pecho vibró al escucharla y su corazón se paró durante un segundo interminable. Abrió los ojos, pero ella ya se había escurrido como si del agua cristalina de un manantial se tratase. En su lugar solo estaba la cajita de música, temblando con las últimas y casi extintas notas.

Había sido solo un sueño, pero aun así su corazón todavía latía con fuerza contra sus costillas al pensar en ella.

***

—No me puedo creer que no haya té —Taemin bufó a su lado, bastante enfadado, porque desde luego el buffet libre del hotel no se parecía mucho a lo que solían comer en casa, pero Jongin ni siquiera se estaba enterando de por qué se quejaba esa vez.

Desde que se había despertado no había dejado de pensar en el sueño que había tenido. Mientras se duchaba había intentado convencerse de que solo era un sueño, ficción, una alucinación de su cerebro porque estaba muy estresado, pero cuanto más lo pensaba más extraño se sentía. Aquella sensación de desnudez cuando lo habían señalado por no llevar máscaras no se iba de su cabeza, igual que tampoco la calidez rota por las palabras de ella.

Cogió un café y algo que seguramente sería bollería industrial para después sentarse en la primera mesa que encontró, casi sin pensar en lo que hacía. Escuchó el ruido que hacía la silla de al lado al arrastrarse y supuso que era Taemin.

—En serio… esto es un asco —levantó un croissant y lo volvió a dejar caer en el plato—. Si lo llego a saber me traigo algo de contrabando en la maleta —bromeó, riéndose de su propia broma, pero paró al ver que Jongin ni se inmutaba—. Eh, Jongin, ¿te pasa algo?

—¿A mí? —Se giró para mirarlo a los ojos por primera vez desde que se habían despertado—. Nada, ¿por?

—Estás muy serio y no has dicho nada en toda la mañana.

—Solo estoy cansado, no tienes de qué preocuparte —hizo un gesto con la mano, restándole importancia y Taemin pareció creérselo, al menos de momento.

Le dio un sorbo a su café y volvió a hundirse en sus pensamientos sin más. Sin embargo, su tranquilidad no duró mucho.

Un par de minutos después, Suji, la chica que compartió el protagonismo con Jongin en su estreno, se acercó y pidió permiso para sentarse en la mesa con ellos. Estaba pálida y las ojeras se marcaban debajo de sus ojos.

—Otra —bufó Taemin—. ¿Y a ti qué te pasa? —la chica levantó la vista y suspiró.

—Boah y Yunho, eso me pasa.

Taemin escupió el trozo de croissant que tenía en la boca al escucharla.

—¡¿Boah y Yunho?! —gritó.

—¡Baja el volumen, idiota!

—Vale, vale, lo siento.

—¿Quiénes? —Jongin los miraba intermitentemente, sin enterarse muy bien de qué iba la cosa. Nunca le habían interesado los asuntos de la compañía, su única meta había sido siempre debutar como protagonista sin fijarse en nadie más.

—Boah y Yunho, los dos grandes bailarines de la compañía —comenzó a explicar Taemin—. ¡Son como una leyenda! De hecho yo entré a la compañía por Yunho… Bueno, resulta que siempre han sido la pareja estrella y dicen que, desde que debutaron, jamás se han separado. En el escenario, claro, porque Boah está casada con Chilhyun, el director.

—Entiendo —murmuró Jongin mientras asentía lentamente.

Alguna vez había escuchado algo de esos dos, pero cuando entró, Yunho ya se había retirado y, con él, Boah. Jongin solo había conocido como bailarines protagonistas a Hyukjae, Donghae y el propio Taemin, aunque con los dos primeros nunca había tenido trato —exceptuando el día de su debut, que fueron a verlo y le dieron la enhorabuena al final.

—¿Y qué pasa con ellos? —Preguntó de nuevo, cuando se dio cuenta de que no se estaba enterando de nada.

—Eso mismo digo yo —Suji bufó antes de contestarles.

—Yunho apareció ayer de la nada y el director ha decidido cambiar todas las actuaciones que tenemos aquí para que sean él y Boah los que bailen, así que nuestras posibilidades de estrenarnos en París se han ido a tomar viento fresco.

Jongin miró a Suji fijamente, intentando que la sorpresa y el enfado que se habían formado en el centro de su pecho y hacía que casi le temblaran las manos no lo dominaran.

—¡¿QUÉ?! ¡¿Me estás tomando el pelo?! —Taemin por el contrario no se molestó en ocultarlo.

—¡Que bajes la voz, idiota! ¿Cuántas veces te lo voy a tener que repetir?

—Lo siento —puso los ojos en blanco—. Pero es que no puede ser... ¿Cómo demonios lo van a cambiar todo a días del estreno?

—Pues ya ves que pueden —cuantas más vueltas le daba al asunto Taemin, más enfadada parecía Suji.

Muy en el fondo de su mente, algo le gritó a Jongin que Boah era la mujer del director y que podía conseguir absolutamente todo lo que se propusiera, solo necesitaba unas cuantas palabras bien dichas y algo más.

Negó con la cabeza, intentando alejar esos pensamientos. No era propio de él pensar de esa forma ni enfadarse. Habían echado por tierra su trabajo, sí, pero Jongin siempre había acatado las normas sin protestar, no era normal que reaccionase así.

Durante el resto de la mañana, decidió que lo mejor que podía hacer era hundirse en su café y no pensar en nada ni nadie más, porque, al ver entrar a Yunho en la cafetería, había sentido tantas ganas de romperle una pierna para que no pudiera bailar que incluso se había asustado.

Ese podría haber sido su gran momento, y un tipo que acababa de aparecer de la nada se lo había robado.

La llama en su pecho ardía con tanta fuerza que Jongin tuvo miedo de quemarse por primera vez en toda su vida.

***

«Dancing is a vertical expression of a horizontal desire»
Robert Frost (1874-1963), poeta estadounidense.

El día se pasó volando dentro del estudio y Jongin ni siquiera tuvo tiempo para replantearse lo que había pasado durante el desayuno. Tampoco nadie había mencionada nada de nuevo, así que su mente había decidido archivar el asunto como un rumor sin importancia.

De vuelta a la habitación después de cenar algo rápidamente, no lo pensó dos veces antes de meterse en la ducha, obviando los quejidos de Taemin por haberse adelantado. De todas formas, apenas tardó diez minutos en salir de nuevo, con una toalla alrededor de la cintura, otra al cuello y una espesa nube de vapor detrás —el agua lo suficientemente caliente casi como para hervir una langosta era su perdición, no podía evitarlo.

Mientras su compañero entraba al baño, él podría haber aprovechado y haberse vestido, pero tampoco iba a negar que prefería dormir a su aire. Lanzó las toallas a alguna parte de la habitación y se metió en la cama. Como cada noche, cogió la cajita de música y le dio cuerda. Se había vuelto un ritual, una forma de sentirse cerca de casa cuando estaba lejos, y de sentirse acompañado cuando se sentía solo.

Después de los intentos infructuosos del día anterior, Jongin había preferido dejar el teléfono aparcado, pero eso no significaba que no se sintiese como si ya no perteneciese a su familia.

Aquel día también echaba en falta un bubble tea con Sehun, para qué se iba a engañar, sobre todo después del sueño tan raro que tuvo y de lo que pasó por la mañana.

El estómago se le revolvió al pensar en el sueño otra vez. Sabía que no era más que un producto de su imaginación, pero aun así no podía evitar pensar que había sido algo más. Todo había sido tan real… y ella… ella había sido lo más cálido y bonito y perfecto que había visto jamás. Sonrió un poco al recordarla tan claramente como si la hubiese estado viendo cada día de su vida.

En el fondo deseaba que fuera real y no solo un sueño, porque, parecía descabellado, pero Jongin sabía que sería su compañera perfecta, la persona con la que compartir sus derrotas y sus victorias…

Pero no lo era.

Acarició con dedos gentiles la figura de la bailarina. A veces no era suficiente con desear con fuerzas algo para que se cumpliese.

***

No sabía de dónde venía, pero había una música que no lo estaba dejando dormir, y las horas de sueño eran sagradas para Jongin. Abrió los ojos, molesto, buscando el origen de aquellas notas de violín y encontrándose con un panorama muy distinto del que había visto antes de dormirse aunque ya no tan extraño.

Se le revolvió el estómago al ver otra vez a toda aquella gente vaporosa y elegante congregada alrededor de la fuente que centralizaba la gran sala de baile, y tragó saliva a la espera de que otra vez repararan en su presencia y comenzaran las burlas. Sin embargo, aunque lo miraron, nadie lo señaló. Recibió el silencio como una especie de bienvenida y, lentamente, comenzó a adentrarse en el gran salón.

Todo brillaba, todo relucía y, a la vez, todo parecía demasiado oscuro, como si hubiese algo que le estuviese velado, que no fuese capaz de comprender del todo.

Se paseó entre los invitados, cuidando de no pisar el vestido de ninguna dama, hasta llegar a la fuente del centro. Se inclinó un poco sobre el agua cristalina y se vio reflejado en el fondo níveo del mármol.

Ahora comprendía por qué no lo habían señalado.

La mano le temblaba cuando se acarició sobre el ojo izquierdo, cubierto parcialmente por una máscara blanca de florituras doradas. Un sudor frío comenzó a cubrirle la frente al darse cuenta de que no podía quitarse la máscara. Juraría que en cualquier momento se le iba a salir el corazón del pecho y los pulmones se desinflarían. Eso no podía estar pasando.

Estaba a punto de gritar cuando una mano gentil se posó sobre su hombro, girándolo. La visión de esos ojos cálidos otra vez solo hizo que sus latidos se aceleraran de nuevo, pero, en cambio, se llevó la ansiedad. Sus labios rosas murmuraron un “no” y él se perdió en su forma. Su mano viajó de su mejilla a su mano, envolviéndola con mimo y llevándolo lejos de la multitud.

 Había algo familiar en todos y cada uno de sus movimientos que hacían que se calmara paulatinamente.

No estaba seguro de hacia dónde se dirigían, pero tampoco le importaba realmente. Mientras caminaban, se dio cuenta de que ella usaba zapatillas de punta. A pesar de que su vestido en cierta medida asemejaba los tutús que había visto en la compañía no se había replanteado hasta ese momento que se tratara de una bailarina de ballet.

Mi bailarina.

Paró en mitad de un pasillo sin que se dieran cuenta y Jongin chocó contra su espalda. Ella se giró lentamente y pudo ver en sus ojos un brillo de tristeza que era aún más fuerte que todo el resplandor de su piel entera.

“No dejes que la ambición te corrompa, no cometas mi mismo error”

Durante unos segundos Jongin se quedó paralizado. Como la primera vez, su voz reverberó dentro de su pecho…

“Por favor”

…y lo hizo sentir débil. Cerró los ojos un instante, tratando de concentrarse. ¿Mi mismo error? ¿A qué se refería?

“Jongin”

¿Error? ¿Qué error? ¿No dejar que la ambición lo corrompiera?

“Jongin…”

¿Y si ya lo había corrompido?

—¡Jongin, despierta! ¡VAMOS A LLEGAR TARDE!

Jongin dio un bote en la cama, asustado, tirando la cajita de música en el proceso. Maldijo por lo bajo cuando la luz del sol le dio de lleno en la cara y las palabras de Taemin terminaron de llegar hasta su adormilado cerebro.

Se quitó las sábanas de un tirón sin importarle especialmente que seguía desnudo. Recogió la cajita del suelo, observándola preocupado por si el mecanismo se había dañado. Parecía entera, aunque la pintura de la figura de la bailarina se había desconchado un poco por el brazo. Chasqueó la lengua en disgusto y la soltó de nuevo, no podía entretenerse con eso ahora.

Se vistió con lo primero que pilló y cogió la bolsa donde guardaba sus puntas para salir corriendo detrás de Taemin. Si se daban prisa, tal vez podría darles tiempo a tomarse un café antes del ensayo.

Tras la fugaz visita a la cafetería del hotel, corrieron como almas que llevaban el diablo hasta el teatro donde actuarían, que por suerte estaba solo a un par de manzanas —si no, ya se habrían perdido y habría comenzado su lucha por sobrevivir en París sin tener ni idea de francés. Llegaron justo a tiempo para escuchar como el director los llamaba al escenario principal para darles una noticia. Taemin lo miró con algo de aprensión y él le devolvió  la mirada. ¿Y si Suji tenía razón?

Jongin pudo divisar junto al director a Boah y Yunho y, si tenía que ser sincero, el mundo se le vino encima. La gente a su alrededor cuchicheaba, pero él no tenía ni ganas ni ánimo como para prestar atención a lo que decían.

El director dio unas cuantas palmadas para mandarlos a callar antes de hablar.

—¡Silencio, por favor! Tenemos unos cambios de última hora que anunciar, así que es muy importante que estéis atentos. El papel del Cascanueces —Jongin apretó los dientes, ese era su papel para la primera semana— pasa a ser interpretado por Jung Yunho, y el de Clara por Kwon Boah.

Todos los bailarines y músicos congregados volvieron a cuchichear acerca de la decisión del director. En medio de todo el follón, Stephanie —la chica que interpretaba a Clara— salió corriendo mientras gritaba en un inglés apresurado y Taemin le dio un apretón en el hombro, a sabiendas de lo que estaría pasando por su cabeza.

—¡Por favor, no he terminado! —Chilhyun se hizo oír de nuevo sobre la multitud—. Los sustitutos para ambos papeles serán Lee Taemin y Lee Hyeri. Eso es todo, ahora los profesores se encargarán de reestructurarlo todo.

La mano de Taemin se quedó congelada sobre su espalda al escuchar su nombre. Jongin lo miró atentamente, le acababa de quitar su única oportunidad de estrenarse por todo lo alto en París. Se quitó su mano de encima casi como si le diera asco y se largó tan rápido como pudo, siguiendo los pasos de Stephanie.

¿Qué tenía Taemin que no tuviese él para que ni siquiera le dejaran ser sustituto? Tenían una constitución parecida, incluso Jongin era más alto, y su técnica era tan perfecta como la de Taemin. Tal vez necesitaba un poco más de experiencia sobre los escenarios, pero si le dieron la oportunidad cuando apenas era un novato, ¿por qué se la quitaban ahora?

Bufó y se metió en los vestuarios masculinos, cerrando de un portazo. Por un momento le recordó a aquel día en el que estaba pasándolo mal por Sehun y Taemin fue a ayudarlo, ocupando un puesto que antes le había dado incondicionalmente a su mejor amigo del instituto. Sin embargo, ese día no iría y tampoco lo necesitaba. Estaba claro que no podía confiar en nadie más que en sí mismo.

A partir de ese momento, Taemin sería su enemigo a batir.

***

 Pirueta tras pirueta, salto tras salto, paso tras paso, Jongin apuraba cada notaba que rasgaba el aire de la sala vacía tratando de sacar de su pecho todas esas emociones que se habían hecho un hueco en sus pensamientos y no lo dejaban descansar.

Pas de valse, grand jeté y arabesque.

Dejó que la rabia se marchitara, que la hipocresía que lo había llevado a sonreír cuando había vuelto a los ensayos se pudriera en lo más hondo de su mente, que la angustia, el miedo y la fatiga desaparecieran durante unos instantes, solo algunos, para que pudiera continuar un poco más.

Sisonne, pas couru, demi-plié.

Pero no podía, porque era humano, y era débil, pequeño, simple. La voluntad y la pasión que durante tantos años lo habían llevado hasta el extremo con una sonrisa pintada en la cara se resquebrajaban lenta pero inexorablemente.

Grand jeté de nuevo. Otra vez, hasta que salga perfecto.

Cuando la música se extinguió, él siguió adelante, con más fuerza, con más ímpetu. Necesitaba con toda su alma sacarse todo lo que tenía dentro.

Fouetté en tournant. Una, dos, tres veces.

Otra vez.

Con tantas emociones a flor de piel, su técnica se vino abajo tras la última pirueta y Jongin cayó estrepitosamente al suelo en una postura bastante complicada. El golpe le llegó directamente a las costillas, sacándole todo el aire de los pulmones, pero no fue más allá.

Le dio un puñetazo al suelo de madera con rabia. No le extraña que hubiesen preferido a Taemin antes que a él, no servía para nada. Por muchas veces que se levantara parecía que solo sabía fracasar, tal vez Dios ahora se estaría riendo de él después de usarlo como a una marioneta.

Le había llevado tan alto como había soñado, le había puesto la miel en los labios para después dejarlo caer, rompiendo todos sus sueños de un solo golpe.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que lo que no tenía de talento lo tenía que suplir de cualquier otra forma antes de que el resto de bailarines se lo comieran. No importaba cómo, pero no iba a quedarse atrás.

Se acabaron los días de agachar simplemente la cabeza y acatar las órdenes.

Con la seguridad que le daba su nueva decisión vibrando bajo su piel, se puso en pie de nuevo y fue directamente hacia el reproductor que había en una de las esquinas para volver a empezar una vez más. Pero, antes de que pudiera darle al botón de play  de nuevo, una voz lo interrumpió.

—¿Jongin? ¿Kim Jongin? —Se giró para descubrir a Donghae en la puerta, sudoroso y con su bolsa de deporte al hombro, suponía que él también se había estado dando una paliza en alguna otra sala de ensayo. Asintió con la cabeza a su pregunta—. ¿Qué haces aquí todavía? Son… —le echó un rápido vistazo a su reloj de pulsera—. Casi las tres de la mañana. Deberías irte a la cama ya. Bueno, deberíamos irnos los dos —río un poco con aire despistado y Jongin le sonrió en respuesta.

¿Tan tarde era ya?

—Me iba a ir ya de todas formas —mintió descaradamente, pero Donghae no pareció darse cuenta y simplemente se marchó de nuevo.

Pensó en seguir un poco más, pero la fatiga ya estaba haciendo estragos en su cuerpo y no quería lesionarse.

Apagó el equipo y fue directamente adonde había dejado sus cosas. Se quitó las puntas con parsimonia y las guardó antes de coger su mochila y salir en dirección a los vestuarios para darse una ducha rápida y así no despertar a Taemin al llegar al hotel.

Jongin pasó lo justo y necesario bajo el agua para quitarse la pegajosa sensación del sudor por todo su cuerpo y se vistió tan rápido como pudo. Solo quería irse a dormir y descansar, dejar de pensar de una vez por todas.

Sin embargo, cuando estaba andando por el pasillo, un ruido lo detuvo. Se quedó quieto en el sitio, agudizando el oído para intentar entender algo. Pudo distinguir dos respiraciones agitadas, así que supuso que, aparte de Donghae y él mismo, había más gente ensayando. Pero, hasta donde llegaba su limitada experiencia, los bailarines no gemían al bailar. Estaba claro que alguien se lo estaba pasando bien.

Normalmente, habría seguido su camino sin importarle demasiado, pero, por alguna razón que no atinaba a comprender del todo, giró sobre sus talones, buscando el origen de aquellos ruidos. Cuando se quiso dar cuenta, sus pies lo habían llevado hasta el camerino reservado para la actriz protagonista. Pegó la oreja a la puerta cerrada, estaba seguro de que los ruidos venían de ahí.

Antes de que se diera cuenta, ya tenía una mano sobre el pomo y trataba de abrir la puerta lo más silenciosamente posible. Tragó saliva, estaba nervioso, él no era ese tipo de persona, pero en aquel momento no podía pensar con claridad.

Abrió lo justo para ver lo que estaba pasando y la escena que se encontró le dejó la boca seca. Estaba seguro de que Boah y Yunho eran algo más que pareja sobre el escenario.

Jongin se sentía como un maldito pervertido ahí de pie, viendo cómo Yunho penetraba sin muchos miramientos a Boah, casi estampándola contra el espejo que usaban para arreglarse antes de las actuaciones, mientras ella se deshacía en gemidos y jadeos. Estuvo a punto de cerrar la puerta y marcharse por donde había llegado, pero una idea cruzó su mente y fue demasiado tentadora como para dejarla escapar.

Con manos algo temblorosas, sacó su móvil del bolsillo delantero de sus pantalones y abrió la aplicación de la cámara, enfocando directamente a la pareja que tenía enfrente.

Estaba seguro de que, después de eso, Boah le debería muchas explicaciones.

***

Cuando Jongin se vio a sí mismo de nuevo en la entrada de la gran sala de baile, no se asustó, ni siquiera sintió ganas de vomitar como las otras dos veces anteriores. Extrañamente, la comodidad y la familiaridad se habían abierto un hueco en su pecho y no parecían dispuestas a abandonarlo.

Se paseó entre la marea de gente, correspondiendo las sonrisas coquetas que algunas damas le lanzaban por encima de abanicos y manos de porcelana y aceptando las inclinaciones corteses de los caballeros.

Como la vez anterior, se abrió paso hasta la fuente del centro y se volvió a mirar en las suaves ondas que creaba el agua. La máscara se había extendido hasta cubrir su nariz, con líneas que giraban y se retorcían, intensificando la forma rasgada de sus ojos. Sonrió levemente, acariciándola. No tenía miedo ni ganas de vomitar, ni siquiera el nerviosismo se apretó en su estómago. Al contrario, sentía que por fin estaba completándose, que ahora había un lugar al que pertenecía.

Giró sobre sus talones y se internó de nuevo entre la marea humana, buscando lo único que le faltaba para que su corazón saltara con alegría dentro de su pecho.

Su bailarina.

Como si hubiera escuchado sus pensamientos, ella apareció frente a sus ojos, arrastrando su vestido y escondiendo su cara con los mechones sueltos de su recogido dorado. No dudó ni dos segundos en ponerse en marcha para alcanzarla y sentir de nuevo su tacto cálido sobre su piel falta de cariño.

Cuando la alcanzó, se inclinó levemente, tendiéndole una mano. Ella aceptó la proposición de baile y se dejó guiar por Jongin hasta la zona reservada para las parejas.

El cuarteto de cuerda con sus respectivas máscaras que estaba dispuesto en un pequeño escenario se preparó para una nueva melodía escrita por las mentes más sensibles y volubles para el disfrute de los oídos más refinados.

Se colocaron uno frente a otro, reverenciando a su pareja, tal y como marcaba el protocolo, antes de comenzar. Las notas del solitario violín comenzaron a elevarse y Jongin puso su mano en la cintura de ella sin ningún rastro de su antiguo pudor y vergüenza, confiado tras su máscara.

Sus ojos se encontraron en el momento en que sus pies tomaron el control de la situación y comenzaron a danzar en la más deliciosa de las armonías. Toda la inseguridad que no había experimentado hasta entonces se anudó en su garganta al entrever la decepción en sus pupilas.

“Te pedí que no te dejaras corromper”

Jongin no pudo soportar más su mirada y la desvió hacia las manos que mantenían unidas en alto, centrándose en  los pasos que daban, en que parecían diseñados para bailar juntos. Siguió con los ojos la línea de su mano, subiendo por su brazo, y habría continuado observándola el resto de la noche porque era sencillamente perfecta, pero no pudo.

Sus pupilas se quedaron ancladas en la parte de su codo, donde diversas líneas oscuras se congregaban, resquebrajadas y torcidas, como si se tratara de una grieta en una bella pintura.

Inconscientemente, dejó de moverse y ella lo miró, sorprendida, preguntándole si ocurría algo. Tomó su brazo con delicadeza para observarlo mejor.

—¿Qué es esto? —murmuró.

Ella apartó el brazo, avergonzada, pero Jongin insistió y se lo volvió a coger.

De repente, su mente comenzó a ir demasiado rápido, rescatando recuerdos que al principio habían sido insignificantes. La bailarina de la cajita de música tenía una grieta parecida en el mismo lugar del mismo brazo.

¿Podría ser…?

Eso explicaría la sensación de familiaridad que lo había sobrecogido la primera vez que la miró a los ojos y la idea que siempre le había rondado en la cabeza de que a veces la pequeña bailarina parecía salirse de su pedestal.

—Explícame qué es esto —insistió de nuevo, desesperado por encontrar una respuesta, pero ella simplemente negó con la cabeza y se escurrió de entre sus brazos.

Otra vez.

***

Madrugar nunca le había resultado tan sencillo a Jongin como aquel jueves. Se despertó bastante antes de lo que solía hacer y se duchó y preparó con cuidado de no alterar el ligero sueño de Taemin. Aunque su inseguridad le hizo dudar a la hora de salir del hotel con dirección al teatro, su decisión se volvió más y más firme conforme andaba, paso a paso.

Sabía que Boah debería estar allí ya para sus ensayos intensivos sin mucha más compañía que la de algún profesor y los técnicos que se dedicaban a poner a punto el escenario. Era el momento perfecto.

Para su suerte dio con ella antes de que su firmeza se viniera abajo definitivamente.

—¡Kwon Boah-ssi! —llamó en mitad del pasillo, haciendo que la bailarina se girase hacia él—. ¿Podríamos hablar un momento? Me gustaría que me ayudara.

Jongin fingió su sonrisa más tímida e inocente y su estómago se revolvió con repugnancia.

Boah, aunque algo desconcertada y con cierto brillo de desconfianza en sus ojos, asintió, indicándole que la siguiese hasta su camerino para que pudiesen hablar sin ser interrumpidos.

Cuando entraron, ella lo miró expectante y Jongin tuvo que coger una gran bocanada de aire para no desinflarse justo en ese momento. Cerró los ojos, mentalizándose.

—Me gustaría ser el suplente de Jung Yunho —Boah levantó una ceja, sin comprender.

—¿Y? ¿Qué tiene que ver eso conmigo?

—Solo usted puede convencer al director de que yo sea el suplente.

Ella rió escandalosamente, al parecer bastante divertida.

—¿Por qué debería convencer a mi marido de tal cosa? Si él ha decidido que el suplente sea otro, sus motivos tendrá, ¿no te parece?

Jongin negó lentamente con la cabeza mientras sacaba su móvil del bolsillo de su mochila.

—Creo que no lo entiende —lo desbloqueó rápidamente y comenzó a buscar las imágenes que había hecho la noche anterior—. O lo convence o recibirá una carta anónima con estas fotos —Jongin giró la mano para enseñarle la pantalla del móvil a una muy sorprendida Boah

—¿Me estás chantajeando, niñato? —La sorpresa inicial dio paso al enfado—. ¡¿Quién te crees que eres para hacerme chantaje?!

—A mí me gusta llamarlo ser convincente —respondió con una sonrisa altiva—. Entonces, ¿qué? ¿Hay trato? —Le tendió una mano.

Boah pareció pensárselo antes de estrecharle la mano sin muchas fuerzas.

—Te aseguro que esta me la pagarás —siseó por lo bajo, roja del enfado.

—Eso dicen todos.

Jongin salió del camerino dando un portazo, con el corazón latiéndole a toda prisa dentro del pecho.

¿Qué acabo de hacer?

***

—¡Silencio, por favor! —El director los había vuelto a reunir en el escenario principal—. Va a haber otro cambio de última hora. El bailarín suplente para el Cascanueces será Kim Jongin —Jongin sintió la sangre congelarse dentro de su cuerpo. Lo había hecho, de verdad había sucumbido a su chantaje.

Desde detrás del director, Boah le dirigió una mirada agria, pero él ni siquiera se inmutó. Los murmullos no tardaron mucho en alzarse de nuevo, rodeándolo de preguntas y miradas curiosas, y la única reacción que Jongin pudo tener fue sonreír. Porque lo había conseguido y ahora era él el que se burlaba de  Dios desde lo más alto.

El director se despidió de nuevo y todos comenzaron a abandonar el escenario principal. Cuando ya estaba casi vacío, Jongin decidió seguirlos, pero, antes de que pudiera salir, Taemin lo agarró con fuerza de los hombros y lo estrelló contra la pared más cercana.

—¿Has sido tú, verdad? Hijo de puta —habló con los dientes apretados, cada vez ejerciendo más fuerza—. ¿Qué has hecho? ¿Tirarte a Boah o chupársela al director?

Jongin lo miró con hastío mientras chasqueaba la lengua.

—Yo no tengo la culpa de ser mejor que tú.

—¡No me tomes por imbécil! —Lo empujó contra la pared de nuevo—. ¿Te crees que no me he dado cuenta de cómo te miraba Boah? Eres un grandísimo hijo de perra.

—Ya, llámame cuando me vayas a decir algo que no sepa, ¿eh?

Apartó a Taemin sin mucha dificultad y salió de allí con calma, recreándose con cada paso a sabiendas de que eso enfurecía a su compañero. Sin embargo, por dentro, era él mismo el que estaba roto y deshecho. Ni siquiera era capaz de reconocerse en el espejo.

Aquel día deseó que de verdad pudiera salir ardiendo para así poder limpiarse y pagar por sus pecados.

***

Al caer la noche, Jongin no era capaz de seguir soportando aquella situación. Nada más terminar sus ensayos, salió corriendo del teatro, caminando sin rumbo fijo bajo las luces de París.

No entendía lo que le estaba pasando, por qué se comportaba como si nada más que el éxito le importara, por qué pisoteaba a la gente de su alrededor para escalar cada vez más alto, solo a la espera de que acabase tropezando y estrellándose contra el frío y duro suelo de la realidad.

Lo único en lo que podía pensar con claridad era que su abuela se sentiría muy decepcionada si lo viese ahora, destrozado y derrotado.

Había conseguido lo que quería, sí, pero ¿a qué precio? Y todo para nada. Nadie podía asegurarle que bailara al día siguiente como protagonista, seguía siendo un simple suplente. La única forma de que así fuera sería quitándose de en medio a Yunho…

Negó con la cabeza, apartando esos pensamientos de su cabeza. La sola idea de hacerle algo le provocaba arcadas. Él no era así.

No. Era. Así.

Pero tampoco era él mismo. Ya no sabía quién era ni quién no era. Todo era demasiado confuso desde que había comenzado a soñar con el baile de máscaras. ¿Y si era real? ¿Y si no había sido un sueño como tanto había pensado? Entonces… su bailarina existía… de verdad…

Jongin paró en mitad de la calle, aturdido por su propia deducción, tratando de pensar con claridad. Pero la maraña de pensamientos inconexos que tenía revueltos fue interrumpida cuando su móvil comenzó a sonar.

Nada más sacarlo del bolsillo de su pantalón vaquero descolgó, sin pararse a mirar quién le estaba llamando.

—¿Jongin? ¿Cómo estás? —Se quedó congelado al escuchar la voz de Sehun al otro lado del auricular, con un tono que no le presagiaba nada bueno—. ¿Jongin? —Insistió.

—Estoy… bien —contestó a media voz, todavía aturdido.

Si tenía que ser sincero, recibir una llamada de Sehun era lo último que esperaba en el mundo. Se había rendido ya ante lo inevitable de su desaparición de su vida. Sabía que nada volvería a ser como antes, porque Sehun tenía planes de futuro y Jongin sueños por cumplir. Pero ahí estaba, gastándose el dinero en una llamada internacional.

—¿Seguro? He hablado con Taemin y dice que últimamente estás extraño…

—Claro, y confías más en lo que te dice un extraño que en la opinión de tu mejor amigo —lo interrumpió sin pensárselo, demasiado enfadado como para seguir escuchándolo—, si es que todavía somos eso —añadió por lo bajo.

—Jongin… —comenzó después de unos segundos en los que solo se pudo escuchar el ruido amortiguado de la calle—. Ya lo hablamos, te dije que no te dejaría de lado. He ido a tus actuaciones, ¿no?

—Y debería sentirme agradecido,  ¿no? ¿Qué ha pasado con eso de llamarme para saber qué tal los ensayos, o con lo de ir a tomarnos algo? Sehun, por favor —bufó—. Haznos un favor a los dos y no te hagas el idiota, ¿quieres?

—Mira, no sé si estás estresado o nervioso o qué cojones te pasa, pero a mí no tienes que tratarme así, ¿sabes? Te he aguantado durante muchos años como para que ahora me des esa patada.

—¡Ah! ¡Que ahora resulta que era un incordio para ti! —Dejó escapar al aire una carcajada sin ganas—. Lo siento mucho, señor Oh Sehun. Si me hubiese comunicado sus sentimientos hacia mí antes le habría dejado en paz.

—No, no, me has malentend…

—No, ¡al contrario! ¡Te he entendido perfectamente! No te preocupes, que no me vas a tener que soportar nunca más —y colgó.

Bastante tenía con sus propios problemas como para que llegara Sehun a molestarlo.

Ignoró las lágrimas que se le estaban acumulando en el borde de los ojos, apagó el móvil y decidió que esa noche era para él.

No pasó mucho tiempo deambulando por París hasta que encontró una discoteca en la que parecía que había buen ambiente. Nada más entrar tiró de su oxidado inglés para pedir algo en la barra. Estaba seguro de que, entre el ruido y la barrera lingüística, el camarero no lo había entendido y simplemente le puso algo al azar, pero Jongin no tenía tiempo para pensar en eso.

Bebió hasta que notó que el mundo le daba vueltas y, solo entonces, fue capaz de desinhibirse y saltar al centro de la pista de baile, dejando su olvidada mochila en el taburete que él mismo había ocupado antes.

No sabía si era producto de su acalorada imaginación, pero Jongin sentía como si todo el mundo hubiera parado para verlo bailar a él y solo a él, como si fuera su gran momento, el culmen de la obra perfecta, con todos los bailarines sobre el escenario, la orquesta al límite y los espectadores impacientes por ponerse en pie y estallar en aplausos. Y tal vez tenía algo de razón y su cuerpo atraía más miradas de las que podía imaginar, miradas y más.

Hasta pasados unos minutos, no se percató de la chica que lo controlaba desde la barra y que se pegó exageradamente a él para bailar. Al principio pensó en apartarla para que le dejara desahogarse tranquilamente, pero ese pensamiento murió en el fondo de su cerebro cuando se dio cuenta de las intenciones de su acompañante.

No era disimulada ni suave ni delicada. No solo quería ligar con Jongin, quería pasar la noche con él, y en ese momento le pareció la idea más maravillosa.

Sin previo aviso la cogió bruscamente por la cintura y estampó sus labios en los de ella, que sabían a alcohol y limón. La chica sonrió complacida ante su cambio de actitud y lo guió hasta una zona más apartada del local, donde no habría miradas indiscretas. Las manos volaron sobre el cuerpo ajeno mientras seguían enfrascados en el beso. Sin embargo, las caricias pronto se hicieron insuficientes y, entre gemidos y jadeos, ella le indicó que fueran a su piso. Por suerte para los dos, estaba cerca.

Nada más entrar, Jongin tiró su mochila al lado de la puerta y se preparó para pasar una buena noche. Le arrancó la ropa de camino a su dormitorio, solo pensando en acabar con el fuego que lo estaba derritiendo y enloqueciendo. La chica también se deshizo de la ropa de Jongin antes de tirarse en la cama, esperando su siguiente movimiento.

Con rapidez se sentó entre sus piernas, acariciándolas y besándolas mientras ella le acercaba el envoltorio plateado de un condón. Jongin no se lo pensó dos veces antes de ponérselo a toda prisa y hundirse en ella. No tenía ganas ni podía esperar.

Sin apenas esperar a que la chica se acostumbrase a la intromisión, comenzó a moverse, cada vez más rápido, cada vez con más fuerza, buscando su propio placer. Ella parecía estar disfrutándolo tanto como él, aunque ni siquiera le importaba.

Cuando notó el orgasmo construyéndose en su bajo vientre, aceleró aún más el movimiento de sus caderas, jadeando ante la expectación de llegar al máximo. La chica gemía cada vez más alto entre palabras y frases en francés que no entendía pero que lo animaban a continuar.

Jongin no veía el momento de arder por completo de una vez y librarse de parte de la tensión que había estado acumulando durante aquella semana. Así que, cuando la vista se le nubló y todo su ser se derramó dentro del condón, le pareció que no había sensación más placentera en el mundo, ni siquiera bailar en aquel escenario que había ocupado sus sueños durante casi toda su vida.

Con la respiración agitada y el corazón latiendo desaforado dentro de su pecho, salió del interior de ella, dejándose caer sobre el colchón a su lado. Se quitó el preservativo con cuidado de no mancharse y le hizo un nudo antes de tirarlo en la papelera que tenía en el dormitorio. Cuando volvió a la cama, fue el turno de ella de sentarse sobre sus piernas. Lo miró con una sonrisa divertida y Jongin no necesitó saber ni una pizca de francés para entender lo que quería.

***

Cuando el cuarteto de cuerda se abrió paso de nuevo hasta sus oídos y la luz dorada de la sala de baile cubrió sus párpados cerrados, Jongin supo que no podría escapar nunca de allí.

Instintivamente se llevó las manos a la cara en busca de la máscara, que ya bajaba por sus mejillas hasta casi rozar el mentón. La respiración se le cortó y el miedo que creía olvidado volvió a él. No porque la máscara creciera, sino por ser igual a los demás, por caer en el error de todos y no saber sobreponerse. Pero, sobre todo, por no saber lo que estaba pasando.

Aquella vez no se paró a saludar a nadie ni a bailar, Jongin corrió en busca de ella, en busca de respuestas. La encontró en un amplio balcón de baldosas de mármol blanco que daba a un bosque sin final visible, mirando sin ver realmente hacia el cielo.

—¿Qué está pasando? ¿Qué me está pasando? —Habló nada más llegar, sin pensar. Necesitaba saber la verdad.

Ella se giró lentamente y Jongin pudo ver cómo brillaban las lágrimas de sus ojos a la luz de la luna llena.

“¿Por qué? Ya estás tan condenado como yo, como nosotros…”

—Por favor —insistió, acercándose y cogiéndola de la mano.

“Este —comenzó, acariciando la máscara de Jongin— es el castigo que reciben los que dejan que la ambición y la avaricia los corrompa, encerrados para el resto de la eternidad en este horrible baile, esperando un milagro”

—¿Y no hay… —Jongin tragó saliva— alguna forma de escapar?

“La única manera es que alguien rompa el contenedor donde nuestras almas descansan, por eso te llamé, te atraje hasta aquí y ahora… —sollozó—. Estás aquí por mi culpa…”

Jongin se mordió el labio inferior antes de dejar de luchar contra sus sentimientos y abrazarla con fuerza. No estaba ahí por su culpa, el único culpable de todo lo que había pasado era él mismo.

Se sentía dividido. Sentía que no tenía nada de lo que arrepentirse, que todo lo que había hecho era para luchar por su sueño, por aquello que durante tanto tiempo lo había mantenido despierto. Pero su corazón latía inquieto, impulsado por la calidez y el brillo de ella, demasiado abrumado por todos los sentimientos que despertaba.

Cuando cerró los ojos para dejar que su dulce olor a sándalo lo descontaminara, ya había tomado una decisión.  

***

No sabía qué hora era cuando se despertó entre los brazos de la chica francesa y tampoco le importaba. Sin hacer ruido, se vistió, cogió su mochila y se marchó del piso.

No estaba seguro de hacia dónde le dirigían sus pies y tampoco le preocupaba, porque en el fondo de su corazón sabía que estaba yendo hacia el lugar correcto.

Comenzaban a despuntar las primeras luces del alba cuando Jongin se vio a sí mismo frente a la puerta de su habitación en el hotel. Sonrió antes de entrar, despertando en el proceso a Taemin, que se giró asustado y balbuceando preguntas que nunca terminaba. Pero Jongin no tenía tiempo para escucharlo.

Fue directamente hasta su mesilla de noche, donde descansaba la cajita de música que le regaló su abuela hacía ya dos años. La cogió con delicadeza, observándola con cuidado, intentando grabar hasta el más mínimo detalle en su memoria.

En su cabeza retumbó la primera palabra que le dirigió su bailarina.

Libérame.

Voy a cumplir mi promesa. Te voy a liberar.

Y la dejó caer. Simplemente, dejó que se escurriese de entre sus manos para encontrarse con el suelo, rompiéndose. Solo entonces, se sintió por fin liberado de todas sus preocupaciones y de todos sus pecados.

—Jongin, ¿qué…? —Las palabras murieron en la boca de Taemin al darse cuenta de lo que había pasado.

Jongin ni siquiera le contestó. Lo miró con una sonrisa y se recostó en su cama, tranquilo, sosegado, liberado.

Taemin no hizo preguntas. No hacía falta.

Todo había terminado.

***

Jongin estaba seguro de que en esa semana ya había completado el cupo de reuniones con cambios de última hora que podía soportar. Pero ahí estaban, en el mismo maldito escenario principal, esperando a que el director les hablase.

—Como sabréis, uno de los objetivos que teníamos al venir a París era hacer un intercambio cultural, de forma que se unirán a nuestro elenco por un periodo de tres años algunos bailarines europeos. Y para eso os he reunido, para presentaros a Mamen, nuestra próxima bailarina estrella.

Durante unos segundos, sus ojos conectaron con las pupilas de ella y su sonrisa se llenó de reconocimiento y vergüenza y calidez.

Mi bailarina.

***

La orquesta vibraba con el gran y glorioso final de El lago de los cisnes, con bailarines y bailarinas danzando y saltando de un lugar a otro y con Odette y el príncipe en el centro.

Jongin bailaba alrededor de Mamen, sacando del fondo de su alma la pasión y el amor que había sentido cuando la había visto en el baile de máscaras y cuando por fin la había conocido en la vida real. Sus manos se juntaron y sus cuerpos vibraron enteros con el contacto antes de que Jongin la alzara en el aire y se adentrara en su juego de pies ágiles, hechizado por su belleza.

Fue así desde el primer día. No necesitaban palabras, ni siquiera necesitaban mirarse, cuando la música comenzaba a sonar todo fluía de forma natural, como si realmente estuviesen hechos el uno para el otro, para bailar el uno con el otro. Y justo en ese momento, entre la ovación del público y el telón cayendo a sus pies, se sintieron vivos, como solo el baile les podía hacer sentir. Como solo el roce tímido de sus manos segundos antes de que sus labios se reencontraran en aquel deseado beso les podía hacer sentir.

«Dance gives you nothing back, no manuscripts to store away, no paintings to show on walls and maybe hang in museums, no poems to be printed and sold, nothing but that single fleeting moment when you feel alive»
Merce Cunningham (1919-2009), bailarín y coreógrafo estadounidense.




- Chilhyun, el director, es Kangta (del antiguo grupo HOT y solista de la SM en la actualidad), y está casado con la grandísima Boa, que le pone los cuernos con Yunho de DBSK (sí, me he montado el culebrón del siglo).
- La profesora Song, que se menciona al principio del fic, es Song Qian (Victoria) de f(x).
- Suji, la chica con la que Jongin debuta, es Suzy de Miss A, y todo porque Andrea los shippea y me lo ha pegado.
- Stephanie, la chica que en un principio iba a actuar en París, es del grupo de SM Ent. CJSH The Grace, y es una bailarina increíble. Os recomiendo que busquéis vídeos suyos.
- Los otros dos bailarines principales masculinos son Eunhyuk y Donghae de Super Junior.
- Hyeri, la sustituta de Boa, es la Hyeri de Girls' Day, porque Nad shippea a Hyeri y Taemin y también me lo ha pegado XD
Aquí tenéis información sobre las posiciones de ballet, por si tenéis curiosidad.
Y creo que ya está ;u; Muchísimas gracias por leer y los comentarios son más que bienvenidos <3

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